Tenía previsto salir de viaje de negocios, sin pensar
en tener sexo con alguien. Iba a cerrar un negocio con unos holandeses. Como no
sabía hablar ingles ni ellos español, la empresa contrató un traductor. Era
árabe, fuerte y alto. Su piel era morena clara y sus ojos negros como el
carbón. Tenía el pelo corto, casi rapado. Vestía medio formal y su acento era
tan venezolano que se notaba que tenía años viviendo en Venezuela. Así me lo
confirmó en un primer descanso tomando un café de máquina. En ese primer
contacto, me habló de las costumbres árabes y de su religión. La manera de
mirarme, una mezcla entre amenaza y lujuria, su porte y su atractivo físico me
atraían mucho. Durante la comida no dejaba de pensar en él y en la reunión de
la tarde no perdía ocasión para mirarle. Me imaginaba su cuerpo desnudo, miraba
su entrepierna para intentar adivinar lo que ocultaba. En el segundo break,
algunos de mis deseos comenzaban a ver la luz.
Estaba lavándome la cara en el baño, había dos personas
conocidas que no duraron mucho ahí. Yo me estaba secando las manos cuando por
el espejo veo que entra él. Tenía una sonrisa cómplice en su cara. Me saludó,
fue directo al urinario. Intenté mirar por el espejo su pene, pero apenas vi
algo ahí. Volví a encender el secador de manos para intentar ver más. Era grueso,
y como supuse por su origen, circunciso y oscuro. Cuando levanté la mirada, Vi
que me pilló mirándolo. Tuve una pena horrible. No se si se hab®ía molestado.
Traté de sacarle conversación.
-¿Cómo estás viendo el proceso? ¿Crees que cuadren sus
ideas y las nuestras?
-Depende-. Contestó.
-¿Depende de qué?
-De que si a ellos les miras sus genitales cuando están
orinando probablemente se ofendan mucho y den por canceladas las negociaciones
porque no toleran a los homosexuales.
Avergonzado, me disculpé. El corazón me latía a punto
de salir disparado, ese comentario lo dijo muy seriamente. Pensaba que me iba a
soltar un coñazo.
-Lo siento, de verdad- Dije titubeando. Te mire por el
espejo para preguntarte algo y sin querer bajé la mirada, no pretendía
ofenderte ni mucho menos.
El se guardó su pene, abrió la llave del lavamanos y se
dio la vuelta con una sonrisa.
-He dicho que a ellos les molestaría mucho- Comentó
mirándome a los ojos. -No que a mí me moleste. De hecho, yo también me hubiera fijado
en tí si hubieras sido tú el que hubiera estado orinando.-Dijo.
Mi corazón se aceleró aún más. Me estaba pistoneando el
árabe. Se acercó, me empujó contra la pared y se abalanzó sobre mi dándome un
beso. Yo le agarraba por los brazos para aferrarme a él. Nos detuvimos y nos
metimos en uno de los cubículos. Comencé a desabrocharle la camisa y a
sacársela del pantalón mientras nos besábamos. Él me agarraba las nalgas por
encima del pantalón. Le empecé a desabrochar el cinturón y el botón del
pantalón. Él sólo se limitaba a acariciarme las nalgas. Notaba su pene erecto
sobre mi abdomen. Quería tocarlo. Le acaricié un poco su torso, era velludo
pero lo tenía rebajado. Bajé la mano por su abdomen, hasta llegar a su pene, que
ya sobresalía del interior. Se lo toqué, lo lo agarré entre mis manos y en ese
momento que alguien entraba al baño. Quedamos totalmente petrificados, él con
sus dos manos en mis nalgas y yo con la mía agarrando su pene. Nos quedamos
callados mientras los de afuera orinaban y se lavaban las manos. Dejó de
agarrarme y yo igual lo solté, ya había perdido erección y estaba lubricado. Cuando
escuchamos que se habán ido, él me apartó, abrió la puerta y comprobó que no
había nadie. Se abrochó el pantalón, se metió la camisa por dentro, se peinó un
poco y salió del cubículo. Yo hice lo mismo. Justo antes de salir, me
dijo:
-Aquí no, es muy peligroso. Si nos vieran juntos se
acabaría tu carrera y la mía. Veámonos esta noche en mi hotel.
-Perfecto. ¿A qué hora quieres que pase?-. Pregunté
-Tarde, 12 y media o una. Si llegas más tarde mejor. Te
esperaré en el bar, tomamos algo para no levantar sospechas y luego te invitaré
a subir con la excusa de darte unos documentos-. Me dijo. No entendí tanta
paraphernalia para subir a la habitación pero no dije nada.
Salí de mi hotel rumbo al suyo, ya iba en hora. Tardé 15
min en llegar. Entré al hotel, fui directo al bar. Ahí estaba. Me saludó
efusivamente con un abrazo y me invitó a una copa. Seguía mirándome a los ojos,
algo que me perturbaba. A la media hora me habló de los documentos, pagó y
salimos hacia su habitación. En el ascensor, me acarició la mano, estaba
impaciente por llegar. El ascensor se detuvo, mi corazón iba cada vez más
deprisa. Llegamos a su habitación, abrió la puerta, me invitó a pasar,
sonriendo y sin apartar su mirada de mí.
Cerró la puerta y se abalanzó sobre mí con fuerza. Nos
besábamos apasionadamente. Ahí comenzó a dominarme, y yo me dejé llevar. Me
volvió a apretar mis nalgas con fuerza, mientras yo fui desabrochándole uno a
uno los botones de su camisa, respirábamos con fuerza, con ganas de comernos.
Fui bajando por su cuerpo, sin parar de besarle, lamí su paquete por encima del
pantalón mientras él me agarraba la cabeza con fuerza. Cuando empecé a
desabrocharle el cinturón me dijo que parase. Me levantó y me dio otro beso y
me tiró con brusquedad sobre la cama. Arrancó mi camisa, cayendo todos los
botontes al suelo. En ese momento no me importó, estaba excitado. No dejó que
le quitara el pantalón, se lo quitó él, igual el calzoncillo, por fin, vi
completamente su pene completamente erecto. Unos 18 centímetros, perfecto para
mí, pensé. Se quitó las medias y comenzó a desnudarme como con rabia,
primero los zapatos, luego las medias, me desabrochó el pantalón y después, más
delicadamente mis calzoncillos. Miró fijamente mi pene, con deseo, pero no lo tocó. Se tumbó encima de mí, comenzó a
besarme y con las manos fue guiando mi cabeza hasta su pene. Me pidió que se lo
mamara. Yo quería disfrutarlo un poco, jugar con mi lengua antes de meterlo en
mi boca. Pero él con brusquedad me lo metió en la boca y empujándolo con fuerza.
Yo me atragantaba a veces, y tosía, algo que me ponía más quesúo.
-¡Mámalo!-. Decía sin parar de empujar.
Estuve así unos 10 minutos, mamando aquel pene grueso
sin parar mientras él seguía aguantando con fuerza mi cabeza. Noté que tenía
contracciones y que gemía más fuerte, estaba a punto de venirse. Yo no quería, tal
vez si acababa no querría cogerme luego.
-Trágatela, trágatela toda, perra-. Y tragué, tragué
toda su leche. Aquel pene expulsaba una gran cantidad de leche, me llegó hasta
el fondo de mi garganta, poco a poco fue llenando mi boca. Él seguía
agarrándome con fuerza y gimiendo sin parar. Tras tragarme su semen, me soltó y
sin decir nada, me puso en cuatro sobre la cama. Noté como un dedo mojado se
paseaba alrededor de mi ano, Derepente, sin decir nada, clavó su pene en mi
culo. Pegué un grito. Pensé que me había desgarrado. Me dijo que me callara
poniendo su mano con fuerza en mi boca. Comenzó a empujar su pene, le costaba
abrirse camino en mi culo. Cada vez sus embestidas eran más fuertes, pero ya no
había tanto dolor. Sus bolas chocaban contra mis nalgas. Ya se le notaba
cansado pero no dije nada. Me sacó el pene, se tumbó en la cama, boca arriba, y
sin decirme nada ni dejar que me diera la vuelta, me dijo que me montara sobre
el dándole la espalda.
Me encanta esa posición. Me gusta más viendo la cara de
la persona que me estoy cogiendo, pero esa también me da morbo. Comencé a
cabalgar sobre su pene, con subidas y bajadas fuertes. Mis gemidos volvían a
ser más altos de nuevo. Me decía que me callara dándome nalgadas, me decía,
"cállate perra". Yo me estaba empezando a cansar y le dije:
-Cuando te vayas a venir me avisas y acabamos juntos.
- Acabaré dentro de ti-. Dijo él.
Me tiró de espaldas para que me apoyara sobre su pecho
y comenzó a penetrarme en esa postura. Me empecé a mover y a los pocos segundos
ya estaba acabando sobre mi barriga.
-Trágate tu leche-. Dijo él. No se me había ocurrido
eso, pero comencé a recogerla con mis manos y a lamerla mientras él seguía taladrando
mi culo. Comenzó a derramar su semen dentro de mi culo. Él gemía y gemía
mientras daba las últimas embestidas. Me quitó de encima violentamente, como si
se hubiese arrepentido de lo que hizo y se levantó para ir al baño. Yo me quedé
en la cama. Escuché el ruido de la ducha. A los pocos minutos volvió el con una
bata.
-Puedes quedarte hasta las seis, así que puedes dormir
un poco, puedes quedarte aquí al lado mío, pero sin tocarme. Igual a las cinco
o así volvemos a tirar si quieres, pero después te duchas y te vas-. Dijo, mirándome
a los ojos.
-Ok-. Contesté. -¿Puedo preguntarte algo? ¿por qué no tocas
mi pene?.
-Por mi religion tú eres prohibido. Lucho todos los
días contra esta tentación de acostarme con hombres. Tú eres el segundo con el
que me acuesto. No puedo tocarte o mamarte el guevo. Es una tontería, pero ya
es suficiente el pecado por cogerte, por lo menos intento pensar que a quien me
estoy cogiendo es a una mujer.
No dije nada. Él se tumbó en la cama y me dió la
espalda sin quitarse la bata.
-No te preocupes- dije yo. -Me ha gustado mucho y si
quieres cogerme sin mirarme la cara puedes-.
Nos quedamos dormidos pero a las 5 y cuarto de la
mañana me despertó el ruido de la ducha. Él salió del baño, desnudo con su pene
flácido. Comenzó a tocársela.
-Date la vuelta-. Me dijo.
Se puso detrás de mí, me acarició un poco las nalgas y
el ano, me levantó un poco el culo para poderme penetrar, cayó sobre mí y me
volvió a clavar con fuerza ese tremendo pene. Notaba su aliento y sus gemidos
en mi oreja, empezó a cogerme con fuerza. Me daba duro. Esta vez, no hubo
placer, sólo dolor, un dolor tremendo cada vez que me penetraba profundo. Tras
unos 10 minutos me lo sacó y comenzó a masturbarse hasta que acabó en mi
espalda y nalgasMe dio un pequeña nalagada y me dijo:
-Ya está. Ya puedes irte.
Comencé a vestirme y en ese momento me di cuenta de que
mi camisa estaba totalmente destrozada. Se lo dije y él me dijo:
-No te preocupes. Agarra la que quieras, no hace falta
que me la devuelvas.- Dijo.
Me despedí de él muy friamente y salí de la
habitación, asegurándome de que nadie me veía. Estoy deseando encontrármelo de
nuevo en otra reunión con la empresa para disfrutar de nuevo de ese árabe que
hizo conmigo lo que quizo. Una noche que recuerdo cada vez que me
masturbo.
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