domingo, 13 de enero de 2013

SEXORAMA 10. Sexo sin fronteras

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Tenía previsto salir de viaje de negocios, sin pensar en tener sexo con alguien. Iba a cerrar un negocio con unos holandeses. Como no sabía hablar ingles ni ellos español, la empresa contrató un traductor. Era árabe, fuerte y alto. Su piel era morena clara y sus ojos negros como el carbón. Tenía el pelo corto, casi rapado. Vestía medio formal y su acento era tan venezolano que se notaba que tenía años viviendo en Venezuela. Así me lo confirmó en un primer descanso tomando un café de máquina. En ese primer contacto, me habló de las costumbres árabes y de su religión. La manera de mirarme, una mezcla entre amenaza y lujuria, su porte y su atractivo físico me atraían mucho. Durante la comida no dejaba de pensar en él y en la reunión de la tarde no perdía ocasión para mirarle. Me imaginaba su cuerpo desnudo, miraba su entrepierna para intentar adivinar lo que ocultaba. En el segundo break, algunos de mis deseos comenzaban a ver la luz. 

Estaba lavándome la cara en el baño, había dos personas conocidas que no duraron mucho ahí. Yo me estaba secando las manos cuando por el espejo veo que entra él. Tenía una sonrisa cómplice en su cara. Me saludó, fue directo al urinario. Intenté mirar por el espejo su pene, pero apenas vi algo ahí. Volví a encender el secador de manos para intentar ver más. Era grueso, y como supuse por su origen, circunciso y oscuro. Cuando levanté la mirada, Vi que me pilló mirándolo. Tuve una pena horrible. No se si se hab®ía molestado. Traté de sacarle conversación. 

-¿Cómo estás viendo el proceso? ¿Crees que cuadren sus ideas y las nuestras?

-Depende-. Contestó.

-¿Depende de qué?

-De que si a ellos les miras sus genitales cuando están orinando probablemente se ofendan mucho y den por canceladas las negociaciones porque no toleran a los homosexuales. 

Avergonzado, me disculpé. El corazón me latía a punto de salir disparado, ese comentario lo dijo muy seriamente. Pensaba que me iba a soltar un coñazo. 

-Lo siento, de verdad- Dije titubeando. Te mire por el espejo para preguntarte algo y sin querer bajé la mirada, no pretendía ofenderte ni mucho menos.

El se guardó su pene, abrió la llave del lavamanos y se dio la vuelta con una sonrisa.

-He dicho que a ellos les molestaría mucho- Comentó mirándome a los ojos. -No que a mí me moleste. De hecho, yo también me hubiera fijado en tí si hubieras sido tú el que hubiera estado orinando.-Dijo.

Mi corazón se aceleró aún más. Me estaba pistoneando el árabe. Se acercó, me empujó contra la pared y se abalanzó sobre mi dándome un beso. Yo le agarraba por los brazos para aferrarme a él. Nos detuvimos y nos metimos en uno de los cubículos. Comencé a desabrocharle la camisa y a sacársela del pantalón mientras nos besábamos. Él me agarraba las nalgas por encima del pantalón. Le empecé a desabrochar el cinturón y el botón del pantalón. Él sólo se limitaba a acariciarme las nalgas. Notaba su pene erecto sobre mi abdomen. Quería tocarlo. Le acaricié un poco su torso, era velludo pero lo tenía rebajado. Bajé la mano por su abdomen, hasta llegar a su pene, que ya sobresalía del interior. Se lo toqué, lo lo agarré entre mis manos y en ese momento que alguien entraba al baño. Quedamos totalmente petrificados, él con sus dos manos en mis nalgas y yo con la mía agarrando su pene. Nos quedamos callados mientras los de afuera orinaban y se lavaban las manos. Dejó de agarrarme y yo igual lo solté, ya había perdido erección y estaba lubricado. Cuando escuchamos que se habán ido, él me apartó, abrió la puerta y comprobó que no había nadie. Se abrochó el pantalón, se metió la camisa por dentro, se peinó un poco y salió del cubículo. Yo hice lo mismo. Justo antes de salir, me dijo: 

-Aquí no, es muy peligroso. Si nos vieran juntos se acabaría tu carrera y la mía. Veámonos esta noche en mi hotel. 

-Perfecto. ¿A qué hora quieres que pase?-. Pregunté

-Tarde, 12 y media o una. Si llegas más tarde mejor. Te esperaré en el bar, tomamos algo para no levantar sospechas y luego te invitaré a subir con la excusa de darte unos documentos-. Me dijo. No entendí tanta paraphernalia para subir a la habitación pero no dije nada. 

Salí de mi hotel rumbo al suyo, ya iba en hora. Tardé 15 min en llegar. Entré al hotel, fui directo al bar. Ahí estaba. Me saludó efusivamente con un abrazo y me invitó a una copa. Seguía mirándome a los ojos, algo que me perturbaba. A la media hora me habló de los documentos, pagó y salimos hacia su habitación. En el ascensor, me acarició la mano, estaba impaciente por llegar. El ascensor se detuvo, mi corazón iba cada vez más deprisa. Llegamos a su habitación, abrió la puerta, me invitó a pasar, sonriendo y sin apartar su mirada de mí.

Cerró la puerta y se abalanzó sobre mí con fuerza. Nos besábamos apasionadamente. Ahí comenzó a dominarme, y yo me dejé llevar. Me volvió a apretar mis nalgas con fuerza, mientras yo fui desabrochándole uno a uno los botones de su camisa, respirábamos con fuerza, con ganas de comernos. Fui bajando por su cuerpo, sin parar de besarle, lamí su paquete por encima del pantalón mientras él me agarraba la cabeza con fuerza. Cuando empecé a desabrocharle el cinturón me dijo que parase. Me levantó y me dio otro beso y me tiró con brusquedad sobre la cama. Arrancó mi camisa, cayendo todos los botontes al suelo. En ese momento no me importó, estaba excitado. No dejó que le quitara el pantalón, se lo quitó él, igual el calzoncillo, por fin, vi completamente su pene completamente erecto. Unos 18 centímetros, perfecto para mí, pensé.  Se quitó las medias y comenzó a desnudarme como con rabia, primero los zapatos, luego las medias, me desabrochó el pantalón y después, más delicadamente mis calzoncillos. Miró fijamente mi pene, con deseo, pero  no lo tocó. Se tumbó encima de mí, comenzó a besarme y con las manos fue guiando mi cabeza hasta su pene. Me pidió que se lo mamara. Yo quería disfrutarlo un poco, jugar con mi lengua antes de meterlo en mi boca. Pero él con brusquedad me lo metió en la boca y empujándolo con fuerza. Yo me atragantaba a veces, y tosía, algo que me ponía más quesúo.

-¡Mámalo!-. Decía sin parar de empujar.

Estuve así unos 10 minutos, mamando aquel pene grueso sin parar mientras él seguía aguantando con fuerza mi cabeza. Noté que tenía contracciones y que gemía más fuerte, estaba a punto de venirse. Yo no quería, tal vez si acababa no querría cogerme luego.

-Trágatela, trágatela toda, perra-. Y tragué, tragué toda su leche. Aquel pene expulsaba una gran cantidad de leche, me llegó hasta el fondo de mi garganta, poco a poco fue llenando mi boca. Él seguía agarrándome con fuerza y gimiendo sin parar. Tras tragarme su semen, me soltó y sin decir nada, me puso en cuatro sobre la cama. Noté como un dedo mojado se paseaba alrededor de mi ano, Derepente, sin decir nada, clavó su pene en mi culo. Pegué un grito. Pensé que me había desgarrado. Me dijo que me callara poniendo su mano con fuerza en mi boca. Comenzó a empujar su pene, le costaba abrirse camino en mi culo. Cada vez sus embestidas eran más fuertes, pero ya no había tanto dolor. Sus bolas chocaban contra mis nalgas. Ya se le notaba cansado pero no dije nada. Me sacó el pene, se tumbó en la cama, boca arriba, y sin decirme nada ni dejar que me diera la vuelta, me dijo que me montara sobre el dándole la espalda. 

Me encanta esa posición. Me gusta más viendo la cara de la persona que me estoy cogiendo, pero esa también me da morbo. Comencé a cabalgar sobre su pene, con subidas y bajadas fuertes. Mis gemidos volvían a ser más altos de nuevo. Me decía que me callara dándome nalgadas, me decía, "cállate perra". Yo me estaba empezando a cansar y le dije:

-Cuando te vayas a venir me avisas y acabamos juntos.

- Acabaré dentro de ti-. Dijo él.

Me tiró de espaldas para que me apoyara sobre su pecho y comenzó a penetrarme en esa postura. Me empecé a mover y a los pocos segundos ya estaba acabando sobre mi barriga. 

-Trágate tu leche-. Dijo él. No se me había ocurrido eso, pero comencé a recogerla con mis manos y a lamerla mientras él seguía taladrando mi culo. Comenzó a derramar su semen dentro de mi culo. Él gemía y gemía mientras daba las últimas embestidas. Me quitó de encima violentamente, como si se hubiese arrepentido de lo que hizo y se levantó para ir al baño. Yo me quedé en la cama. Escuché el ruido de la ducha. A los pocos minutos volvió el con una bata.

-Puedes quedarte hasta las seis, así que puedes dormir un poco, puedes quedarte aquí al lado mío, pero sin tocarme. Igual a las cinco o así volvemos a tirar si quieres, pero después te duchas y te vas-. Dijo, mirándome a los ojos.

-Ok-. Contesté. -¿Puedo preguntarte algo? ¿por qué no tocas mi pene?. 

-Por mi religion tú eres prohibido. Lucho todos los días contra esta tentación de acostarme con hombres. Tú eres el segundo con el que me acuesto. No puedo tocarte o mamarte el guevo. Es una tontería, pero ya es suficiente el pecado por cogerte, por lo menos intento pensar que a quien me estoy cogiendo es a una mujer. 

No dije nada. Él se tumbó en la cama y me dió la espalda sin quitarse la bata. 

-No te preocupes- dije yo. -Me ha gustado mucho y si quieres cogerme sin mirarme la cara puedes-.

Nos quedamos dormidos pero a las 5 y cuarto de la mañana me despertó el ruido de la ducha. Él salió del baño, desnudo con su pene flácido. Comenzó a tocársela.

-Date la vuelta-. Me dijo. 

Se puso detrás de mí, me acarició un poco las nalgas y el ano, me levantó un poco el culo para poderme penetrar, cayó sobre mí y me volvió a clavar con fuerza ese tremendo pene. Notaba su aliento y sus gemidos en mi oreja, empezó a cogerme con fuerza. Me daba duro. Esta vez, no hubo placer, sólo dolor, un dolor tremendo cada vez que me penetraba profundo. Tras unos 10 minutos me lo sacó y comenzó a masturbarse hasta que acabó en mi espalda y nalgasMe dio un pequeña nalagada y me dijo: 

-Ya está. Ya puedes irte.

Comencé a vestirme y en ese momento me di cuenta de que mi camisa estaba totalmente destrozada. Se lo dije y él me dijo:

-No te preocupes. Agarra la que quieras, no hace falta que me la devuelvas.- Dijo.
Me despedí de él muy friamente y salí de la habitación, asegurándome de que nadie me veía. Estoy deseando encontrármelo de nuevo en otra reunión con la empresa para disfrutar de nuevo de ese árabe que hizo conmigo lo que quizo. Una noche que recuerdo cada vez que me masturbo. 

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