Sebastián terminó de ducharse y se vistió. Estaba nervioso, escuchó
ruidos afuera, abrió despacio la puerta y se encontró varias mucamas y 3
policías y un par de hombres.
–Ciudadano, ¿con quién está en la habitación?
–Solo, solo, ya me iba.
–Un momento, no se puede retirar.
Terminó de salir del cuarto y se acercó al cuarto de al lado donde
estaba la gente, cuando se asomó vio el cuerpo de una persona en la cama y las
sábanas teñidas de rojo. Se acercó más y se dio cuenta que era Rodrigo. Se puso
la mano el boca, su mano temblaba y las lágrimas comenzaron a salir. De la
impresión se echó para atrás. Uno de los policías que estaba detrás de él lo
sostuvo pues Sebastián casi se desmayaba.
–¡Una silla por favor! ¿Usted conoce al occiso?
Sebastián tardó unos segundos en responder y luego habló. Le dijo que
sí e inmediatamente se lo llevaron a la comisaría a rendir declaraciones.
Darwin estaba en la esquina donde siempre se coloca para buscar
clientes. Iba por el cuarto.
Unos postes más allá un hombre con lentes y gorra lo observaba. Un
carro azul detuvo su marcha y se estacionó en la esquina donde estaba el
muchacho.
–Hola Darwin, vengo por más.
–¡Que bueno! Eres uno de mis clientes vip favoritos, repites siempre.
–Tu culo lo vale.
–Y hoy vale más, tengo nuevas tarifas.
–Sabes que eso no es problema, móntate.
El hombre de la gorra se montó en un carro que previamente había
robado, un modelo de hace 30 años. Comenzó a seguir al carro azul hasta verlos
entrar a un hotel.
El cliente y Darwin estacionaron. Gonzalo dejó el carro estacionado en
la calle y buscó en el estacionamiento el carro azul. El hombre que vino con el
muchacho había dejado lo botones hacia arriba.
–Mira como me tienes con la verga dura.
–Tú como que no te coges a tu esposita.
–No me quiere dar culo y el tuyo es muy rico y glotón. -El tipo se
quitó la ropa y se acostó en la cama boca arriba. –Mámame ese guevo como sólo
tú sabes hacerlo.
Un pene grueso y venoso que lo cubría un enorme prepucio, Darwin lo
sostuvo mientras retraía la piel para comenzar a saborear aquel glande rosado
oscuro.
Darwin juegueteaba con el pene pasando rápidamente su lengua sobre la
cabeza, lo introducía en su boca mientras que el hombre lo veía por el espejo
del techo y frente a él. El muchacho se lo tragaba todo para luego sacarlo.
Hilos de saliva colgaban de su boca hacia el pene, desafiando la gravedad, se
limpiaba y pasaba su mano por el miembro del hombre que cada vez estaba más
excitado lubricando en cantidad. Darwin aprovechaba ese líquido
preseminal para succionar y seguir mamando.
–Cabalga, móntate que quiero ver lo perra que te pones.
Darwin le puso el condón y le echó lubricante, se montó sobre el
hombre, tomó el pene y lo dirigió a su culo y poco a poco fue introduciéndolo.
–Shhhh, no te muevas que me lo quiero meter yo.
–Así me gusta que lleves las riendas. Muévete.
El muchacho terminó de introducir el pene y comenzó a moverse a la vez
que apretaba con su ano el miembro del hombre. Movimientos hacia delante y
atrás, subía y bajaba, se colocaba en cuclillas y comenzaba a moverse, se daba
la vuelta dándole la espalda al hombre que se deleitaba con la vista que tenía
de su pene entrando en su anhelado culo. El hombre se levantó, tomo por los
hombros a Darwin y sin retirar el pene se cambiaron de posición hasta ponerlo
en 4.
Le abrió las nalgas al muchacho y empujó un poco más para comenzar a
dale unas fuertes embestidas mientras le daba nalgadas. El muchacho no perdió
oportunidad para mover sus caderas y meterse el mismo aquel grueso pene que ya
había dilatado su culo de manera evidente.
De nuevo lo volteó sin sacarlo, y ahora viéndose las caras, el hombre
lo cogió del cabello y agachándose sobre el comenzó a moverse con velocidad
mientras lo besaba. Se detuvo, retiró el pene y se quitó el condón para
masturbarse y derramar su semen sobre Darwin que hacía lo mismo para acabar
sobre su abdomen.
Una vez que ambos se descargaron, el hombre pasó su mano sobre los
abdominales ligermanente marcados del muchacho y restregó el semen de ambos
para luego pasarle la mano por la boca metiéndole los dedos.
–Prueba la leche de tu macho.
Se limpió la mano con una toalla, buscó su billetera y sacó un fajo de
billetes. Se acerco a Darwin y con la boca co aquel aroma a semen le dio un
beso. –Aquí tienes tu dinero campeón, como siempre te comportatste a la altura.
–Entró a ducharse y el muchacho lo siguió.
Cuando ya estaban vestidos, el hombre abrazó a Darwin.
–Si no fuera porque estoy casado y tengo una familia y gente que me
respeta y admira, me empatara contigo. Toma, una propina.
–O sea que me estás diciendo que somos una vergüenza para la sociedad,
los gais somos inmorales y debemos estar encerrados.
–No está bien visto que uno sea gay y menos yo, ¿qué dirán de mi?.
–Vamos saliendo y dejemos ese tema hasta aquí,
–¿Te molestaste?
Darwin se quedó callado.
–¿Te dejo en el sitio de siempre?
–Si, por fa.
Ya montados en el carro, el silencio se apoderó de ellos.
–Disculpa por lo que dije, pero es mi opinión, yo estoy casado, tengo
una familia, esto sólo es un escape yo no tengo nada que ver con los gais.
–Mira pana, mejor déjame aquí y yo sigo ¿sí? Estás hablando puras
estupideces.
El carro se detuvo y Darwin se bajó y comenzó a caminar, el hombre lo
seguía con el carro.
–Darwin, Darwin, no te pongas así la semana que viene nos vemos, no te
pierdas.
Darwin siguió caminando y le hizo un gesto con la mano de aprobación.
Tomó de nuevo la via y aceleró, en el primer semáforo se detuvo.
Una sombra se le apareció por el retrovisor y miró fijamente sin
moverse.