Sebastián se había ganado el carro en el sorteo anual que hacen en la
compañía donde trabaja y le dijo a Rodrigo que lo acompañara a verlo y hablar
–Tú me gustas mucho, pero eres un puto de mierda.
–¿Qué te parece el carrazo que me gané? No joda por fin me sale algo
bien luego de muchos años.
–Yo no sé porqué te empataste conmigo si ibas a seguir tirando por
ahí.
–Rodrigo alégrate por mi y dime felicidades.
–¡Eres un estúpido! Te estoy hablando de lo que siento y tú me sales
con lo de tu carro. Déjame aquí. -Sebastián frenó el carro y cerró los seguros
de las puertas.
–Rodrigo, ya lo hablamos, te dije que lo nuestro no iba a funcionar,
sí, la cagué empatándome contigo, te pido disculpas pero esto no puede seguir.
–Pero estoy enamorado de ti. -Se le acercó a Sebastián y le dio un
beso en la boca mientras ponía su mano en la entrepierna.
–Cógeme, como te cogiste al guevón ese, anda, hazme tuyo de nuevo y me
olvido de ti.
–Deja de hablar tonterías, no te voy a coger. –Rodrigo lo volvió a
besar y le bajó el cierre del pantalón y se lo desabotonó para luego sacarle el
pene. Con su dedo esparcía por el glande el líquido preseminal que iba saliendo
a medida que Rodrigo seguía y lo besaba y el pene se ponía más firme.
–No me alborooootes Rodrigo, estamos en la calle.
–Estaciónate en el centro comercial, anda cógeme aunque sea la
última vez.
Sebastián entró al estacionamiento y bajó los 4 sótanos para estar más
solos. Estacionó y apagó el carro. Habían pocos vehículos, Rodrigo comenzaba a
desvestirse hasta quedar desnudo. Le bajó el pantalón a Sebastián, tomó la
palanca del asiento y la haló para echar el respaldar hacia atrás. Se montó
sobre su ex, le agarró el pene y lo llevó hacia su culo para empezar a
metérselo.
–No te muevs, no te muevas, déjame a mi, déjame a mi. –Decía Rodrigo
que ya se había metido todo el pene y ahora comenzaba a moverse.
Con cada brinco gemía y gritaba más duro, Sebastián lo sostenía por la
cintura, mientras Rodrigo abría sus nalgas para que el pene entrara completo.
Dejó sus nalgas y se sujetó de los hombros de Sebastián, lo miró a los ojos y
así se quedó mientras sus caderas se movían hacia delante y hacia atrás,
Sebastián ayudaba a penetrarlo más.
Rodrigo comenzó a llorar mientras seguía gimiendo.
–Te amo Sebastián, te amo, te amo coño, no me dejes te amo. –comenzó a
moverse más rápido y seguía aferrado a los hombros de su ex.
–Me vas a hacer acabar. – Rodrigo se echó a un lado, tomó de nuevo el
pene y lo llevó a su boca para recibir todo el semen y tragarlo. Sebastián echó
la cabeza hacia atrás, cerró los ojos, su cuerpo se estremeció y su piel se
erizó.
Rodrigo se recostó en el asiento del copiloto y echó hacia atrás el
respaldar para quedar al lado de Sebastián y verlo a la cara.
–Te amo, eres el primer novio que le digo eso, porque eres al que
verdaderamente amo, no quiero perderte, quiero volver a se tu novio, por favor,
no me dejes.
Sebastián se puso la mano en la cara y la deslizó poco a poco quitándose
el exceso de sudor. Hizo un resoplido.
–Rodrigo vístete y sal de mi carro.
–Acabamos de hacer el amor ¿y no significa nada para ti? No te mueve
nada, no quieres volver conmigo.
–Rodrigo, te dije que no quería tirar contigo cuando dijiste que te
cogiera por última vez y te ibas a ir, pues ahora quiero que te vayas.
–Yo no cumplí tú tampoco, me cogiste. Yo no me voy.
Sebastián se subió el pantalón, se lo abrochó y salió del carro. Le
dio la vuelta, abrió la puerta del copiloto y sacó a Rodrigo.
–Agarra tus mierda y te vas, no estoy para calarme a gente
obsesionada, ya tuve bastante con los testigos de Jehová.
–¿Me vas a dejar aquí? Me tengo que vestir. –Le sacó la ropa y el
morral y se lo tiró al piso. Dio la vuelta de nuevo y se montó en el carro.
Rodrigo vio en el piso un pedazo de bloque gris, lo agarró y se lo
lanzó partiéndole el faro derecho. Sebastián frenó el carro y volvió a bajarse
y corrío a buscar a Rodrigo que salió corriendo desnudo. Lo tumbo al suelo
dándole Rodrigo un fuerte golpe en la boca.
–Mira guevón ya te dije que NO QUIERO NADA CONTIGO, DESAPARECE DE MI
VISTA ¡LOCO!. –Se levantó del piso, se había dado un golpe en la mano. Rodrigo
permaneció tumbado, estaba llorando.
Sebastián comenzó a caminar hacia su carro, antes de llegar volteó y
vio a Rodrigo que aún estaba en el piso boca abajo. Se regresó y lo ayudó a
levantarse y a vestirse.
–Ven al carro que tengo toallas húmedas en mi morral para limpiarte,
estás sangrando.
–¿Me vas a dejar verdad? ¿no vas a volver conmigo?
–Ponte la camisa, te voy a llevar a tu casa.
–No me dejes Sebastián, no me dejes por fa, no me dejes, yo te dejo
que estés con otros tipos pero no me dejes.
Sebastián no volvió a pronunciar palabra hasta que llegaron al
apartamento de Rodrigo.
–Cuídate esa herida, que descanses.
Cuando Rodrigo se iba a recostar de la puerta una vez fuera el carro,
Sebastián aceleró. Estaba tenso, tenía ambas manos sujetando el volante con
fuerza. Llegó al edificio.
–¿Ahora dónde coño estaciono esta vaina? –Dio un par de vueltas y un
carro salía de un puesto en la calle cerca de edificio.
–Diosito por fa, cuídame el carro. Mañana le compro un tranca palanca
y le mando a cerrar el capó.
Respiró hondo antes de abrir la puerta, por la hora se imaginaba que
Gonzalo y Darwin estaban, así que entró y los llamó.
–Buenas, buenas muchachos, necesito que salgan, les tengo una
sorpresa.
Se abrió la puerta del baño y salía alguien. Un hombre con una toalla
en la cintura y aún con el cabello mojado.
–Hola.
–Buenas, ¿quién eres tú?
Se abrió la puerta del cuarto de Gonzalo y salió.
–Hola, Sebastián. -Salió nervioso- Él es un hermano, del salón, se
está quedando aquí porque tuvo un problema en su casa con unas tuberías…y
bueno…le dije que…
–A mi no me tienes que dar explicaciones, esta es tu casa, puedes
traer a quien quieras. ¿ Va a dormir en el sofá? –La pregunta la hizo Sebastián
con toda la intención para ver que respondía Gonzalo. –Te puedo ayudar con las
sábanas.
–No…no, no, no, va a dormir en mi cuarto.
–¿Juntos?
–Si, juntos. ¿Cuál es el problema?
–No, no, ninguno, como te dije es tu casa.
–¿Qué sorpresa nos ibas a dar? Darwin no está, ese muchacho lo
voy a sentar para hablar con él.
–Déjalo ser por Dios.
–Esta es mi casa y tiene que obedecer.
–Me gané el carro que rifan anualmente en la oficina.
–¡Que bien! Felicidades, dale gracias a Jehová y que te lo
proteja.
–Amén, estoy feliz que creo que me voy a tomar unas birras por ahí.
–Me parece bien, sal a disfrutar.
–Así es, me baño, me cambio y salgo así los dejo solos con sus cosas y
tal.
Gonzalo, se le acerca a Sebastián y lo agarra con fuerza del brazo y
lo mira fijamente a los ojos. Sebastián se puso nervioso y recordó lo del
asesinato del pastor.
–Yo no sé que estás insinuando, pero entre el hermano y yo no hay
nada, ¿entiendes? NADA, no estés elucubrando. –Apretó con más fuerza.
–Me estás…haciendo daño Gonzalo. –Gonzalo volvió a verlo fijamente a
los ojos sin soltarlo. Su cara estaba roja. Lo soltó sin quitarle la mirada.
–Disculpa, ve a ducharte–.
Sebastián se fue a su cuarto y comenzó desvestirse,
se le había acelerado el corazón y se le venía a la mente lo de la muerte del
pastor.
buena historia, te invito a leer mi blog http://instintososcuros.blogspot.com/
ResponderEliminarGracias! Lo haré
Eliminar