<<VUELVE AL ACECHO EL MATAGAIS>>
<Todo apunta que el joven que trabajaba en una peluquería y
apareció muerto en la habitación donde vivía, fue víctima del asesino de
homosexuales que ha violentado la tranquilidad del colectivo LGBTI de la
ciudad>.
–Tenemos que denunciarlo, pero
no tenemos pruebas. -Pensaba Darwin mientras seguía leyendo la noticia.
Llamó a Sebastián para contarle.
Sebastián se había ido a vivir a un hotel de alta rotación mientras
conseguía algo mas decente y estable, Darwin también estaba en un hotel, otro,
un poco mejor que el de su amigo.
–<<¿Y que le vamos a decir a la policía? Que tenemos la sospecha
que nuestro excasero es el matagais>>.
–<<Coño si, que te amenazó o se te olvida, y está
desaparecido>>.
–<<Bueno, te dejo que tengo que seguir trabajando>>.
–<<Yo también me voy a trabajar>>.
–<<A tirar querrás decir>>
–<<Trabajar, chao>>
Gonzalo aprovechó para ir a su apartamento, buscó unas llaves que
escondía en el propio edificio y abrió la reja y la puerta, buscó ropa, relojes,
zapatos y sus documentos. Trató de no desarreglar mucho para que no se dieran
cuenta. El carro lo dejó estacionado donde estaba y se fue.
Ya era de noche y Darwin ya iba por su segundo cliente. Sebastián ya
estaba en su hotel, no quería salir a la calle, sentía que Gonzalo lo
perseguía.
Gonzalo iba por la calle mirando a los hombres que se le atravesaban
en su camino, sobre todo los que estaban solos. Los buscaba de su altura,
contextura y edad. Trataba de que no hubiese gente cuando alcanzara su
objetivo, hasta que dobló una esquina y vio al hombre perfecto.
Sigilosamente se le acercó por detrás, sacó su navaja y descubrió la
hojilla, se abalanzó al hombre y le clavó la filosa lámina de acero en un
costado justo en los riñones y le retorció la navaja una vez que atravesó la
carne del hombre. Cayó al suelo y aún vivo, Gonzalo decidió darle un fuerte
golpe con una piedra. Lo dejó inconsciente pero se estaba desangrando.
Desnudó al hombre y le puso parte de la ropa que se llevó de su casa,
le puso su billetera con sus documentos, sacó un frasco con gasolina y lo
roció, luego un fósforo y encendió el cuerpo, Cuando ya estaba parcialmente
quemado, lo apagó y se fue del lugar.
Suena su celular.
–<Aló>
–<Hola Sebastián>
–<¿Quién es?>
–<¿Borraste mi número? ¡Qué bolas!>
–<¿Rodrigo? Hola, borré tu número, ya no somos ni amigos>
–<Vaya, gracias vale>
–<¿Qué quieres?>
–<Tirar contigo>
–<Estoy en el hotel Bruno, te espero>
–<¿Qué haces ahí? Esa zona es peligrosa>
–<Deja las excusas, vente>
Sebastián se dio cuenta que no tenía condones, le escribió a Rodrigo
pero tampoco tenía, bajó a recepción.
Había un hombre sentado en las sillas de espera con la gorra tapándole
la cara. Sebastián se le quedó viendo.
–¿Qué desea señor? –Le dijo el de la recepción.
–¿Tiene condones?
–Noooo mi pana, sal y busca en la farmacia que está a 3 cuadras. ¿En
que habitación estás tú?
–502
El hombre sentado en la silla extendió su mano con un preservativo,
Sebastián se le quedó mirando, el hombre, agitando el brazo le dio a entender
que tomara el condón. Lo tomó y le dio las gracias.
–Estás de suerte rey. –Dijo el de la recepción. Sebastián subió a su
habitación.
–Señor, su habitación está lista. 504, son 3 horas.
–Estaré listo en menos de eso.
–Mejor, suerte.
–Hola
–Hola, llegaste rápido, estás desesperado por tirar.
–No me puedo quedar mucho tiempo, vamos a hacerlo rápido. ¿Qué carajo
haces aquí? ¿Vives aquí?
–Vienes borracho, uf que rico
Sebastián se bajó el cierre del pantalón y sacó su pene, le puso la
mano en el hombro a Rodrigo y lo obligó a agacharse.
–Mámalo y cállate.
Rodrigo se introdujo el pene aún flácido en la boca mientras sentía iba
poniéndose duro. Mientras mamaba lo masturbaba y con su lengua jugaba con el
glande. Con la otra mano se desabrochaba el pantalón. Sebastián hacía lo mismo.
–Ponme el condón. -Sebastián le pasó el condón, mientras lo abría leyó
en el empaque algo que le llamó la atención: <<Te voy a matar>>
Rodrigo se rió y vio a los ojos a Sebastián.
–Eso es lo que quiero, que me mates a guevazos. -Sebastián no entendió
pero se le quedó viendo como le ponía el condón, su pene lubricaba sin parar.
–Ponte en 4 ahí en la cama. –Sebastián se acercó y escupió varias
veces el culo del muchacho para luego meterle varios dedos y dilatarle la zona.
–¡No me metas los dedos y méteme tu verga ya coño!
Sebastián, lo agarró del cabello. –¿Vas a aguantar? –Rodrigo no había
terminado de abrir la boca cuando el otro lo penetró de un solo empujón lo que
hizo que el muchacho se retorciera del dolor pero no pudo moverse pues lo
sostenían del cabello.
–Shhhh tranquilo que apenas empiezo.
Una, dos, tres, cuatro empujones hicieron que la cama rechinara pero
los gritos de Rodrigo eran más fuertes.
En la habitación 504 el hombre se masturbaba mientras escuchaba los
gritos. Comenzó a masturbarse rápidamente, su respiración se aceleró al igual
que el calor de su cuerpo. Cuando llegó al orgasmo, tres chorros cruzaron su
cara llegando a su cabello. Aún con la respiración agitada se levantó, se
limpió y volvió a vestirse, abrió el bolso y sacó un libro. Lo abrió y leyó lo
primero que vio.
“Les hablo así, hermanos, porque ustedes han sido llamados a ser
libres; pero no se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus
pasiones. Más bien sírvanse unos a otros con amor.” Gálatas 5:13
Cerró el libro. Ya no escuchaba nada en el otro cuarto.
Rodrigo le arrancó el condón lleno de semen y lo derramó en el abdómen
de Sesbatián.
–Me la quiero beber. –Pasó su lengua por toda la piel donde había
caído semen y lo limpió todo.
–Qué puta eres.
–Me tengo que ir.
El hombre abrió la puerta de su cuarto y vio el pasillo, no había
nadie y se sentó justo al frente de la habitación 502 y, con la mano detrás en
su espalda, esperó.
Rodrigo, ya vestido y con su bolso colgado se despidió de Sebastián,
que estaba desnudo en la cama viendo la televisión, desde la puerta. –Chao, te
llamo.
Salió y se fue hacia la escalera. Saludó al hombre que estaba sentado,
cuando pasó al lado de él para bajar, el hombre se levantó y le tapó la boca,
con la otra mano le cortó el cuello.
Arrastró el cuerpo hasta su habitación y lo lanzó a la cama. Rodrigo
aún vivo intentaba detener la hemorragia.
–Vas a morir por maricón, un maricón menos en este mundo. No irás al
reino de Jehová porque eres pecador. Con una fuerza descomunal volvió a pasarle
la navaja por el cuello lo que terminó de matar al muchacho.
Unos minuos más tarde, Sebastián se levanta de la cama para ducharse.
Recoge el condón que están en el piso y el empaque, lo ve y lee lo que dice.
<<Te voy a matar>>
Se le acelara el corazón y le recorre un escalofrío por el cuerpo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario