Un amor que trasciende los años.
El reloj en su muñeca sonaría a la hora acordada. La alarma se
activó pero Rogelio ya estaba despierto, rápidamente apagó el sonido.
Salió de la habitación que compartía con la gente de su equipo. 12
niños, todos de 8 años como él.
Atravesó la caminería que lleva hasta el lugar indicado; una casita
que estaba inhabilitada para el campamento pero consiguieron la llave y adentro
tenía una cama.
Llegó y entró. Se acercó a la cama y debajo de las sábanas lo esperaba
Darío, un muchacho de 12 años. Lo invitó a meterse debajo de las sábanas.
–Quítate la ropa.
–Tengo miedo.
–Shh, no hagas ruido y desnúdate. –Darío se quitó el piyama, para su
edad ya mostraba una gran dotación algo que a Rogelio lo asustó.
–Eso no me lo vas a meter, es muy grande.
–Traje una crema que le robé a las niñas. Chúpamelo.
Rogelio, con la inexperiencia de los 8 años no sabía como introducir
aquel pene en su boca sin rozarlo con sus dientes, que Darío reclamaba con cada
movimiento.
Unos minutos de una torpe felación, Rogelio ya salivaba abundantemente
y pasaba la lengua por todo el miembro y volvía a meterlo en su boca, Cada vez
con más cuidado para no lastimar a Darío.
–Agárralo con la mano y agítalo de arriba abajo.
–¿Para qué?
–Mi hermano dice que así sale la leche y acabas.
–¿Leche? ¿Que leche?
–No sé, tú dale.
Rogelio comenzó a masturbarlo sin saber muy bien como hacerlo.
–Me canso, dale tú ahora.
–Pajéate tú también.
–¿Qué es eso?
–Gallo lo que me estás haciendo a mi.
Rogelio se comenzó a masturbar pero le dolía el brazo y prefirió
seguir mamando mientras Darío se masturbaba.
–Sigue, sigue, sigue creo que ahí viene.
El niño se puso nervioso al ver a su amigo estremecerse sin saber
porqué, pero siguió mamando.
–Ay, ay, ay, ay. –Rogelio se apartó mientras veía a su amigo cerrar
los ojos y retorcerse y a los segundos ver como salía de su pene chorros de
semen que eran lanzados hacia todos lados.
–Ah, ah , ah.
–Shhhh no grites Dario, nos van a oir.
–Marico, que rico es esto, quiero hacérmela de nuevo, quedé cansado.
–El pipí lo tienes chiquito, se bajó. ¿Se va a poner duro de nuevo?
–Yo creo, te lo quiero meter.
–Métemelo así, para que no me duela.
Darío tomó el pote de crema y se colocó en el pene y en el culo de
Rogelio.
–Me va a doler, despacito
El muchacho se puso detrás de Rogelio y su pene comenzó a levantarse,
lo apoyó en el ano de Rogelio y empezó a empujar.
–Me duele, me duele, me duele, para.
–Ya va, mi hermano dice que te tienes que relajar y pujar como si
fueras al baño.
–¿y si me hago pupú?
–Te caigo a coñazos, ponte.
Darío comenzó a penetrarlo mientras Rogelio lloraba pero no podía
moverse mucho, Darío lo abrazaba para que no se moviera.
Lo terminó de penetrar y Rogelio seguía quejándose hasta que no se
escuchó más, solo un suave gemido.
Retiró el pene para eyacular fuera y su pene salió manchado.
–¡Qué asco, me llenaste el guevo de pupú, ¿con qué me limpio?
–Perdón, límpiate con la sábana.
Ambos se limpiaron y se recostaron unos minutos para descansar e irse,
se abrazaron.
A la mañana siguiente los guías encontraron la puerta de la pequeña
casa abierta y decidieron entrar, les parecía extraño que estuviera abierta.
Una vez a dentro encontraron a los muchachos desnudos y abrazados en
la cama, a un lado de Rogelio una pequeña mancha de sangre. Llamaron a los
directores del campamento y luego a los padres de ambos.
Retiraron a los muchachos del campamento. Más nunca se habló del tema.
La casita se clausuró y se corrió entre los siguientes campamentos, una leyenda
urbana que ahí dentro violaban a los niños y de ahí salían gais luego de
aquella violación.
16 años después…
Rogelio, un joven de 24 años encargado de una tienda de comida rápida,
gay declarado entre sus familiares y amigos le arreglaba la corbata al amor de
su vida.
–No puedo creer que te vayas a casar, aún no lo creo.
–Rogelio, ya lo hemos hablado, yo amo, estoy enamorado de Bertha.
–Y yo te amo a ti. No tienes los cojones para decirle a tu familia que
eres gay.
–No soy gay, soy bisexual, pero con un hombre no me voy a casar y como
sabes, amo a Bertha, tengo 5 años con ella.
Hubo una pausa mientras Rogelio revisaba la chaqueta de Darío.
–¿Te acuerdas en el campamento aquella noche cuando me penetraste por
primera vez?
–Como olvidarlo fue muy rico.
–Desde esa noche supe que eras el hombre de mi vida.
–Ay Rogelio ya lo hemos hablado, lo pasamos rico juntos, pero hasta
ahí, eres mi mejor amigo, te adoro pero no va haber más…
–“Más nada que una bonita amistad” bla bla bla ya me sé el discursito.
Listo, estás guapísimo.
–Gracias, no pude escoger a un mejor padrino. ¿qué hora es?
–Las 6 ¿por?
–Tenemos chance de echar un rapidito
–No, chico, no hay chan…–Un beso calló a Rogelio. Darío se bajó los
pantalones y el interior y montó en una mesita alta redonda a Rogelio, también
le bajó los pantalones dejándolos en los tobillos, le levantó las piernas para
penetrarlo.
Dario tiene 28 años, abogado y hasta el día de hoy vive con sus
padres, trabaja en una importante firma de abogados. Desde que estuvieron
juntos en aquel campamento, Dario y Rogelio no se han separado nunca.
Rogelio le contó a todo el mundo su orientación sexual y siempre
esperó que Darío hiciera lo mismo hasta que lo vió comprometiéndose con Bertha,
un mujer homófoba de carácter fuerte.
–Cógeme para no olvidarme de esta tirada, no creo que vuelvas a
hacerlo.
Darío terminó de penetrarlo y comenzó a embestirlo, la mesita se
bamboleaba con amenaza de partirse. Rogelio sostenía sus piernas mientras
recibía el ahora bien desarrollado pene de Darío que ostentaba unos 23
centímetros que el muchacho sabía como disfrutarlos.
–Acábame adentro anda, adentro lléname de ti mi amor.
–AH, AH, AH -Tres empujones con fuerza y retiró su pene. –Coño que
divino, tenía días sin tirar. Dios que queso tenía.
Comenzaron acomodarse de nuevo.
–¿Y no has tirado con Bertha?
–No, la caraja me dijo que un mes antes de la boda nada de nada para
llegar con ganas la noche de bodas, pero coño yo andaba quesúo.
–¿Andabas? O sea que ya habías tirado con otra persona. ¿Te tiraste a
otro carajo?
–Acomódame la chaqueta atrás porfa.
–Qué bolas te tiraste a otro tipo.
–Rogelio, tú y yo no somos novios puedo tirarme a quien quiera.
–Tienes novia.
–Acabo de tirar contigo.
–Vamos a terminar de arreglarnos, no es el momento de discutir esto,
además recuerda que te tengo que llevar yo. ¿Tú mamá?
–Debe estar abajo. No te pongas así bello. -le dio un beso en la boca.
–Tú eres la persona más especial en mi vida pase lo que pase ¿ok?
–Ok, ok, vámonos
Darío esperaba en el altar a Bertha que llegaba en un vestido de novia
de riguroso blanco, sencillo pero elegante y un velo enorme, al igual que la
cola. Un bouquet lila. Rogelio la miró con odio pero tenía que reconocer que
estaba hermosa. El muchacho estaba aguantando las ganas de llorar con un nudo
en la garganta, las manos le temblaban y estaba sudando al ver al hombre que lo
desvirgó tomado de la mano de la ladrona.
No aguantó más y las lágrimas corrían sin esfuerzo por sus mejillas,
las personas que tenía al lado lo veían disimuladamente.
Cuando el cura dijo la frase más cliché de todos los tiempos –“Si hay
alguien en esta iglesia que se oponga a este enlace que hable ahora o calle
para siempre”– Rogelio no aguantó la tensión y se levantó.
–Yo padre, yo me opongo a esta farsa de boda.
Darío volteó directamente a Rogelio y lo vio con cara de sorpresa y
agobio.
–Lo siento Darío, no voy a permitir que cometas el peor error de tu
vida con esta mujer. –Una pausa. –Darío es gay, que lo sepan todos que ese
hombre que está ahí es gay y es el amor de mi vida, el hombre que más he amado
en este mundo.
Rogelio estaba sudando copiosamente y se sentó.
Cerró los ojos agachando la cabeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario