–Hay que hablar con la policía y decirles que Gonzalo sigue vivo, que
revisen ese cuerpo pero que no es Gonzalo.
–Aja, será que rastrearán la llamada que me hizo.
–Volvamos a la policía.
–Yo tengo que trabajar.
–Marico, Gonzalo está suelto y es peligroso ¿y tú te vas a poner a
pensar en los tipos que te vas a tirar?.
–Es mi trabajo.
–Yo voy a ir.
–Espera, te acompaño, pero rápido.
Hablaron nuevamente con los policías. Se tomaron a chiste lo que
decían pero al ver la insistencia de Sebastián le tomaron la declaración. Hubo
preguntas más precisas, más íntimas.
Cada uno firmó de nuevo una declaración. Darwin se fue rápido de ahí
para irse a trabajar.
Jacobo se acercó a Sebastián.
–¿Vas a hacer algo ahora?
–No, bueno, tenía que ir al trabajo pero ya es tarde.
–¿Vamos a tomar algo? Ya terminó mi guardia.
–Ok.
Llegaron a un restaurante con mesas al aire libre, pidieron un par de
cervezas.
–No puedo creer que esté muerto Rodrigo.
–¿Eran novios?
–No, ya dije que no, fuimos novios, pero el quería volver y…
–Volviste a tirar con él.
–Bueno, si, tira bien y yo estaba quesúo, pero ahora verga, está
muerto, no me puedo quitar esa imagen de la cabeza.
El local estaba vacío por la hora, un par de mesas frente a Sebastián
estaban ocupadas, una con 4 amigos hablando en voz alta y la otra mesa una
pareja con las manos tomadas, ella tomando una cerveza light y su novio una
normal. Sebastián los vió y se sonrió. Jacobo tenía frente a él una mesa con un
hombre solo, llevaba una gorra y tenía 2 botellas en su mesa.
–¿Te gusta estar en pareja?
–Si, pero ahora no quiero, estoy en otras cosas y encima con esto. -Ya
llevaban 3 cervezas cada uno.
–Bueno a mi también me gusta estar en pareja, pero hoy quiero
acostarme contigo y pasar toda la noche cogiéndote.
–Soy activo.
–Yo versatil, pero esta noche te voy a coger.
–¿Qué te hace pensar que te voy a dar culo? -Se bebió lo que quedaba
en la botella y le hizo un gesto al mesosnero para que trajera 2 más.
–Simplemente lo sé. También me vas a coger pero primero quiero
penetrarte yo.
El local empezaba a llenarse, las mesas seguían ocupadas con las
mismas personas. Ya se habían bebido 6 cervezas cada uno.
–Yo creo que deberíamos irnos, no puedes manejar como estás, mejor nos
vamos.
–¿A tu casa o a la mía? -Luego de hacer la pregunta, Sebastían se
quedó quieto pensando lo que había dicho. –Mejor en la tuya, ¿se puede?
–Si, pero es en un barrio, mejor vamos a la tuya.
–No, no Jacobo, en esa casa vive el tipo este.
–¿Gonzalo?
–Si, me da miedo estar ahí y que él llegue y nos haga algo.
–¿Tu crees que se va a arriesgar a ir para allá? La policía está al
tanto.
–No me fio.
–Ok, vamos a mi casa, te advierto que no es nada bonita, ni tampoco la
zona.
–Tranquilo, ¿tienes donde estacionar el carro?
–Si, pero hay que pagar vacuna.
–Mierda…ok ¿Cuánto?
–3mil.
–Coño.
–Sabes como es.
–Vamos a un cajero.
–Jajaja tranquilo, los malandros son panas, yo luego les doy una
vainita ahí.
–Ah que depinga el policía amigo de los malandros.
–Vivir en un barrio no es lo mismo donde tú vives. Aquí es otro mundo,
los códigos son distintos.
–Bueno no me expliques, yo quiero es llegar y tirar.
Llegaron al barrio pero antes de llegar a su casa tenían que pasar por
una carretera que bordeaba el cerro.
–Métete por ahí, es oscuro, no te detengas, enciende las luces altas y
lo que se te atraviese le das, no preguntes y no frenes. -Mientras le decía eso
le bajaba el cierre del pantalón y le sacaba el pene para comenzar a mamarlo.
–Marico con este cague no se me va a parar, no sigas.
–Cállate que se está poniendo duro. –Jacobo se introdujo el pene
dejando que su saliva corriera y mojara todo el miembro. Se lo metía completo
en la boca y movía su lengua. Sebastián se estremecía.
–Ya va marico me vas a hacer acabar, ¿por donde sigo? No veo un coño.
–La calle te lleva deja los nervios que estás conmigo ya vas a ver mi
casa de rejas azules. Avísame cuando acabes.
Unos segundos después Sebastián le avisaba para que se retirara pero
Jacobo no le hizo caso y se aferró al pene dejando que el semen llenara su boca
y luego tragar. Sebastián frenó.
–Carajo, que rico coño, ¿lo tienes medido? ¿Cuando llegas a casa te
acaban en la boca?
–Pa que tú veas lo bueno que soy con la boca. La boca me sabe a leche,
dame un beso.
Sebastián se le acercó y se besaron por varios segundos.
–Estaciona el carro ahí y me esperas que voy a hablar con el pana de
esa casa.
Sebastián aprovechó para limpiarse, sacar el reproductor y algunas
cosas de la guantera.
–Listo, lo van a cuidar hasta que te vayas. ¿qué haces con todo eso en
las manos?
–No pensarás que voy a dejar estas vainas adentro.
–Te dije que te lo van a cuidar, nadie se va a acercar al carro.
–No importa.
–Dale, entra por ahí, está abierto.
Una casa humilde con los muebles más básicos. Le impresionó el
contratste de los muebles viejos y sencillos con el televisor de plasma de 42
pulgadas.
–Muebles no tienes pero el televisor, carajo.
–Un decomiso, me saqué la lotería. Ve al fondo, a mi cuarto. Hola tío.
–Un hombre mayor tumbado en su cama levantó la mano para saludarlo sin emitir
sonido.
–¿Y vamos a tirar con tu tío aquí?
–Ese no oye, esta sordo e bola, así que puedes gritar si quieres.
–Yo no grito.
–Aaaah viste que si te dejas coger, lo que pasa es que no te han
cogido como lo voy a hacer yo.
Se quitó la correa y le pegó en la piernas a Sebastián. –Quítate la
ropa, ¡ya! No tengo todo el día.
Sebastián se quitó la ropa y cuando se agachó para quitarse el
interior del pie recibió un correazo en las nalgas.
–COÑO MARICOOOO, no tan fuerte que esa vaina duele.
–Shhhh calladito que la autoridad aquí soy yo. -Lo apuntó con el arma
y le dio otro correazo. –Ponte boca abajo.
Sebastián se volteó y lo que vió fue la boca del arma y empezó a
sudar. No, no me vayas a disparar mi pana, si quieres te doy lo que quieras
pero no me dispares.
–Ponte boca abajo en la cama coño. -Tomó 4 esposas y lo inmovilizó por
las cuatro esquinas de la cama. Le puso el arma en la nuca.
–Ahora vas a obedecer.
Tomó la correa y le marcó las nalgas. 2 lenguas rojas en cada nalga.
Se las separó y comenzó a soltar saliva dejando caer hilos gruesos, mientras
caían iba golpendo el ano con su mano.
–¿Te han metido la mano? Eso me gusta hacerlo.
–NO POR FAVOR, JACOBO POR FAVOR LO QUE TU QUIERAS MENOS ESO, TAMPOCO
ME MATES.
–O llamo a estos panas para que te cojamos todos, ¿quieres?
–No, no, chano suéltame y me voy y no nos vemos más.
Un fuerte correazo reventó varios vasos de la piel. –Te dije que te
callaras, todavía no termino contigo.
Sebastián comenzó a orinarse y a sudar copiosamente mientras aguantaba
las ganas de llorar del dolor y la impotencia. Por su mente pasó la posibilidad
de que Jacobo lo había enviado Gonzalo para matarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario