El hombre abrió los ojos como platos y se aferró al volante, sin ni
siquiera reaccionar, el cordón de un zapato rodeó su cuello y se tensó. Con una
de sus manos intentaba quitarse el cordón pero era imposible. Gonzalo apretaba
con todas sus fuerzas.
–Te acostaste con mi muchacho y eso no lo perdona Jehová ¿entiendes?
¿entiendes? –Apretó más duro. –Los maricos tienen que morir. –Mientras apretaba
empujaba hacia atrás. En uno de los impulsos del conductor, pisó el acelerador
y el carro arrancó a toda velocidad hasta estrellarse contra un árbol de la
acera.
Gonzalo seguía ahorcando al hombre a pesar del choque, con cada
empujón lanzaba un gruñido hasta que soltó. El hombre había muerto, el
parabrisas roto y el capó levantado escapando vapor por los costados. Gonzalo
salió por la otra puerta pues la de su lado había quedado atorada por el golpe.
Él también sufrió golpes pero nada grave.
Fue hasta el cuerpo y le abrió la camisa, sacó un marcador negro y
escribió. Se guardó el cordón en el bolsillo y se fue caminando.
Sebastián seguía en la comisaría.
–Mi compañero de apartamento y yo tenemos la sospecha de quien puede
ser el asesino. Nuestro casero.
–Vaya, ¿Y por qué no lo dijo antes cuando comenzamos con el
interrogatorio?
–Es que tenemos dudas pero ahora todo cuadra, él se llama Gonzalo
Armas Díaz
Uno de los policía entró en la computadora para colocar el nombre.
–Hay 56 coincidencias, necesitamos su número de cédula.
–Ya va, creo que en mi cartera tengo su cédula escrita o una copia,
espere. –Sebastián sacó su billetera y efectivanmente tenía una copia. La
entregó.
Unos segundo después el policía habla.
–Según nuestros archivos este hombre falleció hace, a ver, 3 días,
está en la morgue, nadie lo ha reclamado.
–¿Qué? Pero ¿cómo?
–Al parecer fue venganza, lo mataron y luego lo quemaron, tenía su
documentación. Si lo desea puede ir a la morgue a reconocerlo y le dice a su
compañero que venga para dar declaración.
El policía que averiguaba los datos en la computadora no dejaba de ver
a Sebastián que, aunque nervioso, también intercambiaba miradas con el agente,
que se le dibujaba una media sonrisa en el rostro con cada cruce de miradas.
Luego de varios minutos Sebastián ya estaba listo para irse, llamó a
Darwin para verse e ir a la morgue. El policía se le acercó a Darwin con un
papel que llevaba en la mano.
–Aquí tienes mi número, me llamo Jacobo, si tienes otra información no
dudes en llamarme o si queres tomarte unas birras también o lo que quieras
hacer.
–Gracias agente.
–Jacobo, me llamo Jacobo, ahora ve a descansar y enviame un mensaje
diciéndome que llegaste bien. –Sebastián se sonrió y le dio la mano que Jacobo
se la apretó con fuerza.
Darwin estaba llegando a la panadería donde se encontraría con
Sebastián. Había leído en twitter que el MATAGAIS mató a otra persona, pero no
pudo entrar al enlace pero compró el periódico en un kiosko.
–Hola Darwin, ¿cómo estas?
–Mal, Gonzalo mató a otra persona, mira, ya voy a leer.
–No es Gonzalo Darwin, él está muerto, tenemos que ir a la morgue a
reconocer el cadáver, nadie a preguntado por él.
–Verga..¿y entonces? Si no es él ¿quién coño nos persigue?
Darwin leyó la noticia.
<<OTRA VICTIMA DEL MATAGAIS>>
Apareció dentro de un carro que chocó contra un árbol, el occiso tenía
marcas de ahorcamiento y por primera vez el asesino deja un mensaje escrito en
el pecho de la víctima. “UN MARICO MENOS EN ESTE MUNDO PUTREFACTO, JEHOVÁ
REINARÁ”. El asesino nos deja una pista; es testigo de Jehová según el escrito
que dejó.
–¡Es Gonzalo Sebas, es Gonzalo!
–Tranquilo, vamos a la morgue.
–Me da miedo.
–A mi también, nunca he ido a ese sitio, acompáñame por fa.
Llegaron a la morgue, el lugar era lúgubre, gris y con una energía que
desanimaba a cualquiera. El área donde colocaban a los cadáveres era aún peor,
el olor a sangre era fuerte mezclado con otros olores entre putrefacción y
desinfectante. El médico forense encargado de las autopsias tenía el peor de
los aspectos y no porque pareciera un carnicero con la bata llena de sangre,
sino su actitud, frío, serio y sin rastros de sentimiento.
–A ver, ¿cuál es el muerto? Denme el número.
–Tome es este 8558
–Ah este está fresco, llegó hace 4 días, vengan acá. –Se fue a una de
las cavas, abrió la puerta y lo primero que vieron fue un montón de cuerpos uno
encima del otro. Sebastían vomitó, Darwin simplemente cerró los ojos y comenzó
a llorar.
–Ay vale no han visto nada, cuando están abiertos son una delicia,
tienen tanta información. Apártense que esto pesa, ayúdame Cesar. –Montaron en
cuerpo en el mesón de acero.
–Véanlo aunque está quemado revise si es él, les voy a traer las
pertenencias lo que tenia puesto.
–Yo creo que es él, no sé.
–Me estoy mareando Darwin no puedo ver.
–¿Quiere que le traiga agua con azúcar? -Le dijo César, el asistente.
–Sí por favor.
El médico trajo la ropa en bolsas transparentes, cada prenda en una
bolsa. Darwin vio la ropa.
–Si, si, si, esta ropa es de Gonzalo, estos zapatos se los regalé yo.
–Y el interior es de él, se los he visto. –Dijo Sebastián
–Oye que bonito vivían juntos, así tipo, no sé juntos y revueltos.
Mosca y los consigue el matagais jejejeje. ¿Y por la ropa ya ustedes piensan
que es el amigo de ustedes? ¿Vieron el cuerpo?
–Darwin tenía ganas de agarrar unas tijeras que estaban en el mesón y
clavársela en el cuello pero se contuvo. –Si, vimos el cuerpo, todo parece
indicar que es él, pero está quemado.
–Bueno busquen a la familia y que nos traigan informes odontológicos o
que venga la madre, necesitamos saber, aquí no hay espacio, 10 días más y lo
incineramos si no vienen a reclamarlo. Esto no es C.S.I. para sacarle el ADN,
muévanse y ahora los dejo que vienen más cadáveres para abrir.
Sebastián salió del edificio descompuesto, se sentía raro como si lo
abrigara un extraño frío, la tristeza lo invadió.
El celular de Darwin sonó, era una llamada.
–<¿Aló?>
–<No te preocupes Darwin yo te protegeré siempre, voy a estar a tu
lado, porque yo sí te amo> -Colgó.
–<¿Aló, aló? ¿quién es, aló?> Colgaron.
–¿Quién era?
–No sé…si sé…era Gonzalo.
–Gonzalo está muetrto Darwin
–¡Era Gonzalo coño, era él!
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