Jacobo comenzó a meterle un dedo, luego 2, 3, 4. Sebastían se
retorcía. Con la otra mano le daba nalgadas.
–¡Aguanta, aguanta! –Sebastián se quejaba sin decir nada. Le dio la
vuelta a la mano dentro del culo para luego sacarla. Se acostó sobre él y sin
más lo penetró, lo cogió del cabello halándolo hacia atrás. Cada embestida lo
halaba también del cabello.
Montado encima de Sebastián se movía hacia arriba y hacia abajo con
velocidad y fuerza. Se detuvo y se bajó de la cama dirgiéndose a la cara de
Sebastián.
–Mámalo. -Tómo la correa y le dio en la espalda metiéndole el pene en
la boca que estaba sucio luego de penetrarlo. No le quedó más remedio que
mamarlo pues en su frente tenía la pistola.
–¡Ya! -Dijo Jacobo que volvió a montarse en la cama para volveR a
penetrarlo con fuerza. Le abrió las nalgas, estirándolas lo más que pudo y lo
introdujo sin contemplación. Cuando estaba a punto de venirse se pone de pie
sobre la cama, le pone un pie en la cabeza y comienza a masturbarse. Cada chorro
que lanzaba le caía en la cara a Sebastián.
Se bajó de la cama y como si le hubiesen pasado un suiche, cambió
totalmente su actitud.
–¿Estás bien? Te voy a soltar, quiero mamarte el guevo para que ahora
me penetres tú.
Le soltó las esposas de las piernas para que se volteara de lado.
Comenzó a mamarle el pene.
–Te orinaste, que delicia, me gusta eso. -Siguió mamando. El cuerpo de
Sebastián se fue relajando y sorpresivamanet su pene comenzó a levantarse hasta
ponerse rígido.
–Voy a soltarte completo para que me puedas coger.
Siguió mamando, su lengua recorría el pene del joven que aún estaba
nervioso pero no estaba tenso. Se introducía todo el pene en su boca hasta
llenarlo de saliva, le apretaba las tetillas y jugaba con sus testículos.
–Ahora te toca a ti, soy tuyo a partir de este momento. Espósame a la
cama y hazme tuyo.
Sebastián lo esposó de las manos y piernas como estuvo él hace un
rato. En un estado de nervios, adrenalina y morbo, su pene estaba en total
rigidez y solo quería penetrar al policía. La rabia se apoderó de Sebastián y
tomó la correa.
–¿Me vas a pegar?
–SI MALDITO ENFERMO, TE VOY A REVENTAR.
Sebastián le dio dos vueltas en su mano a la correa y apretó el puño.
Alzó la mano y el primer correazo se lo dio en la espalda y a partir de ese momento
no se detuvo y siguió pegándole con el cuero.
–DALE COÑO, DAME DURO, GOLPEA DURO, ME GUSTA, DALE
Cada grito de Jacobo era un nuevo correazo, cada correazo era un
gruñido de Sebastián. La excitación de Jacobo era descontrolada, con cada golpe
quería más, su piel estaba erizada y enrrojecida. Tanto fue la excitación que
se volvió a correr. Su cuerpo se relajó y y sobre su piel aparecieron miles de
gotas de sudor.
Sebastián aún no soltaba la correa, su mano estaba roja e hinchada, al
darse cuenta, relajó la mano y la correa cayó al piso.
Vio la pistola a un lado de la cama y la tomó. Jacobo había caído en
un sueño profundo. Sebastián tenía un fuerte dolor de cabeza, apuntó al policía
en la cabeza y disparó una y otra y otra y otra vez, pero no habían balas. Se
puso a llorar y lanzó el arma al piso. Comenzó a vestirse, cuando se puso el
interior sintió el dolor en su nalgas. Con cuidado se puso el bluyín y terminó
de vestirse.
Salió con cuidado de la humilde casa y se fue directo a su carro. El cuerpo
le temblaba. Cuando abrió la puerta apareció uno de los hombres amigo de
Jacobo.
–¿Qué pasó varón? ¿No se iba a quedar a dormir con el paco?
–No, no, no puedo, me tengo que ir, gracias por cuidarme el carro.
–Gracias no, dame fuerza que ando pegao.
Sebastián se puso nervioso buscando su billetera que se le cayó en los
pies.
–¿Qué pasa papá? ¿Te pusiste nervioso?
–Toma, toma, es lo único que tengo.
–¿400? ¿y qué hago con esto mi rey? Con esto no me compro un vacío de
cerveza. Vamos a hacer algo. -Sacó un arma negra y larga. –Déjame el carro y te
vas pal coño.
Una sombra detrás del hombre se abalanzó y le cortó el cuello.
Sebastián encendió el carro y poniendo la palanca en retroceso aceleró para
luego perderse en la carrtera oscura donde hacía unas horas habiá pasado.
El hombre dejó al malandro tirado en el piso y entró a la casa de
Jacobo. Entró y en el pasillo ve en el primer cuarto a un hombre mayor,
entra y sin mediar palabra le clava la navaja en el corazón y sale para entrar
en el cuarto de Jacobo que aún duerme boca abajo y esposado. Lo toma del
cabello y le echa hacia atrás la cabeza para luego cortarle el cuello con la
navaja. Una gran cantidad de sangre tiñe las sábanas mientras el hombre observa
como se mueve el cuerpo del policía.
Sebastián con los nervios llega al apartamento de Gonzalo, una vez en
el edificio decide quedarse en el apartamento. Llama a Darwin para que se
queden juntos.
–¡Dios! Pero esamos rodeados de unos enfermos asesinos. ¿No volviste a
entrar a casa del policía?
–¿Estás loco chamo? Yo vi como alguien le cortaba el cuello a ese
malandro y no vi más nada, salí de ahí a toda velocidad, no sé ni como salí de
ese barrio sin perderme.
–¿Sería Gonzalo?
–¿Quién?
–Coño el que mató al malandro que viste.
–No te estoy diciendo que no vi nada, me vine apenas vi la sombra,
estaba todo oscuro. Quiero ducharme y dormir y tengo hambre, ¿habrá algo de
comer aquí?
Revisaron la cocina y prepararon unos sanduches con lo que
consiguieron, bajaron a la panadería a comprar refrescos.
–¿Tuviste varios clientes?
–Si vale, 4 me saqué unos reales, toma.
–¿Para qué?
–Para que tengas.
–No chico.
–Que sí, toma, a mi me sobra y quiero ayudarte.
Sebastián buscó un ungüento y le pidió a Darwin que le pusiera en las
nalgas.
–Maaaarico, pero te cayeron a correazos duro, ese hombre es un
salvaje.
–No te dije algo, estuve a punto de matarlo, agarré su pistola y
disparé pero estaba descargada…aaauuu, despacito vale.
–¿El tipo te cogió? Ahora eres versatil.
–Deja la guevonada. Me violó y no me gustó para nada.
–Te dieeeron por el cuuulo, te dieron por el cuuulo jajajaja
–Darwin, ya. Esto es serio, tengo miedo tenemos que irnos de aquí.
Vamos a dormir juntos por fa.
–Ni que estuviéramos más protegidos si dormimos juntos.
–Ay Darwin porfa, necesito el abrazo de alguien.
–¿Quieres cogerme?
–No, no quiero, verga vienes de tirar como una perra y ¿todavía
quieres sexo?
–Sí. Vamos a dormir
2 horas después ambos dormían profundamente. De repente una suave
brisa entra a la habitación. Una sombra se acerca a Darwin, una mano roza su
mejilla y unos labios tocan los suyos para luego irse.
Darwin abre los ojos y su piel se eriza. Vuelve a cerrar los ojos y
sigue durmiendo.
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