jueves, 14 de septiembre de 2017

HISTORIAS VERDADERAS. Gente como tú

Bella vista 

La idea era vacilar.  Simulo que hago flexiones y presumo que los dos o tres en la piscina, están en la movida.  Por un pasillo viene un vigilante, negro, grande, cabeza pelada, caminar como torpe. Hago el gesto de porsia y me pongo a contemplar el cantar y los nidos de pájaros en un árbol.  Cosa rara esa de un hombre mirando fijamente las ramas. El vigilante se detiene –más cerca, noto que tiene como 30, grandes labios, más bien feo.   A pesar del insoportable ruido del wokitoqui que lleva en el bolsillo trasero, le comento de los nidos, hablamos de eso. Me del “habitat de las aves” y se va lentamente hacia un extremo del pasillo. Quedo con afán de buscar pelea.  Desde su puesto de vigilancia se dan unos rápidos cruces de miradas, no más. Quizás un movimiento en sus piernas pero nada evidente. Yo, en lo mío, como quien no quiere la cosa pero dispuesto a azusar la candela.

Está sentado cerca de los baños, voy para allá. Quién quita. Para seña. Insinuación más clara, le pregunto: por aquí están? Me indica el camino y nada, permanece en su puesto.

El resto de la corta tarde, siguieron paseos de su oficio y pasarela mía.  Estoy sumergido en la piscina, él pasa cerca, mira, hago el gesto, creo que lo capta.  Sigue, se sienta en su esquina. Uno que otro contacto visual mientras hago pasarela, nada más.

No sé cómo supe que a las 5 concluía su turno.  Cerca de esa hora, veo que va al baño de los huéspedes, no al del servicio que es el que le correspondería.  Qué raro! Envalentonado, le sigo. Al llegar, unos minutos después se está secando la cara. Creo que se sorprende al verme.  Rápido contacto visual y leves sonrisas de saludo. Voy al urinario.  Se seca manos y cara en exceso.  No sale, se regresa al lavamanos desde donde me puede ver directamente y se fija en lo que yo esperaba. Me turbo. Aparento que concluí y procedo a vaciar el urinario. No corre agua. Mirándome, me señala algo, me dice algo. No entiendo, la turbación no me permite.  Él, desde el lavamanos, sigue mirando sin moverse (¿esperaría una seña).  Ahora voy al lavamanos, a lavarme, y él se retira hacia atrás. Me doy al aseo exagerado para ganar tiempo. Él, atrás, se seca y se seca las manos y la cara. Cruzamos miradas a través del espejo y ninguno se atreve a más.  Sale.  Quedo confundido, temeroso. 

Salgo.

Veo que se aleja sin voltear (no sabe que yo he salido), desaparece en su laberinto de vigilancia. También me preparo para irme. Confundido.  Ahora, más excitado.

Este episodio me queda grabado por días, lo rememoro. Me masturbo reviviéndolo. Me excita la idea del riesgo, el atrevimiento, el temor compartido, la complicidad.

Al día siguiente, dudoso,  volví a ver si lo veía y qué pasaba.  No lo vi. Quedé bien con el recuerdo, al sabor de la fantasía y el pensar en lo que fue y no fue.
Historia cedida gentilmente. Anónimo.

4 comentarios: