martes, 10 de julio de 2012

UN GOLPE DE SEXO parte 1


11 de abril, 2002. El país convulsionado, gente enardecida en las calles. Yo junto con miles de personas más, marchábamos hacia la ruta que los líderes de ese momento gritaban: “Vamos a Miraflores…”.

Ya en la autopista, el río de gente era impresionante, no cabía un alma más, cada quien gritando consignas, agitando banderas, sonando pitos y ahí estaba él, uno más entre la muchedumbre, junto a un grupo de amigos o familiares no lo sé, pero lo ví.  Volteó de manera sorpresiva y me vió.

Nos vimos fijamente por unos instantes pero la gente seguía avanzando y se me perdía de vista, él me buscaba con la mirada, yo de puntillas localizándolo. Era alto, pelo castaño claro, su franela blanca algo ajustda delataba un cuerpo trabajado en el gimnasio. Cuando volvimos a hacer contacto visual, se dibujó una sonrisa en su cara dejando ver una dentadura blanca, alineada, casi perfecta.

Como pudimos fuimos acercándonos, mientras que nuestro grupo se alejaba dejándonos atrás.  Coincidimos en el centro del canal de la autopista y la primera palabra que salió de ambos fue un “hola”. Nos detuvimos pero la masa de gente seguía avanzando arrastrando lo que tenía a su paso y ahí seguimos, hablando, haciendo las típicas preguntas para conocerse.

Ya habíamos avanzado un gran trecho y vía sms nos comunicábamos con nuestro grupo para mantenernos informados. El sol amenazaba con derretirnos sin poder llegar al destino planificado pero seguíamos avanzando, el sudor hizo estragos en su franela y optó por quitársela. Con su mano derecha jaló la franela del lado izquierdo, en ese momento se detuvo el aire y la gente, y él, como en cámara lenta fue levantando la franela y descubriendo un torso bronceado y cincelado a la perfección. Las gotas resbalaban sobre su pecho lampiño y se detenían en el borde del jean que cargaba.  Cuando la franela llegó a la cabeza todo retomó la normalidad; los gritos de la gente volvían a ensordecer el ambiente inundado de una fresca brisa.

Al llegar al centro de la ciudad, todos se agolpaban hacia lo que sería el final de la marcha, Miraflores, pero se interponía un puente donde el bando de los afectos al gobierno de turno esperaban a los marchistas. La gente gritaba, los periodistas corrían junto a los camarógrafos para buscar la noticia, fotógrafos capturando las imágenes dignas de una primera página y de repente escuché: “quiero tirar contigo ahora”.

El mundo volvía a detenerse, corría por el aire polvo que se levantaba del pavimento, los gritos se escuchaban lejos, los disparos de las cámaras eran zumbidos y yo solo escuchaba “quiero tirar contigo, quiero tirar contigo”. Un jalón por el brazo me sacó del trance, él me llevaba del brazo hacia la acera izquierda. “¿Adónde vamos? Hay mucha gente”.

“Vamos aquí, métete”. Un kiosko a medio abrir había sido saqueado, quizás minutos antes de llegar a la marcha. Entramos y como pudimos cerramos la santamaría que estaba bastante doblada, dejamos un pequeño espacio para que entrara la luz.

El calor dentro de esa caja de metal era insoportable pero a la vez muy erótico. Me quité la franela y ambos estábamos bañados en sudor, nuestros cuerpos brillaban con el poco reflejo de luz que caía sobre nosostros.

Con una mano me desabrochaba el panatalón y con la otra sacaba un condón de su bolsillo, lo sujetó entre los dientes y me quitó el pantalón; “quiero cogerte, me gustas que jode” se quitó los pantalones y el interior, la poca luz no me dejaba ver su entrepierna, toqué su pecho donde corrían gotas, me incorporé y toque su miembro, grueso y largo, el se movió y lo ví; blanco, venoso con su prepucio retraído e igual de sudado que su cuerpo. Me lo introduje en la boca como un helado que deseas comer para calmar la sed. Suave, esponjoso pero rígido, lo introduje todo en mi boca hasta sentir que no cabía más. Así estuve varios segundos mientras afuera se escuchaban gritos, disparos y golpes al kiosko.

Apartó mi cara de su pene y se colocó el condón. “Acuéstate, quiero penetrarte”,  otro golpe fuerte se sintió en el latón. Echó hacia atrás mis piernas, mi ano quedó expuesto hacia su enorme pene. No hizo falta lubricación, mi excitación y el sudor se encargaron de dilatar la entrada. Se arrimó hacia mí y comenzó a introducirlo lentamente, continuaban los gritos “Se va, se va , se va, se va” más gritos, insultos y disparos. Y yo siendo penetrado por un falo caliente que me abría la carne a su paso. Lo introdujo completo y me agarró por los hombros para terminar de entrar.

Me soltó y tomó de la pequeña vitrina dos barras de chocolate de las pocas chucherías que quedaban, las abrió y estaban completamente derretidas, colocó la barra en su mano y la esparció en mi pecho y lo que sobró me lo dió en la boca. Sacó su pene, se agachó y lamió mi pecho. Otro fuerte golpe sacudió las paredes de metal que parecía que nos iban a voltear. Tomó más chocolate, se arrancó el condón y llenó su pene de aquella barra derretida; “mámalo, disfrútalo” y eso hice hasta que lo deje limpio. “Vuélveme a coger” y sin perder tiempo me embistió y ahora fue él el que sacudió el kiosko. Me sacudía salvajemente mientras gritaba con voz fuerte, yo gemía de placer. Nuestros cuerpos cubiertos de sudor y el calor se incrementaba.

De repente, mientras seguía penetrándome, se incorpora colocando su espalda derecha y en eso suena un golpe seco de metal… frente a mí una pared de lata con un orificio que dejaba pasar un halo de luz, el cayó tumbado sobre mí y otro orificio estaba en la pared de mi espalda. Lo primero que pensé es que lo habían matado. Dentro de mi solo escuchaba: “quiero tirar contigo ahora” “quiero cogerte” “quiero penetrarte”  todavia su pene erecto estaba adentro, aparto su cuerpo y su pene dejaba salir todo el semen.

Como pude levanté la santamaría, lo cargué y salí, no me percaté que andábamos desnudos y frente a mí 5 policías. Me vieron desnudo junto a mi amante en las mismas condiciones con el detalle que su pene aún seguía erecto completamente. El policía más cercano a las piernas del cuerpo dijo: “que coño hacían alla adentro?” yo solo escuchaba “quiero tirar contigo ahora” “quiero cogerte” “quiero penetrarte”.

Mi mente estaba en otra cosa e intentaba sacar de ahí al hombre que hace minutos me hacía suyo. “está muerto” dije mientras otro policía comprobaba lo que decía. Me lo quitaron de los brazos y me dijeron que me largara de ahí, recogí mi pantalón y me lo puse.

Crucé la calle corriendo, solo yo me movía, solo yo escuchaba mi respiración y la voz de él diciendome “quiero tira contigo ahora”. Llegué a la estación, me volteé y lo busqué con la mirada, los policás se lo llevaban hacia una camioneta. Todo era un caos de tiros, gritos y gente cayendo al piso como si fuera una guerra, era una guerra.

Entré al metro y después de eso no supe más de él, solo sabíamos nuestros nombres. Hasta que 10 años después, ví en mi cuenta una solicitud de amistad; era él, con 10 años más, mismo cuerpo, igual de guapo pero casado y con 2 niños. ¿Por qué me busca? ¿Quiere otro golpe?.

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