martes, 15 de diciembre de 2015

MALAS INFLUENCIAS. François y su dos sicarios. #FrançoisSomosTodos


Luego de salir del salón para poder fumar, me tropieza un hombre con chaqueta al que no le vi la cara pues me tumbó el cigarro. Al escuchar las detonaciones volteo hacia la entrada y veo salir al hombre de nuevo, cuando lo detallo es Eduardo, un compañero del colegio, estudiaba 2 niveles más arriba que yo, él me ve y me reconoce y es cuando me dice que me suba a la moto.

Cuando Eduardo entra a la fiesta se dirige directamente donde están los novios. Saca dos armas y le das 3 tiros a cada uno y un tiro a  uno de los escoltas. Los novios mueren en el lugar.
El novio, el que me mamó el guevo en el baño, era un abogado pesado involucrado en narcotráfico. Un cartel enemigo pagó para que lo mataran. Le dispararon a la esposa aprovechando que estaban juntos. Pues bien, tengo un conocido que es sicario.

Montados en la moto yo iba asustado, ya habíamos atravesado la autopista y creo que íbamos a La Yaguara. Me imaginé de todo, o que me matarían por el camino, me llevarían a algún sitio y me amarrarían para pedir rescate o matarme en un terreno y abandonarme ahí. Yo apelaría a la escasa amistad que nos unía y a ver si Eduardo ahora convertido en sicario también era gay.
Llegamos a una casa como abandonada pero tenía algunos muebles y había electricidad.
–¿Pa’ que coño te trajiste a este sifrinito? Lo vamos a quebrar o vas a pedir rescate? -Le dijo el negro mientras me apuntaba con el arma poniendo el cañón en mi frente.
–Becerro, ¿no te acuerdas de él? Es François, el mariquito del colegio. –Yo estaba haciendo memoria pero no me acordaba de ningún negro amigo de Eduardo.
–Yo la verdad no me acuerdo de ti. –Le dije al negro.
–Aaaah ya ya, ya se quien es. Yo estaba en un año superior a este bicho. ¿Qué vas a hacer con él?
–Ya se me ocurrirá algo, ve a comprar  kerosén y déjame solo con el franchute.
El negro se fue y Eduardo comenzó a tocarse el guevo sobre el bluyín. Le pregunté si había matado a alguien en la fiesta y se cagó de la risa, no tuvo que decirme más nada era obvio. Luego me contó lo que había hecho.
Me dijo que luego de salir del colegio tuvo unas malas juntas con unos tipos que lo metieron en el negocio del sicariato y que de eso vivía. Tenía bastante dinero y a su familia acomodada fuera del país.

Volvió a tocarse el guevo. –Tú y yo tenemos una cuenta pendiente, me lo debes, yo creo que ahora es el momento de cobrarme la deuda. –Se sacó el guevo, mejor dicho, se sacó literalmente el pipí. Eduardo siempre tuvo razón al llamarlo así.
–Te voy a meter esto. Bájate el pantallón. Me sorprendió la seguridad con la que hablaba sobre cogerme con su pipí, pero bueno no iba a decir nada, él cargaba el arma -la de hierro-.

Me bajé el pantalón y el interior, él se quitó la franela. Tenía un cuerpo para brincarle encima pero su piel estaba marcada por cicatrices, creo que hasta tenía cicatrices de algunos disparos recibidos, ha vivido muchas cosas y sólo tiene 32 años.
Debió notar mi cara de sorpresa al verle las cicatrices, que me habló. –He estado en la cárcel y en enfrentamientos con malandros y policías, estos son mis tatuajes los que  me recuerdan quien soy. –Eso me dio un morbo–.
–Voltéate.
–¿Tienes condones? –Eduardo escuchó la pregunta y pareció que le había mentado la madre, sacó el arma y la cargó poniéndomela en la cabeza.
–Vuelves a preguntar una estupidez más y esparzo tu sesos por la pared. –No volví a abrir la boca.
Eduardo me abrió las nalgas y metió su pipí, la verdad es que no tuvo que hacer mucho esfuerzo para meterlo. Era más lo que se movía que lo que yo estaba sintiendo, que era prácticamente nada. Para colocarle la guinda a la torta se le bajó el pipí.
–COÑOELAMADRE. –Iba a decirle algo y me volteé pero al verle la cara no dije nada, hasta que me levanté y hablé.
–Si quieres te cojo yo –me agarré el guevo–Eduardo me lo vio el y me vio a la cara. Su rostro reflejaba una arrechera que me estaba dando miedo, creo que tiene un tema con su  pequeño amigo. Cerró los ojos y dejó la pistola en la mesa, eso me tranquilizó. Se bajó por completo los pantalones y se dio la vuelta.
–Dale despacio, que a mi no me gusta que me lo metan. –“eso dicen todos hasta que lo tienen adentro hasta el fondo”. Pensé.
A punta de saliva y paciencia lo metí completo. Luego de ver a ese tipo como salía de la fiesta  luego de matar a 4 personas y ahora tenerlo en 4 y gimiendo, no tenía precio. Pero llegó el negro y arruinó la vaina.

–Ah vaaaaaaina, ahora te dejas coger, me salió jeva el pana. -Yo me retiré y Eduardo se le fue encima al negro, pero este se quedó tranquilo diciéndole que lo soltara, que era asunto suyo lo que hacía con su culo.
–Dame mis reales que me voy, tengo un encargo.
Eduardo se fue hacia la pared del fondo donde había una caja fuerte empotrada y sacó un fajo de billetes.
El negro se lo puso a contar y agarró por el cuello a Eduardo.–Acordamos mitad y mitad mamaguevo esto no es un coño.
–Eso es lo que te corresponde, yo maté a las 4 personas tú sólo estabas esperando.
–A mi me das todos mi reales cabrón esto no se queda así.
–Claro que no se queda así, porque te vas a quedar sin un céntimo. –Un tiro en toda la frente dejó al negro tendido en el piso.
Yo me eché para atrás, el cuerpo me temblaba. Miré a Eduardo. Mi celular sonó, me lo lanzó –¿Quién es? –El amigo con el que fui a la fiesta. –Contesta y mosca con lo que le dices. – Me apuntaba mientras atendía.

–<<Marico ¿dónde te metiste? ¿Dónde estas?
–<<Estoy…>> Eduardo me acercó la pistola y me hizo un gesto con el dedo para que me callara -<<Estoy tómandome algo en una arepera>>
–<<Pero ¿Por qué te fuiste? ¿Qué pasó?
–Es que…oí los tiros y me fui del sitio, me cagué, ¿estás bien?
–<<si, si, saliendo del CICPC rindiendo declaraciones, 4 horas en este peo, ¿Dónde estas? ¿Me acerco?>>
–<<No, no, ya me voy a mi casa, hablamos después>>Colgué la llamada y Eduardo bajó el arma.
–Ahora sí, sígueme cogiendo. –Se bajó lo pantalones y se abrió las nalgas. Este estaba destinado a ser pasivo. Cuando empecé a meterlo vi al negro tirado en el piso sobre un charco de sangre.

–No Eduardo, así no te puedo coger, con el tipo ahí muerto no puedo, sácalo o vamos a otro sitio.
–Déjame recoger unas vainas y nos vamos de aquí, vamos a tu casa.
–¿A mi casa? –Un sicario en mi casa, lo que faltaba-.
–Si, ¿cuál es el peo?
–Es que no sabes si vivo solo o no.
–Ese no es mi problema, vamos a ir a tu casa.

Yo no sé que me pasa a mi, pero a mi me empiezan a hablar así con autoridad y yo haciendo caso y esa vaina me dispara el morbo y el guevo se me pone duro. Y encima un asesino a sueldo es el que me lo dice. Estoy enfermo.

Llegamos al edificio y antes de subir lo detuve.
–¿No me irás a matar?
–Lo debí haber hecho antes, eres cómplice de un par de crímenes y me puedes perjudicar. –Ahí terminé de cagarme en los interiores, tenía los minutos contados, la última tirada de mi vida para luego surcar el cielo.

Llegamos a mi apartamento y Eduardo se sonrió, me vio a la cara riéndose, Tiene una sonrisa hermosa pero su cara esta cargada de odio y muertos que se refleja en sus ojos.

–El apartamento de abajo es el mío. –Esa confesión provocó que ahora me orinara encima.
–¿Qué? Pero si yo no te he visto nunca aquí.
–No vivo ahí, está alquilado. –Se me acercó y me dio un beso en la boca. –Vamos a tirar luego tengo que matarte e irme a seguir trabajando.
–¿Por qué no me matas de una vez y terminamos con esto? –Yo dándomelas de valiente y lo que estaba era más asustado que una ardilla.
–Porque lo haré cuando me dé la gana, cógeme.

Cuando ya estaba a punto de cogérmelo que me puse  lubricante y hasta condón, Eduardo me detuvo.
–¿Sabes que? Mejor no. –Se puso a llorar, eso me conmovió.
–Epa ¿qué pasó mi pana?  Tú tan arrecho, tan fuerte y ahora te pones a llorar.
–Es que yo no soy gay…bueno, lo soy porque ninguna mujer quería estar conmigo cuando me veían el guevo. –Aquí voy yo otra vez de psicólogo. –Me he cogido si acaso 3 tipas y eso porque las obligué, les sacaba la pistola y hacían lo que yo quería.
–Te las violaste.
–Si.

Le pregunté si disfrutaba estar con un hombre y me dijo que sí, así que le dije que cual era el problema, que disfrutara de la sexualidad donde se sienta más cómodo.
–Ser pasivo no es malo, tienes que relajarte y disfrutarlo, más nada.
–¿Tú crees que lo tengo chiquito? -Ahí vamos otra vez,  voy a sacar un libro de sexología.
–Bueno, sí, es un pipisito, no te voy a engañar.
–Pero no lo compares con el tuyo, salgo jodido.
–“Sales jodido con cualquiera” Pensé, no se lo dije, seguía armado.
–Ya te dije, disfruta y listo. Eso es lo que te tocó vivir pues asúmelo, así como te tocó ser sicario pues asume los riesgos y punto.

Me abrazó y me ofreció protección dándome el número de un amigo “El Jack”  Imagínense, con ese nombre no me quiero imaginar quien es.

–¿Te puedo pedir un favor?
–Si vale, lo que quieras.
–Guárdame este dinero en tu casa, en 48 horas lo busco. No puedo cargar con él.
Me volvió a asustar la situación pero dije que sí. Me entregó el paquete que estaba envuelto en una bolsa negra con la advertencia de que no lo abriera. Me volvió a abrazar y me dijo al oído que no me preocupara que todavía no me va a matar. Tomó el casco y se fue del apartamento.

Me asomo por la ventana para verlo cuando se vaya. Enciende la moto y unos metros antes de salir por la caste de la urbanización, se escuchan 8 disparos. Eduardo cae en el pavimento junto con la moto. El corazón me comienza a brincar en el pecho como si se fuera a a salir, bajo la persiana y me quedo viendo por una ranura. Se aglomeran varias personas alrededor del cuerpo.

No vuelvo a asomarme y algo me decía que tenía que llamar a “El Jack”. Lo llamo y le cuento lo sucedido, con una tranquilidad tenebrosa me dice que del dinero que me dejó, –no sé como sabía– le deje la mitad en el pipote de la basura que está en la esquina donde están los metrobuses en la plaza Francia, el resto del dinero será mío y que no me preocupe que me protegerá sin que yo sepa.
Ya yo me veía solicitado por la Interpol por cómplice de un sicario matanarcos. Cuando yo abrí el paquete, lo que habían eran pacas de dólares. 500.000 $. Aparté la mitad y lo envolví de nuevo para llevarlo a la plaza y avisarle a este hombre. El resto del dinero creo que lo iba a repartir a varias fundaciones pero no sabía como entregarlo si en dólares o bolívares.

Dejé el dinero en la papelera, la verdad que fue más fácil de lo que pensé. Cuando me disponía a cruzar la calle me interceptó un hombre, ahí los músculos dejaron de responderme.
–Dame la mano como si me conocieras y me abrazas.
Me dio un paquete pequeño. –Es un celular por ahí te comunicarás, vamos a caminar y en la esquina te pierdes.
–¿Eres Jack?-Le dije.
–Ya sabrás de mi. – se alejó y yo me fui al carro, pero antes volteé y ya se había esfumado. Regresé a la papelera a ver si seguía el paquete ahí y ya no estaba. Es impresionante como la gente está metida en su peo y no ve lo que sucede alrededor, miles de cosas están sucediendo en la ciudad y la gente sólo percibe muy poco.

Ya en el carro destapo el paquete y era un celular normalito, estaba encendido y con un mensaje.
–<Soy “El Jack” sabrás de mi pronto, iré a tu casa. No te preocupes, estás a salvo.>

A salvo. Yo quería salir corriendo.

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