La
felicidad es efímera.
Luego de varias semanas desparecido de
todos vagando por la ciudad sin contacto con nadie, Carmelo se comunica con
Bertha que seguía viviendo con su mamá, tenía 7 meses de embarazo. El divorcio
aún no había salido pues Bertha le daba largas y no se reunía ni tampoco
firmaba.
–<Hola mi amor, he vuelto y quiero
verte>
–<¿Cómo se te ocurre desaparecerte por
tanto tiempo y sólo me dices “quiero verte”?>
–<Te espero en mi casa en una hora,
quiero hacerte el amor, quiero ver a mi hijo>
Bertha tragó saliva y un escalofrío
recorrío su espalda para luego sentir como su entrepierna se humedecía.
–<Esta bien, déjame darme un baño, me
cambio y salgo>
–<Vente ya>
Carmelo cerró la llamada y llamó a Darío.
–<Mi mujer va a venir a mi casa y veré a
mi hijo>
–<¿Quién es?>
–<Carmelo>
–<No sé de que me hablas>
–<Bertha, tu esposa, va a venir a mi casa
y de aquí no va a salir, me va a dar a mi hijo>
–<¡Estás enfermo Carmelo, pero no le vas
a hacer daño a Bertha ni al niño, voy a llamar a la policía!
Carmelo cerró la llamada y comenzó a
preparar todo.
Sacó una botella de vino, 2 copas, colocó
en la sala una mesa alta auxiliar y sacó un pequeño bolso donde tiene sus
intrumentos quirúrgicos.
Sonó el timbre y enseguida fue a abrirle a
Bertha.
–Pasa mi amor, ponte cómoda mientras te
sirvo una copa de vino.
–Carmelo, no puedo beber.
–No pasa nada, confía en mi, soy médico,
vamos a brindar por nuestro reencuentro.
Se sentaron en el sofá, brindaron y Carmelo
la tomó de la cabeza para besarla, dejó la copa en la mesa y metió su mano en
la entrepierna. Introdujo unos dedos en su vagina, para luego metérselos en su
boca.
–Prueba de tu propia excitación. -Volvió a
besarla. –Hoy te voy a presentar a tus suegros.
–¿Están aquí?
–Si, siempre han estado aquí, vamos a beber
más y luego te los presento.
Entre copa y copa se besaban y se
desvestían. Carmelo al verle la barriga desnuda y que ya se le notaba, se
emocionó.
–Ven para que conozcas a mis padres.
La llevó a la habitación de sus padres,
abrió la puerta y entraron.
Bertha quedó impresionada al ver los
cuerpos momificados acosatdos en la cama.
–Están…muertos Carmelo…¿qué significa…
Otro beso calló a Bertha que sintió como la
tumbaban en la cama entre los dos cuerpos y Carmelo se le fue encima para tener
sexo con ella.
Bertha estaba paralizada, inmóvil pero más
podía la excitación que tenía que se dejó penetrar por Carmelo que le hablaba
mientras se movía sobre ella.
–A mis papás les caes bien, no han dicho
nada. -Mordía su cuello y sus tetas.
–Suéltame Carmelo. -Era lo que decía pero
su cuerpo pedía otra cosa.
Luego de unos minutos Carmelo se corrió
dentro de ella. La besó y la levantó de la cama.
–Despídete de mis padres, van a quedarse
aquí. ¿Quieres más vino?
–Si…si
Siguieron bebiendo en la sala. Bertha
estaba mareada y se acostó en el sofá. Sonó el timbre.
–ABRA LA PUERTA, SABEMOS QUE ESTÁ AHI
–Shhhh no hagas ruido mi amor.
Le puso una inyección en el cuello, cogió
el bolso y sacó el bisturí.
–Hoy voy a conocer a mi hijo y se va a
quedar conmigo.
La policía seguía insistiendo en que
abriera la puerta, Carmelo les gritaba que se callaran.
Apretó con fuerza el bisturí en su mano e
hizo un corte justo encima de la pelvis, metió las manos y sacó el bebé. Lo
tomó de las piernitas, era una niña. Carmelo se puso a llorar, sacudió a la
bebé y le dio una nalgada, un suave llanto se escuchó desde afuera del
apartamento.
–Buenas tardes agentes, si quieren entren
con estas llaves, él me las dio por alguna emergencia. -Le dijo la vecina
–Gracias, ¿hay un bebé ahí dentro?
–No, que yo sepa no.
Carmelo pusó a la niña en la mesa y al ver
el cuerpo de Bertha inmóvil desangrándose, se le fue encima par volver a tener
sexo.
La reja y la puerta del apartamento se
estaba abriendo, la policía intentaba acertar con las llaves.
La bebé lloraba mientras Carmelo penetraba
el cuerpo de Bertha. Entró la policía.
–QUIETO, NO SE MUEVA.
El primer policía no salía de su asombro
por la escena; sangre por todos lados, la bebé llorando, cubierta de líquido,
el cordón umbilical le colgaba y Carmelo teniendo sexo.
Carmelo se levantó con el bisturí en la
mano.
–No se les ocurra acercarse porque mato a
la niña y me mato.
–DEJE EL BISTURÍ EN EL PISO Y PONGA LAS
MANO EN ALTO.
Carmelo los miraba desafiante mientras se
iba acercando poco a poco a su hija. Un movimento brusco del médico y se desató
la lluvia de disparos.
Darío nervioso en su casa, tenía un mal
presentimiento por eso se fue directo al edificio de Carmelo.
Al llegar vió las patrullas.
–Ciudadano, no puede subir,.
–Allá arriba está mi esposa embarazada con
el loco ese, yo los llamé.
–No puede subir ha habido disparos.
Se detuvo escasos segundos y corrió al
edificio burlando el cerco policial.
Llegó al apartamento donde estaba la vecina
llorando y varios policías caminando, uno de ellos con la bebé en brazos.
Esperaban a la ambulancia neonatal.
–Hola, soy…soy el esposo de Bertha, la
mujer que está adentro y soy el padre de la bebé.
–Señor su esposa… está muerta y el médico
también.
Darío iba a entrar al apartamento. –No le
aconsejo que lo haga señor. –No hizo caso
e igual traspasó la barrera de 2 policias. Vio la sangre por todos lados
y la visión se le nubló hasta caer al suelo.
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