jueves, 5 de enero de 2017

SEXORAMA. Cuando las cosas no salen como pensamos.



Contacté a un chamo por el chat para tener sexo express, estaba demasiado quesúo como para esperar. Nos citamos en un hotel, nos chequeamos, subimos y nos desvestimos con la rapidez que dan las ganas de tirar ¡ya!. Mientras lo tenía en 4 y le estaba dando con todas mi ganas, mis manos abrían sus nalgas, luego lo agarré por los pelos y el muchacho soltó por su boca una perla: –¡QUIERO SER TU HEMBRA! QUIERO SER LA MADRE DE TUS HIJOS–.
Yo escuché esas varoniles frases y todo el torrente sanguíneo inyectado en mi guevo regresó a las partes de mi cuerpo que lo necesitaban: –Chamo, ¿sabes qué? Vístete que nos vamos, esto no va a funcionar así– él, muy apenado me pidió disculpas, que no lo volvería a decir, pero no había pastilla azul que le levantara el ánimo al pequeño David.
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 Estaba en Margarita de vacaciones y caminando por la calle conozco a un carajo, nos ponemos a hablar y ambos teníamos escrito en nuestros rostros “sexo urgente” y decidimos ir al carro -el suyo- para calmar las ganas. Una vez dentro nos desvestimos, nos besamos y lo volteo, me pongo el condón y sin más preámbulo me abro paso y comienzo a penetrarlo.
El calor interno era de infierno, los vidrios empañados y la lujuria desatada, de repente él para apoyarse y terminar de meterse mi guevo, pega la mano del vidrio, se sonrie y dice: –Wao igual que en Titanic–
–Ooookeeey papá hasta aquí llego yo– me vestí y lo dejé en el carro con su silueta de la mano impresa en el vidrio chorreando las gotas.
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Esas tardes en la que uno se siente como viciosito y con ganas, quería hacerlo pero no tenía ni sitio ni dinero para un hotel, cuadré a un chamito y a un amigo le pedí que me prestara su cuarto -un anexo de un apartamento- para ir a tirar ya que no había nadie ahí. A regañadientes me lo prestó y me llevé a la víctima.
Cuando ya tengo al chamín desnudito montado en el colchón, me preparo para penetrar ese culito casi virginal. Comienzo poco a poco hasta que lo meto completo y a partir de ahí no tengo contemplaciones con él y le doy con todas mis ganas. Pasados unos segundos el chamo comienza a moverse de manera extraña y me dice –Ya va, ya va, tengo que ir al baño– se lo saco y lo que vino justo después de retirar mi guevo del culo fue el deslave… a chorros, abundante, descontrolado.
Yo, a punto de vomitar, él, a punto del suicidio. Avergonzado me pidió mil disculpas, yo arrecho lo puse a limpiar su desfachatez y solo pensaba en cómo decirle a mi amigo lo que ocurrió pues me tocó comprar otro colchón, ese ya no tenía salvación. Al niñato no lo volví a ver más nunca, gracias a Dios.

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La noche nos agarró en un mirador dentro del carro, nos vimos a los ojos, nos besamos y comenzamos a desvestirnos. Estaba muy oscuro y la ventana del copiloto quedó abierta y por ahí salieron varias piezas de ropa.
Mientras tirábamos, -que por cierto, bien salvaje-, en un arrebato, una de las 4 piernas que habían en el carro, soltó el freno de mano y nos fuimos en retroceso media cuadra chocando a un vehículo estacionado más abajo. Después del respectivo coñazo y darnos cuenta de lo que pasó venía una patrulla de la policía y el dueño del carro.
Aturdidos por el golpe nos pidieron que salieramos…y salimos, desnudos pues no encontrábamos la ropa. –Ah caramba tenemos a 2 maricones y tirando en el carro– dijo el educado policía. Con el miedo reflejado en el rostro, nos llevaron semidesnudos al módulo de la policía, detenidos.
–Aquí traje 2 loquitas que estaban en la vía pública haciendo las cochinadas que ellos hacen–
–Ponlos a que te mamen el guevo– dijo otro de los ejemplares policías que tenemos en esta ciudad. Tuvimos que pagar para que nos soltaran y no llamaran a nuestros padres pues el carro era de mi papá. Fue la hora y media más humillante de mi vida. A mi papá le versioné la historia. El seguro pagó, menos mal. Al del otro carro le supliqué que mantuviera mi versión de los hechos, ¡aceptó!.

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