Locura
de amor.
Sobrevolando el archipiélago de Los Roques,
María Corina estaba impresionada del color del agua y lo blanca de la arena.
–Ahí en esa zona vamos a estar.
María Corina veía algo en la orilla del mar
pero a tanta distancia no distinguía que era.
Se bajaron de la avioneta y los esperaba un
vehículo rústico para llevarlos al lugar.
–Ya están aquí, si su madre o usted desean
algo adicional me llaman al celular y lo traemos con gusto señor Silva.
–No es mi madre Pedro, pero gracias de toda
maneras.
–Disculpe permiso.
Dos tumbonas con una colchoneta gruesa cada
una, una amplia sombrilla, una cava con varias botellas de vino, cerveza y
refrescos. Cosas para picar y un par de copas llenas de camarones puestas en
una mesita redonda entre las tumbonas.
–¿Y todo esto lo montó ayer? ¿cómo hizo?
–Ya lo tenía planificado desde hace una
semana, sabía que Diógenes se iba con mis tíos a hacer negocios pero no quería
avisarte con tantos días porque te ibas a negar.
–Todo esto…. Es una…
–Una maravilla para que disfrutemos el fullday, siéntate.
Sirvió dos copas de vino blanco para comer
lo camarones.
–Fabián, yo no se cuáles son sus
intenciones con todo esto.
–Cortejarla mi bella dama, yo sé que usted
está casada pero yo esperaré el tiempo que sea necesario para que sea mi
esposa.
–Usted está loco.
–Tiene razón, loco por usted.
–Le quiero decir algo Fabián. Me da mucha
pena decirle esto pero debo hacerlo. Yo no voy a acostarme con usted hoy, bueno
ni hoy ni otro día.
–Vamos a dejar que el tiempo decida lo que
debe pasar, hoy vinimos a disfrutar de este hermoso paisaje.
Luego de comer los camarones y beberse la
primera copa de vino y embadurnarse de crema bloqueadora, caminaron por la
orilla del mar. María Corina le habló a Fabián de su vida de casada, de como
sucedieron las cosas.
Su matrimonio fue casi obligado por el
padre de ella aunque Diógenes quería casarse pues le iba a dar un hijo la mujer
que le gustaba y se estaba enamorando. Por su parte María Corina siempre le
gustó Diógenes, tuvo relaciones con él para experimentar y le gustó tanto que
repitió cada vez que él iba para el pueblo a trabajar hasta que quedó
embarazada.
Su vida económica cambió drásticamente. El
amor por Diógenes se desvaneció pero su hijo era y es el mejor regalo que le ha
podido dar la vida y eso la mantiene atada a su esposo.
–Pero pudieras divociarte.
–Sí, pero, quiero mucho a Diógenes, es el
padre de mi hijo, creo que estaré con él hasta hacernos viejos o alguno de los
dos muera.
Fabián la tomó de la mano, María Corina no
se negó a hacerlo y siguieron caminando.
–Pero ahora tienes a alguien que se
interesa por ti y tú por esa persona sientes también algo.
–Fabián usted un niño, apenas está
abriéndose un camino, estudiando en la universidad, tiene mucho dinero, si y
pudiera no hacer nada con todo el dinero que tiene, pero le falta madurar, le
falta conocer.
–Déjame demostrarte que no soy un niño,
tengo plata y aunque no lo creas, no soy como los demás que derrocha el dinero
en fiestas, alcohol, no, me estoy labrando un futuro para seguir trabajando por
la empresa de mis padres. He viajado, he conocido mundo desde pequeño, conozco
culturas, gente, sé 3 idiomas, no soy un carajito guevón.
Se detuvieron.
–Déjame demostrarte que yo como hombre
valgo la pena. –Se acercó y la besó, su mano tocó su nalga y María Corina la
apartó mientras disfrutaba el beso.
–Vamos al agua, tengo calor.
Entraron al mar, sus cuerpos se veían a
través del agua, María Corina estaba impresionada. Se agacharon y tenían el
agua por debajo de los hombros.
–Me gustas mucho María Corina.
–Yo no puedo negárselo, me está haciendo
sentir cosas que no sentía desde hace 20 años.
–¿Te digo algo?
–Dígame.
–Estoy hablando de esto contigo y tengo una
erección.
La mujer bajó la mirada al agua y vio el
bermuda. Fabián le tomó la mano.
–No me interesa si te falto el respeto,
quiero que me lo toques y sientas como me tienes.
María Corina cerró los ojos y tocó, tocó y
apretó y soltó rápido.
–Esto no está bien.
–Claro que no está bien, hay que hacer algo
para bajarlo. Espérame aquí.
Fabián nadó y nadó y nadó hasta cansarse y
sentir que su pene se relajaba, para luego regresar.
–Listo.
–¿Listo qué?
–Me rejajé. Ya puedo salir sin tener
evidencia de nada jejeje.
–Usted si es tonto.
–Vente, vamos a caminar hacia el toldo.
Se acostaron en las tumbonas mientras
tomaban su tercera copa de vino, hablaban de banalidades, de su hijo
Jesucristo, de como murieron los padres de Fabián.
–No creas que lo hice a propósito pero ya
es tarde para irnos.
–Ay Dios mio ¿nos tenemos que quedar aqui?
–Si, pero tranquila, a primera hora de
mañana domingo nos vamos.
–Tengo que avisarle a mi hijo y a Diógenes.
Luego de llamarlos volvieron a a acostarse
esta vez con las tumbonas juntos.
–Es primera vez que voy a pasar la noche
así a la intemperie bajo las estrellas.
–Yo lo hacía cuando era pequeña y vivía en
mi pueblo, me levantaba de madrugada y salía al jardin y ahí me quedaba.
–También va a ser la primera vez que hago
el amor en la playa.
María Corina lo vio, él volteó y se vieron
a los ojos.
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