Estábamos en mi cuarto, era pequeño con una cama individual, un armario, una lámpara de techo larga y delgada y una mesita de noche.
Estaba todo oscuro y estaba siendo
penetrado en la posición de misionero por un hombre vestido de negro y no le
veía la cara, no hablaba, no se escuchaba ni su respiración. De repente se
enciende la luz. Había entrado una mujer.
–Ya está la cena, Humberto los llama.
–¿Tú no puedes llamar a la puerta,
estamos ocupados tirando? –Le dijo el hombre , yo no le escuchaba la voz pero sé
que le dijo eso a la mujer. El hombre que estaba encima de mi, se baja y guarda
su pene por el cierre, yo me visto y salimos.
Abajo estaban los gemelos, Caín y Abel se
vaían distintos, al lado de ellos un muchacho, era el hermano de la mujer que
nos buscó.
–Buen provecho mi amor. –Le dijo la
mujer a Humbreto dándole un beso en la boca, cuando se estira le veo en el
cuello una gargantilla, al fijarme con más detenimiento, no era tal, era una
cicatriz que rodeaba todo el cuello y estaba sangrando. El hermano de esta
mujer tenía la ropa quemada y parte de la piel.
Los gemelos al vernos no nos saludaron,
Abel le preguntó a su papá que quienes éramos.
–Ellos son novios hijo, están en casa
porque los persigue la policía, han matado a una decena de personas y yo los
estoy escondiendo.
–Y si nos meten presos a todos por
esconder a unos delicuentes. Yo no voy a vivir con unos matones.
–No tienes porque vivir. –El hombre de
negro sacó un arma y le dio un tiro certero en la frente a Abel, Caín se agachó
para ayudar a su hermano que estaba muerto.
–Siéntense y vamos a cenar. Que bueno
que aún conservas el escapulario con la Virgen.
Me desperté sobresaltado y sudando. Vi
alrededor y estaba en el cuarto de huéspedes en casa de Humberto. Tenía el
pecho mojado. Me levanté y abrí una botella de ron y me bebí un cuarto de
botella y me metí a duchar.
Dejé a los gemelos en casa de unos
compañeros de clases, iban a pasar el día en un club, así que me fui a
comprarles un regalo. Me provocó.
Para evitarme el gentío me fui al centro
comercial Santa Fe. Eran casi las 11 de la mañana y había gente por ahí, un par
de personas se me quedaron viendo, uno de ellos me miraba mientras iba al baño,
decidí seguirlo.
Cuando entro el tipo está en el
urinario con el guevo afuera jalándoselo, lo tenía casi parado.
–Mámalo. -me dice en voz baja, me fijo
que hay un tipo en la poceta y me dice que no importa, le agarró el guevo, luego
me agacho y me lo meto en la boca, apenas escasos segundos de estar mamando,
sale el de la poceta.
–Listo, otro pajarito que cae en la
jaula, llévatelo.
–Pero ya va, ¿qué pasa? ¿dónde me
llevan?.
–A seguridad a esperar que llegue la
policía municipal y te meta preso por maricón.
El corazón lo sentía en la boca, me
metieron en la sala de cámaras donde vigilan todo el centro comercial, ahí
estaban 2 vigilantes más, se quedaron 3 y yo, de repente la puerta se abre de
golpe y un codazo fue a parar al primer vigilante, el otro recibe un disparo en
el pie, el impacto casi ni se escucha, el tipo se desmayó del dolor. Y al tercero
lo apuntan.
–Te quedas quieto y dejas salir a este.
–La voz del hombre era ronca, muy extraña.
–Me agarra por un brazo y me dice que
actue normal. “Normal” yo estaba que me hacía pipí en los pantalones,
nuevamente envuelto en disparos. Salimos por la parte de atrás del área de
servicios, dimos la vuelta y nos montamos en su moto.
Volví a sentir el cuerpo fuerte del
carajo de la otra vez, era Jack. Este tipo me daba morbo. Llegamos hasta Chacaíto.
–Dame las llaves de tu carro y el
ticket luego te lo llevo a tu casa.
Se montó en la moto.
–¿Por qué no das la cara Jack?.
–Sigue metiéndote en problemas y la
próxima no la cuentas. –Arrancó en la moto, el estruendo fue ensordecedor. Me
quedé ahí inmóvil. Todo sucedió tan rápido que no asimilé nada. El cuerpo me
temblaba y literalmente me oriné en los pantalones. Gracias a Dios eran negros.
Me pongo a caminar pensando que iba a
ser, estaba sin carro y algo aturdido. Me fui hacia una entrada del metro
cuando de pronto…
–COÑO CARAJITO ¿CÓMO ESTÁS? -Me agarra
por la cabeza y me despeina. –Que bueno verte.
–Arlindo me caes del cielo, acabo de
tener un incidente desagradable y estoy orinado, me meé en los pantalones, ¿me
puedes llevar a tu casa? –Luego me acordé donde vivía y quería recoger las
palabras.
–Claro que sí, en mi casa te cambias,
te lavamos eso y lo secamos.
Me echó el cuento que consiguió trabajo
en la cadena de farmacias del techo azul como asesor en fórmulas magistrales y
otros medicamentos, logró mudarse a un apartamento más decente en La Candelaria
y ahora vive solo, sin el chamito de la limpieza.
–Lo mandé pal carajo por puto, me lo conseguí varias veces con tipos metidos
en mi cama que se lo estaban cogiendo.
–Y por supuesto le caiste a golpes.
–No, bueno sí, una vez, 2 veces de la
arrechera, a la tercera vez que me lo hizo luego de pedirme perdón que no lo
botara, respiré hondo y le tire sus mierdas por la ventana y lo saque del
apartamento. Luego de eso me mudé gracias a este nuevo trabajo y a los ahorros
que tenía.
Llegamos al apartamento y la verdad que
era otra cosa, del cielo a la tierra.
–Quítate la ropa ahí donde está la
lavadora.
Me fui a la cocina y comencé a quitarme
los zapatos y el pantalón, cuando me quedé desnudo de la cintura para abajo,
siento un chorro caliente que cae por mis nalgas.
–Estas orinado y ahora te orino yo. -Se
descargó en mis nalgas y sentía el calor del líquido tocar mi culo.
–Ponme el condón. –Me entregó una caja
que decía XL, saqué uno del empaque. Colocarle el condón fue una obra de ingeniería.
Me tocó estirarlo para que entrara aquella punta trasera, luego le coloqué
lubricante y me alzó para montarme en la lavadora, se montó en un taburete
pequeño que tenía ahí, yo abrí las piernas y ese hombre entró en mi como una
topa de metro, con cada empujón se abría paso hasta que entró el muchacho. Luego,
no sabía si la lavadora estaba funcionando o era él embistiéndome. El hombre me
tomó de los hombros y me sacó de ahí, con el guevo aún metido me llevó a la
mesa del comedor y volvió a sacudirme como un trapo. Sacaba todo el guevo, me
miraba el culo y lo volvía a meter.
Metío un par de dedos, que valga decir,
sus dedos parecen un pene promedio, y con esos 2 adentro metió su animal, luego
con 4 dedos, 2 de cada mano me abría más el culo –como si ya no fuera suficiente– y volvía a meterlo.
Volvió a alzarme y ahí parado me
lanzaba hacia arriba y aquel guevo entrando y saliendo. Era impresionante ver la
fuerza que tenía este tipo. Me tumbó en el sofá y me puso en 4, ahí se me
fueron los tiempos, volvió a meterlo completo y yo sentía que la próstata me
iba a salir por las narices, yo estaba apunto de venirme, se lo dije y me
volteó y se sacó el condón.
No hubo espacio entre pecho y cara que
no me cayera leche de él y mía. Yo parecía una vela derretida.
–Me manchaste el sofá de semen y
meadas, voy a tener que botarlo carajito, jejeje. -Me cargó y así frente a
frente me llevó al baño, en el corto trayecto me besaba en la boca. Besa divino
el mastodonte.
Luego de ducharnos me preparó un
almuerzo rápido y nos sentamos en el comedor mientras la ropa se lavaba y luego
iba a la secadora
–¿Y estás saliendo con alguien?
–Bueno, bajé la aplicación esta, Grindr
y conocí un tipo como de mi edad, nada serio, pero nos hemos visto un par de
veces, las mismas que hemos tirado.
–A que bien ¿y tienes foto? –Le
pregunté.
–Si claro, lo tengo en el WhatsApp.
–No puedo contigo que tienes Grindr
jejeje, a ver. –Al ver la foto quedé petrificado.
–Se llama Humberto, es divorciado tiene
dos chamos, gemelos.
–Si, si, ya sé quien es, vivo con él. –Me
entró como un calor en el cuerpo, no puedo decir que era arrechera, pero me
incomodaba que gente ajena invadiera el espacio de confort que había creado
alrededor de mi.
–Coño carajito entonces eras tú, el me
habló de ti sin darme nombre que le das clases a sus chamos y vives con ellos
mientras están de vacaciones.
–Si…en eso estoy. ¿Y quien se coge a
quien? Porque Humberto es activo y tú también.
–Bueno, te voy a confesar, él me lo
metió las dos veces, cuando me vio el guevo, me dijo que ni de vaina se iba a
meter eso.
–No es para menos, tú tienes lo tuyo.
¿Y va en serio lo de ustedes? –ya me estaba entrando la cuaima.
–Yo creo que sí, tenemos cosas en
común.
–¿Ya debe estar la secadora lista ¿no?
Me tengo que ir.
–Déjame ver.
10 minutos después me estaba vistiendo.
–No le vayas a decir a Humberto que tú
y yo…
–No claro, claro, como le voy a decir
si lo de ustedes van en serio.
–No me contaste lo que te pasó.
–Otro día Arlindo, pero a grandes
rasgos me pillaron mamando guevo en un baño pero logré escaparme de los
vigilantes. Nos vemos.
Salí de ahí molesto, eso sí cogido pero
sin regalo para los gemelos. Me fui a beber.
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