El automercado estaba lleno de gente. De las 12 cajas que habían, funcionaban 8 y cada caja tenía una larga fila de personas. Habían llegado varios productos que actualmente escasean y ese día me tocaba por el terminal de mi cédula.
Cuando ya estoy en una de las cajas
esperando mi turno para pagar, veo a Eduardo, mi excompañero del colegio
acompañado de un tipo negro.
–¿Qué haces aquí? Digo, en este
automercado.
–Bachaqueando, hay que rebuscarse –Así
me lo dijo delante de todo el mundo. -Siguió por el pasillo y a los segundos,
se oyen unos gritos.
–TRANQUILOS, TRANQUILOS QUE SI COOPERAN
NADIE VA A SALIR HERIDO. –Tenía a una mujer tomada del pelo, ella intentó
soltarse y Eduardo le disparó en la cabeza.
–¿Alguien más se quiere ir con ella?
Sometieron a los vigilantes y el negro
empezó a quitarle a la gente los productos y por supuesto el dinero. Cuando me
vio me dijo: –Lárgate con eso ya. –Vi a la gente y una muchacha que me parecía
conocida me susurró: –Haz lo que te dice, vete. Tenía en el cuello una
ciscatriz que le daba la vuelta.
Cuando ya estaba cerca de la salida,
uno de los clientes trata de huir y se oye un grito –SERGIO, SERGIO NOOOO. –Yo
me freno y los disparos alcanzan al muchacho y a uno de los vidrios de la entrada
haciendo un ruido espantoso mezclado con el grito de la multitud. El tal Sergio
camina unos pasos pero se tambalea y cae sobre mi, aunque me golpea lo dejo
caer.
Me despierto de nuevo sudando y mi
cuerpo de nuevo me pide alcohol.
Hoy iba a ser la primera vez desde que
los conozco que Caín y Abel no iban a estar juntos. Caín se iba a casa de su
mejor amigo –A Abel le cae fatal– y lo buscaríamos más tarde.
Abel me había propuesto ir a un lugar.
–Vamos a tu casa, cuadramos a alguien
por Grindr y me cogen los dos. Anda, anda, yo quiero hacerlo contigo.
–Tú estás loquito chico.
–Pero si ya lo hemos hecho, ¿qué te
cuesta?
Llegamos a mi aparatamento, apenas
entramos se conectó a la aplicación a ver quien estaba cerca.
–Mira, este tipo esta cerquita de aquí,
¿te gusta? Es activo.
Me dio su celular y al verlo supe que
era el vecino del piso 1. Divorciado y vive con la mamá.
–Dile que venga, está aquí en el
edificio.
A los 15 minutos el hombre tocó el
timbre de mi apartamento. Se sorprendió al verme pues no se acordaba que yo
vivía en ese apartamento.
–Pero tú no eres el de la foto.
–No, es mi sobrino, entra te lo
presento. –Cuando el hombre vio a Abel
se emocionó pero también se asustó.
–Pero este carajito es menor de edad.
–Tranquilo, que no va a pasar nada, ambos
queremos estar contigo.
–Pero es que…-Decía eso y se le estaba
parando el guevo, Abel se le acercó. –No te voy a denunciar. –Se agachó y le
bajó el cierre sacándole el guevo para mamárselo.
–Disfrútalo, ese sabe lo que hace. -Le
dije y me acerqué para besarlo, me saqué el guevo y mientras nos besábamos Abel
se deleitaba con nuestros vergas paradas.
–Te lo coges primero mientras a mi me
lo mama, luego me lo cojo yo.
–Me da miedo, es un carajito, ¿de
verdad es tu sobrino?
–NO, le doy clases a él y a su hermano
que son gemelos y lo he hecho con los dos varias veces, ponte el condón.
El vecino se puso el condón mientras
Abel se embadurnaba el culo de lubricante, comenzó a mamarme el guevo mientras
sentía como lo penetraban. Gemía con mi guevo en la boca, algo que me excitaba
mucho, el hombre le abría las nalgas y luego las aprisionaba. –Dale nalgadas
que eso le gusta. –le dije. Abel se puso como un demonio, empezó a mover esas
caderas como loco y se metía solo el guevo del carajo.
Cambiamos y ahora Abel se lo mamaba al
vecino mientras yo me cogía de nuevo ese culito lampiño, blanquito y cerradito.
Ahora no gemía pegaba griticos. Las dimensiones eran otras y aunque ya se lo
había metido siempre duele.
–Estoy que me vengo. -Dijo el vecino.
–Ya va, todavía no, deja de mamárselo.
Hablé con Abel a ver si estaba
dispuesto a que lo penetráramos los dos a la vez.
–Verga, nunca lo he hecho, pero vamos a
darle.
El vecino se puso oro condón, yo me
acosté en la cama y Abel se colocó sobre mí. –Ve metiéndotelo, cuando lo veas
adentro, te montas tú y se lo metes. Eché hacia delante a Abel para levantarle
el culo y que el otro pudiera meterlo. Para facilitarle la cosa, me movía para
que se abriera más el culo. Poco a poco fue metiéndolo, Abel le dolía un poco
pero no se quejó, pero cuando entró un poco más nos detuvo.
–Para, para, para que me duele.
–No, no aguanta, coño, dale, sigue
metiéndolo.
–No, no me duele.
–ABEL AGUANTA. Termina de meterlo, un
solo dolor.
Lo metió todo y Abel gritó y le tapé la
boca mientras el tipo estaba moviéndose, yo hacía lo mismo hasta que Abel se
relajó y comenzó a disfrutar su doble penetración. A los pocos minutos retira
su guevo y se saca el condón y acaba en el culo de Abel, yo hago lo mismo y
también le suelto todo ahí mismo y sin condón se lo vuelvo a meter con el
mezclote de semen. El vecino se queda viendo como me lo cojo sin condón y aquel
lechero provocando un sonido de esos cuando hay líquido entre el roce de piel
con piel.
El vecino me pide el baño para lavarse
el guevo y yo me meto en la ducha con Abel para bañarnos juntos. Comenzamos a
besarnos y el guevo se me para de nuevo. El vecino veía a través del vidrio que
ya se estaba empañando, pero cuando Abel se agachó para mamarlo, el hombre
abrió la puerta para vernos. Abel le dice que entre y comienza de nuevo a mamar
dos guevos. Al rato el vecino vuelve a tener el guevo parado y esta vez le
acabamos en la cara al muchacho.
Ya vestido para irse, pregunta. –¿Y no
podemos repetir con tu hermano?
–El es activo.
-No importa yo me dejo coger.
–Hay que cuadrarlo, pero lo haremos.
-Le dije.
Para hacer tiempo le dije a Abel para
ir a Altamira y tomarnos un café. Cuando estamos por detrás del Centro Plaza le
digo a Abel que me espere que voy a la fuente de soda a comprar unos chicles.
Cuando casi estoy pagando mientras que
hablo con el de la caja, volteo hacia Abel que forcejea con un motorizado que
intenta quitarle el celular y se lo quita luego de darle un empujón y en eso se
escucha un disparo y Abel cae al piso. Yo dejo cartera, chicles y todo en el
mostrador y salgo corriendo, en eso aparece una moto a toda velocidad y unos
metros más allá se escuchan 3 disparos, levanto la mirada y el motorizado está
tirado en el asfalto.
–No me dejes morir François, no me dejes
morir.
–No te vas a morir carajito, mírame,
MÍRAME, estás conmigo. –Cuando saco mi celular para llamar a una ambulancia
tengo un mensaje.
–<La ambulancia está camino, el
malandro muerto, tranquilo que estoy cerca de ustedes>
Comencé a temblar del miedo, cada vez
que Jack aparecía me entraba escalofríos. Esta vez llegó tarde.
El disparo fue en el hombro y le tenía
aprisionada la herida con mi franela. Abel ya no respondía, había cerrado los
ojos. Yo sólo gritaba su nombre sacudiéndolo.
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