Extraña homofobia.
Victor estuvo todo el día escribiendo y llamando al número de Eduardo
pero este no respondía. Luego de salir de su trabajo iría a su apartamento ya
que quedaba relativamente cerca de la peluquería.
–Mira, aprovechando que ya no hay nadie, ayer me acerqué a la peluquería
donde trabaja Victor. -Eduardo le contaba a Rodolfo, su compañero de trabajo.
–¿Quién es Victor?
–Coño vale el chamo que me gusta, la loquita.
–Ah, aja, ya empezamos…¿y qué pasó? ¿Ya te enamoraste y no sabes que
hacer?
–Noooo, verga pero deja la agresividad vale. Ayer entré a la
peluquería para saludarlo y bueno aprovechar y cortarme el pelo, el carajito le
contó a toda la peluquería quien era yo y lo que hicimos. Ese poco ‘e locas me
cayeron encima a preguntarme vainas, habían hasta tranfor.
–Transgénero Eduardo, tú no pareces gay, pareces un hombre hétero
machista homofóbico.
–Ay bueno, el caso es que todos averiguando vainas, me fui a lavar el
pelo y hasta la mujer que lava pelo me dijo cosas y llegó Victor y me dio un
beso en la boca delante de todo el mundo.
–¿Y? Me parece lindo eso, ese niño no le importa el que dirán.
–Coño mijo había gente ahí, además yo no soy novio de él para que me
esté besando.
–¿A ti que te molesta? ¿Que te hayan visto con el poco e’ locas o que
te haya besado?
–Todo, no me gusta esa mariquera.
–Eres un gay más raro. Eres gay homófobo, que asco. Te recomiendo que
te tires a todos los que quieras y ya no te empates o te vayas a una secta de
esas cristianas que te quiten la homosexualidad y seas un hombrecito.
–¿Eso será cierto?
–¡Ay no! No puedo contigo, me voy a acomodar la vitrina porque te voy
a caer a cachetadas.
A las 7 de la noche Eduardo se fue a su casa, pero antes había
cuadrado a un muchachito para tener sexo esa noche. Se encontrarían en el
edificio y subir juntos.
El muchacho era como le gustan a Eduardo; delgado, blanco y lampiño.
Era de su tamaño y de 22 años.
–Te ves más gigante en persona, no pensé que eras tan musculoso.
–En mi perfil lo dice, no sé porque te extraña.
–No bueno, es que das como miedo.
–Avísame si quieres tirar o no, te advertí que me gusta el sexo
salvaje.
–Si, si, yo quiero.
Se montaron en el ascensor y Eduardo lo arrinconó dándole un beso
metiéndole la lengua mientras su mano le apretaba con fuerzas las nalgas. Con
la otra mano agarró la del muchacho para que este tocara el bulto que se sentía
sobre el bluyín.
–Eso que tocas ahí te lo voy a clavar durísimo.
Entraron al apartamento.
–Cógeme de una vez anda, méteme esa verga.
–Ya va papito, vamos a ducharnos primero, quiero que tengas ese culo
limpiecito.
Entraron a la ducha y Eduardo tomó el jabón, le metía la mano entre
las nalgas e introducía los dedos en su ano. El muchacho cogía el pene de
Eduardo y lo masturbaba.
4 dedos metió Eduardo mientras el muchacho reflejaba dolor en su
rostro pero no se quejaba. Cerró las llaves de la ducha y lo sacó del baño
cargado y lo tiró mojado en la cama mientras buscaba un condón.
–Levanta las piernas que voy a cogerte. -Mientras comenzaba a
penetrarlo miraba su rostro y veía a Victor. Cerró los ojos y empujó para
terminar de meterlo completo, lo que hizo que el muchacho se retorciera del
dolor. Le cogió las piernas y comenzó a moverse rápido. El muchacho gemía de
dolor pero Eduardo le tapaba la boca.
Trataba de decirle algo a Eduardo.
–Shhhhh calladito, aguanta que ahora es que falta. -Empujaba más duro.
Sonó el timbre.
Eduardo no hizo caso al timbre y siguió, el muchacho tenía la cara
roja. –Aguanta, aguanta. –Volvió a sonar el timbre.
–¡Mierda! ¡Que ladilla! –Se levantó de la cama y sin quitarse el
condón buscó una toalla y se la puso en la cintura para ir a abrir.
Sin ver por el ojo mágico abrió de una vez la puerta.
–Hola.
–¿Qué haces aquí?
–Quería hablar contigo, no me respondes los mensajes ni las llamadas.
–Estoy ocupado, tengo visita.
–¿Y los recibes en toalla?
–Estoy tirando y me interrumpiste.
–¿le puedes decir que se vaya y hablamos?
Eduardo se le quedó viendo a Victor por uno segundos y se devolvió al
cuarto.
–¡Vístete y te vas!
–¿Pero no vamos a seguir tirando?
–¡No! ¡Vístete! Te tienes que ir, tengo visita
El muchacho comenzó a vestirse. –¿Nos vemos otro día?
–No creo papá apúrate.
Terminó de vestirse y salió hacia la sala. Eduardo le abrió la puerta.
–Hola.
–Hola ¿qué tal? –El muchacho bajó la mirada y se fue.
–¿Lo conoces?
–Si, vive por aquí y es cliente de la peluquería, va con el papá.
–Bueno, ya estamos solos, ¿qué quieres?
–Pedirnos disculpas.
–¿Cómo es la vaina?
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