Recién muerto es mejor.
Carmelo llegó a la funeraria del cementerio y se fue
directo al salón donde estaban los familiares de Sebastián. Al ver la urna
sintió como iba teniendo una erección, se acercó a la urna y puso una mano en
el vidrio y se sonrió. –Ahora sí vas a hacer mío, no estuve cuando
entraste a la morgue pero ahora estás aquí.
A lo lejos, un muchacho observaba a Carmelo, al
acercarse notó que tenía una erección y su mano en la entrepierna.
–Disculpa, ¿estás
bien? ¿te sientes bien?
–Si, si…
–¿Lo conocías?
–Sí…Sebastián y yo
tuvimos algo hace tiempo.
–¿Fueron novios?
–No…no, tuvimos sexo
2 o 3 veces. Lo extrañaba pero ahora está aquí, ya lo tengo cerca.
–¿Perdón? ¿Cómo te
llamas?
–Carmelo.
En eso, al muchacho
lo llaman para resolver algo del funeral y Carmelo vuelve a quedarse solo. Hace
una llamada y vuelve a quedarse viendo a Sebastián.
Al rato sale un
momento del salón y recibe una llamada.
–<<Aló, Hola
Bertha, cómo estás?>>
–<<Bien, te
llamaba para reunirnos pues no me fui de viaje, te cuento en persona y así
resolvemos lo que me pediste>>
–<<Ok, puedes
el jueves en mi casa a las 10 de la mañana>>
–<<Ahí estaré,
un beso>>.
Carmelo fue un
momento a la morgue y regresó al cementerio. Se reunió con uno de los obreros y
vigilante para cuadrar una visita.
–Toma este dinero, es
bastante yo vendré de madrugada para que me abras la puerta y pueda entrar, me
voy a la parcela y lo desentierro yo me encargo del resto.
–¿Y usté que va a
hacer con el cuerpo? ¿se lo va a llevar?
Sacó otra paca de
dinero. –Eso no es problema tuyo, haz lo que te digo para eso te pago.
A lo lejos el
muchacho que se acercó antes a la urna volvía a ver a Carmelo.
Cerca de la fosa,
veía como bajaba la urna, Carmelo no disimulaba la erección que tenía y era
evidente para el público presente, la mujer que tenía al lado era la madre de
Sebastían que lo vio de arriba abajo.
–Disculpe, ¿usted
quien es?.
–Conocí a Sebastián,
salíamos, no éramos novios pero tuvimos sexo un par de veces y lo extraño.
–¡Santo Cristo! Mi
hijo no era gay, usted debe estar confundido. Usted es un enfermo.
–No señora, Ese
hombre que está ahí en la urna es Sebastián.
–Con su permiso. –La
mujer se fue caminando rápido hasta que se alejó.
Se fue a trabajar
hasta muy tarde en la noche para salir de la morgue directo al cementerio.
Llegó a la entrada y
el vigilante al que le había pagado le abrió el portón. Gracias a que la
entrada era en bajada, Carmelo apagó el vehículo y lo dejó rodar, lo estacionó
en lugar bastante oscuro para que no se viera a simple vista, sacó un pico y
una pala de la maleta.
–¿Sabe dónde está la
parcela?
–Si, yo me acuerdo.
Yo sé donde está Sebastian.
–Bueno, yo lo
acompaño hasta allá y lo dejo ahí.
Llegaron a la
parcela, todavía olía a tierra removida y Carmelo cerró los ojos y levantó la mirada
hacia el cielo. –Falta poco mi amor para hacerte mío.
–¿Qué? No lo escucho
señor, ¿qué dijo?
–Déjame solo, yo me
encargo.
–Cualquier cosa me
avisa a mi celular.
Lo primero que hizo
Carmelo fue quitarse el pantalón y quedarse en interiores. Tenía una mancha de
humedad producto de la excitación.
–Cogió la pala y la
metió con fuerza en la tierra y empezó a excavar. Una y otra vez metía y sacaba
la pala, estaba sudando, su cuepo mojado mezclado con tierra. El corazón se le
iba a salir del pecho, bombeaba con fuerza, su pene erecto luchaba por salir
del interior.
No paraba de sacar
tierra, su objetivo lo tenía claro, llegar al cuerpo de Sebastián. Llegó al
concreto. El pico lo tenía al lado, lo tomó y comenzó a aflojar la losa de
concreto que, aunque seguía algo fresco el cemento, ya no estaba tan flojo.
Movió la losa de
concreto y haciendo fuerza la levantó apoyándola a un lado de la fosa. Ya tenía
la urna al descubierto, una amplia sonrisa apareció en su rostro. Su
respiración estaba agitada por el esfuerzo pero sus ganas de estar con
Sebastián eran más fuertes que cualquier cansancio.
Abrió la urna y ahí
estaba, la persona con la que siempre quiso tener sexo, penetrarlo ahora, lo
podría hacer en total libertad. Tomó el cuerpo, desbrochó el pantalón y le dio
la vuelta, estaba rígido e hinchado. Le bajó el pantalón, él se bajó el
interior, de su pene colgaba un hilo de líquido cristalino, su nivel de
excitación era alto y lubricaba sin parar.
Se agachó y se acostó
sobre el cuerpo acomodando su pene para que entrara. Lo penetró. Gruñía,
gritaba y hablaba solo, su piel se erizaba y se cubría de sudor mientras seguía
moviendo sus caderas de arriba a abajo. Eyaculó. Derramó todo su semen dentro
de aquel cuerpo inerte. Se estremeció y retiró con dificultad su pene.
Se levantó, pasó su
brazo por su frente para quitarse el sudor. Se volvió a colocar el interior,
lanzó hacia arriba la pala y el pico. Cerró la urna y volvió a poner la losa de
concreto. –Adios papá, no sabes como disfruté.
Trepó la fosa con una
agilidad sorprendente y salió de ahí para comenzar a echar de nuevo la tierra,
pero afuera había alguien.
–¿¡Qué hace usted
ahí!?
Carmelo volteó y se lequedó
viendo.
–Me caí en el hueco.
-Seguía jadeando.
–No se mueva de ahí,
voy a llamar a la policía. –El vigilante bajó la mirada y Carmelo cogió la pala
y le dio con todas sus fuerzas por la cabeza.
–AAAAAAAJJH –Cayó en
el suelo, el cuerpo del vigilante se agitaba, movía los brazos y piernas
descontroladamente. Carmelo lo observaba respirando con dificultad, el hombre
poco a poco se movia menos hasta que sus brazos cayeron el suelo.
Se acercó al cuerpo y
le tomó el pulso. No tenía.
Se levantó, respiró
profundo. –El cuerpo está caliente y suave.
Se quitó el interior.
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