Madrugada de un domingo cuya
celebración había comenzado unas horas antes de la medianoche del sábado. Todo
apuntaba que sería una noche para el recuerdo. Estaba decidido a pasarla bien
luego de haber sobrellevado unos meses algo difíciles.
La noche comenzó con una espera de poco
más de una hora en una conocida plaza cercana al sitio seleccionado para
festejar. Mi acompañante de celebración se había retrasado más de lo esperado;
sin embargo yo estaba decidido que esa noche nada podría estropear mi velada.
Durante mi espera y en los cortos y
lentos paseos que di por el concurrido lugar, me percaté de lo abierto que se
ha vuelto el sitio para la movida de ambiente en la ciudad. No sé si era el
día, la hora, la poco frecuencia conque visito el mismo (o una combinación de
la tres anteriores); pero estar allí en ese momento y con el tiempo suficiente
para observar con detalle lo que ocurría a mi alrededor, me hizo rememorar
alguna escena pasada en cualquier país fuera de este continente (sin caer en
comparaciones exageradas y sabiendo que aún nos falta mucho por madurar como
sociedad). Incluso reconocí a lo lejos uno que otro tuitero con quienes he
intercambiado un par de tuits.
9:30 pm. Llegada de mi acompañante de
celebración, mi fiel amigo en estas lides desde hace casi 10 años, cuando yo ni
siquiera pensaba en adoptar a Caracas como ciudad para trabajar e intentar
sobrevivir. Recuerdo mis inicios, mis viajes relámpagos a fiestas temáticas en
las discos de moda, porque eso en el interior del país no era nada
convencional. En esa época -con unos cuantos años menos y la libertad que
siempre me ha caracterizado- no era raro que yo estuviese por acá en alguna
fecha especial compartiendo en cualquier fiesta, algo que la vida nocturna en
el otro estado del interior me estaba esquivando.
Mis ojos brillaban (de alguna manera sé
que lo hacían). No sé si por la emoción de verle llegar luego de tanto
deambular, o solo por el hecho de que era una noche que tenía semanas esperando
llegase.
Comienzo de la noche. El lugar estaba a
medio llenar (típico de la hora), seleccionamos mesa para disfrutar del show
que más tarde estaría por comenzar, al mismo tiempo que la bebida alcohólica de
costumbre (en ese y cualquier otro sitio) que nos hiciera más agradable el
momento. Palabras más, palabras menos, cuentos, chistes, comentarios sobre la
gente alrededor iban y venían. Dos típicos amigos solteros en una noche de
diversión. Pasada la medianoche comienza oficialmente mi celebración. Algunas
llamadas telefónicas me hicieron salir una que otra vez del recinto dada la
música de fondo que no me permitía escuchar con claridad las palabras de
felicitaciones que a la hora comenzaba a recibir. Mi interacción en una de las
redes sociales en ese momento aumentó, pero no sin restarle importancia a quien
tenía a mi lado. Al cabo de un momento escucho las palabras: "-
¡Felicitaciones! No me había percatado que ya eran más de las 12".
Por supuesto que estas palabras vinieron
acompañadas de un efusivo abrazo. La celebración continuaba al tiempo que
seguíamos disfrutando del espectáculo musical propio del lugar. Yo estaba
decidido a que este año la celebración sería inolvidable. ¡Y vaya que lo fue!
Tragos iban y venían hasta que los efectos de la botella de aquel licor
compartido solamente entre dos personas, comenzaban a hacerse notar. Para la
hora (3:30 am) yo no tenía ni idea de lo que nos faltaba por vivir. La noche
aún era joven. Llega el show final y con él, el momento de pagar la cuenta
y retirarnos a otro sitio para continuar la celebración (con o sin ella, esa
era la modalidad acostumbrada).
Primer momento inolvidable de la noche.
Él esboza un: "¡Ay chamo, ahora sí me va a dar!" Yo pregunto:
"¿Qué paso?". Me responde con un: "¡Dejé la cartera en la
casa"! Por un momento pensé "me está jodiendo"; pero no,
aquellas palabras habían sido totalmente sinceras.
Yo, lejos de preocuparme comienzo a
reír. Asombrado me reprocha mi actitud. Le respondo que yo estaba decidido desde
temprano a pasarla bien y que nada estropearía mi noche. Por razones que no
valen la pena entrar en detalles, previamente habíamos acordado que él
realizaría el pago. Y como inicialmente yo había cancelado las dos entradas al
lugar; no había manera de que él se percatase de la falta de su documentación.
Resuelto el problema del pago bajo un acuerdo entre ambas partes de cancelación
posterior, dejamos el lugar con planes de seguir la fiesta en el otro lugar
cercano. Con algo de efectivo que aún cargábamos tomamos un taxi al sitio.
Desde afuera del local la rumba prometía, la música y la algarabía de la gente
así nos lo hacía presumir.
Segundo momento inolvidable de la noche.
Para entrar al sitio era obligatorio portar cédula de identidad. Vale recordar
que mi ya no tan "estimado amigo" (en ese momento) no cargaba ningún
tipo de documentación y yo había dejado mi documento de identidad en el local
anterior como parte de garantía del pago posterior. Mi mentalidad positiva de
"nada va a arruinar mi celebración esta noche" comenzaba a
desvanecerse con las últimas horas de la madrugada. A esas alturas yo no podía
creer que eso me estuviera sucediendo. Si bien quería que mi cumpleaños fuese
inolvidable, nunca estuvo en mis planes que fuese de esa manera.
A todas estas, comenzaba a exasperarme.
Por más que intentaba mediar con el portero para lograr entrar, por más que mi
amigo me dictaba instrucciones a lo lejos de ofrecerle dinero a este último
para que nos dejara pasar (sin éxito alguno), por más que intentara el comodín
de "contactar a un amigo" a ver si tenía influencias en el lugar y
nos permitieran el acceso, nada resultaba como quería.
Durante ese ir y venir, salió a fumar
fuera de la discoteca un conocido de mi amigo. Al verlo se emociona y se acerca
a saludarlo. Le comenta brevemente de nuestra situación pero éste le responde
que lamentablemente sin documento de identidad no podemos entrar. Las reglas
son reglas al fin y al cabo.
Mi amigo sugiere irnos a otro sitio
donde según él, no nos pedirían documento de identidad y podríamos entrar sin
problemas. Yo -resignado pero irritado al mismo tiempo, y a manera de castigo-
decido que voy a esperar hasta amanecer afuera del local. Total, una hora
pasaría rápido. Surge una pequeña discusión entre los dos. Él, que agarráramos
otro rumbo. Yo, que no. Me siento en las escaleras como indicándole "aquí
me quedo". Se me sienta a un lado y me comenta: "¡Qué
arrechera! El amor de mi vida está a metros de separación y nosotros dos aquí
afuera! Justo hoy que estaba dispuesto a declararle mi amor". (Sí, pues.
Como si él -cual adivino- supiese que se lo toparía en el lugar. Bueno,
realmente no era necesario serlo, pues cada vez que visitamos el sitio, el
personaje en cuestión estaba allí). Con una mirada de sutil odio, le replico:
"¡(Imbécil), el amor de mi vida está a miles de kilómetros de acá, así que
cállate y no te quejes. Al menos lo puedes volver a ver en otra oportunidad,
pues por lo visto se la pasa metido en este local!".
Como la música que emanaba del local me
hacía avivar mi ira (mis canciones favoritas estaban sonando), decido no seguir
esperando pues los ánimos comenzarían a caldearse pronto. Acordamos caminar un
rato (algo un poco riesgoso por la hora) pero que en el momento mi mente ya no
procesaba. Recorremos algunos metros de aquella avenida hasta que una mata de
palma me incitó a utilizarla como baño. Acto seguido y otros metros más allá mi
compañero me imita, con la diferencia que yo no estoy tan alejado y con su
mirada pícara me invita a acercarme. Toma mi mano y la lleva a su miembro. A lo
lejos la luz de un auto nos advierte de lo transitado de la zona a esa hora.
Era la policía, que pasa lentamente realizando sus patrullajes acostumbrados.
Rápidamente suelta mi mano y simula una llamada telefónica mientras con la otra
se sube la cremallera del pantalón.
Nada sucede y seguimos caminando. Queda
la policía y el bullicio de la gente, atrás. Ya su cara no era para mí la de mi
"amigo" sino la de otro hombre más. Nuevamente se acerca a una de las
palmeras decidido a continuar lo que había sido interrumpido minutos antes. No
fueron necesarias las instrucciones, su mirada lo decía todo. Comienzo a
complacerlo pero de repente me detengo para preguntarle con cierto sarcasmo y
sonriendo por dentro: "¿y qué pasó con el amor de tu vida que estaba a
metros de ti?". Admito que a pesar de estar ebrio, hay características de
mi personalidad que nunca dejan de aflorar, quizás sea uno más de mis defectos
pero en ese momento no pude evitar decirlo, quizás como parte de mi frustración
por la celebración truncada. Lo cierto es que recibí como respuesta un:
¡cállate y sigue mamando!". Aquellas palabras en tono autoritario
terminaron de encenderme; pero lejos de la ira, era más en un sentido de
sumición. Continué mi faena hasta que las luces de otro carro y la bulla de la
gente a lo lejos saliendo del lugar me hicieron parar.
Continuamos caminando y cada paso que
dábamos (como si supiera lo que iba a ocurrir) me hacía sentir miedo de quien
llevaba al lado; ya no era mi amigo, ahora se había transformado, como dije, en
un hombre más. Sin darme cuenta, en una de esas movidas comienza a besarme y a
acariciarme. Su mano baja lentamente por mi espalda y se topa con mi pantalón,
me baja la cremallera y se acomoda rápidamente de manera que pudo dejar
escurrir su lengua por mi ano. La mezcla de adrenalina y excitación del momento
me impedían resistirme. Al cabo de un rato subimos las escaleras de entrada
hacia un muro alto de uno de los edificios de la zona, me siento en uno de los bordes
del muro y se me planta enfrente al tiempo que dice: "¡continúa! Lo sigo
complaciendo aunque con cierto recelo.
Miramos a nuestro alrededor, no se
percibe gente y la madrugada aún tiene unos minutos para regalarnos. Se agacha
y se sienta a un lado, luego me acomoda y me hace sentar entre sus piernas, y
me aprisiona con ellas. Le digo: "tuviste tu oportunidad y la
desperdiciaste" (esto en referencia a una salida hacía como un mes atrás,
donde compartimos cama por segunda vez (en 10 años) y nada 'profundo' llegó a
pasar). Me mira sin darle importancia al comentario y me besa. Su lengua vuelve
a bajar al sitio donde anteriormente comenzaba a hacerme explotar de éxtasis.
Un carro de la policía a lo lejos nos hace detener la sesión. Algo nos decía
que a la tercera iba la vencida. Nos arreglamos y continuamos caminando.
Unos 100 metros más adelante me percato
que ya no llevo conmigo mi tlf. El mini-infarto que sufro en el momento me hace
olvidar la ligera dolencia que todavía tengo en mi pie izquierdo. Le comento y
rápidamente me regreso con paso apurado al sitio donde sospechaba que podía
haberlo perdido. Por suerte llego al sitio donde minutos antes me había bajado
el pantalón y allí estaba. Me vuelve el alma al espíritu. Respiro profundo, lo
tomo y continúo mi camino de regreso, él estaba a unos pasos de mí esperándome.
La mañana comenzaba a aparecer junto con más personas en aquel boulevard. Mi
celebración había culminado por el momento.
No obstante, fueron varias sensaciones
distintas en un lapso menor a una hora que sin duda alguna hicieron que esa
madrugada fuese inolvidable. ¿Quién imaginaría que después de casi 10 años de
amistad esto podría ocurrir?
Considero que es necesario aclarar que
la primera vez que compartimos cama fue hace unos cuatro años, en una fiesta de
cumpleaños de un amigo en común. La lejanía del sitio de celebración ameritaba
pernoctar en el lugar. Aquella madrugada hubo un intento de su parte por llevar
la amistad a algo más allá. Sin embargo fui yo quien lo rechazó porque para el
momento tenía su pareja, a quien yo conocía y respetaba y por eso no permití
que algo más allá de la amistad entre los dos, pasara. La segunda vez -hace
poco más de un mes- cuando yo no tenía ningún tipo de inhibición, nada pasó. No
me sentí decepcionado porque creo que en el momento ninguno de los dos estaba
preparado o se lo esperaba.
Dicen que a la tercera va la vencida.
Ésta era la tercera y aunque fue la más intensa de todas las situaciones
anteriores, aún no logro descifrar si fue por la combinación de los elementos de
la noche (celebración, alcohol en exceso, frustración, adrenalina, éxtasis,
soltería, etc.). Y a pesar de que hasta las predicciones astrales apunten que
ésta pudiera ser una relación estable y duradera, no es fácil asimilar verte en
una relación con alguien con quien has compartido salidas, que sabe de tus
gustos, tus andanzas, sentimientos, desengaños y más.
A todas estas, luego de lo sucedido y
de un nuevo encuentro posterior, todo pareció como si esos momentos no hubiesen
existido. Ni un solo comentario de lo acontecido esa madrugada, ni una palabra
de disculpa o de un "quiero que se repita". ¿Efectos del alcohol? No
puedo pretender estar con alguien que solo se sienta motivado cuando hay
alcohol de por medio. ¿Será acaso pena o cohibición cuando estamos sobrios?
Se hace tan extraño y difícil de
entender, que no quiero imaginar cuál pueda ser el próximo capítulo de esta
historia que no termina (porque seguimos siendo amigos sobre todas las cosas)
pues dentro de una semana habrá una nueva salida y quizás con un testigo -al
igual que ya fue testigo a distancia- de parte de lo sucedido aquella noche.
Relato cedido gentilmente por A.L.
Relato cedido gentilmente por A.L.
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