viernes, 23 de octubre de 2015

FINAL DE TEMPORADA Se me antoja quererte #SMAQ


Adriano y Américo.

Alonso llegó de nuevo al apartamento. Amado como pudo le abrió.



–Busca tu cartera y vámonos ya a la clínica. Verga te lo dije, te lo dije que sacaras a ese tipo.
–No me regañes y llévame a la clínica.

Alonso lo llevó.

Luego  de una hora que ya lo habían atendido esperando operación, Alonso volvió a hablar con Amado.



–Mira Amado, cuando salgas de aquí, olvídate de ese tipo. Es un asesino.
–Y no se llama Américo o por lo menos tiene doble identidad, vi su cédula y dice Remigio.
–¿Qué más necesitas para entenderlo?
–Y el tipo es muy agradable y en el sexo me gusta.
–Definitvamente tu tienes 65 años porque lo dice en tu cédula, pero pareces un venteañero hablando estupideces. Yo me voy, hablamos mañana.



Adriano llegó al apartamento de Américo y comenzó a tocar el timbre y la puerta a la vez.

–Abre, abre, abre sé que estás ahí abre.

Américo abrió la puerta.
–¿Qué quieres Adriano?
–¿Cómo qué quiero? Que me expliques porque que me dejaste, terminaste conmigo.
–Ya te expliqué. –Adriano entró al apartamento, estaba casi vacío, muy pocos muebles y sin adornos se veían en la sala.
–¿Te piensas mudar?
–No es tu problema.
–Sí es mi problema, porque he pasado muchas vainas contigo, tenemos un año juntos , me has hecho de todo, mataste a mi mamá y a mi psicóloga, te perdoné, volví contigo y ahora quieres echarme a un lado QUE BOLAS TIENES TÚ.
–Ya no te amo, amo a otra persona que me entiende y comprende.
–¿Quién? ¿Tu Psiquiatra?. Es el único que puede entenderte.

Américo le dio una cachetada con el dorsal de la mano y Adriano le respondió con un beso.

–Vete de mi casa Adriano, estoy ocupado.

–¿Por qué? Estás con él aquí? Salió corriendo al cuarto a verificar y no vio a nadie. Tampoco había nada, solo la cama hecha y lo demás recogido en cajas, una de las cajas estaba abierta  y observó lo que había adentro.

 –ADRIANO SAL DE AHÍ Y VEN A LA SALA



Adriano salió del cuarto.

–Tú no me puedes dejar así como así.
–Adriano, asúmelo, ya no te quiero, estoy con otra persona.
–A Adriano comenzaron a salirle las lágrimas solas.
–No me puedes dejar coño, no me puedes dejar.
–Vete Adriano, vete de mi casa y no me llames más.

Adriano dio tres pasos hacia atrás –No, tú no vas a estar con más nadie –Llevó su mano derecha a su espalda y sacó del pantalón el arma.

–Cuidado, cuidado, y se te escapa una bala, ¿de dónde agarraste mi arma?
–Debiste dispararme todas las veces que me apuntaste y no lo hiciste, pero no creas que hoy será igual.
–Baja el arma, tú no sabes manejar eso, vamos a hablar.
–No, yo no quiero hablar, yo lo que quiero es matarte para que no estés con más nadie.
–Tú no tienes el coraje de disparar, dame el arma



Uno, dos, tres, cuatro, cinco disparos salieron de la pistola mientras Adriano cerraba sus ojos. Américo cayó al suelo y Adriano se le quedó viendo mientras veía como aún se movía con el pecho lleno de sangre. Abrió la puerta y se fue llevando consigo el arma.



Ya en la calle comenzó a caminar sin rumbo y con la mirada hacia ningún lado, la gente le pasaba por los lados sin percatarse de él y que tenía un arma en sus manos.



Américo comenzó a arrastrarse por el piso intentando llegar al teléfono, de los cinco disparos sólo dos lo alcanzaron, pero se estaba desangrando. Llegó al teléfono y marcó el 911 pidiendo una ambulancia

 Al avisar que había recibido unos disparos, junto con la ambulancia llegó la policía. Los trasladaron a la clínica que pidió.



Entró a terapia intensiva pero antes de entubarlo le dijo a la policía quien le había disparado y que el arma era de su propiedad. Había perdido mucha sangre y le indujeron el coma para estabilizarlo.



Adriano entró al metro, ni la gente ni lás cámaras de seguridad detectaron que tenía en sus manos un arma y así llegó hasta el andén, había bastante gente pero no abarrotado.



Se colocó más adelante de las demás personas sin cruzar la raya amarilla. Un señor que estaba relativamente cerca de él lo observaba, le vio el arma y se asustó, el tren ya venía por el túnel. Adriano dejó caer el arma, la voz de los parlantes ahogó el ruido del arma al caer a los rieles, el muchacho se movió un pocó más hacia delante y el tren ya iba a entrar a la estación, otro movimiento más y el señor se le acercó y lo haló.



–¡Ey muchacho! ¿Qué pensabas hacer?

–Suélteme –El tren iba perdiendo velocidad y el señor arrimó a Adriano al centro del andén.

–¿Estás bien? –el joven levantó la mirada para ver al señor.

–¿ADRIANO?.

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