Débora y Rendel.
Solo en el
apartamento, su mamá estaba de viaje, lo acompañaba una botella de anís, tres rayas
de cocaína puestas en una lámina y su pistola. La sala oscura, sólo iluminada
por una lámpara en una esquina. Eran las dos de la mañana.
Bebió un buen
trago de la botella y se aspiró la cocaína de la mesa, guardaría el resto para más
tarde. Esperaba la llamada de uno de sus amigos. Hoy era la noche de su
venganza.
Sonó su
celular.
–<<Listo
bro, ya estamos abajo>>
Cogió dos
juegos de llaves. Llegó a planta baja y se encontró con sus dos amigos.
Rendel estaba
eufórico.
–Entramos a la
casa te vas a un cuarto y tu al otro les ponen las capuchas, las amarran y nos
llevamos todo lo que podamos, registramos todo. Ah y le tapan la boca antes con
esto.
–¿Y tú que vas
a hacer?
–Vigilo y los
apoyo cualquier vaina y también me llevo vainas.
Entraron al
apartamento con la llaves que Rendel le quitó a su mamá, cerraron despacio y sin
hacer ruido cada uno fue a una habitación.
Primero les
taparon la boca para que no gritaran y les pusieron la capucha. Débora forcejeaba
pero el hombre le dio un golpe que la tumbó y aprovechó para amarrarla. Con
Desiré fue más fácil. Terminaron de amarrarlas y las dejaron en el cuarto
mientras los tres desordenaban la casa buscando cosas de valor.
–Mira esto,
dólares je, je, je 2.000 verdes. Esta tipita está forrada.
–Guarda eso y
sigue buscando.
Se llevaron
cadenas y zarcillos de oro, una laptop, ropa, electrodomésticos, y dos
televisores.
En dos viajes
se llevaron todo sin que nadie los viera.
Agarraron a las
mujeres y se las llevaron caminando sin zapatos. Los tres estaban encapuchados
también.
Las montaron en
la camioneta y arrancaron.
–Quítales la
capucha pero ustedes no se quiten el pasamontañas –les dijo Rendel que manejaba
la camioneta.
–Hola
Arquímedes sorpresa, hola Desiré. –Débora se tensó y comenzó a gritar pero
tenía la boca con un teipe plomo, Desiré no paraba de llorar. –Vamos a dar un
paseo y a disfrutar los tres de esos cuerpitos. Quítale el teipe a Arquímedes
que creo que me quiere decir algo.
El hombre que
tenía al lado le arrancó la cinta de un trirón.
–ERES UN DESGRACIADO,
MALDITO, CONFIÉ EN TI, PENSÉ QUE HABÍAS
CAMBIADO Y
AHORA NOS QUIERES MATAR, COBARDE.
–Tranquilo mi
rey, que todo esto es culpa de mi primito que me cayó a golpes cuando supo que
te di la cola, bueno le dije también que estábamos saliendo –Sacó una bolsita y
aspiró
un poco de
cocaína.
–¿Y POR ESO VAS
A MATARNOS?
–Deja la
angustia, que todavía eso no va a ocurrir, no te pongas ansiosa.
–SUELTA A MI
MAMÁ Y ME LLEVAS A MI, DÉJALA AQUÍ SI QUIERES PERO NO LE HAGAS NADA.
–No, no, no,
ustedes vienen en combo, madre e hijo. Un hijo que juega a ser mujer y se atrevió
a cortarse la verga para ponerse una cuquita. Malo, malo, malo Arquímedes.
–LIBERA A MI
MAMÁ RENDEL, HAZ LO QUE QUIERAS CONMIGO PERO A MI
MAMÁ NO LA
TOQUES.
–Precisamente
por eso te traje para hacer lo que me de la gana con ustedes dos.
Salieron de la
autopista en el primer desvío y llegaron a un terreno abandonado. Frenó el carro.
–Sáquenlas del
carro y las desnudan. Le tapan la boca a este.
Con unas
navajas les cortaron la bata y el piyama que traían cada una y quedaron
desnudas y atadas.
–Tírenlas al
piso. –Rendel se bajó el pantalón y se fue primero donde estaba Desiré. –¿Te gusta?
Disfrútalo que ahora voy con tu hijo. VOLTEA ARQUIMEDES Y VE COMO GOZA TU MAMI
CONMIGO –Uno de los amigos le volteó la cara a Débora pero ella cerró los ojos.
–Sigue tú que
ahora voy con él –Se montó sobre Débora y la penetró con fuerza, ella estaba tensa
y su piel enrrojecida, las lágrimas corrían solas. Rendel se le acercó a la
cara y pasó su lengua por la mejilla. –No raspa, no se siente como me gusta,
todo por quereer ser mujer –Le arrancó el teipe.
–Suelta a mi
mamá, te lo pido por favor.
–Sigue tú que
me cansé –Aspiró un poco más del polvo blanco y tomó anís, al terminar la botella
la lanzó. Se sentó en el piso mientras veía a sus amigos sodomizando a las dos mujeres.
Le volvieron a
tapar la boca a Débora.
Rendel se
levantó y fue a la camioneta, abrió la puerta de la maleta, sacó una pimpina y
la llevó hasta donde estaban las mujeres. Débora al verla comenzó a gritar y
moverse con fuerza para soltarse. Rendel le dio una patada en las costillas.
–Quédate
quieto. ¿Tú quieres que soltemos a tu mamá? –Débora decía si a través del teipe
–No te escucho
bien, te voy a quitar el teipe y quiero que me lo pidas por favor. –Le arrancó
el teipe.
Débora estaba
agitada, con la respiración entrecortada. –Por favor, por favor suelta a mi mamá,
te lo pido.
–Suéltenla.
–¿En serio?
–¡Si coño,
suéltala!
Soltaron a
Desiré. -Corre suegra, anda, corre.
–Corre mamá,
vete, no te preocupes por mi, vete, corre.
Desiré comenzó
a correr y se escuchó un disparo.
–¡NOOOOOOOOOOO!
Un disparo en
la cabeza y el cuerpo quedó tendido en la tierra. –Trae el cuerpo.
Rendel levantó
la pimpina y le quitó la tapa. Comenzó a rociarlas con gasolina.
–Vamos a hacer
una parrilla Arquímedes, de pura carne.
Encendió un
fósforo y lo lanzó. El fuego las envolvió. Se escuchaban los gritos pero el ruido
de las llamas ahogaban cualquier sonido.
Sacó su celular
y tomó una foto. Se la envió a su primo Alejo. <<Mira la foto, hice una fogata
con tu mujercita y tu suegra primito>>.
De repente
apareció un vigilante de una garita cercana, que cuidaba un local vacío.
–¿Qué hacen
aquí?
Rendel sacó el
arma y le dio un tiro en la frente. Esperaron a que se consumieran los cuerpos.
–Vámonos que
todavía tenemos que despachar al niñito este, Asdrúbal. –Lo que le quedaba en
la bolsa terminó de aspirarlo. Se montaron en la camioneta y se fueron.
Cuando ya
estaban a punto de incorporarse a la autopista Rendel se le nubló la visión
pero siguió conduciendo.
–No le des
ahora que viene una gandola. –Le dijo el amigo.
–Me da chance,
está lejos. –Aceleró y entró a la autopista pero la gandola ya estaba cerca y
chocó con la camioneta arrastrándola varios metros hasta que chocó con la
defensa del viaducto y se volcó, cayendo 30 metros de caída libre.
La camioneta quedó
con las ruedas hacia arriba aplastando a los tres que estaban dentro.
El chofer de la
gandola se detuvo y se puso a ver hacia abajo.
–¡Está vivo,
hay una persona viva! Vamos a bajar.
Los tres
ocupantes de la gandola bajaron por un costado del terreno hasta llegar a la carretera
donde cayó la camioneta.
Rendel movía su
brazo pero estaba atorado en el amasijo de hierro, los hombres intentaron sacarlo.
–¡Déjalo mi
pana, déjalo ahí!
–¡Guevón está
vivo! ¿cómo lo vamos a dejar así?
–Tiene las
piernas amputadas, mira –El hombre metió la cara por la ventana y al verlo
cerró los ojos.
Rendel tomó su
pistola y se la colocó en la cabeza.
–NO, NO, NO.
Un disparo
terminó con su vida.
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