Hace algunos años cuando era
estudiante, cursaba la clase de italiano que era obligatoria para mi carrera,
ahí conocí a un chico; bajo, simpático, de cabello castaño, a quien le costaban
los idiomas, por lo que se acercó a mi con el fin de que lo ayudara a estudiar
para el examen próximo. Quedamos de encontrarnos y decidimos pasar el fin de
semana en una cabaña cerca del campo, donde podíamos estudiar sin que nadie
molestara. Hasta ese momento todo era normal.
Nos fuimos a la cabaña a estudiar y
repasar los verbos, los tiempos y frases, hasta que al caer la noche, decidimos
dormir temprano para aprovechar todo el día siguiente. La noche empezó a
enfriar y cada uno en sus respectivas camas se quejaba del intenso frío, por lo
que, sin malicia alguna, le indiqué a Enrique que si quería se pasara a mi cama
para que estuviéramos más calientes, él, sin pensarlo, de un salto pasó a mi
cama con su colcha. De pronto me dijo –con permiso, es que tengo mucho
frío- y me abrazó. Yo no lo tomé a mal pero cuando nuestros cuerpos
comenzaron a calentarse, él decidió quitarse su pantalón y quedar en
calzoncillo, yo hice lo mismo, porque ya estaba caliente mi cuerpo. De
pronto empecé a sentir como su bulto se ponía duro y me lo apretaba contra mis
nalgas, por lo que delicadamente metí la mano bajo las cobijas y como él
dormía, al menos así creí yo, empecé a acariciarlo. Que pene más enorme, medía
al menos 20 centímetros y era medianamente grueso, nunca creí que un chico como
él fuera el dueño de semejante hermosura. Él se acomodó mejor por lo que
empecé a bajar su ropa interior suavemente, hasta poder observar, con la poca
luz existente, la maravilla de ese pene que pedía guerra y quería ser
complacido.
Yo, sin pensarlo y aprovechando ese
momento, llevé mi tibia boca hasta la cabecita de su pene y empecé a mamarlo
con delicadeza pero con excitación a la vez. Él empezó a moverse y gemir,
su pene recto, blanco, caliente y delicioso empezó a llenar mi boca hasta
quedar sumido en mi garganta, situación que acepté complacido pues me tenía
excitado y lo deseaba. Entonces comenzó a tocar mi pene caliente y duro y
me quitó de forma rápida mi ropa interior, al quedar los dos desnudos nos
empezamos a besar y acariciar, y eso fue un rotundo placer, sus besos eran
apasionados, calientes y su lengua jugaba furiosa con la mía. Empecé a
besar su cuello, sus tetillas, él se retorcía y gemía de placer, me separó de
sus tetillas e hizo lo mismo conmigo, yo estaba en el cielo con sus sabias
caricias, me fue chupando la piel hasta llegar a mi pene, que mamó con suavidad
y delicia, chupó mis bolas y luego abrió mis piernas y empezó a mamar mi ano,
yo ya no resistía más, por lo que lo separé, me coloqué en posición
contraria a mi e iniciamos una ardiente lucha de lenguas y penes, casi hasta el
orgasmo. Quise devolverle el favor, lo coloqué en 4 y le chupé furioso su
ano, lo que lo hizo gritar de placer y me pidió que no más porque se iba a correr,
se acostó boca arriba, de la mesa de noche sacó lubricante y me pidió que lo
cabalgara. Mientras lo besaba, fui moviendo rítmicamente mi cuerpo,
pensando que no podría comerme esa enormidad de pene, pero en mi excitación lo
deseaba, quería ser suyo y que él fuera ese hombre que me diera su masculinidad
dentro de mi cuerpo. Poco a poco, con circulares movimientos fui
introduciendo ese monumento y mi ano caliente se fue adaptando a él, hasta
sentir su pubis velludo rozando mis nalgas. Lo había logrado, él era mío y yo
suyo. Comencé a subir y bajar lentamente, disfrutando su delicioso pene
dentro de mi ano, el placer era indescriptible, no podía imaginar como esa
enormidad de pene penetraba mi caliente y rosado ano, sediento de placer.
De pronto, sin sacar su delicia de miembro de mi cuerpo, se agarró de mis
caderas y con valiente fuerza me dio vuelta, pasó sobre mi y me colocó de
espaldas a la cama, colocó mis piernas sobre sus hombros y empezó a mantener su
ritmo, mientras me besaba ardientemente, pasaron algunos minutos y yo sentí
como mi ano palpitaba, deseoso, caliente, complacido y cómo él comenzaba a jadear
y gemir más fuerte. Ya no soportaba más, nunca había sentido tanto placer
con un hombre, pequeño de estatura pero grande de poder carnal. Él empezó
a jadear, yo lo seguía con mi ritmo y de pronto entre gritos y espasmos,
derramó su precioso líquido dentro de mí, caliente, exhuberante y yo le seguí,
mi leche empezó a salir copiosa, bañando nuestros pechos, entre gemidos y
espasmos. No quise que sacara su pene de mi cuerpo, ambos estábamos
calientes y aún erectos, por lo que suavemente empezamos a tomar el ritmo y
repetir la acción. Fueron dos orgasmos cargados de placer y deseo.
Al final nos dormimos abrazados. Al día siguiente no pudimos
estudiar mucho, pues cada cierto tiempo yo volvía a ver su bulto y esto lo
excitaba, por lo que debíamos volver a la habitación a continuar complaciendo
nuestro deseo. Lo hicimos al menos seis veces más. Desdichadamente
ambos ganamos el curso de italiano y nunca más lo volvía a ver.
Relato cedido gentilmente por Armando.
Relato cedido gentilmente por Armando.