Toqué la puerta y entré. El hombre estaba en el borde de la cama, que tenía las sábanas revueltas y las almohadas en el piso. Él, con la cabeza agachada sosteniendo una botella de whisky -18 años nada menos– En el poco rato que estuvo solo se había bebido media botella, ya debería estar ebrio. Me acerqué.
–Disculpe señor Franco –Se llama Humberto
–No nos conocemos, soy François Gota, el profesor de sus hijos.
–Ven muchacho, siéntate aquí a mi lado,
¿quieres beber? Bebe.
–No, no gracias.
–Bebe coño acompáñame, viniste hasta aquí
por algo así que comparte mi borrachera Se levantó de la cama y fue al vestier
a buscar otra botella,. –Toma esta y yo me bebo esta nueva.
–No debería estar bebiendo así.
–Después e ver a mi mujer como se la
cogía otro tipo ¿tú crees que no merezco beber hasta olvidarme de todo esto? Yo
amaba a esa mujer, le di todo, hasta la mantenía y ella me paga tirando con
este tipo.
–Este tipo y otros más -Me salió del alma
lo que le dije, me miró con una cara que sólo verla ya me dijo que le contara.
–Bueno las veces que he venido a darle clases a los gemelos ella recibía a un
técnico distinto para revisar cualquier cosa y ahí pasaba horas con el tipo.
–Una zorra, no va a recibir ni un céntimo
más de mi. ¿Y ahora yo que hago? Solo de nuevo.
–No está solo, allá abajo tiene dos hijos
que demandan su atención, aproveche y comparta más con ellos -Bebió un trago de
la botella y yo hice lo mismo, sentía que el esófago se me incendiaba, tosí.–Son
unos muchachos inteligentes y muy divertidos pero quieren estar con su papá.
–Los tengo olvidados, pensé que ella los
atendía y salía con ellos pero ya veo que no.
–Salga de ese dolor y dedíquese a sus
hijos, por ellos es que usted tiene que luchar y seguir trabajando, las mujeres
van y vienen.
–¿Es verdad lo que dijo la zorra esa de
mis hijos? –Me hice el loco y pregunté de que hablaba.
Humberto escuchó cuando Susana había
dicho que sus hijos eran gais y que yo me los cogía. Al principio dudé en
decirle al padre lo de sus hijos luego que ellos me contaron lo que decía de
los gais pero se lo solté, había que aprovechar el momento y dejar todo claro.
El hombre ya llevaba prácticamente una botella bebida.
–Sí, sus hijos son gais, ellos me los
confesaron, le tienen miedo por lo que
usted les dijo alguna vez sobre la homosexualidad.
–¿Y tú? -Se movió hasta ponerse frente a
mi y mirarme a los ojos –Te tiraste a mis hijos.
Yo tragué saliva y parecía que me había
tragado una bola de plástico y trataba de bajarla por mi garganta, pero
respondí.
–No señor, ¿cómo cree? Son unos niños,
menores de edad, son mis alumnos. –Me puso la mano en el hombro y bebió, yo
también.
–Yo les dije eso porque me da miedo que
sufran, que los maltraten, los discriminen, los humillen por ser gais, desde
pequeños fui recio con ellos con ese tema, para que tuvieran miedo.
–¿De que sirvió eso Humberto? –Me tomé
algunas licencias y comencé a tutearlo, ya estaba bastannte tomado y yo iba por
el mismo camino. –Si tus hijos van a ser gais lo serán por más imposición,
regaño o que seas severo con ellos, eso es inevitable. Apóyalos eso es lo que
tienes que hacer. –Volvió a beber y buscó otra botella, este hombre estaba
dispuesto a destruir su hígado hoy mismo, me dio lo que le quedaba de la
botella y abrió la nueva. ¡Qué manera de beber!
–Ay François –Me abrazó –He sido un
cobarde toda mi vida, desde carajito. Soy un lince en mis negocios, exitoso, he
hecho mucho dinero, pero en mi vida personal soy un desastre. Nunca asumí lo
que verdaderamente me gusta y amo. Siempre hice lo que los demás querían y así
estaban felices y yo me creía que también era feliz pero me hundía cada vez más
y cometí la tontería de casarme.
Me dijo eso y me recorrió un escalofrío
en el cuerpo, la poca borrachera que ya se asomaba en mi se esfumó y me bebí lo
que quedaba en la botella, fondo blanco y esperé el desenlace de su historia.
–Tuve a esos maravillosos hijos que es lo
más grande que tengo no me arrepiento de eso, los amo. Pero lo que yo más
quiero en este mundo es estar aquí en mi casa viviendo con mi pareja, sea quien
sea pero un hombre –La botella se me cayó al piso y le quité la de él y volví a
beber.
–Soy gay
–Si, ya, me quedó claro Humberto
–Creo que lo que sucedió hoy me hizo
abrir los ojos de una vez, creo que tardé pero ahora sé lo que quiero.
–Nunca es tarde Humberto, es muy valiente
hacer lo que vas a hacer, pero si te digo, que en el mundo gay no dista de ser
distinto a lo que tú has vivido hoy.
–Lo sé, Lo sé. ¿Sabes algo? –Esa pregunta
me aceleró el corazón, no sabía con que iba a salir ahora. –No he estado con
ningún hombre desde que estaba con Susana, la amaba, la amo, ella me hizo
olvidar mi parte gay, suena loco eso pero no me interesaba, pero me doy cuenta
que estaba oculto, ahí escondido y ahora quiere salir de una vez. Que bueno que
subiste y entraste, necesitaba desahogarme y contar lo que tenía atragantado.
Volvimos a beber y comenzamos a hablar de
mi, de mi familia, como lo supo, en que trabajaba, si tengo novio.
Sacó otra botella y la compartimos, nos
levantamos y lo ayudé a arreglar la cama –La señora de servicio está enferma y
de la limpieza se estaba encargando la zorra esta, pero ahora no está, gracias
por ayudarme–.
Nos sonreímos y seguimos bebiendo
sentados en el borde de la cama. –Tú eres muy guapo, que raro que estás solo.
–No creo en los noviazgos, las parejitas,
prefiero vivir mi vida disfrutar de los hombres tirármelos y ya. ¿Estar
empatado para que luego te monten cacho o los monte yo? No tiene sentido.
Se me quedó viendo a los ojos, bebió un
poco más y...me dio un beso en la boca. Su lengua recorría cada espacio, se
notaba que es un hombre experimentado, yo por supuesto –ya me conocen- respondí
al beso y lo abracé. Comenzó a desabotonarme la camisa y yo hice lo mismo con
la de él. Aquel pecho amenzaba con mostrarme una selva amazónica. No entiendo
porque los gemelos son lampiños, habrá que esperar.
Terminé de quitarle la camisa y frente a mi
apareció una alfombra negra con algunos lugares grises por las canas, pasé su
mano por el pecho y toqué una de sus tetillas que parecía un tornillo; grande y
dura. Comencé a lubricar.
–¿Tú crees que tenga sentido que yo te
coja ahora? –esa pregunta me voló los tapones
–Tiene todo el sentido. –el hombre me
haló los pantalones y me los quitó sin desabrocharme, me llevó hasta el medio de
la cama y me puso boca abajo. Nunca había visto tanto pelo junto en mi vida.
Pecho, piernas, guevo, nalgas, un festín de vellos.
Abrió mis nalgas y dejó caer una buena
cantidad de saliva. No me preocupé si me cogía sin condón, a él no le importó
pues me metió su verga de una. Un buen guevo, grueso y circunciso, entró en mi
cuerpo.
Me agarró las manos y las puso arriba de
mi cabeza y las aprisionó. El tipo se movía bien, ¡Dios! yo estaba que iba a
acabar pero no, cuando bebo tardo más. El hombre se acuesta encima de mi y
sigue moviéndose. Cuando sentí como esos pelos húmedos por el sudor tocaron mi
espalda, se me erizó la piel.
–Tenía tiempo sin cogerme un culo de
hombre y este está bien rico. Lo sacó y me volteó para quedar frente a frente.
Me alzó las piernas y volvió a sujetarme las manos, ya me tenía penetrado otra
vez. Humberto se puso salvaje y estaba empujando duro, mientras lo veía a los
ojos, algo a mi lado requería de mi atención, cuando volteo, eran los gemelos
parados al lado de la cama. Veo a Humberto que estaba concentrado y con la
mirada le digo.
Pegó un brinco que retiró el guevo dentro
de mi y quedó sentadio en la cama.
–Epa¿Quéééé…pasa, que hacen aquí?
–Desde que subió el profesor hemos estado
pegados a la puerta escuchando todo y bueno, decidimos entrar papá, disculpa
que hayamos interrumpido esto. Yo no sé si Abel, pero yo me siento triste por
lo que he escuchado y bueno, ahora tú sales así del closet de repente y…tienes
sexo con nuestro profesor.
–Humberto, se puso a llorar, se levantó
de la cama con la sábana tapándose y abrazó a sus hijos. Caín se puso a llorar,
en cambio Abel no, aunque estaba emocionado, dejó que su papá abrazara a Caín y
él se acercó a François.
–¡Qué bolas te tiraste a mi papá! -Me
susurraba.
–Shhh cállate coño.
–Pero tú eres un bichito.
–Cállate que no le dije a tú papá lo de
nosotros.
–Yo sé, te escuchamos.
–¿Y que tal tira?
–ABEL
es tú papá, ¿no estarás pensando…?
–Abel se fue hasta donde su papá y lo
abrazó. Se quedaron hablando los tres y yo decidí dejarlos solos. Me vestí y me
fui.
Cuando agarré mi bolso que estaba en la
sala, sonó el celular, pero no el mio, sino el de “Jack”.
–<Es muy tarde y no estás en casa pero
no te preocupes que estarás a salvo desde donde estés a tu casa. Jack>
Lo que sentí fue miedo en vez de
tranquilidad, saber que alguien me sigue los pasos y no sé quién es me pone
nervioso. Pero igual salí del edificio y tomé el carro. Cuando me monté miré por
el retrovisor a ver si veía a alguien seguirme pero no vi a nadie. Arranqué.
Llegué a casa y le escribí a Jack.
–<Ya estoy en casa>
–<Lo sé mi pana, buenas noches>
Me tumbé en mi cama sin quitarme la ropa,
en mi mente estaba Jack y la imagen de la familia Franco que me la tiré. Sí,
soy un satírico, ¿qué puedo hacer?
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