domingo, 31 de enero de 2016

SEXORAMA. Sexo a la italiana.


Hace algunos años cuando era estudiante, cursaba la clase de italiano que era obligatoria para mi carrera, ahí conocí a un chico; bajo, simpático, de cabello castaño, a quien le costaban los idiomas, por lo que se acercó a mi con el fin de que lo ayudara a estudiar para el examen próximo. Quedamos de encontrarnos y decidimos pasar el fin de semana en una cabaña cerca del campo, donde podíamos estudiar sin que nadie molestara. Hasta ese momento todo era normal.



Nos fuimos a la cabaña a estudiar y repasar los verbos, los tiempos y frases, hasta que al caer la noche, decidimos dormir temprano para aprovechar todo el día siguiente.  La noche empezó a enfriar y cada uno en sus respectivas camas se quejaba del intenso frío, por lo que, sin malicia alguna, le indiqué a Enrique que si quería se pasara a mi cama para que estuviéramos más calientes, él, sin pensarlo, de un salto pasó a mi cama con su colcha.  De pronto me dijo –con permiso, es que tengo mucho frío- y me abrazó.  Yo no lo tomé a mal pero cuando nuestros cuerpos comenzaron a calentarse, él decidió quitarse su pantalón y quedar en calzoncillo, yo hice lo mismo, porque ya estaba caliente mi cuerpo.  De pronto empecé a sentir como su bulto se ponía duro y me lo apretaba contra mis nalgas, por lo que delicadamente metí la mano bajo las cobijas y como él dormía, al menos así creí yo, empecé a acariciarlo. Que pene más enorme, medía al menos 20 centímetros y era medianamente grueso, nunca creí que un chico como él fuera el dueño de semejante hermosura.  Él se acomodó mejor por lo que empecé a bajar su ropa interior suavemente, hasta poder observar, con la poca luz existente, la maravilla de ese pene que pedía guerra y quería ser complacido.



Yo, sin pensarlo y aprovechando ese momento, llevé mi tibia boca hasta la cabecita de su pene y empecé a mamarlo con delicadeza pero con excitación a la vez.  Él empezó a moverse y gemir, su pene recto, blanco, caliente y delicioso empezó a llenar mi boca hasta quedar sumido en mi garganta, situación que acepté complacido pues me tenía excitado y lo deseaba.  Entonces comenzó a tocar mi pene caliente y duro y me quitó de forma rápida mi ropa interior, al quedar los dos desnudos nos empezamos a besar y acariciar, y eso fue un rotundo placer, sus besos eran apasionados, calientes y su lengua jugaba furiosa con la mía.  Empecé a besar su cuello, sus tetillas, él se retorcía y gemía de placer, me separó de sus tetillas e hizo lo mismo conmigo, yo estaba en el cielo con sus sabias caricias, me fue chupando la piel hasta llegar a mi pene, que mamó con suavidad y delicia, chupó mis bolas y luego abrió mis piernas y empezó a mamar mi ano, yo ya no resistía más, por lo que lo separé,  me coloqué en posición contraria a mi e iniciamos una ardiente lucha de lenguas y penes, casi hasta el orgasmo.  Quise devolverle el favor, lo coloqué en 4 y le chupé furioso su ano, lo que lo hizo gritar de placer y me pidió que no más porque se iba a correr, se acostó boca arriba, de la mesa de noche sacó lubricante y me pidió que lo cabalgara.  Mientras lo besaba, fui moviendo rítmicamente mi cuerpo, pensando que no podría comerme esa enormidad de pene, pero en mi excitación lo deseaba, quería ser suyo y que él fuera ese hombre que me diera su masculinidad dentro de mi cuerpo.  Poco a poco, con circulares movimientos fui introduciendo ese monumento y mi ano caliente se fue adaptando a él, hasta sentir su pubis velludo rozando mis nalgas. Lo había logrado, él era mío y yo suyo.  Comencé a subir y bajar lentamente, disfrutando su delicioso pene dentro de mi ano, el placer era indescriptible, no podía imaginar como esa enormidad de pene penetraba mi caliente y rosado ano, sediento de placer.  De pronto, sin sacar su delicia de miembro de mi cuerpo, se agarró de mis caderas y con valiente fuerza me dio vuelta, pasó sobre mi y me colocó de espaldas a la cama, colocó mis piernas sobre sus hombros y empezó a mantener su ritmo, mientras me besaba ardientemente, pasaron algunos minutos y yo sentí como mi ano palpitaba, deseoso, caliente, complacido y cómo él comenzaba a jadear y gemir más fuerte.  Ya no soportaba más, nunca había sentido tanto placer con un hombre, pequeño de estatura pero grande de poder carnal.  Él empezó a jadear, yo lo seguía con mi ritmo y de pronto entre gritos y espasmos, derramó su precioso líquido dentro de mí, caliente, exhuberante y yo le seguí, mi leche empezó a salir copiosa, bañando nuestros pechos, entre gemidos y espasmos.  No quise que sacara su  pene de mi cuerpo, ambos estábamos calientes y aún erectos, por lo que suavemente empezamos a tomar el ritmo y repetir la acción.  Fueron dos orgasmos cargados de placer y deseo.  Al final nos dormimos abrazados.  Al día siguiente no pudimos estudiar mucho, pues cada cierto tiempo yo volvía a ver su bulto y esto lo excitaba, por lo que debíamos volver a la habitación a continuar complaciendo nuestro deseo.  Lo hicimos al menos seis veces más.  Desdichadamente ambos ganamos el curso de italiano y nunca más lo volvía a ver.

Relato cedido gentilmente por Armando.

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