miércoles, 13 de enero de 2016

MALAS INFLUENCIAS. Funeraria con entierro.


El día que recibí la cabeza de Susana en mi casa, me fui a casa de los gemelos, iba en el carro mareado. Al llegar al edificio volví a vomitar.
Al llegar al apartamento estaba pálido, me recibió Abel que se acostó conmigo en la cama de huéspedes, me quitó la ropa.

–¿Quieres algo? ¿Un analgésico, un té?

–Una manzanilla por fa -Le dije. Me quedé dormido un par de horas. Cuando desperté estaba Abel durmiendo al lado mio que cuando escuchó que me levanté se despertó.

–¿Estas bien? AAAAAAH –se estiró y bostezo- me quedé dormido.

–Si, ya me siento mejor. ¿Y tu hermano?

–Debe estar jugando en su cuarto. Seguimos solos, es raro que la tipa esta no haya llegado, seguro está tirando por fuera, como ahora no puede hacerlo aquí.

Está muerta Abel” -Lo dije en mi mente…



Un par de horas después llegaba Humberto.

–Hola chicos, hola François. ¿Susana está aquí?

–No papá, ella se fue una hora después que tú y no hemos sabido de ella.

–Le escribí en la mañana y al mediodía y me contestó, ahora le escribo y nada, no la llamé porque andaba ocupado.

–Seguro está con sus técnicos.

–Caíííín. -Le dije abriendo los ojos.

Humbero lo vio con cara de odio mientras llamaba por el celular a Susana.



–<¿Aló?>  -me sorprendí cuando ví que alguien contestó el teléfono.

–<¿Quién es?, por favor con Susana> -Humberto se puso pálido y cerró la llamada.



–François, acompáñame al maletero un momento por favor. Ustedes se quedan aquí, no se muevan.



Llegamos al maletero, yo comencé a sudar frío y me estaba mareando, cuando abrió el maletero cerré los ojos. Humberto encontró el cuerpo de Susana decapitado y la cabeza a un lado. Estaba desnuda y en su abdómen tenía escrita una frase:



“Así terminan los narcos cuando traicionan al cartel”





Tenía metidos unos dediles en la vagina, varios. Humberto se apoyó al carro con una mano en la boca, estaba llorando. Lo único que pude hacer fue abrazarlo. Se limpió la cara con su brazo.

–Tengo que llamar a mi abogado y ahí hacer el resto, cuando llegue. No me dejes solo François.

–Tranquilo, no me iré. El corazón me bombeaba a 1000 por segundo.

Recibí un mensaje del otro celular pero no lo vi hasta que llegó el abogado y estaban distraídos.



–<Tranquilo, Humberto no lo van a involucrar, el expediente de esta mujer está en la policía, ya tiene antecedentes gracias a mi. Jack>

–<¿Por qué haces esto y de gratis, no me conoces>

–<De gratis no, 250 mil verdes. Tu amigo me dijo lo mal que te la hizo pasar cuando estudiaban juntos y que lo comprendiste cuando se reencontraron, yo también sufrí en el colegio y te entiendo. No me cuesta nada ayudarte cuando mi pana del alma minutos antes de morir me pidió protegerte. Jack>



Ese mensaje no se si me tranquilizó o me puso peor, pero ya quería conocer a Jack.

–<Ya llegará el momento> –Me escribió.



Una semana después estábamos en la funeraria. Los padres y hermano de Susana no podían creer que su hija era una narcotraficante del cartel del Sur. Hablaban con Humberto que tampoco daba crédito a eso, pero las investigaciones arrojaron esos detalles.

Los gemelos estaban entretenidos hablando con varios de sus compañeros del colegio.



El hermano de Susana se me acercó para preguntarme si era familia de Humberto o de los gemelos. Le aclaré que era el profesor de química de los muchachos. Sergio, el hermano de Susana tendría como 22 o 23 años, se parecía a su hermana así que era guapo, su camisa desabotonada delataba un pecho velludito, se le notaban unos brazos trabajados en el gym así que supuse que tendría buen cuerpo.

–Me disculpas, voy a caminar un poco,  voy a ver si visito la tumba de mis abuelos si  la consigo.



Comencé a caminar, me puse a pensar en lo que le pasó a Susana, fue exagerada la manera de morir, un secuestro o una sensatez de Humberto hubiese sido la mejor salida, pero bueno lo que pasó pasó. No sabía si decirle a Humberto la verdad, siendo como es, impulsivo y a veces correcto y con un abogado que es un zorro viejo, capaz termino yo preso.



Mientras seguía caminando vi a mi derecha al fondo bajo un árbol un hombre parado apoyado en el tronco, vestido de negro, cuando me pongo a detallar mejor que me detengo, alguien me asusta.

–¡Hola!.

–¡Coño! Me  asustaste, ¿qué más?

–¿Disculpa, conseguiste la tumba de tus abuelos?

Cuando volteé al árbol ya no estaba el hombre. –No, sigo en eso, ¿me acompañas?

Seguimos caminando, el cementerio estaba solo. Se puso a hablar de su hermana cosas que ni me interesaban y ni le pregunté.

–Tu hermana le montó cacho parejo a su esposo, no me la pongas tan buenesita.

–¿Y tú? Eres buenesito?

Aaaaay ya con eso que me dijo sabía que venía por sexo. Llegamos a un foso que me imagino que a alguien iban a enterrar en cualquier momento, habían unas palas y unos mecates olvidados ahí.

–La verdad no, soy bastante mal portado. Lánzate en ese hueco.

–No chico, ¿para qué?

–Te voy a coger eso es lo que quieres.

–Pero ahí no, ¿qué es eso?

Lo empujé y luego me lancé yo.

–Chamo noooo, aquí no podemos estar, esto me parece creepy

Creepy es lo te voy a meter. –Me bajé los pantalones y él se bajó los suyos y el interior. El chamo me vio el guevo –Verga esa vaina no me la vas a meter.

–Ay voltéate. –Me puse el condón, salivita y pa’ dentro. Lo tenía ensartado y con la cara pegada a la tierra que se estaba desmoronando aunque estaba algo húmeda.

–Ay ay, ay me duele, ay.

–Aguanta, que rico ese culo, apriétame el guevo anda.

–Ay, Ay, Ay, dale, dale.

Comenzó a lloviznar pero yo seguía dándole, la tierra se caía y pequeños hilos de agua caían al foso, yo seguía cogiéndome ese culo que estaba apretadito, le agarré el pecho y habían unos pectorales duros y le desabotoné la camisa, lo abracé por ahí y le di más duro.

–Ponte en 4. –Le dije

Ahí lo agarré por las caderas y más duro. Se desató el palo de agua, no me interesaba la lluvia, estaba disfrutándome ese culo, le abría las nalgas y veía ese hueco abierto y mi guevo ahí dando la talla.



Yo seguía dándole.  De pronto un relámpago que iluminó todo y luego un trueno que hasta la tierra tembló y caí en cuenta por donde nos llegaba el agua; tocaba mis bolas.

–Chamo esto se está llenando de agua, vamos a salir.

–Ya va, que no he terminado, quiero acabar. -Lo agarré por los hombros, el palo de agua no era normal, la lluvia caía como clavos y durísmo, otro relámpago y un trueno que ahora sí, Sergió se cagó.

–Vamos a salir de aquí,  vámonos.

–Déjame salir y te ayudo con el mecate ¿ok?. –El agua le llegaba a la cadera, me monté en sus hombros y de ahí me puse de pie, tuve que impulsarme para poder salir, me resbalé estando fuera del hueco pero me levanté y fui a buscar el mecate que estaba apartado, otro relámpago con su trueno, y el palo de agua seguía fortísimo, tomo el mecate y cuando me volteo un rayo alcanza el foso y le da a Sergio, la fuerza del rayo me tumba hacia atrás, me di un coñazo en el coxis  que me tuvo unos segundos en la grama, cuando me levanto y me acerco al foso, el cuerpo de Sergio flotaba, el rayo pegó en la hebilla de metal. Casi lo parte en dos, el agua tenía un color oscuro entre el marrón del a tierra y el rojo de la sangre. No podía dejar de verlo, estaba paralizado.



–¡Yo creo que mejor te vas de aquí antes que venga alguien y piense otra cosa!. -Era el hombre de negro que me gritaba pues la fuerza del agua no dejaba oir, Cuando volví a voltear ya no estaba.  –¿Será Jack? –Me dije pero comencé a correr hacia donde estaba la funeraria. Al llegar, la gente estaba resguardada bajo techo.



Todavía no había pasado el trauma de Susana y también vi como moría su hermano, estaba temblando del frio, en shock y justificando mi ausencia por una hora. Media hora después todo se despejó, como si ahí no hubiese caído un diluvio.

Se disponían a ir a enterrar el ataúd. Nadie se explicaba porqué no la incineraron pero bueno.

–¿Han visto a Sergio? Preguntaba el papá.



–Estabas con él, lo vi cuando te estaba siguiendo. ¿te lo tiraste? Eres un duro.

–Cállate, no hables, no digas nada, tu no viste nada, quédate como muerto.

Mientras esperábamos, vimos llegar 2 patrullas del CICPC, 5 minutos después se acercaba un encargado del cementerio a informarnos.



–Señor, hubo un siniestro en la parcela donde va su esposa.

–Explíquese.

–Encontraron un cuerpo dentro del foso, al parecer un rayo, está parcialmente quemado y seccionado.

Yo volví a temblar pero sentía un calor en todo mi cuerpo. Llegó uno de los policías.

–Señores el occiso se llama Sergio Urdaneta. -Me impactó la delicadeza con que manejó el tema el policía, la mamá de Susana se desmayó y yo estuve a punto, quería que el día terminara ya.



2 horas después ya estábamos  frente al foso, no podía dejar de verlo e imaginarme  a Sergio abajo y yo cogiéndomelo y luego el oportuno rayo. Cuando comenzó  a bajar el ataúd a mi me bajaban las lágrimas y arranqué a llorar, nadie –ni yo– entendían nada.



–Te lo tiraste y ahora está muerto, ¿por eso estás llorando?

–Abel, ahora no por favor.

–Ok, ok Caín se está cogiendo a un compañero del colegio en el baño, no me dejó quedarme.

–Ve a abrazar a tu papá que está desconsolado.



Aproveché que Abel se fue donde su papá y me fui a buscar mi carro. Ahí dentro volví a llorar, a los 10 minutos arranqué el carro y me fui a casa a dormir.

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