martes, 12 de enero de 2016

MALAS INFLUENCIAS. Me estoy encariñando.


Retomando el cuento de antes, seguí al guía de La Estancia que se dirigía al baño que está en la parte de atrás de la casa. Esperé unos segundos y entré, me puse a su lado en el urinario contiguo.
Me saco el guevo lentamente para que él me vea, y me vio. –Hola -Le dije –Hola

No podía perder tiempo pues los gemelos estaban solos. –Tú te conoces esto, tienes tiempo trabajando aquí, vamos a un sitio que quiero cogerte.

–Ahora no puedo, estoy trabajando.

–Si puedes, va a ser sólo un momento -mentira-. –Yo te sigo.



El muchacho se subió el cierre y me dijo que siguiera por la parte de atrás en el pasillo de las fotos de Chávez. Así hice. Abrió la puerta de vidrio que da a la galería principal que estaba cerrada porque montaban una nueva exposición pero ahora no había nadie. Volteé si no había nadie viendo y entré, el carajito cerró la puerta de nuevo.

–Vamos a un pequeño depósito, ahí no va a entrar nadie ahora si es que viene gente.

Entramos, era un pasillo angosto como de 4 metros de largo y a los lados estantes con materiales y latas de pintura, no había manera de acostarse. Se bajó el panatlón  y se agarró de los estantes. Hice lo mismo y me puse el condón, él se volteó y al verme el guevo parado abrió los ojos.

–Eso me va a doler dame despacito.

–Aguanta que no tengo mucho tiempo pa dilatarte, ponte flojito, además eres bien perrita, no te hagas.

Me eché bastante saliva en el guevo y luego le puse a él. Comencé a metérselo y no hacía más que quejarse y aferrarse al estante pero estaba ahí aguantando, iba empujando, empujando hasta que le entró –Ya te lo tragaste todo ¿ves que sí puedes?.

Ahí comencé a darle duro, con la agitadera se movían los estantes que tenía a los lados. Tenía unas nalgas blaaaancas y esponjosas que se movían con cada empujón que le daba que venía acompañado de un gemido. Empecé a darle duro. Las cosas pequeñas que estaban en los estantes se caían.

–No hagas ruido dame despacio

–Cállate y saca la mano de ahí –Ponía su mano en mi guevo para que no lo metiera todo. Le estaba reventando ese culo.  Con la fuerza que agarraba el estante, parecía que lo iba a doblar. De repente me pega un olor a mierda, me detengo y saco el guevo.

–Chamooo mira esto.

–Verga que pena, es que no estaba preparado.

–¿En serio? Quítame el condón y limpia esto. –Salió del cuartico y trajo unas toallitas húmedas que agradecí. Me limpió y me quitó el condón. –Sácame la leche con la boca

Lo puse a mamar como Dios manda, lo atragantaba, por cochino, le empujé el guevo hasta el fondo, le daban arcadas y los ojos llenos de lágrimas. Quería acabar. Le agarré la cabeza y empecé a cogérmelo por la boca. No me importaba si le gustaba o no. Cuando estuve a punto de venirme me detuve. -¿Te la tragas?

–Como pudo respondió no y le acabé en la boca. Se ahogó y escupió todo el semen.

–Coño, te dije que no, no me gusta eso.

–Disculpa que pena, no agaunté y me vine.



El carajito se arrechó y me fue a abrir la puerta. –Que no te vea nadie –me dijo.

Salí y me fui a buscar a los gemelos que estaban al finaaal del jardín haciendo ¿yoga? con unas personas pero fuera de la programación habitual.

–Chico, ¿qué hacen?

–Nos invitaron a hacer yoga, ven.

–Ya nos vamos.

–¿Dónde estabas? –preguntó Abel

–No preguntes.

–Estabas tirando. –Dejó la postura en la que estaba –una pierna y un brazo estirados– Se levantó.

–¿Por qué no me avisaste, yo quiero verte tirar y bueno que me cojan a mi.

Caín se levantó de Yoga pad que les prestaron –Verga Abel estás ladilla, deja al profe tranquilo, ya te cogieron hoy.

–Bueno vámonos, si, estás ladilla Abel, lo agarré por la cabeza y lo despeiné.

Los invité a merendar unas tortas con café con leche y de ahí nos fuimos a casa.



Al llegar al apartamento de los gemelos nos econtramos con la peor de las sorpresas

-para los gemelos– Había vuelto Susana.

–Hola chicos, estoy de vuelta. Como fui yo quien te contrató, estás despedido.

–Tu esposo me contrató para estar con los gemelos así que olvídalo. En eso bajó Humberto.

–Bueno ya veo que se enteraron que Susana volvió, está arrepentida me pidió disculpas y ahora les va a pedir disculpas a ustedes –Se refería a los gemelos–.

–Disculpen todo lo malo chicos, quiero empezar de cero con ustedes.

–Si esta mujer vuelve a esta casa yo me voy. –Dijo Caín, Abel volteó a verlo con cara de asombro y miedo.

–Tú no te vas a ningún lado Caín, ustedes se quedan conmigo y François los viene a visitar.

–Yo preferiría que no viniera más mi amor. -Dijo la zorra.

–Él va a venir las veces que quiera Susana, y punto.

–Yo me voy de aquí. –Caín se fue a su cuarto, Humberto lo intentó detener pero el muchacho se soltó.

–Déjalo Humberto -Le dije.

–Yo me voy con mi hermano.

–¿QUÉ COÑO DICEN? ¿ADONDE VAN A IR?

–A mi casa Humberto-Le dije muy serio.

–Tú sacas a mis hijos de aquí y te meto una demanda por secuestro François.

–Este pervertido lo que quiere es tener sexo con ellos, eso es un delito, son menores mi amor.

–Cállate Susana, no te metas en esto, vete al cuarto.

–Amor este hombre es un enfermo.

Humbero vio a Susana y ella entendió que debía callarse e irse al cuarto.



Los gemelos bajaron con una mochila cada uno.

–USTEDES NO SE VAN DE AQUÍ.

–Papá yo con esa zorra no voy a vivir, ya me la he calado 2 años y te va a hacer lo mismo que  antes. –Dijo Caín.

Abel estaba callado.

–Abel –Dijo Humberto –¿Tú te quieres ir de aquí?

–Yo me voy si se va mi hermano.

–Ustedes son menores de edad y están bajo mi responsabilidad.

Los gemelos se pusieron detrás de mi. Me tocaba dar la cara por ellos.

–Eso lo tenemos claro Humberto, pero tus hijos te están diciendo que no quieren vivir con esa mujer aquí y ya sabes lo que hizo y lo va a volver a hacer. Saca a esa mujer de tu vida, divórciate.

–Le voy a dar una oportunidad, merece una ¿no?

–Ok, estás en todo tu derecho, pero piensa en tus hijos antes de cometer una estupidez.

–No me digas lo que tengo que hacer, ya estoy bien grande y tú apenas comienzas a vivir.

–Tienes razón. Bueno chicos, no se pueden venir conmigo, tienen que quedarse.

–¿François estás loco? No nos dejes aquí con esta tipa –Me susurró Abel.

–No puedo hacer nada, ustedes son menores de edad y lo que dice su papá es cierto, sería un secuestro.



–Bueno Humberto me voy. Lo pasamos bien hoy, dile a tus hijos que te cuenten.

–¿Mañana vienes?

–Bueno, sí, si no hay problema.

–No hay ningun problema

Dejé a los gemelos. Caín con la arrechera reflejada en su rostro, Abel triste con ganas de irse conmigo.



Llegué a mi casa y revisé un mensaje que no había visto. Era de Humberto.

–<Lo sieto François, quiero rehacer mi vida con la mujer que amo, no sé si estoy haciendo lo correcto, pero estoy haciendo lo que quiero hacer. Gracias por cuidar a los niños>

–<Tranquilo Humberto, es tu vida, lo importante es que queriendo ser feliz tú le hagas daño a otros a tu familia, descansa, un beso>



Eran las dos de la mañana No podía dormir pensando en lo que había pasado y bueno también en la cagada de palo que me hicieron el día anterior. Recibí otro mensaje.

–<Debiste llevarnos a tu casa, mi papá no te iba a meter preso> -Era Abel.



En la mañana cuando abrí los ojos eran las 11, les escribí a los gemelos que iba a llegar tarde.

–<Te esperamos, estamos solos en casa, mi papá en el trabajo y la bruja no sabemos de ella>



Me meto a duchar, al salir  suena el celular, el otro celular. Entré en pánico.



–<Abre la puerta de tu apartamento, te dejé un regalo, Jack>



Me entró un escalofrío en el cuerpo, de repente el cuerpo se me heló, abrí la puerta y había una caja cuadrada de unos 30 cms de alto, la levanto, estaba medio pesada.  Cierro la puerta, cuando la abro vomité de una y tiré la caja al suelo.



Las manos me temblaban y le escribí a Jack.

–<Esto que hiciste ya es el colmo. No quiero que  te acerques a mi, ya esta vaina me está dando miedo>.

–<François, se me ordenó protegerte, te dije que lo haría sin tenerme cerca. Te he quitado un problema de encima. Cuida a los gemelos, te necesitan cerca. Deja todo como está, no toques nada, yo me encargo cuando te vayas de casa, Jack>



Como pude me vestí para irme, al pasar por la caja para salir no pude dejar de mirar la caja.

Los ojos de Susana estaban abiertos y vidriosos. Salí del apartamento. Me comenzó un fuerte dolor de cabeza.

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