Jack volvió a desaparecer pero sabía que
estaba cerca. No me escribía, yo tampoco, estaba arrecho con él aunque siempre
quería que apareciera de la nada y se acercara a mi.
Llegué a casa de Humberto a la hora
fijada, tenía tiempo que no veía a los gemelos y se alegraron de verme y por
supuesto me dijeron que hoy me quedara a dormir ahí.
Saludé a Henrique, fue un saludo frío,
diplomático. Arlindo me vio y me abrazó y como siempre me despeinó con su mano.
Humberto también se alegró de verme y me regañó por no haber venido a darle
clases a los gemelos.
Nos sentamos en la mesa, a mi lado se
sentó Abel y al frente de él su hermano Caín, le seguía Henrique al extremo de
la mesa. Humberto y Arlindo al otro extremo, uno al lado del otro.
Abel tenía su mano en mi pierna y lo
curioso es que Humberto también. Y en el medio de mis piernas aquel guebo
queriendo romper el jean. Humberto se arriesgaba a extender su mano hasta mi
guebo, mientras Arlindo hablaba conmigo. No sé como hizo Abel pero me
desabrochó el pantalón. Cuando la mano de Humberto se retiró, Abel me sacó la
verga. Al volver Humberto a meter su mano se encontró con la mano de su hijo.
Se detuvo y vio a su hijo que se le puso la cara roja. Arlindo intuía que algo
pasaba, pero se hizo el loco.
Yo tenía el guebo demasiado prensado y
necesitaba liberarme. –Me van a disculpar voy un momento al baño –Como pude me
levanté sin que se notara lo evidente y subí al baño. Detrás de mi se fue
Humberto que dijo que iba a su cuarto a buscar algo. Entró al baño.
–Coño carajito, me tienes mal, hoy estás
más bello que nunca y quiero cogerte. –me dio un beso en la boca.
–Allá abajo está Arlindo.
–Si, le voy a decir para esta noche hacer
un trio contigo, ¿quieres?. -Qué pregunta, casi tonta, por supuesto que quería.
–Si, claro, me encantaría pero dile a Arlindo.
–Luego de hablar contigo en privado le
digo.
–Ok, baja que va a ser sospechoso esto.
–Te has tirado a todos los que están en
la mesa, ¿Crees que es sospechoso esto? Más bien está claro todo.
Bajó y yo me quedé unos minutos mientras
me lavaba la cara y se me bajaba el guebo, pero no ocurrió, entró Abel.
–Ya no sé cómo decírtelo, pero estoy
enamorado de ti, hazme el amor esta noche anda, duerme conmigo. –Se me acercó y
me dio un beso en la boca para luego bajar hasta mi cremallera y bajarla para
luego sacarlo y ponerse a mamar.
–Nos están esperando abajo Abel. –Me
ignoró, estaba concentrado en mi verga y me tenía a punto para venirme.
–Voy a acabar, voy a acabar. – Abel se
agarró a mis nalgas y dejó que mi leche inundara su boca para luego tragársela.
Se levantó. –Esto sólo es el comienzo, esta noche quiero más.
La noche iba a ser larga si quería la
doble jornada de sexo, sólo faltaba que Caín se uniera y quedaría agotado en
cama hasta el día siguiente.
Terminó la cena, estuvo bastante animada,
hasta con Henrique que estaba conversador y echando broma. Al terminar, los
gemelos se fueron a jugar con el PlayStation en su cuarto, Arlindo se fue a ver
un película en el cuarto de Humberto. Henrique en el cuarto donde yo solía
dormir.
Humberto y yo entramos al estudio. Nos
encerramos ahí y le mostré desde mi correo lo que me envió Jack. La lista de
interpol de los más buscados. Henrique lo perseguían por evasión de impuestos,
lavado de dinero y narcotráfico.
También preguntó como logró salir del
país. Le dije que chequeara las cuentas de su empresa y de los negocios en
común no vaya a ser que estuviera desviando fondos a otras cuentas extranjeras.
Me preocupé por Humberto pues comenzó a sentirse
mal, le dolía el pecho y me pidió que le buscara sus pastillas, se las tomó y
recuperó el ánimo, le dije que se acostara un rato.
Yo me puse a ver televisión en el cuarto
de Abel mientras ellos jugaban. Al rato recibí un mensaje. -<ven al cuarto, te
esperamos>-.
Entré al cuarto y Arlindo ya estaba desnudo
en la cama, ver a ese gigante desnudo de nuevo me alborotó. –Pasa, Humberto
está en el baño. –Me quité la ropa y me acosté en la cama, Arlindo me cayó a
besos. Cuando bajé mi mano a su entrepierna la columna románica ya estaba en su
punto más firme. Acostado boca arriba me siento frente a él para mamarlo. De
repente siento una mano fría que pasa por mi culo y lo llena de lubricante, yo
sigo en lo mío.
Humberto comienza a penetrarme. Mis
nalgas están abiertas y él simplemente entrando, yo mamando, como puedo, aquel
mástil. Humberto me embiste y Arlindo me obliga a meterme todo su guebo en la
boca.
Arlindo coge un condón de la mesita de
noche y me lo da para que se lo ponga. Una tarea titánica de la que salgo
victorioso. Entre las sacudidas de Humberto y el grueso de aquello no era fácil
ponerlo. –Déjame ahora cogérmelo yo– Se cambiaron, pero Arlindo me puso boca
arriba con las piernas hacia arriba y la cabeza fuera de la cama colgando para
mamarle, volteado, el guebo a Humberto.
Tenía tiempo sin meterme una verga tan
grande y gorda. Dolió. Arlindo creo que no está consciente de lo que tiene
entre las piernas o no le importa que a la gente le duela. Pero igual yo lo
estaba disfrutando.
Mamando guebo en esa posición sentía como
llegaba a mi garganta, Humberto no tiene las dimensiones de Arlindo pero tiene
lo suyo.
Unos minutos después, cuando ya me había
cogido con todas sus fuerzas, se ponen a hablar entre ambos. –Vamos a metérselo
los 2 a la vez ¿Quieres? –Ese quieres no fue conmigo, a mi no me preguntaron.
–Ya va, si van a hacer eso, esperen que
busque algo en mi bolso. –Me puse una toalla y fui al cuarto de Abel, los
gemelos seguían jugando. Mientras buscaba en el bolso, que no conseguía el
frasco, alguien me habla por detrás.
–¿Te están cogiendo los 2?
–Coño Abel, ¡qué susto! Bueno, si.
–Qué morbo, ¿ves? Para esas cosas yo
quiero estar ahí, por lo menos ver.
–Lo que faltaba, que vieras a tu papá
tirar.
–Y que me coja ¿qué buscas?
–¿Qué coño dices? ¿Como vas a tirar con
tu papá?
–Si pues, me da morbo eso.
–Listo lo conseguí, coño pensé que no lo
tenía.
–¿Qué es eso?
–Popper
–¿Popper? ¿Eso es droga?
–Si, luego te explico.
Regresé y Humberto se estaba cogiendo a
Arlindo, me quité la toalla y me monté en la cama. –Ya estoy listo. –Les dije.
Arlindo se puso otro condón. Humberto se acostó en la cama boca arriba, yo me
puse sobre él e inhalé un poco de Popper, me metí el guebo y me eché hacia
delante para darle espacio a Arlindo que tenía que ponerse detrás de mi y su
enorme anatomía abarca mucho.
Con el guebo de Humberto dentro, Arlindo
metía sus dedos para luego acercar su bate y comenzar a hacerse espacio en
aquel hueco. Poco a poco iba entrando, yo sentía que me abrían con una pata de
cabra, inhalé más Popper y Arlindo seguí metiéndolo. –El culo lo tienes
caliente carajo– decía el mastodonte que ya tenía la mitad de su guebo adentro
y yo me sentía una vaca pariendo.
Cada cantímetro de aquel trozo que
entraba lo sentía. Humberto se movió y el guebo de Arlindo terminó de entrar
para luego comenzar a moverse y el otro también y yo. Aquello me enloqueció. Yo
estaba como la niña de El Exorcista, de mi boca salían gemidos y gruñidos, sólo
faltaba que me diera vueltas la cabeza.
Y así pasaron escasos minutos hasta que
ambos sacaron sus vergas de aquella cueva, al sacarlos, una flatulencia se
escapó de ahí dentro. Arlindo no aguantó y volvió meterlo, ahora yo en 4 y
comenzó a darle durísimo mientras le mamaba el guebo a Humberto, que en pocos
segundos se corrió en mi boca. Al acabar se levantó rápido de la cama
sosteniéndose la cabeza, se fue al baño.
–Algo le pasa a Humberto. –Le dije a
Arlindo.
–¿Qué? Ya va, ya va, que ya me vengo. –Me
cogió con fuerza de los hombros, empujó, hasta meterlo lo más profundo y se
corrió. Se tiró en la cama y yo salí de ella directo al baño.
Humberto se estaba duchando.
–¿Estás bien?
–Me vino un fuerte dolor de cabeza cuando
acabé, pero ya se me está pasando.
–¿Seguro?
–Si, si, dame unos minutos aquí en el
agua.
–Eso es que estabas en tensión antes de
acabar y al liberar todo eso te viene ese dolor intenso.
–¿Y Arlindo?
–Ni se enteró, acabó y se durmió.
–Buena cogida la que te dimos.
–Me preocupas Humberto, ¿estás bien? ¿tu
corazón?
–Estoy bien, lo que estoy es preocupado
por lo de Henrique, no puedo creer que mi hermano esté metido en eso.
–Te noto agotado Humberto, estás
demacrado, ¿estás comiendo bien?
–François, quédate tranquilo, estoy bien,
no te angusties que yo no lo estoy.
–Si yo no me angustio y me preocupo
¿quién lo hará?
–Arlindo me cuida.
–¿Sí? Ahí está acostado y le dije que te
pasaba algo. Yo me preocupo por ti y voy a estar pendiente, no quiero que te
pase nada.
–Si me pasa algo tú cuidarás de mis
hijos.
–¡No me asustes Humberto!
–Estoy bien, es sólo un comentario.
Me fui de la habitación y Arlindo seguía
durmiendo. Llegué al cuarto y estaba Abel desnudo.
–Ahora me toca a mi.
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