–Disculpa el desorden. –Dijo Henrique
mientras echaba todo lo que había en la cama al piso. Se quitó la ropa hasta
quedarse desnudo. Un pene minúsculo se asomaba entre el pelero que tenía. Se tiró a la cama boca abajo. Inmóvil, esperando
que le llegue el Nirvana. Me quedé viéndolo.
–¿Qué haces? Quítate la ropa y haz lo que
tienes que hacer. –Luego de esa orden me desvestí y me puse el condón –¿Tienes
lubricante? . -Le dije.
–Si, debe estar en el piso, búscalo. –El
momento erótico/morboso de mi vida, ¿de verdad es hermano de Humberto?.
Mientras buscaba agachado en el piso,
restregando mis rodillas en la asquerossa alfombra, Henrique seguía echa’o. Lo
conseguí, tuve que pajearme un poco para pararme el guevo. El bistec que estaba
en la cama no ayudaba.
Me monté, le abrí las nalgas –Deja, yo te
ayudo. Con sus manos dejó despejado aquel culo que iba a penetrar.
El hombre volteó la cabeza para ver lo
que le iba a meter. –Coño, me metes eso despacio, me va a doler.
–Sí tranquilo. A mi me
duelen las bolas pensando que te voy a coger. -Se lo fui metiendo poco a
poco, Henrique no emitía ningun sonido, su cara estaba arrugada y sus manos
estirando las nalgas como un chicle. Fui metiendo, metiendo, metiendo, hasta
que entró todo, el hombre seguía con la cara apretada pero mudo. Me empecé a
mover de arriba abajo. La pasión, el morbo y los centímetros, se los llevó
todos Humberto, este carajo era una muñeca de trapo; quietico.
Yo le daba y le daba y le daba y él nada,
mudo, cara arrugada y manos abriendo nalgas. Empecé a darle más duro para
venirme y así lo hice. Cuando saqué el guevo se volteó rápido.
–Cuidado y se te cae le condón, el semen
me da asco, que no me salpique.
–¿Tú acabaste? –Le pregunté al verle la
barriga empegostada.
–Si, hace rato. ¿Te gustó?
–Mmmmmm ¿la verdad? No. Marico parece que
estabas muerto ahí en la cama, no te moviste, no gemiste, no hiciste nada, lo
de ser pasivo te lo tomas a pecho.
–Bueno, hay maneras de disfrutar el sexo.
Yo lo disfruto así, para mi es un acto mecánico y listo, no le doy importancia.
–Ya, ya, ya veo. Bueno, me ducho y nos
vamos.
–Déjame ducharme primero, me quiero
quitar esto de mi barriga y no quiero que caiga tu semen y luego me duche yo.
El Henrique era bien estúpido, no me
extraña que tengan una relacieon abierta, a este no lo coge ni una gripe.
Nos terminamos de vestir y salimos de la
habitacieon, lo ayudé con el bolso de mano. Cuando ya estábamos en el carro
comienza a hablarme.
–Tienes tremendo guevo chamo, es primera
vez que me meto algo así. Duele que
jode.
–No pareciera, aunque al verte la cara
uno se daría cuenta de que sí, porque de chillar es que ni un suspiro lanzaste.
–No me gusta esa chilladera, me parece
fingido, eso se lo dejo a las pornos. -Dijo porno y me acordé del casting, no
nos han llamado, a lo mejor es por el muerto, le iba a preguntar a Ernesto si a
él lo llamaron. –Henrique seguía hablando.
–…mi esposo es más sexual que yo, ese
quiere tener sexo todo el tiempo, por eso es que yo dejo que lo haga por fuera.
–Claro chamo, me vas a disculpar pero que
te tires así en la cama esperando que venga el guevo a cogerte es matapasión total.
–Yo no sé que le ven al sexo, para mí es
como comer o ir al baño, dormir, normal, se hace y punto. -Dios y eso me lo
estaba diciendo a mi que prefiero tener sexo todo el día y no dormir ni comer.
–Además se pierde mucho tiempo, dígame esa gente que dura horas tirando, que
cansancio.
–Yo le veo de todo, para mi el sexo es
primordial, el día que no tiro muere algo en mi, yo puedo estar tirando todo el
día, es más ahora tengo ganas, podría estacionar aquí y cogerte.
–¿En el carro? ¡Qué pavoso!. Si quieres
luego lo hacemos de nuevo y así calmas la ansiedad.
–¿Perdón? ¿Ansiedad? Yo lo que quiero es tirar, sentir que la otra
persona disfruta y le da morbo lo que le hago, para tirar contigo prefiero
comprarme un muñeco inflable y me lo cojo a diario.
–Uy no, esos bichos se llenan de
bacterias y aquel lechero adentro, eso hay que echarle cloro para desinfectar
eso.
–Bueno ya llegamos. –Estaba a punto de llamar
a Jack para que lo matara, yo le pagaría lo que fuera.
–Yo lo que creo es que tú eres promiscuo,
estás enfermo, eres un satírico.
–Fíjate y yo pagando psicólogos y tú
diste con la respuesta a todas mis dudas, vaya.
–Pues sí. No es normal lo que tienes,
menos mal que usas proteccíon, podrías ser un saco de enfermedades venéreas.
Ya me estaba hirviendo la sangre, quería
entrarle a patadas a este tipo. –Tranquilo, yo creo que estoy más sano que tú,
pero sí, soy promiscuo, burda de promiscuo y me encanta.
–Si eres feliz así bien por ti, pero yo
no estoy de acuerdo con esa vida.
–Ya va, ya va, ¿me estás dando clases a
mí de moral? cuando tú tienes una relación abierta donde tu esposo tira con
otros y quien sabe si tú, bueno estuviste conmigo hace un rato.
Hubo un silencio incómodo...
–Bueno, esa pausa dramática me respondió.
No me hables de promiscuidad si en tu casa se respira eso. Acomódate en el
cuarto de tu hermano, supongo que ahí dormirás, yo voy a buscar a los gemelos
para ir a la clínica.
–¿Me puedes esperar y voy contigo?
–Ok.
Ya en el carro nuevamente, Henrique
intentó justificarse.
–Mi matrimonio es de conveniencia y…bueno
llegamos a ese acuerdo.
–No me cuentes historias, son promiscuos
los dos y ya…
–¿Tú te acostaste con mi hermano?
–Con tu hermano, con tus
sobrinos y contigo, ah y con la esposa…casi. Sí, en un momento de borrachera mutua.
–Eres terrible. Solo basta que mis
sobrinos sean gais y también lo hagas con ellos y no te importen que sean
menores de edad, eso ya sería pedofilia.
Volvió el silencio incómodo y no hablamos
más hasta que recogimos a los gemelos.
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