jueves, 3 de marzo de 2016

MALAS INFLUENCIAS. Aventuras de los gemelos.


Jack volvió a desaparecer, 3 días sin saber de él y 3 días soñando con él . Todavía me sentía mal por la cocaína que me metí. Definitivamente soy alérgico a ese polvo.


Humberto había hablado con sus hijos. Abel le pidió disculpas a su papá por lo de la otra vez con Arlindo, Humberto hizo lo mismo. Luego Arlindo habló con Humberto también para pedirle disculpas, conversaron de lo que sucedió y este lo invitó a cenar a casa para que conociera formalmente a sus hijos, ya más relajados.



Luego de desocuparme del trabajo le avisé a Humberto que buscaría a los gemelos al colegio para salir a pasear con ellos.

–<Mosca donde los llevas, mira que tú tienes una imaginación>

–<Jajajaja gracias por lo que  me toca, vamos a El Hatillo a comer por allá>



Íbamos a comer pero también a ver al cura, Abel estaba ladilla con la insistidera.

Llegamos a la iglesia de La Lagunita, estacionamos el carro y nos bajamos los 3.

–Déjame entrar a la iglesia a ver si hay misa y les aviso.



Entré y efectivamente había misa. Carlos estaba terminando el sermón, yo me acerqué lo más que pude para que me viera. Cuando se empezó a ir la gente me vio y se sonrió. Se acercó.



–Te tardaste en regresar, ¿estabas acumulando pecados?

–Desde que me fui de la iglesia aquella vez ya estaba pecando.

–¿Te quieres confesar?

–La verdad quiero que me crucifiques, pero vine a presentarte a unos amigos.

-¿Ah si? Quieres una orgía?

–Tienen 16 años y son gemelos.

–Coño, carne fresca.

–Si pero ya vienen con vicios, son mala conducta en la cama.-Les escribí para que entraran.





–Ellos son Caín y Abel.

–Ah caramba, hasta bíblicos son. ¿Tú eres el malo? –Señaló a Caín.

–La verdad que en este caso él, Abel, es el sinvergüenza.

–François, no me eches pa la calle así, vale –Me dijo en voz baja

–Tranquilo, que así es que me gustan los carajitos.

–¿Vamos a tirar? –Preguntó Abel.

–A eso vinieron , ¿no?

–Bueno, en realidad yo no quiero, yo los espero aquí afuera.

–Yo me quedo con Caín y doy una vuelta por El Hatillo, me avisas cuando estés listo

–Yo si me voy contigo –Abel aplaudió emocionado. –Usa condón. -le dije al oído.



–¿Por qué no quisite ir?

–Porque el tipo es activo y no me quiero coger a Abel nada más. Que disfrute mi hermano, luego te cojo a ti y a él.

–Jajajaja esta bien, vamos a dar una vuelta.

–Espero que no pase nada malo.

–¿Por qué tiene que pasar algo?

–Cuando dejo a Abel solo, siempre le pasa algo.



Llegamos al centro comercial Paseo El Hatillo, estacioné el carro en un puesto lejísimo y apartado, el estacionamiento estaba full.

–¿Y si aprovechamos y te cojo aquí en el carro? – Me dijo Caín. –Es primera vez que lo haría en un carro jejeje.

–Bajáte el pantalón y pasa para atrás. –Me quité el pantalón y me fui al asiento trasero también y comencé a mamarle el guevo a Caín.

–Tú si lo mamas rico, Abel lo mama bien pero tú te esmeras, tienes práctica.

–Desde niño ando en esto Caín. -Le dije y seguí mamando. Me lo metí todo en la boca y jugué con él con mi lengua, me metí hasta las bolas, nunca se lo había hecho a Caín y eso lo enloqueció.

–Dame culo, anda, quiero cogerte, estoy excitado. –Saqué un condón del bolsillo y se lo puse, le llené de saliva el guevo y mi culo y me senté. Me agarré del respaldar una vez que lo metí y comencé a bajar lentamente mientras se lo apretaba, soltaba y bajaba, apretaba, soltaba y bajaba hasta que entró completo y empecé a menearme y sentarme en ese guevo.

–Me vas a hacer acabar coño.

–Aguanta, que tú puedes, quiero seguir. Y seguimos, varios minutos. Yo me movía para todos lados, empujaba, me subía, me bajaba, me movía hacia los lados hasta que algo nos paralizó.  Un halo de luz que se movía rápidamente entraba por la ventana, la golpearon con la linterna y me baje de Caín.



Bajé el vidrio.

­¿Qué están haciendo?

–Tirando señor, ya nos vamos.

–Desde allá atrás se ve el carro moviéndose. Van a tener que acompañarme.

–O yo le doy 500 bolos y usted se le olvida que vio algo raro. –Le di los billetes doblados, creo que iban más de 500. El hombre apagó la linterna –Se van de aquí ya.

Caín estaba asustado pero seguía con el guevo parado así que me monté y seguimos. Volví a moverme como antes y comencé a masturbarme, le apreté el guevo mientras me corría en su pecho y él se vino dentro de mi.

–Toma, límpiate. –Le pasé unas toallitas húmedas.

–Que rica esa cogida, bueno me cogiste tú a mi, yo no me moví jejeje.

–Jajaja eso es lo que tenemos los versátiles. Vamos a dar una vuelta y a ver si comemos algo mientras esperamos a tu hermano.

–Le deben estar dando duro.



Cuando apenas estamos recorriendo un nivel del centro comercial, llama Abel.

–Es tu hermano, debe estar liso ya.

–<<Aló>>

–<<François…ah ah ah, vengan a buscarme ya…ah ah ah, estoy corriendo me recogen ah ah por la vía, venga ya por fa...>>



–Vamos, que algo le pasó a Abel. -Me empezó la taquicardia y no podía ni meter la velocidad del carro.

-Lo sabía, lo sabía, sabía que iba a pasar algo coño de la madre. -Dijo Caín

–NO ME PONGAS MAS NERVIOSO CAIN, YA LO VAMOS A BUSCAR.



Cuando vamos por la recta rumbo a la iglesia vemos a Abel correr, acelero y lo alcanzo. Se monta.

–Arranca y vámonos de aquí.



Comenzó a contarnos.



–Fuimos a la parte de atrás de la iglesia, donde él vive creo o por lo menos donde pasa el tiempo entre las misas y tal.



–Quédate aquí quieto. -Me dijo, me desabrochó el pantalón y me lo quitó. Cogió un frasco, se echó del líquido en la mano, era como aceite de esos que se usan para aromaterapia, esas vainas, se la restregó en la mano y comenzó a pasar su mano por mis nalgas, las lubricó para luego meter la mano entre mis nalgas y tocarme el culo, pasaba la mano y cuando llegaba al culo metía un dedo, luego 2, metía más la mano por abajo y tocaba mis bolas y el guevo que ya lo tenía parado.

Él ya se había desabrochado el pantalón y me dijo que se lo mamara. Me volteé y me agaché. Mientras se lo mamaba me pasaba la mano por la cabeza y la cara, todavía su mano estaba impregnada de aceite que olía como a mandarina. Me agarró fuerte del pelo y empujó mi cabeza hacia su guevo para que me lo tragara. Terminó de quitarse el pantalón y los zapatos. Buscó un condón y me dijo que se lo pusiera.

–Échale lubricante. –Me puso de espaldas a él en la mesa, me acostó el tronco y abrió mis nalgas. Sus dos pulgares los metió en mi culo y lo abrió, y con su guevo que era un bate de lo duro que estaba me lo metió con los dedos adentro. Sentía que me estaba abriendo el culo con una palanca. Yo le decía que me dolía y él le daba más duro, pero la verdad me estaba gustando.



Pero cuando lo terminó de meter me alzó, me volteó y me acostó en la mesa para cogerme frente a frente. Me lo metió y puso sus manos en mi cabeza haciendo presión mientras me cogía moviéndose rapidísimo. No me dejaba moverme. Me soltó.

–Agárrate de mi cuello, -dijo. Me alzó y me agarró de las nalgas moviéndome de arriba abajo. Yo sólo chillaba.

–¿Te duele ah? ¿te duele? ¿quieres que te de más duro?

–Si,  si, dale duro. –Me tiró en la cama. –Ponte en 4 – Me puse y me lo metió de una, yo empecé a gemir duro y así me tuvo un buen rato hasta que me volteó y me volvió coger viéndome.



Cuando me tiene boca arriba, veo hacia la puerta y hay un hombre grabando.

–Carlos, Carlos hay alguien ahí.

Carlos voltea.

–¡Esto es lo que me faltaba para terminar de denunciarte enfermo desviado, te vas a podrir en la carcel pedófilo!.

Carlos se le fue encima al tipo para caerle a golpes, el tipo le lanzó la cámara a otro que esperaba afuera –AGARRA LA CAMARA Y VETE. Yo me vestí sin ponerme los zapatos  y salí. El tipo de afuera intentó detenerme, lo logró por varios segundos, forcejeamos y le arranqué la cámara, Me dio un golpe pero salí corriendo y ni sé si me persiguió. Salí corriendo y aquí estoy.



–Si, había alguien detrás de ti pero bien lejos, no sabía que pudieses correr tan rápido. -Dijo Caín.

–La cagazón que tenía me puso a correr.

–Gracias a Dios no te pasó nada, vamos a llamar a Carlos.



Carlos me dijo que estaba bien, con algunos golpes al igual que el tipo que lo grabó. Le expliqué que Abel tenía la cámara que no se preocupara.

–Gracias, no me preocupa eso, me preocupa el tipo este que ya me vio y puede intentarlo de nuevo.

Le pedí los datos del hombre y si sabía donde vivía. Me dijo todo: nombre completo y dirección.



Destruímos la memoria de la cámara y borramos todo de la memoria interna y también nos deshicimos de ella. Al día siguiente le escribí a Jack para que le diera un susto al hombre.

–<No se te ocurra matarlo, simplemente asústalo de tal manera que ni se atreva a ver  al cura>

–<Tranquilo, yo sé hacer las cosas>



5 días después Jack visitaba la casa del hombre, era una casa pequeña comparada con las mansiones que estaban en los alrededores.



–Buenas noches, diculpe la hora ¿se encuentra el señor Agustín Rojas?

–¿Quién lo busca?

–Soy el señor Grijalba, dígale que es sobre el caso del cura de la iglesia, él sabe de que se trata.

–Muy bien, pase.

–No, yo espero aquí afuera avísele que estoy aquí.



A los 5 minutos apareció el hombre.

–Buenas noches, ¿qué desea?

–Buenas noches señor Rojas, mi nombre es Victor Grijalba y supe lo ocurrido con el cura.

-¿Cómo sabe? ¿quién le dijo?

–Me gustaria hablar con usted en un lugar más privado, es muy delicado lo que le voy a decir.

–Vamos a la casita de huéspedes, ahí no hay nadie. Ese maldito cura lo quiero sacar de aquí.

–A eso vine para  ver que vamos a hacer con él.

–Entre.



Cuando encendió la luz, Jack lo agarró por el cuello y lo alzo unos centímetros del piso. Sacó el arma y se la puso en la garganta.

–Tú te vuelves a meter con el cura y tu familia se muere.

–Tú no sabes ni quien soy, suéltame. –Apretó más la pistola.

–Tu hijo Daniel y tu hija Victoria van al colegio Santo Tomás de Villanueva, él tiene 9 y ella 12 años, tu esposa Victoria trabaja en una fundación contra el cáncer de mama y normalmente está sola en las mañanas en casa, algo le puede pasar, la violo y la mato luego, ¿qué te parece? Ah y tu trabajas en ODEBRECHT como ingeniero, llegas a casa siempre a las 8 de la noche, mira todo el tiempo que tengo para deshacerme de tu familia.

–No le haga nada a mi familia por favor, a mis hijos no, máteme a mi pero a ellos no.

–Eso depende de ti. Deja tranquilo al curita y yo dejo tranquila a tu familia. –Lo bajó, Agustín se había orinado en los pantalones.



Le dio un golpe en la cabeza con la pistola que lo tumbó al piso dejándolo mareado. Salió de ahí y con la navaja pinchó los cauchos de ambos vehículos estacionados en la casa. Jack se fue.





–<Listo, ese hombre no se le va a ocurrir ni arrancarle una hebra de cabello a tu curita. Me debes una.>

–<Gracias, me debes una tú a mi>

–<¿Qué te debo?>

–< Acostarte conmigo, me dejaste mal la otra vez> -De nuevo sin respuesta

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