Jack volvió a desaparecer, 3 días sin
saber de él y 3 días soñando con él . Todavía me sentía mal por la cocaína que
me metí. Definitivamente soy alérgico a ese polvo.
Humberto había hablado con sus hijos.
Abel le pidió disculpas a su papá por lo de la otra vez con Arlindo, Humberto
hizo lo mismo. Luego Arlindo habló con Humberto también para pedirle disculpas,
conversaron de lo que sucedió y este lo invitó a cenar a casa para que
conociera formalmente a sus hijos, ya más relajados.
Luego de desocuparme del trabajo le avisé
a Humberto que buscaría a los gemelos al colegio para salir a pasear con ellos.
–<Mosca donde los llevas, mira que tú
tienes una imaginación>
–<Jajajaja gracias por lo que me toca, vamos a El Hatillo a comer por allá>
Íbamos a comer pero también a ver al
cura, Abel estaba ladilla con la insistidera.
Llegamos a la iglesia de La Lagunita,
estacionamos el carro y nos bajamos los 3.
–Déjame entrar a la iglesia a ver si hay
misa y les aviso.
Entré y efectivamente había misa. Carlos
estaba terminando el sermón, yo me acerqué lo más que pude para que me viera. Cuando
se empezó a ir la gente me vio y se sonrió. Se acercó.
–Te tardaste en regresar, ¿estabas acumulando
pecados?
–Desde que me fui de la iglesia aquella
vez ya estaba pecando.
–¿Te quieres confesar?
–La verdad quiero que me crucifiques,
pero vine a presentarte a unos amigos.
-¿Ah si? Quieres una orgía?
–Tienen 16 años y son gemelos.
–Coño, carne fresca.
–Si pero ya vienen con vicios, son mala
conducta en la cama.-Les escribí para que entraran.
–Ellos son Caín y Abel.
–Ah caramba, hasta bíblicos son. ¿Tú eres
el malo? –Señaló a Caín.
–La verdad que en este caso él, Abel, es
el sinvergüenza.
–François, no me eches pa la calle así,
vale –Me dijo en voz baja
–Tranquilo, que así es que me gustan los
carajitos.
–¿Vamos a tirar? –Preguntó Abel.
–A eso vinieron , ¿no?
–Bueno, en realidad yo no quiero, yo los
espero aquí afuera.
–Yo me quedo con Caín y doy una vuelta
por El Hatillo, me avisas cuando estés listo
–Yo si me voy contigo –Abel aplaudió
emocionado. –Usa condón. -le dije al oído.
–¿Por qué no quisite ir?
–Porque el tipo es activo y no me quiero
coger a Abel nada más. Que disfrute mi hermano, luego te cojo a ti y a él.
–Jajajaja esta bien, vamos a dar una
vuelta.
–Espero que no pase nada malo.
–¿Por qué tiene que pasar algo?
–Cuando dejo a Abel solo, siempre le pasa
algo.
Llegamos al centro comercial Paseo El
Hatillo, estacioné el carro en un puesto lejísimo y apartado, el
estacionamiento estaba full.
–¿Y si aprovechamos y te cojo aquí en el
carro? – Me dijo Caín. –Es primera vez que lo haría en un carro jejeje.
–Bajáte el pantalón y pasa para atrás.
–Me quité el pantalón y me fui al asiento trasero también y comencé a mamarle
el guevo a Caín.
–Tú si lo mamas rico, Abel lo mama bien
pero tú te esmeras, tienes práctica.
–Desde niño ando en esto Caín. -Le dije y
seguí mamando. Me lo metí todo en la boca y jugué con él con mi lengua, me metí
hasta las bolas, nunca se lo había hecho a Caín y eso lo enloqueció.
–Dame culo, anda, quiero cogerte, estoy
excitado. –Saqué un condón del bolsillo y se lo puse, le llené de saliva el
guevo y mi culo y me senté. Me agarré del respaldar una vez que lo metí y
comencé a bajar lentamente mientras se lo apretaba, soltaba y bajaba, apretaba,
soltaba y bajaba hasta que entró completo y empecé a menearme y sentarme en ese
guevo.
–Me vas a hacer acabar coño.
–Aguanta, que tú puedes, quiero seguir. Y
seguimos, varios minutos. Yo me movía para todos lados, empujaba, me subía, me
bajaba, me movía hacia los lados hasta que algo nos paralizó. Un halo de luz que se movía rápidamente
entraba por la ventana, la golpearon con la linterna y me baje de Caín.
Bajé el vidrio.
¿Qué están haciendo?
–Tirando señor, ya nos vamos.
–Desde allá atrás se ve el carro
moviéndose. Van a tener que acompañarme.
–O yo le doy 500 bolos y usted se le
olvida que vio algo raro. –Le di los billetes doblados, creo que iban más de
500. El hombre apagó la linterna –Se van de aquí ya.
Caín estaba asustado pero seguía con el
guevo parado así que me monté y seguimos. Volví a moverme como antes y comencé
a masturbarme, le apreté el guevo mientras me corría en su pecho y él se vino
dentro de mi.
–Toma, límpiate. –Le pasé unas toallitas
húmedas.
–Que rica esa cogida, bueno me cogiste tú
a mi, yo no me moví jejeje.
–Jajaja eso es lo que tenemos los
versátiles. Vamos a dar una vuelta y a ver si comemos algo mientras esperamos a
tu hermano.
–Le deben estar dando duro.
Cuando apenas estamos recorriendo un
nivel del centro comercial, llama Abel.
–Es tu hermano, debe estar liso ya.
–<<Aló>>
–<<François…ah ah ah, vengan a
buscarme ya…ah ah ah, estoy corriendo me recogen ah ah por la vía, venga ya por
fa...>>
–Vamos, que algo le pasó a Abel. -Me
empezó la taquicardia y no podía ni meter la velocidad del carro.
-Lo sabía, lo sabía, sabía que iba a
pasar algo coño de la madre. -Dijo Caín
–NO ME PONGAS MAS NERVIOSO CAIN, YA LO
VAMOS A BUSCAR.
Cuando vamos por la recta rumbo a la
iglesia vemos a Abel correr, acelero y lo alcanzo. Se monta.
–Arranca y vámonos de aquí.
Comenzó a contarnos.
–Fuimos a la parte de atrás de la
iglesia, donde él vive creo o por lo menos donde pasa el tiempo entre las misas
y tal.
–Quédate aquí quieto. -Me dijo, me
desabrochó el pantalón y me lo quitó. Cogió un frasco, se echó del líquido en
la mano, era como aceite de esos que se usan para aromaterapia, esas vainas, se
la restregó en la mano y comenzó a pasar su mano por mis nalgas, las lubricó
para luego meter la mano entre mis nalgas y tocarme el culo, pasaba la mano y
cuando llegaba al culo metía un dedo, luego 2, metía más la mano por abajo y
tocaba mis bolas y el guevo que ya lo tenía parado.
Él ya se había desabrochado el pantalón y
me dijo que se lo mamara. Me volteé y me agaché. Mientras se lo mamaba me
pasaba la mano por la cabeza y la cara, todavía su mano estaba impregnada de
aceite que olía como a mandarina. Me agarró fuerte del pelo y empujó mi cabeza
hacia su guevo para que me lo tragara. Terminó de quitarse el pantalón y los
zapatos. Buscó un condón y me dijo que se lo pusiera.
–Échale lubricante. –Me puso de espaldas
a él en la mesa, me acostó el tronco y abrió mis nalgas. Sus dos pulgares los
metió en mi culo y lo abrió, y con su guevo que era un bate de lo duro que
estaba me lo metió con los dedos adentro. Sentía que me estaba abriendo el culo
con una palanca. Yo le decía que me dolía y él le daba más duro, pero la verdad
me estaba gustando.
Pero cuando lo terminó de meter me alzó,
me volteó y me acostó en la mesa para cogerme frente a frente. Me lo metió y
puso sus manos en mi cabeza haciendo presión mientras me cogía moviéndose
rapidísimo. No me dejaba moverme. Me soltó.
–Agárrate de mi cuello, -dijo. Me alzó y
me agarró de las nalgas moviéndome de arriba abajo. Yo sólo chillaba.
–¿Te duele ah? ¿te duele? ¿quieres que te
de más duro?
–Si,
si, dale duro. –Me tiró en la cama. –Ponte en 4 – Me puse y me lo metió
de una, yo empecé a gemir duro y así me tuvo un buen rato hasta que me volteó y
me volvió coger viéndome.
Cuando me tiene boca arriba, veo hacia la
puerta y hay un hombre grabando.
–Carlos, Carlos hay alguien ahí.
Carlos voltea.
–¡Esto es lo que me faltaba para terminar
de denunciarte enfermo desviado, te vas a podrir en la carcel pedófilo!.
Carlos se le fue encima al tipo para
caerle a golpes, el tipo le lanzó la cámara a otro que esperaba afuera –AGARRA
LA CAMARA Y VETE. Yo me vestí sin ponerme los zapatos y salí. El tipo de afuera intentó detenerme,
lo logró por varios segundos, forcejeamos y le arranqué la cámara, Me dio un
golpe pero salí corriendo y ni sé si me persiguió. Salí corriendo y aquí estoy.
–Si, había alguien detrás de ti pero bien
lejos, no sabía que pudieses correr tan rápido. -Dijo Caín.
–La cagazón que tenía me puso a correr.
–Gracias a Dios no te pasó nada, vamos a
llamar a Carlos.
Carlos me dijo que estaba bien, con
algunos golpes al igual que el tipo que lo grabó. Le expliqué que Abel tenía la
cámara que no se preocupara.
–Gracias, no me preocupa eso, me preocupa
el tipo este que ya me vio y puede intentarlo de nuevo.
Le pedí los datos del hombre y si sabía
donde vivía. Me dijo todo: nombre completo y dirección.
Destruímos la memoria de la cámara y
borramos todo de la memoria interna y también nos deshicimos de ella. Al día
siguiente le escribí a Jack para que le diera un susto al hombre.
–<No se te ocurra matarlo, simplemente
asústalo de tal manera que ni se atreva a ver al cura>
–<Tranquilo, yo sé hacer las cosas>
5 días después Jack visitaba la casa del
hombre, era una casa pequeña comparada con las mansiones que estaban en los
alrededores.
–Buenas noches, diculpe la hora ¿se
encuentra el señor Agustín Rojas?
–¿Quién lo busca?
–Soy el señor Grijalba, dígale que es
sobre el caso del cura de la iglesia, él sabe de que se trata.
–Muy bien, pase.
–No, yo espero aquí afuera avísele que
estoy aquí.
A los 5 minutos apareció el hombre.
–Buenas noches, ¿qué desea?
–Buenas noches señor Rojas, mi nombre es
Victor Grijalba y supe lo ocurrido con el cura.
-¿Cómo sabe? ¿quién le dijo?
–Me gustaria hablar con usted en un lugar
más privado, es muy delicado lo que le voy a decir.
–Vamos a la casita de huéspedes, ahí no
hay nadie. Ese maldito cura lo quiero sacar de aquí.
–A eso vine para ver que vamos a hacer con él.
–Entre.
Cuando encendió la luz, Jack lo agarró
por el cuello y lo alzo unos centímetros del piso. Sacó el arma y se la puso en
la garganta.
–Tú te vuelves a meter con el cura y tu
familia se muere.
–Tú no sabes ni quien soy, suéltame.
–Apretó más la pistola.
–Tu hijo Daniel y tu hija Victoria van al
colegio Santo Tomás de Villanueva, él tiene 9 y ella 12 años, tu esposa Victoria
trabaja en una fundación contra el cáncer de mama y normalmente está sola en
las mañanas en casa, algo le puede pasar, la violo y la mato luego, ¿qué te
parece? Ah y tu trabajas en ODEBRECHT como ingeniero, llegas a casa siempre a
las 8 de la noche, mira todo el tiempo que tengo para deshacerme de tu familia.
–No le haga nada a mi familia por favor,
a mis hijos no, máteme a mi pero a ellos no.
–Eso depende de ti. Deja tranquilo al
curita y yo dejo tranquila a tu familia. –Lo bajó, Agustín se había orinado en
los pantalones.
Le dio un golpe en la cabeza con la pistola
que lo tumbó al piso dejándolo mareado. Salió de ahí y con la navaja pinchó los
cauchos de ambos vehículos estacionados en la casa. Jack se fue.
–<Listo, ese hombre no se le va a
ocurrir ni arrancarle una hebra de cabello a tu curita. Me debes una.>
–<Gracias, me debes una tú a mi>
–<¿Qué te debo?>
–< Acostarte conmigo, me dejaste mal
la otra vez> -De nuevo sin respuesta
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