Locura
a la italiana.
Darío cuelga el teléfono.
–¿Quién era mi amor?
–Eeeeh…recepción a ver si todo estaba bien,
les dije que sí.
–Pues no, no está todo bien, faltan
toallas, llama para que las suban.
Llamó a recepción pero no atendían y
decidió bajar.
–Voy a decirles y te espero abajo y así
paseamos por el hotel, quiero tomar unas fotos.
–Pero no te tardes amor, estoy cansada pero
quiero mi noche de pasión contigo.
–Claro que si mi amor. –Darío se fue y
Bertha cogió su celular y marcó el número de Carmelo.
–<<Ya estoy en el hotel instalada ¿y
tú?>>
–<<También, mi hotel está a 3 cuadras
del tuyo, vente ahora mismo.>>
–<<¿Estás loco? ¿cómo se llama tu
hotel?>>
–<<Terminal, está cerca, vente
ya>>
–<<No puedo, Darío me espera en
recepción>>
–<<Escápate, sé que ya estas mojada
solo de pensar que vas a tener sexo conmigo, te espero>>
Colgó la llamada. Bertha se puso nerviosa y
sudaba frío. Se quitó el vestido y se dio una ducha rápida para salir de una
vez.
Bajó a recepción, la amplitud del lugar le
daba una visual completa para darse cuenta que su esposo no estaba por ahí.
Pasó por un espejo y se peinó, sintió un frío correr por la parte interna de su
muslo, metió su mano para limpiarse y luego se llevó a sus labios la humedad de
sus dedos.
Le preguntó al de la recepción donde
quedaba el hotel y le dijo que a 3 cuadras, al llegar a la tercera cruzara a
mano izquierda.
Entró al hotel y solicitó el wifi para
poder comunicarse.
–<Ya estoy en el lobby, baja>
–<Me estoy vistiendo, toma algo en el
bar, yo te invito>
Pidio agua gasificada con limón y unas
aceitunas. A los 15 minutos llegó Carmelo. Sin voltearse, Bertha sabía que
había entrado, el perfume que despedía Carmelo lo reconocía a leguas, cerró los
ojos y sintió como su entrepierna se humedecía.
–Hola, nos vamos. Anote lo que pidió la
dama a mi cuenta. Habitación 306. -Le dejó unos euros en la barra.
–¿A donde vamos?
–A un bar cercano, para que conozcas gente.
–¿Gente?
–Si, unos hombres que están dispuestos a lo
que quieras y son bisexuales.
–¿Los conoces?
–No, pero me han hablado de ese sitio y ahí
se manejan así las, llegas, hablas y acción.
–Pensé que iba a estar contigo.
–Estás conmigo
–No puedo estar mucho tiempo.
–Estarás el tiempo que yo quiera,
tranquila. –La tomó de la cintura y caminaron abrazados.
Luego de caminar varias cuadras llegaron al
bar, era de piedra, a baja luz y estaba lleno, homnbres y mujeres copaban el
sitio.
Llegaron a la barra y habían 3 hombres cerca
de ellos que los miraban. Veían a Bertha y lo veían a él.
Carmelo pidió un par de bebidas y se
acercó.
–Hey ragazzi, chiamato Bertha vuole sapere belle Hombes che vogliono fare
sesso con lei, incinta e molto caldo . Essi sono incoraggiati?
Los 3 se sonrieron y se acercaron a Bertha, uno de ellos
le tocó la barriga y la besó en la boca.
–Me excita que estés embarazada, ¿Quieres estar con
nosotros 3?. -Le hablaba uno de ellos intento pronunciar bien el español.
Bertha lo miró a los ojos, se sonrió y le dijo que sí apenas
moviendo la cabeza. Carmelo movió la boca haciendo una media sonrisa. Les dijo
a los 3 para ir a su hotel y montar el gangbang
en su habitación.
Mientras caminaban por la calle, los 3 hombres iban
caminando alrededor de Bertha conversando con ella. Carmelo iba detrás fumando
un porro.
Llegaron a la habitación y Carmelo sirvió unos tragos
para todos menos a Bertha por su embarazo. Los 3 hombres también encendieron
unos pitos de marihuana y comenzaron a quitarse la ropa. Bertha estaba
nerviosa, tenía los brazos cruzados mientras veía como se desnudaban, uno de ellos marcaba unos
pectorales y abdominales. Tanto Bertha como Carmelo lo detallaron .
Se acercó a Bertha y la besó en la boca, era más alto que
ella. Dejaba de besarla y le pasaba saliva a su boca dejando que cayera
lentamente. La desvistió. Bertha solo cargaba sostén.
El hombre se mordió los labios y le dio una suave
cachetada. –Vienes preparada.
Se apartó y se se sentó para quitarse el pantalón.
–¿Esta gente trae condones? –Le preguntó a Carmelo, y les
preguntó a ellos.
–NO, NO BAREBACK, BAREBACK
El hombe se levantó de la cama. El interior blanco
delataba un miembre grande y grueso. Bertha no podía quitarle la mirada. Él le
puso un dedo en la barbilla y le levantó la cara.
–No tienes que tenerle miedo, no muerde. –Se sonrió y la
volvió a besar.
Carmelo se había desnudado y dándole la espalda a ellos
preparaba una inyección.
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