jueves, 1 de diciembre de 2016

A QUE NO TE ATREVES 8 Capítulo 4


El novio que no conocía.



Eduardo ya estaba libre bajo fianza a la espera del juicio, pero ahora tenía otro problema: sin trabajo y con los ahorros mermando. Victor trabajaba en otra peluquería mientras recuperaban el local luego del incendio, pidiendo colaboración a la gente y un crédito al banco.



Eduardo estaba tumbado en su cama concentrándose en su celular enviando curriculum a varias páginas de empleo y a algunos amigos. Esperaba a Victor que iba a quedarse en su casa a dormir. Estaba cayendo un aguacero.



En lo más alto del cerro, dentro de una casa hecha de bloques y zinc, un diminuto cuarto con un catre individual que tenía un colchón desvencijado al igual que las sábanas que medio lo cubrían. Estaban 2 hombres negros encima de la escuálida cama.

Entre ellos, Victor, que le hacía sexo oral a uno y el otro lo penetraba.



Lo tomaba del cabello con fuerza y le hacía tragar el pene que no escatimaba en centímetros. Victor se ahogaba en arcadas y sus ojos llenos de lágrimas, mientras el otro le abría las nalgas lo más que podía para penetrarlo completo, cada empujón ayudaba a que el pene del otro entrara en la boca del muchacho. Y con cada empujón, una nalgada.

–Este bichito aguanta palo y no se queja.

–Bueno tiene que pagar por los favores recibidos, no es de gratis sacar al novio de la cárcel, ¿verdad papá? -Miraba a Victor mientras este también lo miraba y afirmaba moviendo la cabeza.



Eduardo no podía concentrarse mientras llenaba, ahora en la laptop, unas planillas digitales para enviar por correo. No podía sacarse de la cabeza imaginarse a Victor teniendo sexo con otras personas, en este caso con unos malandros.

Deja de pensar en eso coño, lo está haciendo porque te sacó de la cárcel, no lo está disfrutando, es negocio, un pago, un pago. -Se repetía una y otra vez en su cabeza.



–Vamo a cambiarnos, me lo quiero coger.

Cambiaron de posición. Victor se sentó unos instantes y cerró los ojos, en su mente llegaba la imagen de Eduardo, apretó los ojos y cuando estaba a punto de llorar se le fue la imagen d esu mente.

–Ponme el condón que quiero reventate. -Se apretó la lengua entre los dientes y el labio.

El que ahora iba a penetrarlo no iba a tener contemplaciones con el muchacho y de una vez introdujo su pene con fuerza, lo que hizo que Victor gritara del dolor.

–Aguanta mami, que tú puedes con esto. -Lo agarró de la cintura y comenzó a moverse con fuerza y rápido. Se escuchaba en toda la precaria casa el golpeteo de los cuerpos, el rechinar del catre y los gemidos de Victor, que se callaron cuando el otro le metió su pene en la boca. Comenzó a llover muy fuerte, como si el cielo llorara por Victor en ese momento.



El hombre no aguantó mucho y se corrió en la cara de Victor que seguía gimiendo. El otro hombre lo volvió a tomar del cabello y lo trajo hacia él, deteniéndose, empujando el cuerpo de Victor. Se quedó quieto mientras se descargaba. Un empujón, otro empujón y sacó el pene.

Victor se tumbó en el catre mientras el hombre se arrancaba el condón.

–Naguevoná de cogida que te echamos, me gusta porque el bicho aguanta parejo. Si quieres le decimos a unos panas que venga a cogerte ahora.

–Nooo mijo, estoy agotado, me duele el culo.

–Bueno, ya tú sabes, otro favorsito te vienes y te damos lo tuyo, claro, si no tienes fuerza. Culiá o fuerza, tú decides.

–Espero que no tenga ningún problema para llamarlos.

–¿No te gusta llevar palo de nosotros?

–Si…pero no me gusta estar en estas teniendo novio.

–Invítalo y te cogemos los 3.

–¿Me puedo bañar?

–Detrás del rancho pero afuera, en el tubo que está ahí.

–Pero está abierto, me van a ver.

–¿Quién? Si aquí no hay casi nadien, anda, apúrate si quieres que te bajemos.



Llegaba al edificio donde vive Eduardo, cuando entró a planta bajo se puso a llorar, algo que antes le parecía tan natural hacerlo y no tenía problema, ahora resultaba todo un desastre teniendo novio y amándolo.  Se secó los ojos con las palmas de la mano, igual la nariz y subió en el ascensor.



Tocó el timbre.

Eduardo se había quedado dormido en la cama, estaba en boxer, al oir el timbre se despertó sobresaltado. Tenía el pene erecto y el boxer humedecido, soñaba con Victor. Fue a abrir.



Abrió la puerta y a Victor se le notaba la cara de haber llorado, la vergüenza lo consumía. Eduardo lo haló del brazo y lo abrazó.

–Ya, ya pasó, tranquilo, no pasa nada papá. -Le dio un beso en la cabeza. Victor se separó y Eduardo le fue a dar un beso en la boca.

–No…ahorita no. –Eduardo cerró los ojos aguantando el llanto.

–No va a volver a pasar, esto no va a volver a pasar.

Eduardo volvió a abrazar a Victor con más fuerza y así estuvieron largos minutos.



–Quiero ducharme contigo, quiero sacarme este asco que tengo encima.

­Te mereces que hoy te conscienta, te voy a bañar y prepararte algo para comer para luego dormir abrazados.

–Quiero que esta noche tú me hagas el amor.

A Eduardo no le importó nada y besó a Victor en la boca fundiéndose en ese beso.

–Te amo. -Le dijo Eduardo

–Que alegría es escuchar eso en este momento.

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