miércoles, 28 de junio de 2017

SÉPTIMA TEMPORADA. De RepenteTú. Capítulo 3


Cuando tocas fondo pero aún falta.



Abría los ojos, su visión estaba nublada y el dolor de cabeza no lo dejaba moverse, tocó su frente y sintió una gasa que envolvía su cabeza, subió la mano para seguir tocando pero dolía.

­–Ya, ya, tranquilo, no te toques ahí, no te muevas.

Aún sin enfocar bien, preguntó dónde estaba y que había pasado.



–Te encontraron en la calle, tirado en el piso con una herida en la cabeza, estabas borracho Emilio.

Al escuchar su nombre levantó la mirada y trató de enfocar. Frente a él estaba Gilberto

–¿Dónde estaba?

–En San Bernardino, pero no sabemos que hacías por ahí, tu carro no aparece por ningún lado. Por suerte cargabas el celular y me contactaron.

–¿Qué estaría haciendo?

–No sé pero seguro tomando, solo o acompañado tampoco sabemos.

–Estoy mal Gilberto, ¿verdad?

–Si, pero solo tú puedes tomar la decisión de salir de esto y eso solo puedes decirlo tú Emilio.



Un mes después entre tragos y droga decidió internarse en un centro de rehabilitación. Le dieron reposo, de momento por 3 meses, así que en el trabajo seguiría cobrando su sueldo. Tenía deudas con el banco, sin carro y unas semanas por delante muy duras.



Al mes de estar internado, le dieron permiso para recibir visitas. Solo fueron a verlo su primo Fernando, Jesucristo, Esperanza y Gilberto.



Gilberto lo acompañaba por un paseo en el jardín.

–¿Cómo te has sentido?

–Mal, necesito alcohol, necesito meterme algo, ahora estoy dopado pero esto ha sido horrible.

–Tienes que ser fuerte, desde que entraste te dijeron que no sería fácil.

–Lo sé… hace 2 días vino Jesucristo, me trajo unos libros, me revisó los dientes , tan lindo, pero me dejó mal, verlo me hizo daño, hubiera preferido que no le dijeran.

–Eso forma parte de tu terapia amor.



Llegaron a una parte del jardín donde no había nadie. Emilio vio hacia un frondoso árbol, veía las raíces, comenzó a temblarle las manos y sudar frío.

–¿Te encuentras bien?

–Sí, sí. Vamos a hacerlo aquí.

–¿Qué? No chico , estás loco ¿y si nos ven?

–Aquí no viene nadie, anda, bájate el pantalón, rápido, eso me calma, me calma, dale.



Antes de bajarse el pantalón, Gilberto vio a todos lados buscando a alguien que estuviera escondido y los estuvieran viendo. Se bajó el pantalón a medio muslo.

Emilio sacó su pene que ya estaba erecto, el cuerpo le temblaba.

Escupió varias veces su mano y la pasó por su pene, volvió a escupir y metió la amno entre las nalgas de Gilberto.

–Esto no está bien Emilio.

–Cállate, ábrete las nalgas.

Lo hizo y Emilio comenzó a penetrarlo, de pie apoyados en el árbol. Empujaba con fuerza mientras Gilberto se agarraba del tronco aguantando la molestia de estar de pie y  con poco lubricante.

–Que rico, que culo tan rico, como me hacía falta esto, estás cerradito.

Gilberto lo estaba disfrutando pero le dolía. Abría sus nalgas mientras Emilio ya con los pantalones en los tobillos seguía empujando. Veía como su pene entraba y salía mojado mientras Gilberto gemía.

Cuando ya estaba a punto, retiró el pene, se masturbó y se corrió entre las nalgas de su novio.

–Nooooo, ¿Qué haces? ¿Ahora cómo me limpio?

Emilio se agachó y comenzó a lamerle las nalgas hasta limpiar todo. –Listo, vístete.

–¿Cómo se te ocurre hacer esto? ¿y si nos descubren?

–Nadie vino. Vamos para que te vayas.

–La semana que viene vengo.



Acompañó a Gilberto a la salida y regresó donde habían tenido sexo, se puso frente al árbol, se agachó. En un trozo de grama que había ahí lo levantó y comenzó a retirar tierra hasta llegar a lo enterrado; su licorera. La tomó y bebió de ella lo que quedaba que no era mucho y se desesperó. Volvió a enterrarla y como pudo se limpió las manos.

Regresó a la casa y buscó a un camillero.

–Consígueme una botella por favor, cómprame una, anda.

–Ahora no puedo.

–Te cojo ahora, anda, anda y en la noche otra vez, toma la tarjeta sal y cómprame una botella.

–Te dije que ahora no puedo salir, tengo que quedarme, mañana te la compro.

–No, no, no, no, ahora, ahora coño, la quiero ahora, te doy dinero, te cojo pero búscame una.



El camillero tomó a Emilio y lo llevó a su cuarto en medio de una crisis pero cuando se puso agresivo pidió ayuda.

Emilio quedó encerrado y comenzó a hacerse daño en la piel con las uñas y a rascarse la cabeza hasta quitarse varias hebras de cabello, el cuerpo le temblaba y comenzó a gritar y gritar y golpear la puerta de aquella pequeña habitación.



Ya en la noche cuando se había calmado y dormía, el camillero entró y lo levantó empujándolo con la pierna.

–Toma, tu botella. Me debes 15 mil y la cogida. –Se soltó el cordón del mono y lo dejó caer.

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