miércoles, 4 de abril de 2018

INQUEBRANTABLE 9. Capítulo 10


–¿Tú también te drogaste? –Le preguntaba Victor a Lucas que estaba acostado en sus piernas mientras este le acariciaba el pelo.

–No, ya te dije que no, solo el frasco ese que te dije.

–Eso es droga Lucas.

–Yo estoy bien, solo me dio dolor de cabeza.



Se acercó una enfermera, le sonrió a Victor y se agachó. –Tu hermano va a estar bien. Su hijo salió del peligro ya el doctor viene a hablar con ustedes.

–Gracias enfermera. –Dijo Victor.



Victor se sonrió. –Ella cree que son mis hijos, eso es buena señal.

–Si supieras que te coges a los dos se le borra la sonrisa de su cara. –Lucas se levantó y fue un momento al baño.





El muchacho ya está estable, está un poco aturdido y débil pero es normal, pero, es un niño, tiene 18 años y tenía droga, mezcló droga, eso es muy peligroso, ¿han llevado al chico a rehabilitación?

–No quiere, él mismo se declaró irrecuperable.

–Hay que obligarlo, puede morir como siga así.

–Créame que con él esas cosas no funcionan, se escapará.



El doctor vio a Victor con preocupación por unos segundos. –Coloqué en el informe intoxicación por alimentos. Victor, estas cosas no suelo hacerlas y lo sabes.

–Lo sé y se lo agradezco en nombre de Ricardo, lo hago por él más que todo por su posición política.

–Vamos a dejarlo en observación por el día de hoy, lo mantendré sedado porque puede que se despierta ansioso queriendo lo que ya sabemos. Mañana le doy de alta.

–Gracias doctor, yo me quedo con él esta noche.



Lucas regresaba preguntándole a Victor por su amigo. Le dijo que ya estaba fuera de peligro pero se quedaría en observación esa noche y que él se quedaría con Teodoro.

–Yo te iba a decir para quedarme contigo en tu casa.

–No voy a dejar solo a Teo.

–¿Y a mi si?

–Lucas, es tu amigo, mi ahijado ¿qué te pasa? Quedarte conmigo puede esperar, puede ser mañana.

–Todo lo mio tiene que esperar cuando aparece Teo, tranquilo, cuando te vuelva a salir con otra vaina y tengas que ayudarlo te acordarás de este momento. ¿me puedes prestar para el taxi? No tengo efectivo y los cajeros no funcionan.



Victor sacó su billetera y le dió seis billetes de 10 mil.

–Avísame cuando llegues a casa.

–¿Para qué? ¿te importa?

–Sabes que sí

Lucas dio media vuelta y Victor lo sujetó del brazo trayéndolo hacia él.

–Ya va, ¿no te vas a despedir? –Victor levantó la mirada mirando por el pasillo, volteó hacia el otro lado a ver si no había nadie y le dio un beso en la boca al muchacho tomándolo por la cara. Tardaron unos segundos en separarse.

–Quiero que cuando termine esto, vengas a vivir conmigo, habla con tu papá.

Lucas tragó saliva y una sonrisa apareció en su rostro. –Soy mayor de edad, no tengo que darle explicaciones.

–Te paga la universidad y tus gastos.

–Hablaré con él. ¿De verdad me estás pidiendo que viva contigo? ¿o es para que me quede quieto?

–Bobo, claro que es en serio, vete ya y avísame cuando llegues.



Lucas se guardó el dinero en el bolsillo y se fue por el pasillo contento. Ya en el taxi se puso a pensar en Victor que se quedaba con Teodoro en la clínica.





Victor entraba en la habitación donde estaba Teodoro que estaba dormido con los aparatos conectados para controlar su estado.

–Ay carajito, ¿qué vamos a hacer contigo? –Le pasaba la mano por el cabello, puso su mano en el pecho del muchacho, levantó la sábana y vio que estaba desnudo apenas con la bata clínica. Le quitó la sábana.

Contempló a su ahijado desnudo, su pene, dormido hacia el lado derecho le sacó un suspiro a Victor que no dudó en acercarse y tomarlo entre sus manos para luego introducirlo en su boca. Mientras jugaba con su lengua sentía como iba creciendo el pene de Teodoro en su boca, el chico abrió los ojos lentamente y vio a su padrino que lo miraba.

–¿Te gusta? –Le preguntó el muchacho, Victor movió la cabeza afirmando, viéndolo a los ojos.

–Te quiero coger.

–Mámalo más, ponlo duro y luego me coges.

Comenzó a masturbarlo mientras recorría con su lengua el glande. Se detuvo y comenzó a desvestirse.

–Desconéctate del aparato y quítate la vía para que te voltees. Teodoro lo hizo, los aparatos comenzaron a pitar pero no le hicieron caso, se arrancó de la mano la vía y se volteó. Victor se subió a la cama y le abrió las nalgas al muchacho.

–Te voy a coger sin condón. –Se acercó y comenzó a penetrarlo.



–¡Chamo, chamo! Ya llegamos, son 50 mil.

Lucas se despertaba sobresaltado. –Voy, voy, disculpe. –Se baja del taxi, secándose el sudor sobre el labio superior.

–Maldita sea, que arrechera cargo y fue un sueño.





Ya de madrugada, en la habitación, Vicor dormía profundamente en el sofá, se había quitado los pantalones y estaba tapado con una sábana.

Teodoro despertaba, sentía el cuerpo pesado pero aún así se sentía bien, miró a los lados, se vio conectado  a unos aparatos. Primero se arrancó la vía de la mano, miró hacia atrás y se estiró para desenchufar los aparatos, con cuidado se levantó de la cama. Abrió el clóset y vio ropa, era de él, una franela y un bermuda, abajo unos zapatos, se vistió y fue donde estaba su padrino y con cuidado buscó la billetera. Sacó los billetes  y se los guardó en el bolsillo. Despacio abrió la puerta de la habitación y salió caminando.

Al llegar a la esquina miró hacia el puesto de enfermeras, dos estaban dormidas con la cabeza apoyada al mesón otras dos hablaban de espaldas. Miró hacia todos lados y vio la puerta de las escaleras, caminó despacio hasta llegar, abrió sin importar si hacía ruido y entró.



Bajó las escaleras lo más rápido que pudo pero se detuvo pues se mareó, respiró hondo y siguió. Llegó a planta baja y como si nada salió de la clínica, tomó un taxi de la línea del centro médico.



–A Los Cedros por favor.



Teodoro llegó al edificio y le pidió al vigilante que le abriera. –Mi pana, márcame el botón del ascensor, no tengo llaves.

El vigilante lo hizo. Entró al apartamento por el ascensor privado. Llamó a Yorman.

–<Bicho, necesito mercancia, algo para meterme, estoy seco>

–<Llégate al barrio, no puedo salir, trae efectivo que te voy a dar una vaina buena>

–<Si va>



Teodoro se duchó y se cambió de ropa. Buscó el arma, la misma que hace un par de años le quitó a uno de sus captores, la cargó y se la metió en la espalda por el pantalón.

Llegó al estacionamiento y se montó en su carro. Salió del edificio, al andar apenas dos cuadras, un par de camionetas negras se le atravesaron en el camino.

–Marico, no puede ser, ¿en serio otro secuestro?



Sacó el arma, pero los hombres, cuatro, ya lo apuntaban.

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