Consiguió un uniforme parecido al de los camilleros. Se
metió en un baño y se cambió. Inhaló un poco de cocaína. En la espalda,
aguantado por el interior, se puso el arma. Antes de salir se puso la
mascarilla en la cara y salió. Su destino era Terapia Intensiva.
Teodoro cruzó el pasillo dejando atrás a los tres escoltas y
entró a Terapia saludándolos. Ubicó a Ricardo que estaba en una esquina
apartado de los otros cubículos que estaban vacios. Estaba una enfermera.
–¿Qué hace aquí?
Teodoro sin mediar palabra sacó el arma y le dio un tiro a
la mujer que cayó al suelo, El ruido del arma apenas se escuchó gracias al
silenciador pero era algo que a Teodoro no le preocupaba. Se acercó a la cama y
vio a su padre.
–<<Mátalo, es el momento, no hay nadie, no viene nadie
tienes tiempo, házlo>> Una voz que escuchaba al lado suyo. A centímetros
de su oído estaba Rebeca, su madre, Teodoro volteó a verla.
Era una imagen que se veía aunque el cuerpo era traslúcido.
–<<Házlo Teo, es lo que deseas, venga mi muerte aunque
me odies, ten esa satisfacción>>
–Cállate, cállate, déjame en paz.
–<<No vas a tener paz hasta que mueras pero primero
llévatelo a él y morirás en paz>>
Teodoro sudaba frío, se quitaba el sudor de su labio
superior con el dorso de la mano que tenía el arma.
–<<Dispara o deconéctalo, ¿por qué tienes miedo? Ya
has matado a mucha gente, ¿qué importa uno más?>>
Teodoro se acercó a los cables que mantenían vivo a Ricardo,
los tomó. Su padre abrió lentamente los ojos. Teodoro se impresionó.
–<<Mira, abrió los ojos, mejor, que vea quien acaba
con su vida. Házlo>>
Ricardo terminó de abrir los ojos y luego de unos segundos
mientras lograba enfocar, apenas sonrió cuando vio que era su hijo. Los ojos de
Teodoro se inyectaron de odio, los abrió y, con todas sus fuerzas arrancó los
cables. Todo comenzó a sonar. La respiración del muchacho se había acelerado.
–<<Muy bien hijo, lo hiciste, lo hiciste, quédate y ve
como agoniza, mira míralo>>
Teodoro no le quitaba la mirada al cuerpo de su padre que
convulsionaba mientras los aparatos no paraban de pitar.
Teodoro se apartó de la cama viendo a su madre que se reía.
Le disparó un par de veces cuando aparecieron el médico y otra enfermera, salió
de Terapia corriendo con el arma en la mano, corrió por el pasillo disparando a
los escoltas. No paró de correr hasta llegar a su carro y salir de la clínica.
Manejando a toda velocidad llama a François.
–< Ve al apartamento de la playa de Ricardo, nos vemos
allá en una hora, ve para allá por favor, no preguntes> -Teodoro le pasó la
dirección por mensaje. Cargaba las llaves del aparatmento que cogió en la casa
de su padre antes de irse a la clínica.
Cuando tomó la autopista hacia el oriente del país lo detuvo
una alcabala, como pudo escondió el arma.
–Estaciónese ahí ciudadano, cédula y documentos del
vehículo. ¿Qué haces vestido así?
–Estudio medicina. Soy el hijo del gobernador.
–Y yo el papá de los helados. Radia este número y me avisas.
–Si jefe. –Le decía otro policía.
Luego de cinco minutos mientras revisaban la maleta llegó de
nuevo el policía.
–jefe, el muchacho es el hijo del gobernador Sucre, dieron
órdenes de que se vaya.
–Mmmm no estabas mintiendo. Por eso estamos como estamos,
Papi te saca de los problemas.
–Se lo dije oficial, que era el hijo del gobernador.
–Dame algo pal café
Teodoro sacó un billete de 100 mil y se lo dio. –Mañana
estás botado, disfruta el café.
El muchacho aceleró a toda velocidad y se perdió en la vía.
–Mamaguevo ese carajito.
¡Jonás ven acá!
Una hora después llegaba Teodoro a la entrada de la
urbanización. Llamó a François.
–<¿Dónde coño estás? Ya llegué, estoy en la entrada.
–<Ya voy para allá, estaba comprando unas cosas para el
apartamento>
–<Te espero afuera porque no te van a dejar entrar>
A los 10 minutos llegaba François en su camioneta, ambos
entraron a la urbanización, el hombre se estacionó donde le dijo el chico y lo
ayudó a bajar las bolsas del mercado.
–Compraste para varios días.
–No sabía cuáles eran tus planes, decidí comprar varias
cosas.
–Wao, hasta vino.
–Dijiste que querías hacer el amor, es una buena ocasión
para tomar vino.
Llegaron al apartamento, hacía un calor insoportable y
Teodoro encendió el aire acondicionado, acomodaron las cosas en la cocina y
pusieron el vino tinto un rato en la nevera.
Se sentaron en el sofa de la sala, François veía a Teodoro a
los ojos. Sin hablar sabía lo que había ocurrido unas horas atrás, el hombre
movía la cabeza desaprovando lo ocurrido.
–Sabes como soy y lo que he hecho desde hace tiempo y te veo
tan tranquilo, no te alteras, no te sorprende, me impresiona eso.
–Viví por más de 15 años con un asesino y vi la muerte de
cerca, nada me sorprende en esta vida.
–¿No te da miedo estar cerca de mi?
–Me da miedo como vayas a terminar. Eres muy joven, creo que
eso es lo que me impresiona de todo esto, eres un chamo.
–Siento que tengo como 40 años, han pasado tantas cosas en
mi corta vida que ya es momento de partir.
–No quiero que te vayas. -Apretó los labios y sus ojos se
inundaron.
–Ley de vida señor, ya mi tiempo terminó.
–No quiero perderte, no quiero perder a alguien más. Sé que
en el fondo eres una buena persona pero hay que escarbar en todo ese fango que
tienes sobre ti para encontrar al verdadero Teo.
–En otra vida será que nos encontremos. Quiero hacer el amor
contigo.
–Solo te voy a pedir algo.
–¿Qué será?
–No te drogues, te quiero sano en esa cama, te quiero a ti,
no al Teo eufórico.
–No lo haré, hoy, quiero que esta noche sea inolvidable.
Teodoro se le abalanzó y lo besó en la boca, François
respondió al beso mientras sentía la mano de Teodoro en su pene apretándolo.
–¿Estás claro que este puede ser el último día que nos
veamos?
–Lo tengo claro, por eso quise verte aquí, hoy es nuestra
última noche juntos.
Volvieron a besarse y se desvestían mutuamente.
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