Teodoro llegaba a la casa de su padre, llegó al
estacionamiento, frenó el carro y ahí mismo lo dejó, quería salir rápido de ahí
y buscar a Yorman. Abrió la enorme puerta con su llave y entró.
La primera persona que lo recibió fue Victor que no estaba
de buen humor.
–Hola padrino.
Victor lo agarró de la camisa apretando el puño y mirándolo
a los ojos con una furia inusitada.
–¡Tú definitivamente quieres acabar con lo que queda de esta
familia! ¿cómo se te ocurre irte de la clínica sin decir nada? ¿Te volviste
loco? ¿Sabes quién te pudo haber visto? Has medido las consecuencias de tus
actos?
–¿Estás hablando por mi o por Ricardo? ¿Mis actos me
perjudican a mi o a Ricardo?
Victor le dio un golpe en la cara que lo tumbó en el suelo,
tenía sangre en la boca, se le había partido por dentro. Se limpió chupando el
dedo y mirando con odio a su padrino, se quedó en el piso.
Victor estaba agitado. –SE TRATA DE TODO, DE TODO, DE TI, DE
MI, DE RICARDO.
–Ya soy mayor de edad y responsable de mis actos padrino, me
puedo largar de la clínica cuando me venga en gana. -Victor le dio un empujón
con la pierna y lo tumbó, le puso el zapato en el cuello.
–¡Victor, cálmate!
–Cállate Ricardo, parte de todo esto es culpa tuya y mía.
–Victor apretó el zapato contra el cuello mientras Teodoro con la cara roja
sonreía.
–Vas a aprender por las buenas o por las malas. -Sacó el
zapato.
Teodoro se tocó el cuello mientras se levantaba. –Será por
las malas padrino. -Le lanzó un golpe a Victor que lo volteó sin tumbarlo al
suelo pero quedó adolorido.
–Te advertí, a los dos, que no me volvieran a pegar, yo no
soy Rebeca. Te estás buscando que te odie, te agarre arrechera y cuando eso
ocurra no respondo.
–¿NO RESPONDE QUÉ, MOCOSO?
CÁLLATE LA BOCA, VAS A ENTRAR POR EL CARRIL.
Ricardo se acercó. Teodoro se sonreía sin quitarle la mirada
a Victor, lo desfiaba.
–Te vas a quedar sin carro a partir de este momento
carajito. -Le dijo Ricardo.
–Ay por favor Ricardo, deja de hablar estupideces, ese carro
es mio, está a mi nombre.
Ricardo llamó a los escoltas y les lanzó una copia de la
llave del carro de su hijo.
–Se lo llevan, lo esconden.
Teodoro le entró la ira, apretó los puños y se fue hacia su
padre.
–¿Quieres que le cuente a tu papá lo del secuestro?
–Eres un hijo de puta.
–No más que tú.
Teodoro se le acercó a centímetros de la cara de su padrino.
Su boca rozaba los labios de Victor, Ricardo los veía sin saber que hacer, verlos
así juntos le producía morbo. –Ya va, ya va, ¿qué está pasando?
–No eres capaz de decirle.
–¿Eres capaz tú?
Teodoro se apartó de su padrino si quitarle la mirada.
–Papá, uno de los secuestradores y yo fuimos lo que cobramos
el rescate en dólares que entregaste, yo me quedé con una parte del dinero.
¿Ves? Se lo dije.
Ricardo se puso pálido y no hablaba, dio un gran suspiro.
Victor se tapó la cara con su mano.
–Te vas de mi casa, sin carro y te vas a ir de mi vida sin
un centavo, no pienso repatir el dinero contigo. Te voy a desheredar. Sal de mi
casa.
Teodoro sacó las llaves del carro de su bolsillo y las de la
casa y se las lanzó a Victor.
Se le acercó a su padrino nuevamente a escasos centímetros
de su cara, le puso la mano en la entrepierna.
–Cuando te pones así, bien molesto es cuando más me excitas,
así como tú te excitas cada vez que me acerco a ti, tu verga crece dentro del
interior. Nos vamos a volver a ver, padrino.
Victor cerró los ojos y se quedó parado ahí. Ricardo se
volteó pasando su mano por el cabello.
–No quiero ver a ese carajito más nunca.
–No debiste decirle lo de la herencia.
–¿Qué, lo perdono?
–No, no es eso, Teodoro es peligroso, no sabes como va a
reaccionar en los próximos días, es capaz de cualquier cosa.
–Déjalo quieto, ese no va a hacer nada ¡me robó dos millones
de dólares! Tiene para vivir como rey.
Teodoro se fue con los escoltas para el barrio a casa de
Yorman. –Si quieren se van yo me quedo aquí, resuelvo.
Tocó la puerta y apareció Yorman en interiores.
–Guevón te estoy esperando desde ayer en la mañana. ¿Dónde
coño te metiste?
–Me volvieron a secuestrar marico, pensé que habías sido tú
pero no, fue un viejo que quería cogerme, montó un show pa’ cogerme como si hay
que hacer mucha vaina para montarme, pero fino, una buena cogida.
-Ajá fino, ¿vas a querer la merca?
–De bolas, a eso vine quiero mi medicina. -Yorman se dio
media vuelta pero Teodoro lo detuvo cogiéndole el brazo.
–Quiero tirar contigo. -Yorman lo miró a los ojos y se
sonrió, se soltó y se fue a la habitación que estaba frente a él y entró
apartando la cortina.
–Párate, te vistes y te largas, voy a hablar de negocios.
–Chico pero el niño duerme.
–Me sabe a mierda, arranca te vas a casa de tu mamá.
Luego de cinco minutos salía la mujer cargando a un niño de
dos años. Teodoro se sonrió al verla, ella solo lo miró y siguió hacia la
puerta.
–Como jala un culo de hombre ¿verdad? Sacaste a la jeva para
cogerme.
–Entra al cuarto y cierra la boca, desnúdate.
Yorman sacó un estuche y de ahí sacó una inyectadora. –Ven
acuéstate.
–Quiero que me amarres a la cama, ¿tienes hojilla?
–Si, ¿pa que la quieres?
–Amárrame, me metes la droga y con la hojilla me vas
cortando, unos cortes suaves por la piel, el pecho, barriga, piernas, pero
suaves y superficiales, lo vi en un video y me dio morbo
–Tú estás enfermo mi pana. Yo te lo hago no tengo peo.
Yorman le colocó la aguja en el empeine y poco a poco le
pasó una pequeña dosis de heroína. Ya amarrado, Teodoro le pedía que hiciera lo
que le dijo, el sicario cogió la hojilla y suavemente la pasó por el pecho, una
línea suave y muy superficial de unos cinco centímetros. Teodoro veía la sangre
y se excitaba, su pene crecía. –Afínca más, sin miedo. -Pidió más cortes, otro
en el brazo, su abdómen, del lado izquierdo de su pecho, en el muslo, en los
costados. Esta vez un poco más profundos y más sangre emanaba de la herida. Cada
corte estremecía al muchacho, cada vez había más sangre y su pene cada vez más
rígido.
–Ahora cógeme.
–Te voy a soltar y te pones en cuatro marico.
Teodoro liberó sus manos y se vio el pecho, estaba manchado
de sangre, los cortes le dolían pero sentía placer al verlo. Se volteó
poniéndose de rodillas sobre la desvencijada cama que rechinaba.
Yorman no usó lubricante, solo su saliva, apoyó su enorme
pene entre las nalgas y comenzó a empujar viendo como entraba el miembro y
escuchaba al chico apenas quejarse con unos imperceptibles gemidos. Yorman poco
a poco introducía el pene sin detenerse.
Sentía el culo de Teodoro muy dilatado, terminó de
penetrarlo y comenzó a moverse. El pene entraba y salía con facilidad. Cogió
por los hombros al muchacho para penetrarlo con fuerza. Lo acostó en la cama y
sobre él comenzó a moverse. Yorman sentía que su pene no entraba en ningún
sitio.
El ano estaba distendido, Teodoro estaba con la mirada
perdida. Yorman se levantó sacudió su pene.
–Mámalo mejor chamo tienes ese culo demasiado abierto y no
aprieta.
Teodoro con los ojos vidrioso y sonriendo sin ningun motivo,
comenzó a mamar aquel enorme pene, que, Yorman, no tuvo reparo en hacer que se
lo tragara por completo, haciendo que bajara por su garganta. El chico miraba a
Yorman mientras tenía el pene completamente en su boca y garganta. Las lágrimas
le corría por los costados de los ojos. Así mantuvo al chico por varios
segundos hasta que lo soltó. Salió el pene y Teodoro cayó de espalda sobre el
colchón salivando sin parar. Yorman se
masturbó acabando sobre el muchacho. El semen caía sobre las heridas. Teodoro
se movía al sentir un poco el ardor.
Luego de 15 minutos dormidos, Teodoro abre los ojos. La
sangre estaba seca y las heridas con una ligera costra, el semen también seco
desprendía un desgradable olor. Al sentarse sintió el dolor en las heridas pero
soportable, vio a Yorman que dormía.
–!Chamo, chamo, despierta!
Yorman se estiró, su pene se movió hacia el otro lado soltando
una gota de semen, Teodoro le pasó el dedo y se lo chupó.
–Coño párate que te tengo que decir algo.
–Verga que pasa chamo, déjame dormir.
–Te tengo un trabajito.
–¿De que se trata? Te voy a cobrar no es de gratis.
–Se trata de algo que te gusta hacer. Un sicariato.
Yorman se sentó en la cama y vio a Teodoro y soltó una risa
con suspiro.
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