Teodoro acostado boca abajo en la cama, con
su cabeza de lado y los ojos cerrados. François, desnudo sobre el chico apenas
rozando su pene aún flácido en las nalgas, iba mordiendo suavemente el craneo
de Teodoro mientras bajaba por la nuca, se detuvo y pasó las yemas de sus dedos
por el cuello y hombros, volvió a morder la piel mientras soplaba y seguía
bajando. Mordía los hombros y continuaba por la espalda, sus dientes apenas
apretaban la piel del muchacho, soltaba y soplaba y seguía bajando, sus yemas
recorrían las piernas. Teodoro se erizaba, sudaba, su mente volaba a lugares
desconocidos, placenteros, recorría paisajes, veía luces, gemidos a lo lejos,
todo daba vueltas, era una sensación excitante que no quería que acabara. Su
pene, aprisionado con el colchón crecía haciéndose espacio bajo la presión.
François llegó donte termina la espalda,
apenas soplaba entre las nalgas mientras sus yemas las recorrían, acercó su
boca y mordió ligeramente una, repitió y siguió, fue a la otra. Ya su pene
estaba erecto y lubricaba, el fluído caía sobre la pierna de Teodoro que seguía
con la piel erizada.
Mordió varias veces la otra nalga para
luego abrirlas y meter su cara entre ellas, su lengua, comenzó a lamer la piel,
la ponía dura intentando penetrar aquel agujero cerrado. Soplaba y mordía, bajó
y tocó las testículos del chico para luego lamerlos y soplar, soplar hasta
sentir como Teodoro se estremecía. Siguió bajando por sus piernas, seguía
mordiendo, se detuvo y volvió a la cabeza para morder de nuevo y bajar. Llegó a
la parte posterior de la rodilla y mordió, lamió, besó y siguió mordiendo, Teodoro
apretó las sábanas y soltó un gemido.
El chico había eyaculado, su respiración
estaba agitada, François recorría los pies con sus yemas y culminaba en los
talones dándoles un beso.
–No he terminado contigo, quiero estar
dentro de ti. –Le susurró al oído a Teodoro que no se movió pero sonreía.
El hombre volvió a colocarse sobre él, esta
vez tomó su pene y lo llevó entre las nalgas del chico y poco a poco fue
penetrándolo, abrió las nalgas y se acostó sobre él, colocó sus manos a los
lados de los hombros del muchacho para luego mover sus caderas viendo como
entraba y salía su pene del cuerpo de Teodoro.
Con suaves movimientos François penetraba a
su amante, mientras este apretaba las sábanas y sentía el frío de su semen en
su piel. No tardó en correrse dentro del chico para luego acostarse sobre él y estár
así unos minutos.
Se
dejó caer a un lado de la cama.
–Discúlpame que me vine tan rápido, me
tenías muy excitado.
–¡Marico! ¿Qué disculpas? Me hiciste acabar
sin tocarme, ¡esa vaina que me hiciste fue demasiado! Es la segunda vez que me
haces acabar sin tocarme.
François visiblemente cansado se sonrió
viéndolo a los ojos. –Me alegro que te haya gustado, yo lo disfruté tanto como
tú, verte excitado, me excitó a mi y esto es el resultado, me vine.
–Marico, no me gustó, ¡me encantó! fue una
vaina de otro mundo.
–Esa era la idea, que te sintieras así.
–Hubo varios minutos de silencio, ambos se miraban a los ojos, observaban su
cuerpos para luego besarse.
–Pensar que ya no te veré más. –Dijo
Teodoro.
–¿Vas a entregarte? ¿Te vas a suicidar?
–No sé que será de mi vida, pero en un rato
me voy a ver con Victor, debe estar muriéndose saber que el amor de su vida
murió.
–No murió Teo, lo mataste.
El chico dejó de ver a François y fijó la
mirada al techo. –Merecía morir, no es una buena persona.
–Eso no lo decides tú.
–Lo decidí,
quise que muriera y lo maté.
–¿También vas a decidir el destino de tu
padrino? ¿Vas a matarlo?
Volvió a ver a François a los ojos.
–Él es tan culpable como tu padre,
comisiones, sobornos, vacunas, corrupción extorsión es lo que ha hecho para
abultar las cuentas de tu padre y las de él.
–Mi padrino es una persona buena que está
enamorado de la persona equivocada y por ese amor hace lo que sea para estar
cerca de ese amor que él sabe que es imposible.
–Ay carajito…que distinto hubiera sido todo
si hubieses apartado tanto odio en tu vida.
–¿Por qué coño siempre tienes que cagar el
hermoso momento que hemos tenido con consejos aleccionadores, a mí que ya no
tengo remedio. Que tostón contigo vale, me voy.
Teodoro se fue a levantar pero François lo
detuvo cogiéndole el brazo con fuerza.
–No seas tonto, quédate aquí conmigo un rato
más, sabes que no te juzgo, simplemente te digo que las cosas pudieron ser de
otra manera, lo sé que ya no vas a cambiar, relájate. -Teodoro regresó a la
cama.
Unos minutos más y François ya no pudo
detener al chico que se duchó y se vistió, el hombre hizo lo mismo.
Llegaron al estacionamiento. François
frente a Teodoro le puso su mano en la nuca.
–Creo que llegó el momento de la despedida
¿no?
Con lágrimas en los ojos, Teodoro apenas
movió la cabeza afirmando. François se acercó y le dio un beso en la boca, un
beso que duró varios segundos, Teodoro puso sus manos en las mejillas del
hombre que también había soltado un par de lágrimas
Se separaron, François se sonrió, con su
pulgar le quitó el exceso de saliva en la boca de Teodoro
–Cuídate, pase lo que pase, hagas lo que
hagas cuídate. -Le dio una palmada en la mejilla
–Tranquilo, igual tú, cuida a mis afectos,
no los abandones.
–No puedo prometerte eso Teo, yo me voy a
Nueva York pronto pero el tiempo que esté aquí lo haré.
Cada quien se montó en su vehículo. Teodoro
antes de arrancar llamó a Victor, aún con la bata de enfermero se acomodó la
parte superior mientras repicaba.
Victor atendió sin hablar.
–<No tienes que decir nada padrino,
quiero hablar contigo frente a frente, vamos a vernos en casa de Ricardo, voy
para allá, en una hora llego> -Colgó la llamada.
Victor se quedó con el celular en su oreja
sin dejar de llorar mirando desde una de las ventanas de la clínica.
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