viernes, 4 de marzo de 2022

Pasticho hormonal. Capítulo 25


 Agustín se encontraba en el supermercado supervisando la entrega de algunos productos y revisando unas facturas. Suena su celular y en la pantalla dice Jaime bufete. Atiende.

–Tin, ya puedes ir a buscar a Castro, está libre.-
–Coñooo Jaime que buena noticia, por fin lo lograste. ¿Me vas a acompañar?-
–Si, yo voy para allá y así hablamos.
Agustín terminó de revisar y le dijo a su asistente que revisara el resto para poder ir a buscar a Castro a la salida de la cárcel.

Enciende su carro y el cuerpo le tiembla, nervioso sale del estacionamiento. A su mente llegaba lo que había vivido con Castro; cuando se conocieron, el sexo, sus paseos, sus conversaciones, las peleas, las infidelidades. Tuvo que detener el carro porque no podía manejar llorando.
Respiró hondo y continuó.
Llegó al recinto penitenciario y vio a Jaime estacionando. Agustín se acercó a Jaime y lo abrazo sin poder evitar llorar de nuevo.
–Gracias Jaime, gracias por todo, no sabes lo feliz que me has hecho sacando de aquí a Castro. -Jaime se separó de Agustín.
–De eso es que te quería hablar.
–¿Qué pasó? ¿Te metiste en problemas?
–Tu papá movió unas teclas y Castro salió, yo tenía varios dias resolviendo vainas para sacarlo y el hizo dos llamadas y listo.
–Pero...mi papá...¿Qué haces tú aquí?

Castro caminaba por el pasillo mientras los otros presos le gritaban despidiéndose, uno de ello logró burlar la seguridad y lo abrazó, Castro hizo lo mismo, cerró los ojos por unos segundos y se separó del hombre que le dieron una golpiza por atravesar el pasillo.
Comenzó a firmar unos documentos para su excarcelación, uno de los oficiales le entregó un paquete con sus pertenencias. –Revisa para ver si está todo. -Castro abrió el paquete y revisó cada pieza.
–Aqui falta algo.
–Revisa la lista y revisa lo que hay.
–En la lista no está puesto, pero aqui falta algo.
–Si no está en la lista, nunca estuvo en el paquete. -Castro lo agarró por el cuello de la camisa con fuerza.
–Aquí había una argolla de acero así de gruesa -le mostró, haciendo un gesto con los dedos. –Me lo quité del guevo delante de ti, lo viste. Quiero que aparezca o te ahorco aqui mismo.
–Devuelvan a.este tipo a su celda. -Castro le apretó el cuello.
–Yo salgo hoy y salgo con mi argolla, tráemela o será peor.
–José, si la tienes dásela, este tipo es un pesado. -Castro apretó más.
–Claro que la tiene y me la va a dar, porque si no, lo voy a matar aquí mismo. -El guardia le dijo que lo tenía puesto en el pene.
–Bájate los pantalones y yo te lo quito.
–No...yo...lo saco
–No, lo saco yo. -Delante de todos los que estaban ahi el hombre se baja el pantalón y el interior. El peso de la argolla le halaba el pene hacia abajo. Castro llevó las manos al pene del hombre y desenrroscó la punta, el guardia aguantaba el dolor pues hacía poco que se lo había puesto. Una vez desenrroscado lo jaló con fuerza provocando el grito del guardia. Se dobló del dolor.
–Busca alcohol y me lo limpias. –Sus compañeros estaban impresionandos viendo la escena y la sangre que salía del glande. Una vez limpio el guardia le entregó el aro y se desmayó.
–Sáquenme de aqui y lleven a ese tipo al médico, se le va a infectar el guevo.

–¿Te contó todo?  ¿De verdad? Si, me dijo que no te diría porque lo ibas a matar.
–Casi lo hago...lo obligué que nos vendiera sus acciones y se desvinculara del bufete. Me pidió que te acompañara a esto.
–¿Estás molesto con él? Yo no quiero verlo Jaime.
–Estoy dolido, molesto, nos puede arrastrar a todos al foso y metermos presos. Ya que gana mucho dinero con el narcotráfico pues que nos deje. Mira...ahi sale Castro.
Tanto Jaime como Agustín vieron a Castro más alto y grande que antes, era imponente.
–Ve, acércate, a pesar de lo que hace, tu padre te ama y sacó al amor de tu vida de la cárcel.

Agustín se acercó a Castro y se puso frente a él a un metro de distancia.
–Hola.
–Hola.
–Bienvenido a la libertad.
Jaime los veía a lo lejos, la diferencia de tamaños entre ambos era impresionante, Agustín se veía pequeño al lado de Castro.

–A pesar que no me trataron mal nunca ahí dentro, lo pasé mal. Pensando en ti y todo lo que estarías haciendo sin mi, que te enamoraras de alguien y te olvidaras de mi para siempre y ahora estás aquí, buscándome.
–Todo va a ser distinto a partir de ahora mi amor.
–Ya nada es igual flaco, nada. Ni tú ni yo somos los mismos.
–Te sigo amando amor.
–Yo también flaco, quiero hacerte el amor. -Soltó el paquete que cargaba y alzó a Agustín cargándolo mientras lo besaba apasionadamente. Jaime los veía y sus ojos se inundaron de lágrimas.
Su lengua recorría la boca de Agustín que se le erizaba la piel, lo abrazó con más fuerza. Sus bocas se separaron. –Vámonos de aquí. Quiero ir a casa y consentirte.
–El apartamento está abastecido, enviaron un mercado al edificio, lo busco donde el conserje.
–Primero quiero ir a un sitio y luego ir a casa.
–Lo que tú quieras hacer.
–Voy a saludar a Jaime aunque se que fue tu padre quien me sacó de la cárcel.
–Si...luego con calma te cuento la historia.

Se destuvieron en la comisaría.
–¿Que quieres hacer aquí?
–Quiero hablar con Ernesto.
–Amor...por favor...no....recuerda lo de la ira, tienes que comenzar tus terapias.
–Flaco, solo quiero hablar con él, no me voy a tardar más de cinco minutos. Espérame aqui.

Castro entra, pregunta por Ernesto y lo llevan a su oficina, dos policias lo acompañan.
–¡Castro! ¿Qué haces aquí? ¿Tú estás preso? ¿Te escapaste? -los dos policias de atrás se ponen alerta y sacan sus armas.
–Tranquilos, aqui esta mi carta de excarcelación, todo legal. -Ernesto lee y vuelve a ver a Castro.
–No quiero ser tu amigo Ernesto, pero quiero hacer las paces contigo, ¿Un abrazo para dejar todo atrás?
Se abrazan y Castro comiemza a hablarle al oído.
–No te vuelvas a acercar a mi futuro esposo si yo no estoy cerca maldito policía. Si lo haces o lo tocas te mato, te mato. Bueno Ernesto, me voy, solo vine a decirte eso, afuera me espera Tin, si quieres saludarlo.
–No, otro día con más calma, mándale saludos. Felicidades Castro.

–Gracias policía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario