miércoles, 23 de marzo de 2022

Pasticho hormonal. Capítulo 35

 Carmen le acomodaba uno de los tantos trajes que le había comprado a Renato para el viaje a los paises andinos. –Estás muy guapo. Vas a ser el escolta mejor vestido de latinoamerica y lo tiene la Reina Blanca.

–Usted me escogió...perdón, tú me escogiste como escolta pero yo no sé disparar. He disparado pero...no tengo la práctica.
–Tienes el cuerpo, intimidas. Por cierto, contigo no puedo repetir tan seguido el sexo, ya tengo una edad en la que las dimensiones que tienes y mi resequedad vaginal no son tan compatibles.
–Lo entiendo, igual eres una mujer casada. -Carmen le dio una cachetada.
–Tu tuviste algo con mi esposo, hace mucho, no vengas a ponerte digno, si quieres puedes tirártelo, pero que yo no me entere y no esté cerca.
–No me interesa, ademas su esposo es novio de mi hermano.
–¿Novio? Gilberto es mi mejor sicario, mi mano derecha, el que satisface a mi marido cuando tiene ganas de un hombre, pero novios, no.
–Se lo que te digo, los he visto. Te levantas y te encierras en este despacho y no vuelves a entrar en tu habitación. Juan Carlos y Gilberto están durmiendo juntos en este momento.
–Llama a tus dos compañeros, que me acompañen.

Gilberto penetraba a Juan Carlos que estaba arrodillado en la cama, lo sostenía de las caderas dándole con fuerza. El muchacho gemía tapando su boca con la almohada.
–Mastúrbate. -Juan Carlos comenzó a masturbarse mientras miraba a Gilberto a los ojos arrugando la frente. Le abría las nalgas y metía todo el pene.
–Estoy a punto, me vengo, quiero que te la tragues toda mamaguebo. -Juan Carlos se echó hacia adelante para sacarse el pene y dio la vuelta metiéndoselo en la boca. Sentía como el tibio líquido se mezclaba con su saliva. No la tragó, ewpero a que Gilberto terminara de eyacular y estremecerse para luego levantarse y aceecarse a él dándole un beso con su propio semen.
–Nunca había hecho esto. Me daba asco.
–Pero te gustó, no te apartaste.
–Eres una vaina Nacho.
–Vuelves a decirme Nacho.
–Vamos a dormir que todavía es muy temprano.
Cinco minutos después se abre la puerta, la luz entraba y Giberto solo veía una silueta, se tapaba los ojos con la mano.
–Juan Carlos regresa a nuestra habitación. Saquen a Gilberto, ya saben lo que tienen que hacer.

Gilberto colgaba del techo por los pies. Desnudo y mojado.
–Asi vas a estar hasta que reflexiones sobre lo que ha pasado ¿Lo entiendes, verdad? Ya saben, corriente hasta que pida perdón.

Gonzalo entra al sauna y en la taquilla pide cabina privada y un masaje. Lo anotan, paga y le dan el kit para entrar: cholas, toalla, paño para taparse y las llaves.
Antes de irse a la cabina se anota en la lista para el masaje, sigue en busca de su cubículo, entra y se cambia.
Habia mucha gente, perfecto para desconectarse de todo y entregarse por completo al sexo anónimo sin remordimientos ni culpa.
Al salir de su cabina, la puerta de enfrente se abre. Un hombre algo velludo con buen cuerpo alto y un pene aún flacido que le cuelga.
–¿Qué? ¿Entras? Te cojo.
–Ok. Gonzalo coerra su puerta y va a la cabina de enfrente. Entra y el hombre coerra la puerta y con las mismas coge del pelo a Gonzalo y le planta un beso en la boca, Gonzalo le siente el aliento a alcohol y se separa.
–Coño tu estás borracho, ¿Estás tomando? -El hombre le señala la botella apuntándole con los labios.
–Tengo otra en el morral.
–Ya vengo. -Gonzalo se va a su cabina y busca enjuague bucal. –Toma, si me vas a besar, usa esto. -El hombre se enjuaga la boca y escupe en la papelera, su pene ya está totalmente erecto.
–¿Cómo es el plan? Te cojo o me coges?
–Me coges, soy pasivo.
–Pélame ese culo pues.
–Te lo quiero mamar primero.
–Agáchate y mama perrita. -El hombre cogió la botella y se puso a beber. -Me tomé una viagra pa que de pusiera duro, con esta oea no se me para ni de vaina. -Gonzalo se metía todo el pene en la boca y movía la lengua, se lo sacó. No deberias mezclar medicinas con alcohol.
–¿Me va a dar un infarto? Gran vaina, muerto pal coño, morí tirando pero feliz, mama marico, lo haces rico, mama, mama.
Gonzalo se aplicaba mamando, le agarraba los testículos con las manos, bajó su boca hacia ellos y se los metió. El hombre echaba la cabeza hacia atrás, cogió del cabello a Gonzalo y lo levantó. –Ponte en cuatro pa cogerte. -El muchachonse montó en la pequeña cama dejando el culo frente al hombre que cogió el lubricante apretando en envase entre las nalgas y lo restregó, su mano la pasó por el pene llevándolo al culo para luego ir penetrándolo.
–¿No tienes condón?
–No...te cojo así, quédate quieto. -El hombre comenzó a penetrarlo lentamente, el glande desaparecía, iba empujando poco a poco hasta que lo tenía todo adentro. Gonzalo lanzaba quejidos. Comenzó a moverse y de repente apretó con sus manos las caderas del chico y gritó. Había eyaculado antes de tiempo –COÑODELAMADRE.
–¿Que pasó?
–Acabé antes de tiempo, ¡que mierda!
–Tranquilo, no pasa nada.
–Si pasa, esta borrachera me tiene mal.
–Vamos a tomarnos un café y hablamos.
–Yo no hablo con los tires.
–Te hará bien un café, vente, ponte el paño.

A Gilberto, colgado de los pies, lo bajaban hasta que su cabeza quedaba sumerjida ennun pipote lleno de agua. Lonvolvían a subir. –¿Vas a pedir perdón o quieres electricidad? -No hubo respuesta de Gilberto que estaba como si nada.
–Búscate al chofer del patrón.
–¿A Jorge?
–Si coño, que venga. -Jorge entraba y se impresionó al ver a Giberto colgado boca abajo y desnudo.
–¿Qué pasa? ¿Que hace Gilberto...?
–La patrona lo castigó. ¿Tú quieres ponerle el castigo?
–¿Yo? -Uno de los escoltas trae dos cables que estaban conectados a una pequeña planta. 
–Pégale los cables en cualquier parte del cuerpo.
–¿Un corrientazo? -Gilberto se puso rojo de la rabia al ver que Jorge le pegaría los cables, a su rostro se le brotaron las venas.
–Si, coño...véngate de el por todo lo que te ha hecho.
–Quiero pegarle los cables en las bolas. -El escolta bajó a Gilberto hasta que las caderas que daron a la altura de Jorge.
–Te juro que vas a morir pedazo de mierda, me pegas esos cables y eres hombre muerto. -Jorge le ouso los cables en el escroto y encendieron la planta. El cuerpo de Gilberto se estremeció, aguantaba el dolor sin gritar pero su rostro se enrrojecia cada vez más. Jorge quitó los cables y comenzó a temblar del susto.
–Vas a morir hijo de puta, vas a morir.
Jorge se le quedó viendo a los ojos y los escoltas lo sacaron del cuarto. –Tranquilo, estuviste muy bien. Ajá ¿vas a pedir perdón? - Silencio. De nuevo más electricidad, tres, cuatro, cinco veces y Gilberto no decía nada. Lo volvieron a ahogar. Lo alzaron y lo dejaron colgado.

–¿En que trabajas?
–Soy administrador ¿y tú?
–Tengo un taller mecánico, en realidad tres.
–Ah que bien, bueno saberlo. Mucho gusto, Gonzalo.
–Mucho gusto, José David.









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