jueves, 10 de marzo de 2022

Pasticho hormonal. Capítulo 29

 


Jorge el amigo y expareja de ignacio que ahora se llama Juan Carlos, comenzó a trabajar en la organización criminal de la Reina Blanca. Es el chofer de Juan Carlos.


Manejaba la camioneta, de copiloto iba Gilberto y atrás Juan Carlos. –Yo no tengo porqué estar aquí, yo no tengo nada que ver en este peo. -Gilberto le puso el arma en la sien.
–Tú sabes muchas cosas y no estás muerto porque el bolsa que tenemos atrás es amigo tuyo y la Patrona te perdonó la vida y a tu familia, eso sí, si te portas bien.
Gilberto, no tienes que apuntarle, deja a Jorge en paz, soy el jefe de ambos. Jorge pisó el freno con fuerza lo que hizo que ambos se movieran bruscamente en sus asientos. 
–YO ME VOY DE ESTA MIERDA, SI QUIEREN ME MATAN. -Se bajó del carro y corrió pero sin darse cuenta que los otros escoltas y Gilberto estaban ahí y lo persiguieron.

Los dos escoltas lo inmovilizaron, llegó Gilberto.–Voltéenlo. -Lo apuntó en la cabeza.
–Mátame de una vez y acabamos con esto. -Decía Jorge entre llantos.
–No papito...matarte es liberarte y a mi me da la gana de que sufras un poco. -Sacó el celular. –¿A quién quieres que mate primero, a tu mamá o a tu papá?
Juan Carlos se bajaba del carro.
–Vamos a matar a tu papá primero, para que no sufras tanto, como el te odia porque eres maricón, no te dolerá mucho su muerte. –Aló, sapo. Mata al padre de Jorge y me mandas la foto.-
–NOOOOOO, NOOOOO, NOOOOOO
–¿Qué coño haces Gilberto?
–Levanten a este y lo meten en la camioneta. Nada, le di un susto le hice creer que maté a su padre. -Juan Carlos lo agarró del cuello y lo empujó a la camioneta.
–No vuelvas a hacer eso, Jorge no te ha hecho nada y no ha puesto en riesgo nada de esta organizacion para que lo atormentes así.
–Aaay cállate la boca.

Jorge llegaba a la camioneta llorando, viendo a Gilberto. –Maldito, eres un maldito ¿Qué te he hecho yo para que me desgracies la vida?
–Jorge, tu papá sigue vivo.
–TU CÁLLATE, ERES IGUAL QUE ÉL. -Gilberto le dio un golpe en la cara y una vez en el piso lo siguió golpeando. Juan Carlos lo detuvo.
–¡Ya Gilberto, ya! -Jorge se levantó y Juan Carlos le dio unas toallitas húmedas para que se limpiara la sangre. Siguieron hacia el polígono para las prácticas.

Jorge apagó la camioneta. –Te quedas aquí mientras el señor hace sus prácticas.
–¿Hoy que me toca?
–Pelea. Lo vas a hacer con ellos dos. Primero uno y luego el otro.
–Yo nunca he peleado.
–Por eso estamos aqui, para que aprendas.
–¿Y los guantes?
–En la vida real no hay guantes Juan Carlos, esto no es un deporte, esto es supervivencia.

Gilberto le dijo que lanzara los golpes que se moviera y esquivara lo que le venía, luego comenzarán con las técnicas para que aprendiera.
Le dijo que se colocara un mono y una franelilla, se desnudó entre las dos puertas de la camioneta. Jorge desde su asiento y Gilberto frente a él, lo observaban mientras se cambiaba. Jorge tenía tiempo que no lo veía y notó que estaba haciendo ejercicios pues el cuerpo estaba definido. Gilberto le veía las nalgas, Jorge el pene, ambos cruzaban sus miradas llenas de rabia mientras Juan Carlos terminaba de vestirse.
–¿Van a seguir viéndome con esas caras de gafos como si nunca me hubieran visto desnudo?
–¿Tú tiraste con este asesino? -Gilberto cargó el arma y lo apuntó.
–No me mataste antes, no lo vas a hacer ahora.
–Tu noviecito como que quiere saber que se siente que le quiten los dientes uno a uno con un alicate y sin anestesia.
–¿De verdad tienes que ser tan sádico?
Gilberto se fue y se acercó a los escoltas.

–¿Te acostaste con ese imbécil?
–Si Jorge, es con el único que puedo tirar cuando mi esposa no está. El tirador asignado.
–No te reconozco Nacho ¿Qué te hicieron?
–Permitirme vivir. Yo no pedí esta vida, Carmen me metió...tengo que aguantar...o me quedo tranquilo o muero, haz lo mismo, estanos juntos Jorge, no te va a pasar nada mientras yo esté contigo.
–Eso crees tú Nacho, esta gente no juega carritos, son asesinos guevón.
–Voy a mis prácticas.

–Quiero que lo revienten a coñazos pero no lo maten, ¡que aprenda que él es el jefe pero el que manda aquí soy yo!

Juan Carlos se puso frente al escolta con sus brazos en posición. –Golpea. -Juan Carlos lo hizo, el escolta esquivó el golpe pero si golpeó al muchacho que cayó al piso. De nuevo lanzó un golpe y lo mismo. Recibió dos, tres y hasta cinco, Juan Carlos no logró dar ninguno. Venía el otro escolta, más fornido y más agresivo.
Juan Carlos respiró hondo, estiró los brazo y se cuadró para ahora pelear con el segundo escolta.
Dos golpes que sacudieron el aire pero el escolta dio tres certeros llevando a juan Carlos al suelo retorciéndose. Jorge vio la escena y salió de la camioneta cogiendo el arma que estaba en la guantera para ayudar a Juan Carlos.  corrió pero Gilberto lo detuvo nuevamente apuntándolo. –Un paso más y te juro que te mato cagaleche.
–¡Lo van a matar!
–No lo van a matar, está entrenando. No des ni un paso.

–MUEVE EL CUERPO JUAN, ESQUIVA, GOLPES RÁPIDOS. VAMOS, VAMOS, COOOOÑOOOO, PAREN.
Gilberto levantó del piso a Juan Carlos que estaba mareado y la cara ensangrentada.
–No sabes pelear un carajo, guevón.
–Pero culear si sé marico. -Un golpe en la cara y Gilberto lo abrazó. 
–Estás crudito...así como estás no llegas ni a Jíbaro.
–Si sigo así no llegaré a mañana. Olvídate de cogerme hoy.
–Esto no ha terminado. Vamos, sigue

Luego de una hora más de fallido entrenamiento, decidieron parar por hoy la pelea, practicaron tiro por media hora más y decidieron irse. En la camioneta, antes de montarse, Jorge se acercó a Juan Carlos.
–¿Estás bien?
–Bien jodido es lo que estoy
–Te reventaron a coñazos y tú no diste un golpe.
–Marico, ¿En serio? Esos dos son unos matones entrenados, yo solo soy...
–Un imberbe que todavia se orina en los pantalones con tres carajazos que le dieron. -Los interrumpió Gilberto. Juan Carlos lo vio y luego puso sus manos en las mejillas de Jorge y le dio un beso en la boca metiéndole la lengua. Paso su mano por la nuca y el beso fue más apasionado, se separó de su amigo y volvió a ver a Gilberto sonriendo.
–¿Ya nos podemos ir?

Gilberto apretó con fuerza su arma y las venas de su sien se hincharon. No dijo nada.



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