Y de repente tú.
Aún sin dar crédito a lo que veía, el cementerio estaba
abarrotado de gente, Emilio estaba sorprendido de la cantidad de personas que
lo acompañaron en tan terrible momento. No hubo funeral, no quería exponer el
cuerpo de su esposa al morbo colectivo.
Aunque su decisión de suicidarse se debía principalmente a sus desórdenes mentales por
la falta de tratamiento, la familia de Lirio no quería saber de Emilio a pesar
que estaban ahí.
Emilio no quiso decirles que ella estaba embarazada, La
utopsia arrojó el dato pero de alguna manera se coló la información entre los
asistentes al sepelio.
–No te lo voy a perdonar nunca Emilio, nunca, por tu culpa
ahora mi hija está muerta al igual que mi nieto. –Su suegra dio media vuelta y se
fue sin volver a cruzarse durante todo el entierro.
Llegaba al cementerio Jesucristo y su familia, ya en el
lugar estaba todo el colegio y sus exalumnos. Esperanza estaba con sus padres
que también conocían a Emilio. El comisario, ya retirado, Jaime Linares se
acercó para darle las condolencias.
Jesucristo lo vio y aceleró el paso para abrazarlo. Y ahí
juntos fundidos en ese abrazo comenzaron a llorar los dos. Para Jesucristo era
su gran amigo y confidente que pasaba por un terrible momento, para Emilio el
tiempo se detuvo por un instante. Con los ojos cerrados todo alrededor daba
vueltas, sentir el abrazo de su gran amor era lo que lo calmaba y lo
reconfortaba.
Cuando se separaron sus exalumnos se acercaron para darle un
abrazo colectivo.
Un par de horas después, quedaban muy pocas personas, entre
ellas Jesucristo y Esperanza.
–Gracias por quedarse hasta el final chicos, es importante
para mi tenerlos aquí.
–De nada profe, tanto apoyo que recibimos de usted como no
estar en esta situación tan triste para usted. Yo voy al carro Cristo, te
espero allá, hablen con calma.
Esperanza se fue y se quedaron solos. Se sentaron en la
grama.
–Tanto que quería el divorcio y estar soltero para rehacer
mi vida y lo conseguí de la peor manera.
–No hable así Emilio, no se culpe, las cosas pasan por algo.
–Iba a ser papá…
Jesucristo se impresionó y volvió a abrazarlo.
–No sabes cuanto te amo Cristo, te amo mucho, mucho, más de
lo que pude amar a mi esposa en su momento.
–Ay profeeee no me diga esas cosas mire que me hace sentir
mal porque yo no le puedo corresponder como usted quiere.
–Lo sé, lo sé…Déjame solo aquí Cristo, vete con tu amiga,
voy a estar bien. Hablamos en otro momento.
Jesucristo se levantó y caminó hacia el carro limpiándose
los ojos con su brazo. Entró al carro y ambos se vieron a los ojos y se
abrazaron.
–El profe está mal Esperanza, está mal, no podemos dejarlo
solo.
–No estará solo. ¿te llevo a casa?
–Si, quiero dormir, tengo sueño.
–Mira la fiesta de Sara se suspendió, la corrió para el otro
fin por respeto al profe, ella seguirá sola en casa.
–Me parece un buen gesto de su parte.
Jesucristo llegó a su habitación y se acostó un rato.
Salía de la habitación en boxer sin franelilla, tenía
hambre, iba a ver que preparaba de desayuno.
Mientras estaba cocinando unos huevos revueltos, por detrás
se le acerca alguien que le baja el boxer y mete su mano por entre las nalgas.
–Aaaay mi amoor no me haga eso mire que estoy cocinando.
–Buenos días mi nene hermoso. –Le da un beso en el cuello,
algo que le da cosquillas a Jesucristo pues la abundante barba le roza la piel.
–Uy no me haga eso que no respondo ¿oyó?
Se separa de Jesucristo y se queda parado, al ver que no hay
reacción, el muchacho voltea a verlo.
Este se baja el bóxer, el pene que está a medio camino de un erección se
mueve hacia los lados y Jesucristo no quita la mirada de ahí.
–Bueno, ¿no piensas hacer nada, o fue una amenaza?
Jesucristo tragó saliva y se puso nervioso.
–¿Te asusta? Que no te de miedo aquí afuera preocúpate
cuando esté dentro de ti.
Jesucristo dejó la paleta de madera en el mesón y se agachó.
Tomó el pene y no sabía como sostenerlo, apenas podía cerrar la mano alrededor de
este.
Se lo introdujo en la boca, iba humedeciendo el glande,
cuando de pronto.
–AAAHH, me vine, me vine.
–¿ya? ¿sin tocarte?
Jesucristo abre los ojos con la respiración acelerada y ve
su entrepierna.
–Otra vez me pasó, pero como es eso que ahora cada vez que
sueño con sexo me acabo solito.
Se va al baño para limpiarse y se ve al espejo.
–Era él, era él, lo vi, era nítido ese sueño, era el hombre
que me tropecé en la torre. -Su pene no perdía erección y seguía soltando
semen.
–Voy a volver a esa
torre, tengo que encontrarlo.
Terminó de limpiarse y al ver en el mesón del lavamanos en
un rincón, algo le llamó la atención. Un hilo rojo, no tan delgado enrrollado
en dos vueltas haciendo un circulo. Lo tomó extrañado para botarlo, cuando lo
tuvo en sus manos lo vio, abrió la gaveta y lo dejó ahí.
Salió de su cuarto
con una sonrisa.
–Hijo ¿y usted que hacía? ¿estaba durmiendo o que? ¿Por qué
esa cara? Se escuchaban unos sonidos raros en su cuarto. Está muy sonreído.
–Estoy feliz mamá, estoy feliz. Soñé con mi novio
María Corina se ahogó con el café que tomaba, Jesucristo se
volteó a verla y fue a darle un beso.
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