martes, 1 de agosto de 2017

HISTORIAS VERDADERAS. Gente como tú. Parte 1


Hace unos meses fui trasladado temporalmente a otra oficina donde me requerían para realizar un trabajo específico.  Ahí, entre otros compañeros y compañeras, conocí a Pablo, un hombre relativamente bajo, aproximadamente 1,65 mts, (yo mido 1,77 cms), de facciones toscas, con barba cerrada muy bien recortada y abundante pelo en su pecho.  Tenía algo que me resultaba muy atractivo, aunque no sabía si era su voz, su pelo en el pecho, su manera ruda de conversar y actuar, pero lo cierto es que realmente me agradaba.  En algunos momentos libres salíamos del edificio a fumar un cigarrillo y hacíamos conversación, me hablaba de su novia, de su enamoramiento y parece que pretendía dejar muy clara su heterosexualidad.  Yo me limitaba a escucharlo y asentir en algunas ocasiones hasta que un día me preguntó que si a mí no me gustaba nadie.  Le dije que sí y me dijo:  "Y puedo saber el nombre de la chava?  Yo arriesgándolo todo le contesté:  "No es una chava", entonces él rió incómodamente y me dijo:  "No me digas que es un chavo" a lo que respondí afirmativamente.  Apagamos los cigarrillos y volvimos al trabajo, notando yo que de vez en cuando él me miraba y parecía sentirse incómodo.  Estando un viernes fumando nuestro acostumbrado cigarrillo, volvió a tomar el tema de la persona que a mí me interesaba, haciéndome ver que era mera curiosidad, pues a él solo le atraían las mujeres, a lo que le contesté que era él quien despertaba mi gusto y mi morbo.  Volvió a verme fijamente a los ojos, apagó su cigarrillo e ingresó al edificio.  Al lunes siguiente me dijo que no había podido dejar de pensar en nuestra conversación y que eso lo tenía inquieto, pues él nunca habría creído que otro hombre se fijara en él y que eso lo ponía nervioso, conversaciones que se fueron calentando poco a poco hasta que decidió quitar sus inquietudes y en medio de su nerviosismo, en el baño, me permitió acariciar su pecho y su pene por encima de la ropa, cerrando sus ojos y temblando como una hoja en el otoño.

Pasada esa experiencia dejó de hablarme como por tres días, pude sentir cierta frustración de su parte, por lo que lo dejé recapacitar, abordándolo luego y diciéndole que yo entendía su situación, pero que eso no implicaba perder la amistad, que había sido solo curiosidad de su parte y que si él así lo deseaba, yo mantendría una distancia prudente, a lo que súbitamente me respondió que no sabía manejar el asunto, pues la noche en que sucedieron los hechos en el baño, se había excitado profundamente en su casa recordando el asunto, hasta el punto de tener que masturbarse pensando en ese momento.

Conversando las cosas y venciendo un poco su temor, nos pusimos de acuerdo para visitar un motel, ambos nos sentíamos muy nerviosos, sobre todo él pues su cabeza daba vueltas pensando en su infidelidad, su heterosexualidad, su incomprensión por estar en un lugar así con otro varón yo preocupado por la forma en que podría reaccionar.

Ya estando en la habitación, nos servimos un trago y mientras conversamos empecé a acariciarle sus piernas lo que no le incomodó, me acerqué un poco más, desabotoné su camisa y dejé su hermoso pecho velludo al descubierto lo que pareció apenarle, pues me dijo que él sentía que tenía un pecho feo y que su novia le decía que se depilara todos esos vellos.  Ante esto le dije que si se atrevía a quitarse un solo vello yo lo castigaría de alguna forma, que eso lo hacía verse masculino, erótico, sexy y super atractivo, lo que provocó su risa y rompió el hielo definitivamente, lo que me permitió acercarme y empecé a besar tiernamente esa masa velluda, lo que le agradó pues cerró sus ojos y empezó a respirar fuertemente.

Lo tomé de una mano y le dije que nos fuéramos a duchar juntos, tímidamente aceptó y ya en el baño, tiernamente mientras lo acariciaba, fui despojándolo de sus ropas y empecé a notar su excitación a medias, ya desnudos los dos, bajo la ducha, empecé a jugar con el jabón en su cuerpo, pasándolo por su cabeza, pecho, pene, ano y bolas, pene que para entonces ya estaba completamente caliente, por lo que me acerqué a su boca y la rocé con mis labios, apenas por encima, mientras que con una mano acariciaba su pene, caliente, como de 18 cms, grueso, recto y circuncidado.

Me miró fijamente y me dijo:  “A que no te atreves a besarme”, por lo que nuevamente rocé mis labios en su boca y noté como sacó la punta de su lengua tratando de lograr un beso muy apasionado.  Entonces le dije:  “Bésame tú, demuéstrame que lo deseas”.  Me estrechó contra su pecho y me besó, tiernamente pero al mismo tiempo con una intensidad que sentí que le pertenecía, que era suyo con aquel beso y que ese hombre bajo, velludo y tosco, podría hacer conmigo lo que quisiera.

Después de eso me dijo:  “no sé que sucede, pero ya no me importa, te deseo por completo”.  Medio mojados y tomados de la mano llegamos a la cama donde nos tendimos y nos enfrentamos a una batalla de besos y lenguas casi sin fin, nuestros cuerpos calientes estaban a punto de explotar por lo que me separé un poco y empecé a besar su cuerpo descendiendo poco a poco.  Mis caricias hacían que su cuerpo brincara, los espasmos me excitaban por lo que sin pensarlo llegué a su pene, lo besé lo que hizo que él gimiera y lo metí a mi boca, húmeda, deseosa, todo dentro de mí, por completo, hasta el fondo de mi garganta pudiendo sientir que era completamente para mi y solo para mi.  Pablo se movía, decía que me detuviera, que era una sensación deliciosa y que no podría resistir mucho, por lo que me enfoqué en sus deliciosas y calientes bolas, mientras él gemía, se movía, suspiraba, pidiéndome un beso, besé su pene y subí a su boca, lo besé con pasión mientras que con mi mano esparcí su lubricación en su caliente miembro viril y Pablo estalló, bañándome copiosamente, gimiendo, suspirando, respirando fuerte.

Posteriormente  y sin decir palabra, se vistió y me conminó a hacer lo mismo, durante al camino al centro de la ciudad no conversó, yo tampoco forcé la conversación pues supe que era su primera vez y que su mente en ese momento batallaba con sus remordimientos.

En una estación cercana detuvo su vehículo y yo entendí que quería que descendiera, abrí la puerta, dije “hasta mañana”, y me retiré.

Al día siguiente si acaso me saludó y yo hice como que no era conmigo, salí a fumar mi cigarrillo y él no apareció, esa situación duró tres días.  Al cuarto día bajó conmigo y me dijo afuera:  “No aguanto más, no me importa lo que pase, nunca había sentido nada igual, ninguna mujer me ha hecho sentir lo que me hiciste sentir en esa cama y no voy a perder la oportunidad de avanzar cada día en el mundo del placer que me puedes brindar.”

Fui feliz, muy feliz al escuchar esas palabras, esa misma noche volvimos al hotel, y ese hombre velludo y burdo ha sido una infinita fuente de placer para mi.  ¿Quieres saber qué pasó esa segunda noche?

Armando, Costa Rica.

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