Orlando se bajaba del taxi, dejándole al taxista lo que le
quedaba en efectivo.
–Deberían recibir transferencias señor, para lo que cobran.
–No me corresponde a mi decidir eso, yo por mi lo haría,
buenos días joven.
El chico se bajó y comenzó a caminar, se consiguió un cajero
y retiró el efectivo que pudo. Siguió su camino hacia el local.
–Y pensar que yo he venido a este local y es de mi cuñado y
hubiese sido de mi hermana…qué loco todo esto…
Llegó al local y preguntó por Diego a pesar que le dijo que
fuera directo a la oficina en la parte trasera.
–Está en la oficina, ¿Quién lo busca?
–Dígale que es Orlando Vásquez.
El muchacho se puso a detallar el local, viendo el decorado,
las lámparas, el piso.
–Señor, que pase, tiene que salir del local, agarra a mano
derecha y al fondo.
–Gracias.
–Disculpe, me dijo el señor Hernández que pidiera lo que
quisiera y se lo enviamos a la oficina.
–Ah..ok…bueno…ay ya va que no sé que pedir jejeje, espera.
Miró el menú en las pantallas y pidió un sandwich de roast
beef, un jugo de fresa y un capuccino.
–Se lo enviamos a la oficina.
–Gracias.
Orlando caminó hacia la puerta que daba acceso a la oficina,
desde afuera nada advertía lo impresionante que era. La entrada era una
sencilla puerta de seguridad.
Al abrir la puerta cuando accionaron el sensor, se encontró
un amplio salón marrón y beige de los colores del local, muebles marrones y una
lámpara de techo redonda de color naranja, las paredes sin cuadros color beige.
Las tuberías de aguas blancas, de bomberos y de cables perfectamente recorrían
por el techo también beige. Cubículos separados por paneles de vidrio con
mobiliario marrón, computadoras de última generación y unas ocho personas en el
lugar, al fondo la oficina de Diego que estaba parado con sus muletas saludando
de lejos al muchacho que al verlo apuró el paso.
–Bienvenido, pasa, que bueno que viniste, siéntate, ponte
cómodo. –Diego cerró con llave la puerta. Los vidrios de la oficina eran
esmerilados y no había manera de ver hacia adentro.
–Me dijeron que van a traer mi sandwich pero cerraste ahí.
–Tranquilo, eso lo van a traer por esa ventana, lo dejan ahí
toca el timbre y yo abro, tipo hotel de paso. Me gustó esa idea y la aplico
aquí así no me interrumpen entrando a la oficina.
–Que bien, me encanta tu oficina, bueno, todo.
–Gracias.
Hubo un silencio incómodo que se cortó cuándo Orlando volvió
a hablar.
–No entiendo para que me dijiste que viniera, ojo, me
agrada, quería venir…es algo loco, hasta hace unas horas tenía novio…de repente…y
ahora no hago más que pensar en…no te sales de mi cabeza.
–Yo tampoco entiendo que hacemos aquí, te vi ese día en el
parque y fue como una revelación.
–Te cuento para que entremos en materia, yo estudio…
–Yo sé que estudias, que haces y con quién vives, tu hermana
me habló de ti, pero no me mostró fotos tuyas, no tiene y no te tiene en
facebook.
–Si, es que nosotros apenas nos veíamos si acaso una vez al
año y cuando se fue pues nada no tuvimos contacto, mi papá rehizo su vida con…
–Todo eso me lo sé Orlando, tranquilo. –Sus ojos se aguaron
y sus dedos índice y pulgar restregaron sus ojos.
–Tranquilo, sé como te sientes, bueno en realidad no, no me
imagino, te ibas a casar.
Diego se levantó con esfuerzo ayudado por las muletas.
–Pero no te levantes chamo, no sé que haces trabajando,
deberías estar de reposo.
–¿Crees que podría estar en casa dándole vueltas a la
cabeza?
–Pensando en que te casabas y no pudo ser. En que era tu
salvoconducto para que la gente no sospeche que eres gay.
-Diego se volteó hacia la ventana que daba a un jardín
prefabricado, estaba llorando, Orlando se puso de pie. Se acercó.
–Va a sonar muy duro lo que te voy a decir porque se trata
de mi hermana, pero creo que tuvo que pasar esta tragedia para que te dieras
cuenta del error que ibas a cometer.
Ibas a engañar a una persona que sí estaba enamorada de ti.
–Yo estaba enamorado de tu hermana.
–Mentira, disculpa que te lo diga, a lo mejor la quieres
mucho y le tienes cariño, pero no la amas y no la amas porque te gustan los…
Diego se volteó bruscamente golpeando a Orlando con la
muleta.
–Disculpa.
–Descuida.
–No sé lo que siento en este momento, pero, te llamé
porque…quería verte, no sé por qué quiero verte, apenas te conozco pero te vi y
se me movió todo. –Volvió a voltearse.
Orlando se quitó la franela que cargaba. –Voltéate.Diego dio
la vuelta y vio al chico, tragó saliva.
–Se te movió todo porque es esto lo que te gusta, estas
tetas de hombre, estos pectorales, este pecho con pelos es lo que te vuelve
loco Diego, te estás engañando, te ibas a engañar. Tuvo que morir una persona para que te dieran una sacudida.
–Mi familia no puede enterarse de esto.
–¿Qué es esto?
–Ponte la franela chamo.
–Responde ¿que es esto? ¡dilo! ¿No quieres que se enteren
que eres gay?
–Me van a odiar, mis socios me verán como poco serio, la
gente se burlará.
–Chamo estamos en el siglo XXI, hablas como si estuviéramos
a comienzos de los años 20 que se yo.
–Vístete.
Orlando se acercó.
–¿Quieres que me vista? ¿quieres evitar lo que sientes,
esconderte de nuevo, buscar otra víctima que tape lo que realmente sientes?
–Tú lo ves fácil porque tu familia lo sabe.
–Tú te lo pones dificil marico, eres profesional puedes
vivir solo, hacer tu vida sin que nadie se meta y opine y si opina que se
jodan.
–No debí llamarte. –Volvió voltearse, sonó el timbre de la
ventana oculta. –Abre la ventana y come, luego te vas.
Orlando se acercó a Diego.
–Mejor ábrete tú y di lo que sientes, lo que quieres,
voltéate.
Diego volteó despacio y tenía al muchacho cerca, muy cerca,
soltó una muleta y Orlando le tomó la mano libre y se la puso en su pecho.
–Yo no te voy a pedir que te enamores de mi o te empates
conmigo, lo que quiero es que seas tú mismo, sincérate, mi hermana donde esté
te lo agradecerá.
Diego comenzó a llorar, Orlando se acercó y colocando sus
manos en las mejillas de Diego le dio un beso en la boca.
Se apartó de Diego, se sonrió. –Me voy a ir, mañana nos
vemos en el funeral.
Se puso la franela, se acercó a la ventana y tomó los
productos. El jugo de fresa lo tomó y viendo a Diego a los ojos se lo bebió
completo.
–Me dirás presumido, pero estos abdominales y estos
pectorales es lo que te gusta, no la figura curvilínea de una mujer, que el
entorno no controle tu vida Diego, el control lo tienes tú, yo me voy, pero nos
vamos a volver a ver. Porque al contrario de ti, tú si me gustas y no estoy
confundido, sí, tuve novio, un tipazo pero no estaba enamorado pero a lo mejor
me quedaba con él muchos años, todavía no había conocido el verdadero amor,
tampoco sé si eres tú, pero te vi ese día y también me moviste todo por dentro
y yo creo en esas señales.
Si tengo que hacerte
entender que ser gay no tiene nada de malo, dejaré el pellejo en el intento,
pero te quiero ver feliz, dime tonto, dime que estoy loco, que no te conozco,
pero hay algo que me dice que contigo hay algo que debo aprender y tú también.
Nos vamos a seguir viendo Diego Hernández, eso júralo.
Salió de la oficina, caminó hasta la salida del lugar, una
vez afuera mientras le daba la luz del sol, comenzó a llorar, caminó hacia un
pequeño muro y se puso a comer.
Miró al cielo y le pidió perdón a Vicente por esa verdad que
soltó allá adentro. Un escalofrío recorrió su cuerpo y por un instante sintió
paz, por un instante supo que había hecho lo correcto, por un momento supo que
iba por el camino que estaba trazado para él.
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