–Si papá. ¿Alquilaste las muletas?
–Si, están en la casa.
–Bueno hoy las empiezo a usar para mañana
cuando me vaya al trabajo las pueda
manejar.
–¿Tú te volviste loco? Tú vas a estar de
reposo como dijo el médico, 15 días tranquilito en casa.
Diego y su padre comenzaron a discutir
mientras Beatriz manejaba, pero ella los calló gritando y diciéndole que si
Diego se sentía bien para ir a trabajar que lo dejara.
–Te voy a poner a una enfermera para que te
ayude.
–¿Enfermera, no crees tú que estás
exagerando?
–Para que te bañe y te vista.
–Ay papá por favor, tampoco es que estoy
discapacitado.
–Yo puedo ayudarte, acuérdate mi amor que
fui enfermera hace unos años.
–¿Y vas a ver a mi hijo en pelotas?
–Para que lo vea una desconocida…
–Así conoce a alguna mujer buena y se
enamora de nuevo.
Diego bajó la mirada estando en el asiento
de atrás con la pierna enyesada puesta en el asiento, cerró los ojos. Beatriz
vio a su esposo con reproche.
–Discupa hijo, no pensé en lo que decía.
–Tranquilo papá, pero tienes razón, tengo
que seguir adelante. Beatriz no hace falta que me ayudes, me ayuda mi papá.
–¿Yo? Estoy bastante jodido de la espalda
para agaracharme, Beatriz si quiere lo hace, sino una enfermera.
–Ay bueno, lo que quiero es llegar y
acostarme.
Llegaron al apartamento y ayudaron a
caminar a Diego. Lo llevaron a su habitación.
–Yo los voy a dejar porque tengo que ir a
la oficina a buscar unos documentos y resolver unas cosas.
–¿Pero mi amor a esta hora? Déjalo para
mañana.
–No, no, prefiero resolverlo hoy, me
retrasó mucho el alta, se tardaron en darla, yo regreso rápido, ayuda a Diego.
–Con gusto mi amor, te preparo cena.
Beatriz le preparó la cena a ambos, la de
su esposo la guardó en el microondas y la de su hijastro se la llevó a la
habitación.
–Gracias pon la bandeja a aquí a mi lado,
me quiero quitar la camisa, y el
pantalón, ¿me ayudas? Me duele el costado.
–Con gusto cariño.
Beatriz lo sentó derecho para quitarle bien la
camisa que fue desabotonando poco a poco mirándolo.
–Tienes el cuerpo como tu papá, aunque tu
vas al gimnasio.
–Si, ahí voy.
–Y velludito. –Le pasó la mano por el pecho
tocando los vellos.
–Por fa sácame la camisa, tengo calor.
Beatriz lo acostó y comenzó a desabrocharle
el pantalón, Diego estaba nervioso e incómodo pues en la posición que estaba le
daba dolor. Su madrastra le bajó el cierre, volvió a verlo a los ojos.
–Tan indefenso que te ves, podía hacer lo
que quisiera.
–Beatriz por favor, quítame el pantalón y
sal de mi cuarto.
–Levanta la cadera para sacarte el jean,
vamos, haz un esfuerzo
Con algo de dolor levantó la cadera unos
segundos y Beatriz haló el pantalón hasta bajarlo a medio muslo.
Volvió a halar el pantalón y poco poco lo
sacó teniendo cuidado con el yeso aunque era delgado.
–Gracias, déjame solo, que quiero comer y
ver tele.
–¿Y no te vas a poner un bóxer de esos que
usas?
–No, me voy a quedar en interiores.
–No, no mira como te queda ese interior,
apretado. –Beatriz le miraba la entrepierna que estaba bastante abultada.
–Definitivamente eres hijo de tu padre,
levanta la cadera de nuevo.
Se levantó y ella metió sus manos por
detrás tocando las nalgas del muchacho, bajó el interior y trajo sus manos
hacia delante rozando sus dedos con el vello púbico.
–Igual que tu padre, tampoco se afeita aquí
abajo. –Bajó el interior dejando al descubierto un pene y unos enormes
testículos.
Terminó de quitarle el interior y Diego se tapó con las manos.
–Busca en esa gaveta un bóxer.
–Saca las manos de ahí yo no voy a hacerte
daño.
Acercó su nariz al vello e inhaló, ahí se
quedó unos segundos mientras sentía como el pene de Diego crecía a pesar que
hacía lo imposible por mantenerse tranquilo pero ya estaba sudando. Ella
levantó un poco su cara para verle el pene que seguía levantándose y comenzaba
a lubricar.
–Aquí tienes los bóxer.
–Si….si, ahí, cualquiera
Beatriz se levantó y agarró el primero que
vio y se lo colocó.
–Bueno, que tengas buen provecho…hijastro.
–Le guiñó el ojo y salió de la habitación.
–Esta perra…me excita y luego se va. Coño
¿Y tú estabas pesando en cogértela o que te lo mamara? Es la mujer de tu papá.
Agarró la bandeja con la comida y se la
puso sobre las piernas y encendió el televisor. Tomó su celular, lo encendió
tocando la pantalla y marcó el patrón de desbloqueo. Apareció el último mensaje
enviado; para Orlando.
Cerró los ojos y recordó el beso que le
dio. De nuevo su pene despertaba.
Le envió un mensaje.
–<Hola Orlando>
–<Hola buenas noches, que sorpresa, pensé
que no me escribirías más>
–<Disculpa, tonterías que digo, ¿podemos
vernos mañana? En la mañana>
–<No puedo, tengo clases y a las dos
estoy en el trabajo hasta las ocho>
–<¿Puedes faltar a clases? Disculpa no
me hagas caso estoy hablando tonterías>
–<Sí, puedo>
Diego se puso nervioso y no sabía que
contestar a esa afirmación.
–<Acércate a mi oficina, está detrás del
local Panera de Las Gonzalez. ¿A las
10?>
–<Ok, ahí estaré será un gusto verte>
–<Quiero verte, no me falles>
Orlando abrió los ojos sorprendido. Diego
cerró los ojos arrepintiéndose de lo que puso.
–<Ahí estaré tranquilo>
–<No quiero que pienses cosas que no
son, me caes bien y quiero conocerte>
–<Pienso lo que en realidad es, Diego,
no pienses tú, que lo que es, no es. Mañana hablamos>
Orlando se arrepintió de enviar el mensaje
pensando en que había echado a perder la cita y el hombre cancelaría pero…
–<Seguro, estaremos solos en la oficina,
podemos hablar con calma>
Al día siguiente Orlando aprovechó que la
cita era a las 10 para ir por lo menos a la primera clase. En la Universidad se
consigue con Pedro, su amigo.
Se abrazaron como siempre cuando se ven,
cada uno iría a su facultad.
–Quiero hablar contigo sobre algo, ¿cuándo
puedes? ¿Hoy?
–No, tengo una cita, de hecho a las 10, veo
esta clase y me voy.
–¿Una cita? ¿Un tipo? Pero tú ya ¿ya vas a
salir con alguien y Vicente apenas lo entierran pasado mañana?
–No voy a salir con alguien, me invitaron
un café y ya, es el tipo del parque.
–Vaya…que rápido va todo ¿no?
–Bueno, no, no sé. Él me escribió anoche,
me imagino que quiere hablar, yo era su cuñado.
Pedro estaba visiblemente molesto. –Quiero
hablar contigo Orlando, de verdad.
–¿Pero qué te pasa? ¿todo bien?.
–Nelson tiene razón, él muy guevón tiene
razón.
–¿Razón de qué? Coño deja el misterio,
estás novelero.
–Déjalo así Orlando, avísame cuando puedas
reunirte conmigo, una cita contigo.
–Vale, vale, ok, bueno te dejo que voy
tarde
Orlando trotaba para llegar a su aula y
pensaba en lo que le había dicho Pedro y no entendía bien. Entró al salón y sus
amigos lo abrazaron dándole el pésame por lo de su hermana. Aprovechó para
decirle que el sepelio era mañana a las tres de la tarde.
Su mente se dividía entre Pedro y Diego.
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