–Consuegro, venga un abrazo. Lo siento mucho.
–Gracias Diego, gracias por venir. Me dijo mi hijo que
resolviste lo de la clínica con tu seguro.
–Si, no iba a permitir que tú pagaras.
–Bueno lo iba a hacer porque mi hijo me dijo que era un amigo,
no pensé que fuera tu hijo, fue una sorpresa al verlo ahí.
–Por cierto quería comentarte algo, nunca dijiste que tu
hijo era…gay.
–Bueno, no es algo que voy pregonando por ahí, pero si, es
gay.
–No sé como toleras eso, disculpa pero yo no aceptaría esa
vaina en mi casa.
–Es mi hijo Diego, no es lo que quisiera, pero lo amo, es un
muchacho bondadoso, casi pendejo, buena persona, honesto, trabajador y buen
estudiante, ¿qué más puedo pedir?
–Que no se acerque a mi hijo, pide eso.
–No entiendo, ¿Qué me quieres decir…Mi hija se iba a casar
con un tipo gay?.
–No, no, no, para nada, no, bueno es que vi unas vainas
raras en la clínica pero no, no, no, mi hijo es un machito.
Orlando vio con extrañeza el comentario de Diego, pero no le
dio más importancia.
Luego de unos minutos de haber terminado el funeral, estaban
en el cementerio. En el momento de bajar la urna Orlando cae en cuenta todo lo
que sucede y se derrumba, se arrodilla en el suelo sujetando unas flores, su
esposa lo secunda y se arrodilla, Orlando hace lo mismo consolando a su padre
pero él no aguanta y también llora. Los tres abrazados comienzan a llorar. Frente
a ellos Padre e hijo, suegro y novio de la fallecida ven la escena, Diego hijo
se quiebra y se abraza a su padre, Beatriz le pone la mano en la espalda.
Detrás del tumulto de familiares y amigos se encontraban los
amigos de Orlando y los socios de Diego. Nelson y Nicolás, con sus novias hablaban
entre ellos mirando a Pedro que hablaba con Arévalo.
–¿Quién será ese policía? -Decía una de las novias.
–Yo creeeo que es un amigo de Orlando, lo ayudó con el peo de
la morgue, no recuerdo. -Decía Nelson. –Pero habla con Pedro, debe ser que le
gusta.
–¿Tú vas a seguir con la cantaleta que es gay? Ya amor
bájale dos.
–¿Tú qué, eres el novio de Orlando? Porque eso de que eres
solo su amigo no me lo trago.
–Soy su amigo, pero ya veo que a ti también te gusta.
–No joda sabía que te gustaba a ti. Chamo, yo voy a la
cabeza, tengo una profesión soy policía. –Le volvió a mostrar el arma. –Y soy
más grande que tú, llevo ventaja.
–Pareces un carajito, dándotelas de duro porque tienes
pistola ¿me estás amenazando?
Arévalo se puso la mano en la entrepierna y se apretó.
–¿Quieres tirar?
–Si.
–Bingo, me voy a coger
a este pana para que se enganche conmigo y se olvide de Orlando, cuando me vea
el pipe se enamora. Vamos para allá, al fondo y te clavo.
–¿Ahora? ¿ya? Estamos en un entierro.
–Y vamos a otro, ¿no te da morbo?
-Si…bueno…
–Tú sígueme.
Pedro dejó que se alejara hasta verlo doblar en el muro
vegetal que dividía el jardín, se acercó a Orlando disimulando.
–¿Ves?, solo hablaban.
–Es que los gais son putas, ven a un tipo y se les tiran
encima.
–Verga Nelson si hablas guevonadas, ¿tú has visto a Orlando
en esas vainas?
–Orlando es un caso extraño, mira, mira, mira el Pedro va
para donde se fue el policía, vamos para allá.
–Deja la vaina chico, quédate quieto.
Pedro dobló la esquina del muro vegetal y vio a Arévalo que
estaba fumando.
–Métete por ahí y bájate el pantalón. –En el muro vegetal
había un pasillo hecho naturalmente por el follaje y ahí entró el chico
Terminó de fumar y lanzó el cigarro a la grama, vio las
nalgas de Pedro y abrió los ojos.
–Uf, chamo que rico ese culo pégate de la rama y ábrete las
nalgas.
Arévalo se puso un preservativo y escupió varias veces su
pene. El pantalón a medio muslo dejaba al descubierto sus nalgas y todo su
miembro, que, Pedro al voltear lo vio.
–Chamo ¿me vas a meter eso?.
–No marico, me lo saqué pa que lo vieras, abre esas nalgas.
–Despacito chamo, despacito.
Arévalo escupió en su mano y la pasó entre las nalgas del chico para luego acercar su pene, al sentir
el contacto con su piel, Pedro se tensó
–Afloja el culo papá, así no te va a entrar ni la brisa, no
tengo mucho tiempo.
Arévalo empujó y comenzó a penetrarlo, Pedro se aferró al
tronco del arbusto cerrando los ojos, sentía cada centímetro del grueso pene
del policía que le había puesto una mano en la frente apretando.
–Siente como va a entrar, ahí, ahí, ya -Empujó y el pene
entró por completo. Pedro sudaba, su piel se erizó y tuvo un escalofrío.
–Me duele.
–Aguanta, querías guevo ¿no? ¿lo saco?
–¡No, dale, sigue!
Y siguió, abrazó por la cintura a Pedro y comenzó a empujar,
el chico se sostenía de las ramas. Arévalo no paraba de moverse, el calor los
agobiaba.
–Huele a quemado.
-Voy a acabar, no te muevas.
–Huele a quemado, algo se quema.
–Me vengo, me vengo !AAAAH, AAAAH ,AAAAH coñoooooo! Que
rico.
–¡Marico se está quemando el muro salgamos de aquí!
Se subieron los
pantalones y comenzaron a correr dentro del muro vegetal hasta ver un hueco para
volver a salir.
–Creo que fue el cigarro….que lancé… al suelo…verga…que
carrera.
–Chamo que cagazón, sentí que nos ibamos a achicharrar. –De
repente el muro vegetal comenzó a incendiarse, el fuego envolvió la vegetación
en una bola naranja, volvieron a correr hasta el otro extremo del muro para
regresar por el otro lado.
–Camina como si nada, toma quítate el sudor. Chamo tienes un
culo divino. Mosca y le cuentas a alguien de esto, esta vaina no pasó y menos
conmigo, yo no te conozco.
–Nunca había tirado de pie, de hecho nunca me habian cogido,
yo me cogí a unos cuantos.
–Siempre hay una primera vez y que bueno que fui yo.
–¿Habrá manera de repetir?
Arévalo no respondió. –Adelántate y luego llego yo.
–¿Marico dónde te habías metido? Tienes la camisa sudada.
–Es que me puse a caminar y me perdí, ¿vieron el fuego?
–Si, una vaina rara, pero se encendieron los aspersores y la
vaina se apagó.
–¿Estabas con el policía? ¿te lo tiraste?
–Amor.
–Imbécil, yo me voy por mi cuenta Nicolás, chao.
–Mariquito.
–Panita, resolví lo del carro, mi jefe me lo prestó, lo
dejamos en su casa y soy todo tuyo.
–¿Y qué te pasa a ti que andas como acelerado?
–Me perdí y me puse a correr a conseguir el sitio,
pendejadas mías.
Orlando le vio la entrepierna, el cierre estaba abajo y se
salía el látex usado.
–Ya veo que te perdiste. -Le hizo el gesto de que se viera
abajo. Arévalo se puso rojo.
–Perdón, perdón, voy al baño. Espérame para irnos.
–Coñodelamadre me pilló, ahora no va querer nada conmigo, ya
sabe que me cogí a alguien, verga Arévalo como la cagas, ¿pa que coño se te
ocurre cogerte a este carajito? y que pa que se fijara en ti y dejara en paz a
Orlando, se te ocurre cada vaina.
–Ah vale, gracias, que bien, me cogiste solo para alejarme
de Orlando, está bien, fino mi pana, tranquilo.
–¡Epa, epa chamo, chaaaamoooo, espera, déjame explicarte!
Mierda, ¿pero que coño pasa pues? La tienes agarrada conmigo Dios?
Luego de dejar a Jesús su jefe, Arévalo iba a casa de
Orlando para que buscara ropa y luego a la suya para lo mismo.
–¿No me vas a decir a quién te tiraste? Verga pero eres un
sinvergüenza y en un cementerio, en el entierro de mi hermana, ¿tú no respetas?
–Chaaamo, coño no me hagas sentir peor de lo que me siento.
–Te estoy jodiendo vale, ojo yo no hago esas vainas, yo soy
muy gallo en eso, yo tenía a…Vicente y con el tenía sexo, con más nadie y
soltero muy poco, y antes de él tuve un par de noviecitos, tonterías de
carajito. No me gusta estar tirando por ahí con un gentío.
–Era una jeva, una noviecita que tuve y me la conseguí en el
cementerio.
–Es un tipo, lo sé, las mujeres no hacen eso, la mayoría no.
–Chamo ya, si fue con un chamo, pero ya no quiero hablar de
eso, fue un tire de un día, a ese pana no lo voy a ver más, lo mio eres tú. –Lo
vio a los ojos apartando la vista de la carretera.
–Mira pal frente chamo.
Luego de hora media de camino, llegaron al hotel que le había
comentado Arévalo a Orlando.
–No es la gran vaina pero lo que vamos es a dormir.
–Si, a dormir, que te quede claro.
–Si, si, es dormir pana, vamos a otro entierro, yo respeto,
yo te respeto, yo quiero que lo tuyo y mio sea bonito.
–Arévalo, entiende yo no quiero algo contigo, ni una
relación, yo quiero despedir a mi novio y dedicarme a mi, llorarlo, recordarlo
y enfocarme en mi.
–A ti te gusta Diego el de las muletas, no me engañes, yo
seré paciente mi pana, tú me tienes loquito.
–Te tengo loquito pero te coges a otro.
El policía se puso rojo de la pena y pidió la habitación.
–Solo tenemos camas matrimoniales, ¿quieren dos habitaciones?
–No pana, una habitación ¿no? no hay peo.
–No, no hay peo, cama es cama, yo vine a dormir.
–Si, si, dormir, vinimos a dormir, bueno, vinimos a un
entierro.
El recepcionista se rió moviendo la cabeza al escuchar el
comentario. –Tomen la llave y que descansen.
Orlando llevaba los morrales de ambos, detrás de él el
policía que iba apenado.
–Ya quita esa cara, que tampoco es que cometiste un pecado
capital.
–Pero ya no me ves con los mismos ojos. Ahora piensas que
soy un bichito.
–Los policías son unos bichitos ya ¿contento? No es por lo
que hiciste, quita esa cara.
Arévalo se sonrió, Orlando también.
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