Ambas familias, los Hernández y los Vásquez estaban en el
funeral de Carlota Vásquez.
Orlando, su padre estaba con la madre de Carlota que lloraba
desconsoladamente. A la funeraria había llegado personal y excompañeros de
trabajo de la morgue donde Orlando fue Director, colegas y amigos de la
familia. Su hijo, Orlando también estaba con ellos. Su madre no quiso ir.
–Que reconorosa es tu madre.
–No voy a discutir eso contigo y menos en este momento papá.
Los amigos de Orlando habían llegado, Nelson, Pedro y
Nicolás. Nelson y Nicolás estaban acompañados de sus novias. Pedro estaba solo.
–Chamo no te pregunté, ¿y tu novia? –Le preguntaba Nicolás a
Pedro.
–¿Tú le vas a creer a este que tiene novia? ¿La has visto?
Es pura paja.
–Ay chico no seas así, la conocimos. -Le dijo la novia de
Nicolás a Nelson.
–!Eso es pura paja! No le crean.
Pedro estaba molesto y preguntó por Orlando para acercarse,
dejó a sus amigos hablando entre ellos.
–Marico, te pasas, deja a Pedro tranquilo.
-Coño que asuma que es pato no joda, ¿no ves a Orlando?
Relajado, conocemos al novio, bueno, conocimos, y todo fino, este es todo un
misterio y que la caraja tira como una demonia, si habla guevonadas.
–Mi amor pero déjalo, si él no quiere decir ni contar nada
respeta su decisión.
–Yo lo respeto pero que no nos caiga a mentiras.
–Epa mi pana, dame un abrazo, mi sentido pésame chamo,
aunque ya te lo he dicho.
–Gracias Arévalo.
–Marico, lo de la otra vez borra esa vaina de tu mente, yo
no hice lo que te hice.
–Ya se me olvidó.
Se quedaron callados unos instantes y El policía volvió a
hablar.
–Bueno, ya va, no, no te olvides de eso, verga mi pana es
que tú me…
–Epa Orlando. -Pedro abrazó al muchacho y le dio el pésame,
se quedaron unos segundos unidos por el abrazo, se separaron y Pedro tenía los
ojos aguados, miraba a su amigo a los ojos.
–Gracias Pedro y gracias por venir.
–¿Cómo no iba a venir?
–Mira, te presento a Arévalo, es policía, él me ayudó burda
con lo de mi hermna y mi novio.
Arévalo se puso la mano en la cintura echándola hacia atrás
dejando al descubierto el arma de reglamento.
–Mucho gusto mi pana, Arévalo Gómez, policía técnico.
–Mucho gusto Pedro Ruiz, Orlando, ya vengo, voy a saludar a
tu papá, después vengo a hablar contigo.
–¿Ese quién es?
–Un amigo.
–Ese pana gusta de ti, bicho, pero es que te vio con ganas
de que lo besaras. Pero yo sí te besé, de una, yo no me ando con guevonadas.
–¿Estás celoso? ¿Te estás escuchando? Me hablas que olvide
el beso y ahora orgulloso de haberme dado el beso.
–Marico, ese pana no me va a soplar el bistec.
–¿Qué bistec, chamo? ¿qué coño te pasa?
–Ya vengo voy a buscar algo para tomar, con alcohol.
–Veeerga chamo pero se
te vuelan los tapones bandera marico, no jodaaaaa, el carajito te gusta y que
jode, pero no te controlas, ve y ahora se me para el guevo, es una vaina
arrecha. Coño ahora ese mariquito también está enamorado de Orlando, coño, el
amiguito, estoy jodido. Un coño jodido, que no se atraviese, yo me enamoré
primero. Verga si hablas pendejadas, ese guevón seguo que está enamorado de
Orlando desde hace tiempo, me sabe a mierda, que no se meta, que yo voy con
todo pa´ caerle al chamo.
Arévalo regresaba con una lata de cerveza envuelta en una
bosa de papel marrón.
–¿Qué haces con eso?
–Me provocó, chamo, déjame hablar con mi jefe y vengo.
Orlando aprovechó y se acercó a Diego, estaba detrás de él.
Le tocó el hombro y Diego volteó. Abrió los ojos para ver a Orlando y en ese
momento se iluminó todo. Sus ojos azules provocaron la sonrisa del muchacho.
Diego abrazó a Orlando dejando caer las muletas. No pudo
evitar llorar, el chico tampoco. Una muchacha se acercó y le levantó las
muletas.
–Gracias. -Dijeron ambos y se sentaron en un banco de
cemento que había en la entrada.
Orlando le tomó la mano, aunque Diego se puso nervioso con
el gesto, no la retiró.
–Me siento muy mal, me siento culpable por todo esto que
está pasando, yo llevé a tu hermana a ese parque, y… la perdí….yo…
–Ya, ya, ya, no te tortures chamo. El parque está cerrado,
mejor dicho clausurado.
–Eso no me consuela. –Bajó la mirada y unas lágrimas cayeron
en el banco, Orlando le levantó la barbilla con su mano y volvió a ver esos ojos azules agua húmedos por las
lágrimas.
–Lo que me dijiste ayer me retumba en la cabeza todavía.
–Dicúlpame, fui muy violento con lo que te dije.
–No, no, para nada, estás en lo cierto, no te quito razón,
pero yo no estoy preparado para asumir este peo y abrirme y gritar que soy…
–Que eres gay, dilo, no te de pena, dilo aquí entre esta
pequeña separacón entre los dos, comienza por asumirlo entre tú y yo para luego
gritarlo al mundo sin miedo.
–No sé que coño me hiciste ese día, te vi y algo pasó en mi.
–Y en mi, no solo a ti se te movió algo, despertaste algo
que tenía dormido y era que estaba en una relación, no voy a decir que falsa o
de mentira, pero si en una que no me llenaba a pesar de la abundancia. Carecía
de amor, era pobre en amor.
–¿Estabas con él por interés?
–No, no, de verdad que no, no te voy a negar que hicimos
muchas cosas gracias a su dinero, pero no era eso lo que me mantenía a su lado,
no debería decirte esto, pero, era buena cama, cariñoso, atento, un caballero,
pero…
–Tu hermana era una tapadera, otra de tantas, pocas veces
tuvimos sexo porque “la respetaba” pero eran tantas las ganas de hacer el amor
que podía hacerlo, tenía ereccciones, al acabar….mierda….me da verguenza hablar
contigo de esto.
–Tranquilo, suéltalo, esto no va a salir de aquí.
–Cuando acababa quería que se fuera de mi lado, de hecho me
levantaba de la cama a ducharme y la dejaba ahí, no sé si tu hermana se daba
cuenta, pero estaba feliz luego de hacerlo conmigo, ella no me lo pedía, ella
esperaba que yo dijera algo y se entregaba.
–Vaya…bueno, mi hermana era así, romántica, de las que se
casan por amor, de las que quieren un hogar y mantenerlo ellas, amas de casa,
una Susanita la de Mafalda, ¿sabes?
–Si, si, es ella.
–Prométeme algo, a partir de hoy comienza la verdadera vida
de Diego Hernández, poco a poco, un paso a la vez, pero hoy comienza el primer
día del resto de tu vida.
Hubo un silencio y ambos se veían a los ojos, la mano de
Orlando aún sostenía la de Diego.
–Hablo contigo y siento que te conozco de hace tiempo, te me
haces cercano, te veo y me siento en la libertad de contarte todo, de hecho
quería contarte algo que me pasó hace años, cuando era más chamo.
–Hola, buenas tardes disculpen, ¿Tú eres Diego? Mi sentido
pésame, soy amigo de Orlando.
–Gracias.
–Disculpa que los interrumpa, ¿puedo hablar contigo?
–Si…bueno, si, hablemos, ya vengo y seguimos conversando.
–Dale tranquilo, voy a hablar con tu papá
Orlando y Pedro se alejaron.
Diego se levantaba del banco y se acercó Arévalo.
–Mi pana, déjame ayudarte. Coño, pepa de ojos tiene este pana.
–Gracias.
–¿Tu eres, o eras el prometido de la chama, la hermana de
Orlando.
-Si, ¿Tú quién eres?
–Mucho gusto Arévalo Gómez, policía técnico y amigo de
Orlando.
–Encantado Diego Hernandez, comerciante.
–¿A ti te gusta Orlando? Digo, los vi de manitos agarradas.
Ese chamo tiene quien vele por él. Verga
Arévalo, se te va el yoyo de frente ¿que guevonada hablas? No es tu novio y ya
estás marcando territorio, falta que lo mees.
–¿Perdón? No entiendo.
–Te voy a hablar claro, Orlando me gusta y voy luchar por
él, y bueno, no quiero que nadie se interponga. Marico, que novelero, estoy hablando pura paja y Orlando me va a matar.
–Bueno chamo la verdad es que a mi no me tienes que decir
todas esas vainas que estas diciendo, creo que es con el pana de allá, que creo
que es el novio.
Arévalo los vio moviendo la cabeza intentando verlos con la gente
que se atravesaba. Diego se fue a hablar con su suegro.
–Te voy a hablar sin rodeos. –Pedro suspiró y cerró los
ojos, Orlando arrugó la frente.
–Tú me gustas marico, me gustas desde hace mucho tiempo,
estoy enamorado de ti, ya, listo te lo dije marico, Nelson tenía razón.
Orlando arrugó aún más la frente, se rió pero desconcertado.
–Pedro tú me vas a decir eso en este momento cuando estoy en
todo este peo de la muerte de mi hermana, cuando no tengo cabeza para más nada.
–Coño pero para hablar con tu cuñado si tienes cabeza, de
bolas como él si te gusta.
–Es mi cuñado, lo acabas de decir. ¿Será que esto lo
hablamos en otro momento? La semana que viene.
–Mañana.
Orlando se pasó la mano por la frente. –Mierda, mañana,
mañana me tengo que ir al funeral de Vicente, se me había olvidado por
completo, ni sé como me voy a ir.
–Yo voy contigo, te acompaño.
–No Pedro, quiero hacer esto solo, de hecho no le he querido
decir ni a mi papá.
–Pídele el carro a Nelson y te vas.
–Coño verdad, déjame hablar con él. Te prometo, te prometo
que cuando salga de todo esto tú y yo hablaremos.
–ok.
Orlando se fue a buscar a Nelson y a Nicolás y volvió a
tropezarse con Arévalo.
–Epa, estoy buscando a un amigo.
–¿Y eso?
–Es que mañana tengo que ir al funeral de Vicente…mi novio y
no me acordaba.
–Yo te llevo mañana en la moto.
–No vale, es en Valencia.
–Fino, le pido el carro a mi jefe y te llevo, es más, nos
vamos hoy mismo
–No chico, si yo voy ida por vuelta.
–Coño papá pa que estés relajado, nos vamos hoy, nos
hospedamos en un hotel de esos baratos y listo, nos regresamos en la tarde de
mañana o temprano al otro día.
–Arévalo, yo no voy a tirar contigo si eso es lo que estás
buscando.
–Verga papá, tu comentario me ofende. Que plan más estúpido, lo voy a llevar y no voy a coronar, bien bello,
coño pero el pana necesita enterrar a su jevo, lo voy a llevar.
–Disculpa Arévalo, no debí decirte eso. Gracias por el
ofrecimiento, pero me da pena con tu jefe.
–No vale, yo le digo para lo que es y me lo da, tú
tranquilo, avísame la hora y ya, yo voy a cuadrar.
Orlando se fue a buscar a su papá para acompañarlo, ya iba a
hablar el cura.
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