martes, 19 de junio de 2018

Y SI ME ENAMORO. Capítulo 22


Pedro comenzó a desvestirse frente a Arévalo.
–A mi no me vas a tratar como a una puta que le pagas, a mi me haces el amor.

Arévalo se quitó los zapatos, el pantalón y el interior. La camisa le tapaba solo la mitad del pene que colgaba más allá de la tela. Le dio una fuerte cachetada a Pedro que lo tumbó en la cama. Se montó sobre él cogiéndole la cabeza y besándolo a la fuerza.

–Yo te voy a coger carajito y como yo quiera.

Se levantó y buscó en el koala del chico el condón y el lubricante.

–No me des duro, por favor, lo tienes grande.

–Mámalo.



Pedro se levantó y comenzó a mamarle el pene, Arévalo le cogía la cabeza apretándole el cabello y haciendo que se lo metiera todo completo. El pene le bajaba por la garganta y lo ahogaba. El policía le apartó la cabeza y le dijo que se acostara boca abajo.



Arévalo se acostó sobre él haciendo presión para ir penetrándolo poco a poco

–Despacito, depacito coño que me duele.

–Shhhhhh aguanta coño, aguanta.

Iba metiéndolo, metiéndolo hasta sentir las nalgas pegadas a su abdómen. Metió la mano por debajo de su barriga y levantó a Pedro para penetrarlo arrodillado. El chico sentía el pene dentro de él y arrugaba la cara. Arévalo comenzó a moverse y enseguida el chico comenzó a gritar de dolor.

–Para, para, me duele.

Arévalo no le hizo caso, estaba concentrado empujando con fuerza mientras sostenía a Pedro por los hombros.



El chico no paraba de gemir, Arévalo lo puso de lado y volvió a penetrarlo, con una pierna del chico en su pecho, sacaba y metía el pene. Pedro miraba al policía que sudaba copiosamente.

Lo colocó de frente apartando las piernas hacia los lados. Esta vez no tuvo reparo en moverse más rápido y con más fuerza. Pedro estaba con los ojos en blanco y la piel erizada, gemía casí que con un hilo de voz.

–¡ME VENGO, ME VENGO COÑO, COÑO! -Sintió como el semen salía de su pene y…. –AAAAAH, AAAAAAH , AAAAAAH AAAAAHH. .–Los gritos asustaron a Pedro que se tensó apretándole el pene al policía.

Terminó el orgasmo y se relajó sin sacar el pene del cuerpo del chico, que miraba a Arévalo con susto.

Retiró el pene y se acostó sin quitarse el preservativo. Pedro hizo lo mismo, cogiéndole la mano al policía y cerrando los ojos.



Luego de 20 minutos, Pedro se levanta y le quita el preservativo a Arévalo que dormía, el semen corría por el pene y el chico se lo introdujo en la boca. Comenzó a mamar, miraba al frente y se veía en el espejo como disfrutaba del enorme miembro, lo que veía lo excitó y de nuevo tuvo una erección al igual que Arévalo que ya había abierto los ojos y disfrutaba de la felación.



El chico se esmeraba para introducirse el gran pene en su boca, no se detuvo hasta sentir el tibio líquido rodar por su boca, de nuevo los gritos de Arévalo mientras apretaba las sábanas.



Arévalo se levantó y sin decir nada se fue a la ducha. De la tubería salió un fuerte chorro frío que hizo gritar al policía. Pedro, aún en la cama se volteó para revisar su celular, sentía dolor en su culo, se lo tocaba, estaba inflamado.



Pensaba en lo que había pasado, sabía que el policía lo había tratado mal durante el sexo, pero le gustó. Se volteó boca arriba y levantó las piernas para tomarse una foto. Se la envió a Arévalo.

–<<Mira como me dejaste el culito, me gustó la tirada, quiero repetir>>



Arévalo salió de la ducha. –Métete a bañar que nos tenemos que ir.

–No entiendo por qué estás molesto.

–No tienes que entender nada, vinimos a tirar, ya te cogí, deberías estar feliz.



Pedro se levantó de la cama y pasó cerca de Arévalo que se apartó con desprecio.

Buscó su celular y vio el mensaje de Pedro. Vio la foto y se sonrió, se tocó el pene y terminó de secarse, se sentó en la cama desnudo sin vestirse.

Pedro salió de la ducha.

–¿Por que no te has vestido? ¿No teníamos que irnos ya?. –Arévalo se levantó y dejó caer la toalla.

–Discúlpame chamo por mi comportamiento, si, estoy de mal humor.

–Tranquilo.

–Es por culpa de Orlando.  Sabe que me gusta y no me para bola, está embobado con el tal Diego, su cuñado.

–Ah vaya, es eso…tú sabías eso desde el principio, a mi tampoco me para bolas y no me parará y ahora que te conocí y tiramos  pensé que tú y yo….

–¿Qué, novios?, no chamo, yo no quiero ser novio de nadie.

–Pero de Orlando sí. -Pedro se colocaba el pantalón.

–No, bueno…no, es que yo…yo no he tenido pareja hombre, pura caraja, los tipos pa cogérmelos.

–O sea que a mi me tienes para cogerme.

–No te pongas filosófico mi pana, sabías a lo que venías, no vinimos al hotel a pedirte matrimonio.

–Vámonos que van a venir a sacarnos, tengo ganas de llegar a mi casa y volverme a bañar.



Se montaron en la moto y Arévalo tomó la autopista y aceleró lo más que pudo. Pedro se agarró del policía, estaba asustado, ya era de noche. Dio la vuelta en la autopista y volvió a acelerar. Llegó al comienzo y subio a la avenida pegada al cerro. Llegaron al mirador y se detuvo.

 Se bajaron de la moto y se quitaron el casco.

–¿Qué hacemos aquí? No entendí ese recorrido por toda la ciudad.

–Quería pensar, perdona si te asustó la velocidad, necesitaba drenar.

–Eres muy raro.



–Y tú muy pajúo. –Arévalo le agarró la cara y le dio un beso en la boca que duró varios segundos. –Vamos a salir a ver que tal ¿quién quita? Eres lindo, pajúo pero lindo.

–Idiota, ¿qué te hace pensar en que quiero salir contigo?

–Tu cara mientras te cogía, te gusta el dolor marico, te excita, sabes que sí, andaba arrecho pero me fijo.



Pedro se emocionó al escuchar esas palabras. –Contrólate Pedro, contrólate, no te vuelvas loco

Marico no te vayas a enamorar y ahora te vuelvas jevita y te jodan, tú eres así, coño este chamo es lindo pero verga a mi me gusta es Orlando, que vaina. ¿Te llevo a tu casa?

–Me gustaría ir a otro sitio, tengo hambre.

–Chamo yo ando limpio, lo sabes, te llevo a tu casa y comes ahí, yo haré lo mismo.

–¿Con quíen vives?

–Con un tío y mi primo.

–Yo con mis papás y mi hermanita menor, mi hermano mayor está fuera del país.



Se montaron en la moto y dejó a Pedro en su casa.

Estaban en el edificio hablando.

–Te puedo pedir una cosa.

–Si está en mis manos lo haré con gusto.

–¿Puedes dejar de ver a Orlando?

-Es tu amigo ¿cómo lo voy a dejar de ver?

–Sabes a que me refiero.

–Yo no tengo nada con él.

–Pero quieres y yo también, pero es mi amigo, pero no quiero verte cerca de él.

–Ya va mi pana, yo no soy tu novio ni nada de esas mariqueras, no me estés exigiendo vainas, ni aunque lo fueras. Orlando no va a tirar conmigo, ya me lo dijo.

–Ok, disculpa, soy un tonto…

–¿Te puedo dar un beso?

–No creo, mi mamá debe estar asomada en el balcón, piso cinco, mira disimuladamente.

–Está oscuro pero se ve una silueta.

–Esa es mi mamá.

–¿No sabe que eres gay?.

–Si lo sabe, pero de eso no se habla, mi papá si que no sabe nada.

–Entramos hasta el ascensor y te beso.

–Alguien nos puede ver.

–Bueno vamos a despedirnos como los panas



Chocaron las palmas, cerraron las manos y chocaron los puños.

–La próxima vez que me cojas hazlo con cariño.

–Sabes que te gusta rudo mariquito, anda, sube.

–Llama cuando llegues.

–Si mariquito, chao.



Antes de irse marcó el número de Orlando.

–<¿Sigues con tus amigos?>

–<Si, pero ya me voy, ¿estás con Pedro?>

–<Lo estoy dejando en su casa ahorita, voy a buscarte y te llevo a tu casa>

–≤No tranquilo, Nelson me lleva>

–<Yo te llevo, espérame>

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