lunes, 25 de junio de 2018

Y SI ME ENAMORO Capítulo 26


Orlando terminó de preparar el desayuno, seguía hablando solo pues Arévalo dormía.

–Arévalo, despierta, ya está el desayuno.
–¿Sabes manejar moto? Llévatela y me buscas luego.
–¡No! coño, no te voy a dejar aquí, párate, desayunas y te duchas con agua fría para que te despiertes.
Orlando no podía quitarle la mirada a la entrepierna del policía, se volteó y se fue a desayunar.

–Si te vas a sentar en la mesa, ponte la toalla.
–Tú eres una vaina carajito. ¿Para qué te encerraste en el cuarto? Tampoco te iba a violar.
–Intentaste entrar ¿o crees que no te escuché?
Arévalo se puso a comer cerrando los ojos.

–No tenías que planchar la ropa chamo, eso me da pena, hay una señora que viene y lo hace.
–Ya no le tienen que pagar por esta vez, tranquilo, me gusta planchar yo lo hago en casa, me enseñó mi mamá.
–Gracias. Me voy a vestir, dale chola.

–Dale chola, no joda estoy que me duermo y encima el güevo se me para, cuatro pajazos y el pana firme.

Salieron del edificio rumbo a la clínica, después de media hora.
Entraron a la clínica y Orlando llamó a su papá para ver si había llegado, fue a ver su mamá, Arévalo se quedó afuera.

Arévalo estaba sentado con la cabeza apoyada en la pared y los ojos cerrados. –Tengo que ir al trabajo y no puedo ni moverme. -Sonó su celular, era de la morgue, para que llegara temprano porque había un operativo.
–Mierda justo hoy, estoy doblado del sueño, le voy a tener que decir a este que lo dejo solo un rato.

–Hijo me han hecho un poco de exámenes, sácame de aquí, ese fue el sinvergüenza de tu papá, yo no quiero estar aquí, ya me siento mejor.
–Tranquila, esos exámenes son necesarios y no estás bien, tienes dolor me dijo la enfermera.
–Se me quita con analgésicos, necesito fumar, sácame a la calle para fumar anda.
–¡Que no mamá!, ¿estás loca? Te vas a quedar un día más, le voy a decir a mi papá para que te pongan en una habitación.
–Tu papá no va a perder dinero poniéndome en una cuarto que no le va a generar ganancias.
–Ya mamá, deja la rabia, por eso es que te enfermas, con tanto odio adentro.
–Vete a la universidad y déjame sola como siempre, no te necesito.
–Si mamá, yo me voy al mediodía, al trabajo si tengo que ir.
–Tráeme la botella de whisky.
–Ya mamá, quédate quieta.

Arévalo iba a entrar a emergencia para despedirse de Orlando cuando de frente se viene un persona en muletas. El policía lo agarra del brazo.
–¿Qué haces tú aquí?
–¿Perdón? ¿Quién eres tú? Y suéltame el brazo ¿te conozco?.
–Soy policía, no me conoces pero yo a ti sí, soy el novio de Orlando ¿estás escuchando­, el novio. Se que la estoy cagando pero este mamagüevo no me va a quitar a Orlando.
–¿Y yo que tengo que ver con eso?
–Estás aquí, te enteraste que su mamá está hospitalizada y viniste a verlo y consolarlo, pero aquí está su hombre para hacer eso. Verga Arévalo te pasaste de dramático novelero.
–Chamo yo no sé de qué estás hablando, yo vine a sacarme unos exámenes.
–Aaaay si, a la clínica de tu suegro que lindo, te recuerdo que tu mujer se murió le debes respeto en vez de estar sacándole fiesta a mi novio.
–Ya va ya va ¿Qué coño te pasa guevón?  ¿quién carajo eres tú para decirme ese poco de mierda? ¿Quieres que te de un coñazo a ver si te calmas?
–Atrévete a ver si eres machito.
Diego le lanzó un golpe a la cara que le hizo echar unos pasos hacia atrás, Arévalo se detuvo y le lanzó uno a Diego y comenzaron a forcejear cayendo al piso y cada uno recibiendo golpes del otro.
Las enfermeras gritaban, la gente alrededor veía la pelea sin apartarlos, la gente también gritaba para que los separaran.

–¿Qué es ese escándalo allá a afuera?
–Ve a ver y así me dejas sola un momento. –Orlando cerró los ojos y suspiró, saliendo de la emergencia, al llegar al pasillo ve a dos hombres en el piso cayéndose a golpes mientras dos vigilantes intentaban, sin éxito, separarlos.

Orlando se acerca y ve a Diego y se lanza al suelo. –¡DIEGO! –Ambos se detienen y ven al muchacho, Diego sangraba por la nariz, Arévalo tenía un fuerte golpe en el ojo y el pómulo rojo.

Se dio cuenta de su pierna enyesada y comenzó a dolerle. Ayudó a Diego a levantarse.
–Te voy a agradecer Arévalo que te vayas de aquí.
–Sí, a eso iba pero me detuvo este, me tengo que ir al trabajo porque hay un operativo.
–No me interesa lo que tengas que hacer, vete.
–Claro te interesa más que este haya venido
–¿Este pana en serio es tu novio?, aaauuu, como me duele la pierna
–Vete a tu casa, voy contigo. Hay que curarte
–Me vine con el chofer, vamos a mi apartamento.
–¿Ahí otra vez?
–Tranquilo no va a ir nadie. Quiero sentarme, vamos al carro.

Orlando le dijo que se adelantara mientras iba a despedirse de su mamá y que estaría pendiente pues algunos exámenes estarían listos esa misma tarde. –Dile a mi papá que me avise y vengo.
–¿Ese señor va a venir a hablar conmigo?
­–Es médico y dueño de esta vaina mamá, además no es un extraño, fue tu esposo.
–Anda vete a trabajar o a lo que vayas a hacer y me vuelves a dejar sola como siempre.

Orlando movió la cabeza mirando a una de las enfermeras y se fue. Buscó en el estacionamiento el carro de Diego y se acercó.

–Te está sangrando la nariz, levanta la cabeza, te dio duro.
–Ese güevón. Me dijo que era…-Vio al chofer y se quedó callado.
–Ya…tranquilo, ahora que lleguemos me aclaras todo.

Llegaron al edificio y le dijo a chofer que se podía ir, no sin antes pedirle que no dijera nada de lo sucedido a nadie, ni donde estaba.

–¿Dónde tienes gasas, algodón, alcohol?
–En el baño creo que hay, no sé traje varias cosas, pero no sé, mira debajo del lavamanos.
El chico buscó en el baño y consiguió alcohol y algodón.

Diego estaba sentado en el sofá recostado con la pierna sobre el sofá. Orlando comenzó a limpiarlo estaba muy cerca de la cara de Diego. –Tienes esto inflamadísimo.
Diego se levantó y llegó a los labios de Orlando que se paralizó y dejó de mover el algodón. Respondió al beso.

Arévalo estaba en la morgue luego de un operativo de calle por el levantamiento de dos cadáveres. Lo llamaron al celular, era Pedro.

–<Aló>
–<Hola Arévalo, ¿cómo estás?>
–<Bien trabajando, dime>
–<Vamos a tirar, quiero verte>
–<Tienes una puntería para llamarme cuando ando de mal humor>
–<Sabes que me gusta el sexo salvaje, lo comprobaste, ¿le damos>>
–<Déjame terminar de trabajar, salgo a las 7, te aviso>

–¿Y ese beso?
–Me provocó, gracias por venir.
–¿Eres el novio de ese tipo?
Orlando lo vio a los ojos, esos ojos azules que lo dejaban hipnotizado.
–¿Voy a ser novio de ese tipo con las veces que te he dicho que me gustas?
–Tenías novio hasta hace unas semanas.
–Tú tenías novia hace unas semanas.
–Esto es una locura, una locura porque amábamos a nuestras parejas y se acaban de morir y estamos besándonos.
–Me alegra que te sorprenda eso y no que somos dos hombres besándonos.
Diego se sentó en el asiento.
–¿Qué pasó? Caíste en cuenta que besaste a un hombre.
–No es eso, Orlando, es todo, todo ha pasado tan rápido no he asimilado bien las cosas, me siento culpable.
–En eso estoy de acuerdo contigo…pienso en Vicente y me recorre un desconcierto, una pesadumbre, no sé, como si le estoy montando cachos.
–¿Te acostaste con el policía?
–Estuve a punto pero llegamos a mi casa y encontramos a mi mamá en el piso y ya sabes el resto. Habíamos tomado, podía haberme acostado con  cualquier tipo que me llamara la atención, estaba vulnerable.  Anoche se quedó conmigo en casa pero no hicimos nada aunque él lo intentó.
–Eres un calienta güevo chamo. ¿cómo haces eso?
–Yo le advertí desde el inicio que no me iba a acostar con él.
–¿Y quieres hacer el amor conmigo?

Hubo un silencio, Orlando le limpió la nariz y lo volvió a ver a los ojos. –Desde que te vi en el parque, quiero. Pero quiero que tu estés claro y no quedes peor después de estar conmigo.
–Quisiera que pasara hoy pero quiero quitarme esta mierda y que disfrutes de un buen sexo.
–Vaya…modesto el señor
–Me muevo bien y estoy bien dotado jajaja
–No es por desinflar ese ego pero Arévalo tiene una cosa descomunal.

Diego miró fijamente a los ojos al chico, algo que lo intimidó. Le puso la mano en la nuca haciendo un poco de presión.
–No quiero que te acuestes con ese tipo, nunca, ¿me entiendes? No quiero saber que ha pasado.

Orlando se le erizó la piel al escuchar eso, tragó saliva como quien traga una bola de paja seca. Lo puso nervioso a la vez que le dio un fresquito y una alegría saber que ese hombre de ojos azules le hablaba con firmeza y seguridad.

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