Orlando terminó de
preparar el desayuno, seguía hablando solo pues Arévalo dormía.
–Arévalo, despierta, ya
está el desayuno.
–¿Sabes manejar moto?
Llévatela y me buscas luego.
–¡No! coño, no te voy a
dejar aquí, párate, desayunas y te duchas con agua fría para que te despiertes.
Orlando no podía quitarle
la mirada a la entrepierna del policía, se volteó y se fue a desayunar.
–Si te vas a sentar en la
mesa, ponte la toalla.
–Tú eres una vaina
carajito. ¿Para qué te encerraste en el cuarto? Tampoco te iba a violar.
–Intentaste entrar ¿o
crees que no te escuché?
Arévalo se puso a comer
cerrando los ojos.
–No tenías que planchar
la ropa chamo, eso me da pena, hay una señora que viene y lo hace.
–Ya no le tienen que
pagar por esta vez, tranquilo, me gusta planchar yo lo hago en casa, me enseñó
mi mamá.
–Gracias. Me voy a
vestir, dale chola.
–Dale chola, no joda
estoy que me duermo y encima el güevo se me para, cuatro pajazos y el pana firme.
Salieron del edificio
rumbo a la clínica, después de media hora.
Entraron a la clínica y
Orlando llamó a su papá para ver si había llegado, fue a ver su mamá, Arévalo se quedó afuera.
Arévalo estaba sentado
con la cabeza apoyada en la pared y los ojos cerrados. –Tengo que ir al trabajo y no puedo ni moverme. -Sonó su celular,
era de la morgue, para que llegara temprano porque había un operativo.
–Mierda justo hoy, estoy
doblado del sueño, le voy a tener que decir a este que lo dejo solo un rato.
–Hijo me han hecho un
poco de exámenes, sácame de aquí, ese fue el sinvergüenza de tu papá, yo no
quiero estar aquí, ya me siento mejor.
–Tranquila, esos exámenes
son necesarios y no estás bien, tienes dolor me dijo la enfermera.
–Se me quita con
analgésicos, necesito fumar, sácame a la calle para fumar anda.
–¡Que no mamá!, ¿estás
loca? Te vas a quedar un día más, le voy a decir a mi papá para que te pongan
en una habitación.
–Tu papá no va a perder dinero
poniéndome en una cuarto que no le va a generar ganancias.
–Ya mamá, deja la rabia,
por eso es que te enfermas, con tanto odio adentro.
–Vete a la universidad y
déjame sola como siempre, no te necesito.
–Si mamá, yo me voy al
mediodía, al trabajo si tengo que ir.
–Tráeme la botella de
whisky.
–Ya mamá, quédate quieta.
Arévalo iba a entrar a
emergencia para despedirse de Orlando cuando de frente se viene un persona en
muletas. El policía lo agarra del brazo.
–¿Qué haces tú aquí?
–¿Perdón? ¿Quién eres tú?
Y suéltame el brazo ¿te conozco?.
–Soy policía, no me
conoces pero yo a ti sí, soy el novio de Orlando ¿estás escuchando, el novio. Se que la estoy cagando pero este mamagüevo
no me va a quitar a Orlando.
–¿Y yo que tengo que ver
con eso?
–Estás aquí, te enteraste
que su mamá está hospitalizada y viniste a verlo y consolarlo, pero aquí está
su hombre para hacer eso. Verga Arévalo
te pasaste de dramático novelero.
–Chamo yo no sé de qué
estás hablando, yo vine a sacarme unos exámenes.
–Aaaay si, a la clínica
de tu suegro que lindo, te recuerdo que tu mujer se murió le debes respeto en
vez de estar sacándole fiesta a mi novio.
–Ya va ya va ¿Qué coño te
pasa guevón? ¿quién carajo eres tú para
decirme ese poco de mierda? ¿Quieres que te de un coñazo a ver si te calmas?
–Atrévete a ver si eres
machito.
Diego le lanzó un golpe a
la cara que le hizo echar unos pasos hacia atrás, Arévalo se detuvo y le lanzó
uno a Diego y comenzaron a forcejear cayendo al piso y cada uno recibiendo
golpes del otro.
Las enfermeras gritaban,
la gente alrededor veía la pelea sin apartarlos, la gente también gritaba para
que los separaran.
–¿Qué es ese escándalo
allá a afuera?
–Ve a ver y así me dejas
sola un momento. –Orlando cerró los ojos y suspiró, saliendo de la emergencia, al
llegar al pasillo ve a dos hombres en el piso cayéndose a golpes mientras dos
vigilantes intentaban, sin éxito, separarlos.
Orlando se acerca y ve a
Diego y se lanza al suelo. –¡DIEGO! –Ambos se detienen y ven al muchacho, Diego
sangraba por la nariz, Arévalo tenía un fuerte golpe en el ojo y el pómulo
rojo.
Se dio cuenta de su
pierna enyesada y comenzó a dolerle. Ayudó a Diego a levantarse.
–Te voy a agradecer
Arévalo que te vayas de aquí.
–Sí, a eso iba pero me
detuvo este, me tengo que ir al trabajo porque hay un operativo.
–No me interesa lo que
tengas que hacer, vete.
–Claro te interesa más
que este haya venido
–¿Este pana en serio es
tu novio?, aaauuu, como me duele la pierna
–Vete a tu casa, voy
contigo. Hay que curarte
–Me vine con el chofer, vamos
a mi apartamento.
–¿Ahí otra vez?
–Tranquilo no va a ir
nadie. Quiero sentarme, vamos al carro.
Orlando le dijo que se
adelantara mientras iba a despedirse de su mamá y que estaría pendiente pues
algunos exámenes estarían listos esa misma tarde. –Dile a mi papá que me avise
y vengo.
–¿Ese señor va a venir a
hablar conmigo?
–Es médico y dueño de
esta vaina mamá, además no es un extraño, fue tu esposo.
–Anda vete a trabajar o a
lo que vayas a hacer y me vuelves a dejar sola como siempre.
Orlando movió la cabeza
mirando a una de las enfermeras y se fue. Buscó en el estacionamiento el carro
de Diego y se acercó.
–Te está sangrando la
nariz, levanta la cabeza, te dio duro.
–Ese güevón. Me dijo que
era…-Vio al chofer y se quedó callado.
–Ya…tranquilo, ahora que
lleguemos me aclaras todo.
Llegaron al edificio y le
dijo a chofer que se podía ir, no sin antes pedirle que no dijera nada de lo
sucedido a nadie, ni donde estaba.
–¿Dónde tienes gasas,
algodón, alcohol?
–En el baño creo que hay,
no sé traje varias cosas, pero no sé, mira debajo del lavamanos.
El chico buscó en el baño
y consiguió alcohol y algodón.
Diego estaba sentado en
el sofá recostado con la pierna sobre el sofá. Orlando comenzó a limpiarlo
estaba muy cerca de la cara de Diego. –Tienes esto inflamadísimo.
Diego se levantó y llegó
a los labios de Orlando que se paralizó y dejó de mover el algodón. Respondió
al beso.
Arévalo estaba en la
morgue luego de un operativo de calle por el levantamiento de dos cadáveres. Lo
llamaron al celular, era Pedro.
–<Aló>
–<Hola Arévalo, ¿cómo
estás?>
–<Bien trabajando,
dime>
–<Vamos a tirar,
quiero verte>
–<Tienes una puntería
para llamarme cuando ando de mal humor>
–<Sabes que me gusta
el sexo salvaje, lo comprobaste, ¿le damos>>
–<Déjame terminar de
trabajar, salgo a las 7, te aviso>
–¿Y ese beso?
–Me provocó, gracias por
venir.
–¿Eres el novio de ese
tipo?
Orlando lo vio a los
ojos, esos ojos azules que lo dejaban hipnotizado.
–¿Voy a ser novio de ese tipo con las veces que te he
dicho que me gustas?
–Tenías novio hasta hace
unas semanas.
–Tú tenías novia hace
unas semanas.
–Esto es una locura, una
locura porque amábamos a nuestras parejas y se acaban de morir y estamos
besándonos.
–Me alegra que te
sorprenda eso y no que somos dos hombres besándonos.
Diego se sentó en el
asiento.
–¿Qué pasó? Caíste en
cuenta que besaste a un hombre.
–No es eso, Orlando, es
todo, todo ha pasado tan rápido no he asimilado bien las cosas, me siento
culpable.
–En eso estoy de acuerdo
contigo…pienso en Vicente y me recorre un desconcierto, una
pesadumbre, no sé, como si le estoy montando cachos.
–¿Te acostaste con el
policía?
–Estuve a punto pero
llegamos a mi casa y encontramos a mi mamá en el piso y ya sabes el resto.
Habíamos tomado, podía haberme acostado con
cualquier tipo que me llamara la atención, estaba vulnerable. Anoche se quedó conmigo en casa pero no
hicimos nada aunque él lo intentó.
–Eres un calienta güevo
chamo. ¿cómo haces eso?
–Yo le advertí desde el
inicio que no me iba a acostar con él.
–¿Y quieres hacer el amor
conmigo?
Hubo un silencio, Orlando
le limpió la nariz y lo volvió a ver a los ojos. –Desde que te vi en el parque,
quiero. Pero quiero que tu estés claro y no quedes peor después de estar conmigo.
–Quisiera que pasara hoy
pero quiero quitarme esta mierda y que disfrutes de un buen sexo.
–Vaya…modesto el señor
–Me muevo bien y estoy
bien dotado jajaja
–No es por desinflar ese
ego pero Arévalo tiene una cosa descomunal.
Diego miró fijamente a
los ojos al chico, algo que lo intimidó. Le puso la mano en la nuca haciendo un
poco de presión.
–No quiero que te
acuestes con ese tipo, nunca, ¿me entiendes? No quiero saber que ha pasado.
Orlando se le erizó la
piel al escuchar eso, tragó saliva como quien traga una bola de paja seca. Lo
puso nervioso a la vez que le dio un fresquito y una alegría saber que ese
hombre de ojos azules le hablaba con firmeza y seguridad.
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