Adriano estaba sirviendo dos vasos pero
no de whisky sino de sagría, Ramón estaba en el baño que desde que salieron del
restaurante venía orinándose. Al salir lo esperaba el vaso de sangría, Adriano
colocó una música a bajo volumen y se sentaron a conversar.
–¿Y tu vives solo en este apartamento?
–Si, bueno vivía aquí con mi mamá, mis
padres se divorciaron. Mi mamá murió hace unas semanas.
–Wao cuanto lo siento, ¿estaba enferma?
–No, la mataron –Tomó el vaso y se
bebió toda la sangría –Voy a servirme más y te cuento.
Desde la cocina iba hablándole.
–Mi exnovio la mató. Entró a la casa y…
–se detuvo, Ramón estaba impresionado con lo que acababa de escuchar.
–Su novio la mató y este tan tranquilo
se ve con el tipo aún ¿qué vaina es esta?. Ya va, ¿el carajo que estaba en el
restaurante mató a tu mamá?
–Si…me dijo que se estaba interponiendo
en nuestra relación y le quitó la vida. Luego hizo lo mismo y por la misma
razón, con mi psicóloga.
–Así, normal, tipo tranquilo me cuentas
esto.
–Estoy muy afectado todavía y más
porque sigo enamorado de Américo, que no se llama así, no me preguntes cuál es
su nombre real porque no lo sé.
Ramón se bebió su trago de una sentada
también y le pidió otro.
–Mierda pero es que me persiguen los
locos. Asdrúbal enamorado de un estafador asesino y este de un psicópta obsesionado
con este que también anda loco. Yo me tengo que ir de aquí.
Adriano seguía contando la historia de
Américo, Ramón cada vez más desconcertado y nervioso pero quería escuchar todo
el cuento.
Luego del cuarto vaso de sangría ambos
estaban relajados y riéndose.
–Wao, ya es como tarde para que te
vayas a tu casa, ¿quieres quedarte aquí?
–Se le acercó a Ramón y le dio un beso en la boca que este no rechazó al
comienzo.
–Espera, espera, calma chamo, despacio.
–Quédate y vamos a tirar.
–No, no pana, yo me voy a mi casa.
Llámame a un taxi.
Adriano le metió la mano entre el
pantalón pero Ramón se apartó.
–Chamo por favor, llámame un taxi que
me voy.
Adriano se levantó molesto y tomó el
teléfono para llamar a la línea de taxi.
Tres minutos después llamaban a casa de
Adriano diciendo que el taxi ya estaba abajo.
–Baja tú, el vigilante te abre –Le dijo
Adriano
Ramón salió del edificio y ahí estaba el taxi, un vehículo viejo de
color marrón con la casco de luz que dice taxi sobre el techo.
–Buenas noches
–Buenas noches ¿a que parte de Valle
Grande va?
–Valle Grande Sur.
El taxista tomó la autopista. Ramón
estaba enviando mensajes por WhatsApp, uno de los mensajes era para Adriano que
le había escrito que lo disculpara. Ramón le respondió que no quería saber más
de él, que esa historia le pareció demasiado fuerte y retorcida y que tenía
miedo de estar en ese apartamento. Cuando Ramón levantó la mirada para ver al
frente, se dio cuenta que no iban por la vía.
–Disculpe señor, pero creo que se metió
mal, por aquí no es…
El taxista frenó el carro bruscamente y
se volteó hacia Ramón apuntándolo con un arma.
–Claro que por aquí es. Bájate del
carro lentamente y no se te ocurra correr.
–Señor, señor, no me vaya a disparar yo
no tengo dinero, sólo tengo este celular más nada.
–Cállate la boca.
Ramón salió del carro y el taxista
también. Estaban en una calle ciega donde solo había un parque infantil cerrado
y al frente un botadero de basura.
–No me mate señor, ¿qué quiere? Le doy
mi celular pero por favor…
–Que te calles la boca. Yo no vine a
robarte –le puso la pistola en la cabeza. –Vine a advertirte que no vuelvas a
acercarte a mi novio más nunca en tu vida.
–¿Qué? ¿qué novio? ¿de qué está
hablando?
–Estabas con mi novio hace un rato y
seguro te lo tiraste maricón de mierda. Yo lo advierto una vez a la segunda que
suceda te mato.
–Tú eres, Américo –Ramón recibe un
golpe en la cabeza con la cacha de la pistola que lo tumba al piso.
–Menos mal que estás claro quien soy y
de lo que soy capaz. Tranquilo que no te voy a matar pero ya te dije lo que
tienes que hacer. Ni te acerques a mi novio y ni te lo cojas más nunca en tu
vida
–No hicimos nada… –Una patada directo a
las costillas lo retorció del dolor.
–No me vengas con estupideces, todos
los maricos somos promiscuos, no eres tú la excepción. Te vas a quedar aquí.
Ponte boca abajo y vas a contar hasta 30 y luego te levantas.
Américo se montó en el carro y arrancó
a toda velocidad. Ramón contó hasta 15 y se levantó. La calle estaba oscura. No
conseguía su celular y se agachó para tantear el suelo. Lo consiguió.
Iba a llamar a Adriano pero se imaginó
que Américo iría para allá ahora. Caminó
hasta salir de la calle ciega y se encontró en un bulevar improvisado, habia
poca gente, vio su reloj, eran las 11 de la noche. Llamó a sus papás para no
preocuparlos y le dijo que estaba saliendo del cine.
Caminó una cuadra más, al levantar la
mirada tres hombres le cierran el paso.
–¡Epa! Mira un extranjero, estamos
resueltos.
–Buenas noches, permiso –Ramón se
estaba poniendo nerviso.
–Eh eh eh ¿pa dónde vas? –El tipo le
puso la mano en el pecho -Aquí no vas a pasar así como así, lo extranjeros
pagan peaje –Le revisaron los bolsillos y le quitaron el celular, le quitaron
la billetera y sólo tenía un par de billetes de 100 y una tarjeta de débito.
–Este bichito anda pegao. Vamos a tener
que ir a un cajero pa sacar el dinero que tengas.
–Estoy limpio, no hay nada en la
cuenta.
–Tranquilo eso vamos a comprobarlo,
mira, ahí hay un cajero te acompaño para que saques la plata.
Llegaron al cajero, pidió saldo y al
salir el papel el tipo lo coge antes que Ramón.
–Viste que si tienes plata, saca todo
lo que puedas y me lo das –En la cuenta Ramón tenía su quincena completa. La
retiró en tres transacciones.
–Ahora acompáñanos de nuevo donde
estábamos.
–Pero déjenme ir, ya tienen lo que
querían.
–Si pero nos dijiste mentiras y eso
aquí se paga. Rendel, ven acá, aquí tenemos un extranjero que se puso comiquita
¿qué hacemos con él?
–Lo de siempre, vámonos por lo
tradicional.
A Ramón se le heló la sangré y su
cuerpo se tensó. Su piel tomó un aspecto pálido. Estaba seguro que esa, sería
su última noche.
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