La
locura es compartida.
Bertha, desnuda, oyó el grito de auxilio de
uno de los pasajeros. Fue hacia la butaca donde estaba el hombre para sacarlo.
Mientras veía como podía ayudarlo, metió la cabeza debajo del amasijo de hierro
para poder sacar al hombre.
Quedó impresionada. Se llevó la mano a la
boca.
–¿Qué pasa, qué pasa, ¡sáqueme de aquí!.
–Señor….no…no…no tiene piernas. -El hombre
comenzó a gritar y llorar.
–Máteme, no me deje vivo aquí, máteme que
no quiero vivir así, máteme.
Bertha se apartó. Una barra metálica golpeó
con fuerza la cabeza del pobre hombre. Carmelo cumplió el deseo del señor que
suplicaba que lo mataran.
–Listo. Está muerto.
Tomó a Bertha por la cintura y le dio un
beso en la boca metiéndole los dedos en la vagina y sintiendo como se mojaba.
–Hazme tuya aquí mismo.
Carmelo la tomó del cuello y le aplicó la
llave del sueño dejándola inconsciente. La cargó y la llevó a un pequeño bosque
de arbustos. Se desnudó y la violó. La tomaba del pelo con fuerza y hacía
presión hacia ella para penetrarla completamente. La respiración de él cada vez
era más acelerada, su piel estaba erizada y brillante por el sudor, las venas
de la sien las tenía brotadas, le temblaba la mandíbula.
Al momento de correrse dentro de ella,
Bertha despierta lanzando una bocanada y abriendo los ojos más de la cuenta.
–¿Qué pasó? -Estaba agitada, le faltaba el
aire.
–Te hice mía, te cogí aquí msmo.
–Estoy embarazada.
–Sí, ya me lo dijiste antes, vamos a ser
papás. Voy a cuidar a ese bebé.
–¿Y si está muerto?
–Está vivo, lo sé.
Comenzaron a escuchar unos helicópteros y
en instantes el avión estaba rodeado de rescatistas, médicos y voluntarios.
–Estoy desnuda y no sé donde está mi ropa.
–Que importa, estás hermosa, vamos a
decirles que estamos aquí.
Salieron del escondite donde estaban y
corrieron hacia los restos del avión. Gritaron para que los vieran y 5 personas
se acercaron a ellos para atenderlos.
–¡Doctor Carmelo! ¿usted estaba en el
avión?
–Hola bachiller, ¡claro! ¿Que voy a hacer
aquí si no es por el avión?
–¿Está bien?
–Yo estoy bien, yo estoy bien, revísenla a
ella, está embarazada.
A Carmelo le dieron una cobija para el frío
y a Bertha se la llevaron en el helicóptero, él se quedó para ayudar.
–Es increíble que ustedes 2 hayan
sobrevivido. Es un milagro. Usted debe tener una misión en esta vida Doctor, a
su edad y ya es un médico consagrado yo apenas tengo 5 años menos que usted y
sigo estudiando.
–Un médico nunca deja de estudiar bachiller.
Continuaban con la recuperación de
cadáveres mientras ambos hablaban.
–Doctor ¿quiere que le diga algo?
–Dígame bachiller.
–Yo sé su secreto, sé lo que hace. Cuando
se queda solo y tiene sexo con los cadáveres, una vez lo vi en la morgue cuando
todos se fueron, usted me intrigaba y quería saber de usted, me escondí y
esperé que todos se fueran y lo vi, vi como disfrutaba de aquel cuerpo sin
vida, su cara era otra. Voy a pasar para el otro lado de la cola, ayúdeme aquí
para cruzar.
Carmelo lo tomó del brazo para que pasara
al otro lado del avión pues la cola había quedado en el borde de un precipicio.
–Ok, sosténgame que ya voy a cruzar.
Carmelo lo soltó y el muchacho cayó al
vacío. Mientras caía, veía hasta que escuchó un ruido de árboles rasgarse. Cruzó
al otro lado del ala y se fue donde estaban los rescatistas.
–Me siento débil, pensé que podía estar con
ustedes pero prefiero irme.
–Tranquilo doctor, vamos a decirle al
piloto que lo busque.
Una vez montado en el helicóptero Carmelo
cerró los ojos y como flashes contínuos en su cabeza aparecían las personas que
había matado para satisfacer sus deseos más oscuros. No los volvió a abrir
hasta que llegó al hospital.
Entró al hospital y fue a buscar a Bertha.
El lugar estaba abarrotado de gente. Mientras iba por el pasillo buscándola, se
detuvo en una puerta abierta. Una camilla con alguien encima, pero tapado.
Volvió a sentir como el corazón le latía y
el cuerpo se le erizaba. De la camilla colgaba un brazo de hombre. Entró y
cerró la puerta.
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