El regreso de Bertha.
Darío se pone sobre Rogelio y comienza a morderle despacio
la cabeza, bajando lentamente a su nuca, mientras respira y pasa su lengua por
la piel, sigue bajando y con sus dedos roza su espalda y muerde suavemente para
seguir su recorrido hacia abajo hasta llegar donde comienzan sus nalgas.
Desliza sus dedos sobre ellas, las muerde y su lengua va
humedeciendo la piel hasta que separa las nalgas y penetra aquella zona húmeda
y tibia para luego seguir mordiendo.
Rogelio se retuerce de placer mientras Darío recorre el
escroto y lo hala con sus dientes, mojarlo con su saliva y volver a subir. Deja
caer en su mano saliva que esparse sobre su pene, lo que le queda, lo coloca en
el ano del muchacho que, al sentir como entra un dedo, se le escapa un gemido.
Apoya el glande mientras abre nuevamente las nalgas, va empujando
y va penetrando. Con cada empujón Rogelio se estremece, levanta su cadera y
deja que el pene se dezlice por completo dentro de él. Darío va moviéndose
despacio sintiendo el calor interno y lo apretado que está, cierra sus ojos y
sigue moviéndose suavemente mientras Rogelio mantiene su cadera en el aire moviéndose al compás de Darío.
Se detiene, retira el pene y vuelve a introducirlo
lentamente hasta tenerlo todo adentro.
Rogelio se levanta hasta tener su pecho paralelo a la cama.
Darío sigue con su movimiento pausado entrando y saliendo mientras lo toma por
los hombros haciendo presión para una penetración profunda.
–Estoy a punto de venirme. –Le susurra al oído.
–Acábame adentro. -Le dice Rogelio que comienza a
masturbarse.
Siente como Darío se corre cuando le aprieta los hombros, él
se corre también, descargándose sobre la cama.
Darío se tumba en la cama y Rogelio hace lo mismo quedando
uno al lado del otro. Voltea a ver a Rogelio.
–Rorro.
–¿Qué?
–Te amo.
–Hoy te luciste, que divino estuvo, voy a preparar el
desayuno.
–Oiste lo que te dije.
–Sí, ve a limpiarte el guevo. -Rogelio se fue desnudo a la
cocina a ver que preparaba.
Darío entró a la ducha, abrió el agua, mientras esperaba que
saliera caliente se puso a pensar en su bebé, luego en Bertha si de verdad
estaría muerta. Al ponerse el agua caliente se colocó bajo el chorro y cerró
los ojos quedándose quieto y apoyando las manos en la pared. Su mente se llenó
con la imagen de Rogelio y comenzó a recordar cuando se conocieron y todo lo
que vivieron juntos en la adolescencia y ya de adultos. Apretó los ojos y los
puños y comenzó a llorar. Se sentó en el piso y siguió llorando por unos
minutos más hasta que se levantó, terminó de ducharse y salió.
Se secó y se puso la toalla alrededor. Fue a la cocina y a
lo lejos veía a Rogelio, sus nalgas blancas y redondas resaltaban con el gris
de la cocina, se le agüaron los ojos pensando en todos los años que tienen
concociéndose y siendo, en la clandestinidad, amantes desde niños.
–DARÍOOOOOO.
–Estoy aquí.
–¡Ay coño que susto! Pareces un gato, ya está listo,
siéntate.
Darío se acercó a Rogelio, muy cerca.
–¿Qué te pasa? Tienes los ojos rojos, ¿estabas llorando?
–En la cama te dije algo que ni le prestaste atención.
–Si te escuché Darío, me dijiste que me amabas, pero eso lo
dijiste en la emoción del momento, después del sexo y eso a mi…
Un beso lo calló. Darío puso sus manos en las mejillas de
Rogelio y comenzó a llorar de nuevo.
–Te amo Roroo, te amo hoy comprendí que te amo, siempre te
amé, no quería aceptarlo.
Rogelio cerró los ojos y suspiró. –Espero que eso no me lo
estés diciendo porque esté la esperanza que Bertha haya muerto, perdón, quepa
la posibilidad que esté muerta.
–No, no Rorro, te amo y quiero estar contigo.
Sonó el timbre.
Darío fue a abrir la puerta limpiándose los ojos con el
brazo. La abrió.
–¡Mi amor, Darío, estoy viva, he vuelto!
Bertha había llegado con un fiscal del Ministerio Público,
cuando entraron Rogelio se tapó con el trapo de la cocina.
–Ah ¿y este está aquí…y desnudo?
–Disculpe señora, yo me retiro, aquí está su informe forense
y su carta de alta médica.
–¿Qué hace este en MI casa?
El fiscal se retiró y Bertha cerró la puerta de un golpe.
–¡Mi amor! Pero…¿cómo estás? ¿Como fue que te salvaste, qué
pasó?
–¿QUE HACE ROGELIO AQUI Y DESNUDO DARIO?
–Me estaba acompañando en las diligencias para localizarte y
saber de ti.
–¿Desnudo? ¿Y tú en toalla?
Salió corriendo a la habitación.
–Te vistes y sales de mi casa en seguida
–Tú eres como las cucarachas, no mueres con nada.
–¡Basura! No me interesa que que te hayas acostado con mi
esposo, pero el sigue siendo mi esposo.
–Pero ya no estás embarazada.
Una cachetada le soltó a Rogelio y Darío entró.
–Sigo embarazada imbécil
Darío se le iluminó el rostro al escuchar eso
–¿Te puedes salir un momento para vestirme?
Mientras se vestía vio en el mueble frente a la cama un
sobre, lo abrió y eran los billetes del viaje. Anotó la fecha y se lo guardó en
el bolsillo.
–“Estos se van de luna
de miel, lo sé”
–Me voy.
–Rorro, gracias por todo, te llamo luego
Rogelio le dio un beso en la boca a Darío.
–Bastó que apareciera tu mujercita para que todo lo que
dijiste se fuera a la mierda. Yo sé que lo que me dijiste es cierto, así que
esta loca no se va a quedar contigo, te irás con ella de luna de miel pero vas
a estar pensando en este culo las 24 horas del día. Ojalá no sea tarde para ti
cuando recapacites y dejes a esta bruja y quieras estar conmigo de nuevo.
–Rorro..espera.
–No Darío, quédate con ella, que tiene mucho que contarte
del accidente y de Carmelo. Pregúntale, ve.
Rogelio salió del edificio y al poner un pie en la acera no
paró de llorar hasta que llegó a su casa.
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